Al cierre de 2012, y en medio de la prolongada
crisis que ha afectado las economías de EE.UU., Grecia, España, Portugal, Italia
y otros países de la Unión Europea, Venezuela presentó una aceleración en su
ritmo de crecimiento económico, una reducción significativa del desempleo y una
tasa de inflación por debajo del objetivo inicialmente planteado. En efecto, en 2012 la economía creció 5,5%; la inflación de 20.1% -aunque
sigue siendo muy alta-, cerró por debajo de la meta estimada en 22%; y, el
desempleo estuvo por debajo del 8%.
Para el 2013 se espera que la dinámica que
desencadenan estos resultados mantendrá el actual ritmo de expansión económica,
el cual ofrece el clima de serenidad necesario para revisar la
política económica, toda vez que –en adelante- no se trata solo de reactivar y
hacer crecer la economía capitalista que aún predomina en Venezuela, sino de
transformarla.
La transformación productiva planteada en Venezuela tiene dos ejes
claves. 1) La creación de nuevas relaciones de poder a través del desarrollo de
innovadoras formas de propiedad social, popular y comunal. 2) La transformación
del capitalismo rentístico e importador en una nueva economía socialista diversificada,
capaz de producir los bienes destinados a satisfacer las necesidades esenciales
de la población, sustituir importaciones y diversificar la oferta exportable
para reducir la dependencia del ingreso petrolero.
El mito del desarrollo
La idea de lograr
el desarrollo sigue siendo una
gran aspiración en la mayoría de los países de la periferia que compiten por
atraer inversiones extranjeras. Asocian el desarrollo al logro de objetivos de
modernidad, bienestar y progreso, a partir de transformar la producción
campesina y artesanal en una gran producción en serie, acelerando el
crecimiento urbano como propulsores del mercado interno. Pero el balance indica
que, generalmente, un impetuoso ritmo de crecimiento económico viene acompañado
por la emanación de gases con efecto invernadero; efluentes líquidos que se
vierten en ríos, lagos y mares; y la acumulación de desechos sólidos que
terminan siendo una bomba de tiempo. Esto es causa del calentamiento global y
de un daño irreparable a la biodiversidad, con su secuela de millares de
víctimas debido a las sequías, desertificación, tormentas e inundaciones, así
como de la expulsión de millares de campesinos de sus tierras, ahora destinadas
a fines más rentables como la producción de biocombustibles, lo cual explica el
brutal encarecimiento de los alimentos básicos, así como de su escasez,
acaparamiento, especulación.
En los hechos, ese desarrollo se ha limitado al crecimiento del PIB y a la mejora de
los indicadores sobre inversiones, consumo, exportaciones, reservas
internacionales, etc. sin llegar a cumplir la promesa de mejorar la calidad de
vida, el bienestar y la felicidad de todos los ciudadanos. Esta noción
economicista del desarrollo debe ser
cuestionada, toda vez que está ligada a una creciente explotación de los
trabajadores y a la depredación de la naturaleza.
El desarrollo no puede ser un fin
cuantitativo sino un proceso cada vez más
cualitativo que trascienda la satisfacción de las necesidades materiales
de la población e incluya la satisfacción de sus necesidades intelectuales,
emocionales y espirituales. En Venezuela, ante el agotamiento del modelo capitalista-rentista-desarrollista,
se impone diseñar nuevas alternativas que permitan armonizar el crecimiento
económico con el desarrollo humano integral y la protección de la
biodiversidad.
Superar el modelo extractivista-rentista
El extractivismo es un modelo de acumulación basado en la obtención de
una renta por la explotación de recursos naturales y energéticos. Lleva a la
dependencia de los países ricos en materias primas pero pobres en tecnología,
los cuales se limitan a vender tales recursos en lugar de transformarlos
industrialmente. Es un modelo depredador del ambiente toda vez que agota los
yacimientos o los extrae a un ritmo superior a la tasa de reposición.
Se trata de un modelo de enclave con una actividad aislada del resto de
la economía y poco impacto sobre desarrollo endógeno. Coexisten sistemas de alta y baja productividad, baja
densidad de empresas industriales por cada mil habitantes, poca diversificación
e integración industrial.
Venezuela es un país con un fuerte arraigo extractivista y por eso depende de la captación de renta y no del esfuerzo productivo para
satisfacer sus necesidades. La abundancia de divisas tiende a sobrevaluar la
moneda nacional. Así resulta más rentable importar que producir. Los
productores se transforman en importadores y desplazan a la producción
nacional: importan porque no producen y no producen porque importan. La mala asignación de los
factores productivos distorsiona la dinámica económica. El comercio importador,
al proveer los bienes que se requieren para satisfacer las necesidades de la
población, tiende a cobrar más importancia que la agricultura y la industria,
que son los sectores en los que descansa la soberanía productiva de cualquier
país.
En este contexto, la reciente certificación de las reservas petroleras más
grandes del mundo bajo el subsuelo venezolano, contribuyan a crear una ilusión
de riqueza y prosperidad. Pero lo cierto es que se mantiene la
vulnerabilidad productiva y fiscal por la alta dependencia del ingreso
rentístico. La crisis estalla cada vez que los precios del petróleo se
desploman, no ingresa la misma cantidad de divisas y se impone la obligación de
devaluar, generando así inflación, desempleo, pobreza y exclusión.
¿Qué hacer con la renta petrolera?
Desde que apareció el petróleo en Venezuela ha sido mucho más fácil
devorar la renta comprándole al resto del mundo lo que bien pudiéramos estar
generando internamente con nuestro propio esfuerzo productivo. La alternativa
al rentismo pasa por un profundo cambio cultural. Hay que sustituir la
mentalidad rentista que procura captar la mayor renta posible para consumirla,
por una nueva cultura de la inversión y del
trabajo. Pero esta inversión no puede ser sólo en infraestructura,
también es clave la inversión social y la inversión en ciencia y tecnología.
Todas son imprescindibles para poder transformar los recursos naturales que ahora
exportamos sin mayor valor agregado, en una creciente producción industrial que
permita sustituir importaciones y diversificar la oferta exportable para
generar nuevas fuentes de divisas que nos hagan menos dependientes del ingreso
petrolero.
Transformar el capitalismo rentístico en un nuevo modelo productivo
socialista exige tener cada vez más claro los destinos que se le darán al
torrencial ingreso rentístico que percibe Venezuela por concepto de la
exportación petrolera. La “siembra del petróleo” no debe ser vista solo como
inversión en autopistas, ferrovías, metros, puentes, centrales termo o hidroeléctricas
y demás obras de infraestructura. Este enfoque “desarrollista” fue el que
predominó en el pasado reciente y por eso la inversión de la renta favoreció a
las empresas contratistas a las que se les adjudicaban las obras, mientras el
desempleo, la pobreza y la exclusión social causaba estragos en la mayoría
empobrecida de la población. La inversión en infraestructura es necesaria más
no suficiente. Si queremos acabar con estos flagelos sociales, un porcentaje
creciente de la renta petrolera debe ser invertido socialmente para garantizar
el derecho de todos los venezolanas/os al trabajo, alimentación, educación,
salud, vivienda, ciencia, tecnología, cultura, deporte, etc. Y, por supuesto,
otro porcentaje significativo debe ser invertido en distintos fondos de
compensación macroeconómica, desarrollo nacional y patrimonial que minimicen el
impacto negativo del comportamiento errático que a lo largo de la historia han
tenido los precios del petróleo.
Hacia la industrialización socialista
La manufactura tiene un gran efecto multiplicador sobre los demás
sectores económicos. “Aguas arriba” demanda materias primas a la agricultura,
pesca, forestal, minería, etc. “Aguas abajo” ofrece bienes intermedios e
insumos industriales para el desarrollo de otros sectores. Además, demanda
servicios de apoyo, agua, electricidad, telecomunicaciones, financiamiento,
infraestructura, redes de distribución y comercialización. Cuando crece la
industria crece toda la economía.
El gobierno venezolano puede combinar diferentes incentivos
arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras gubernamentales,
suministro de materias primas, asistencia técnica, etc. hasta elevar la actual densidad
industrial de 0.25 a 1 establecimiento industrial por cada mil habitantes y
lograr que el aporte de la manufactura al PIB suba del actual 14,3 % a 20 %,
alcanzando así Venezuela la condición de país industrializado.
La industrialización socialista que está planteada en Venezuela la
entendemos como un proceso llamado a sustituir la industrialización basada en
la explotación del trabajo ajeno, el uso intensivo de materias primas y
energía, la depredación del ambiente y los desequilibrios territoriales, por un
nuevo tipo de industrialización basado en diferentes formas de propiedad
social, la aplicación de nuevos principios para la justa remuneración del
trabajo y la inversión social de los excedentes, el uso de información y
conocimientos científicos y tecnológicos, la preservación del ambiente y el
desarrollo armónico de las regiones.
En este sentido, se impone un balance crítico del proceso de
industrialización en las condiciones del capitalismo rentístico venezolano. Cuestionamos
la sustitución ineficiente de importaciones que condenó a los trabajadores a
adquirir productos de inferior calidad y precios superiores a los importados, pero
también condenamos la apertura neoliberal que sometió a los productores locales
a una feroz competencia con las importaciones procedentes de las principales
potencias industrializadas. Como alternativa entre estas dos opciones extremas
se plantea la necesidad de reivindicar las políticas industriales y
tecnológicas para profundizar la reactivación, reconversión y
reindustrialización del aparato productivo, como condición básica para alcanzar
la plena soberanía económica.
Para impulsar la industrialización socialista es necesaria una
eficiente intervención del Estado para orientar un proceso que no puede quedar
a merced de las fuerzas ciegas del mercado. La industrialización socialista
debe apoyarse en un Estado en manos de los trabajadores y de la comunidad, sin
mediaciones burocráticas de ningún tipo. Solo así será posible impulsar un
nuevo tipo de desarrollo industrial, capaz de asegurar una creciente producción
de los bienes requeridos para satisfacer las necesidades básicas de la sociedad,
y generar una oferta exportable de calidad y buenos precios que nos permita la
inserción soberana a la economía mundial.
El 2012 fue un año de crecimiento del PIB. Pero no basta con mantener la reactivación de
la actividad productiva. De cara a desarrollar el perfil socialista de la Revolución Bolivariana, en adelante se impone impulsar la transformación estructural de la economía venezolana. Esto exige una
profunda revisión y rectificación de la política económica. Se trata de diseñar una nueva estrategia económica que reimpulse y
transforme la dinámica económica interna, en función de lograr los objetivos del empoderamiento popular sobre los procesos de producción, distribución y comercialización de los bienes y servicios que requieren para satisfacer sus necesidades básicas y esenciales. Esta es la vía para superar la vulnerabilidad de la economía rentista y alcanzar así una verdadera soberanía productiva.
¿Reactivar o transformar la economía?
La recuperación del PIB anunciada por el BCV en el año 2012 es una
ocasión propicia para revisar la política económica. Acelerar la transición al socialismo, más que reactivar la actual economía predominantemente capitalista, lo que exige es transformarla en una nueva economía socialista, en manos de los trabajadores directos y de la comunidad organizada. En este sentido, las medidas que el Gobierno Bolivariano en adelante tome,
deberán ir más allá de mantener un simple creciemiento económico para
plantearse, fundamentalmente, la transformación del capitalismo rentista
venezolano en un nuevo modelo productivo socialista.
Recordemos que, en el período de auge económico anterior a la última recesión, mientras
el PIB estuvo creciendo, cada vez que el BCV publicaba su informe, celebrábamos
el acierto de la política económica y la fortaleza de la economía venezolana. Pero
nunca reparamos en la naturaleza y calidad de ese crecimiento, razón por la
cual se mantuvo la inercia de otorgar los incentivos públicos, sin aplicar
ningún principio de reciprocidad a los beneficiarios.
Pero cuando nos dimos cuenta que gracias a estos generosos incentivos lo
que más estaba creciendo era la economía capitalista y que la estructura del
PIB se estaba tornando de mala calidad -con un creciente peso del comercio
importador y los servicios financieros especulativos y de alto riesgo-,
entonces comenzamos a celebrar la caída del PIB, argumentando que lo que está
cayendo es la economía capitalista, sin hacer nada para reactivarla. La lección
fue clara: apostar a la desaparición de la economía capitalista sin haber
creado antes la nueva economía socialista es el atajo perfecto para quedar
atrapados en un círculo vicioso de caída de la producción, escasez,
acaparamiento, especulación, inflación, desempleo y creciente malestar social.
Por lo tanto, la reactivación de la economía es un proceso que debe
estar sincronizado con su transformación estructural. Pero no será la mano
invisible del mercado la que guie este proceso llamado a sustituir el orden
viejo, explotador del ser humano y depredador de la naturaleza, por un nuevo
orden capaz de erradicar las causas estructurales del desempleo, la pobreza y
la exclusión social. Se requiere el diseño y ejecución de una sabia y oportuna
estrategia de reactivación y transformación estructural de la economía
venezolana que impulse la sustitución del capitalismo rentístico por un nuevo
modelo productivo socialista de amplia y creciente inclusión social, bajo el
control de los trabajadores directos y de la comunidad organizada. Profundizar
la transformación de la estructura económica venezolana -y no solo reactivarla-,
es el nuevo reto que tiene por delante la Revolución Bolivariana.
Gracias por compartirnos sus reflexiones. Comprendo lo que escribe porque no hay novedad alguna. Muchas personas sabemos que es necesario la transformación de la estructura económica del país. Creo que teóricamente sabemos lo que queremos, pero el camino se hace arduo. Hay desde deficiencias en la sistematizacion de la información, falta de voluntades hasta el simple desconocimiento. Por mi parte, no celebro la proyección de crecimiento económico porque cambios estructurales no se han hecho. Lo que lo impulsa es el sector de la construcción ¿eso es una transformación estructural?
ResponderEliminarEsta parte "La industrialización socialista debe apoyarse en un Estado en manos de los trabajadores y de la comunidad, sin mediaciones burocráticas de ningún tipo", es una característica de lo queremos tener pero no es practicada ni siquiera por muchas instituciones publicas de aprendizaje para funcionarios públicos y las comunidades, porque hay intereses de grupos que las manejan que saldrían afectados. Entonces, que hacer en este caso? Como atacar las practicas propias del burocratismo? Esto escapa del lente económico y se dirige a lo ético y lo político.
No pretendo dejar un comentario pesimista. Al contrario, los que queremos luchar, y nos preparamos a nivel formativo político, académico, ético, tenemos la convicción de que hay un pueblo que aun demanda por ser ayudado para su empoderamiento.
Este un camino de aprendizaje, que muchas tal vez nos lleva fuera de juego a nivel individual, pero lo importante es ir sembrado ideas.
Una vez mas, bueno su escrito