En la IV República, el pueblo empobrecido y excluido mostraba poco interés en acudir a las urnas para elegir a quienes luego se burlarían de su fe y esperanza. El desinterés por la política se hizo creciente y así el país comenzó a ser controlado por cúpulas que se imponían en comicios con más de un 60 % de abstención.
Los dirigentes del pasado se fueron alejando cada vez más de los sectores populares y más nunca llegaron a ver de cerca las penurias del pueblo. Y sus herederos de la actual oposición parecen que no han asimilado esa lección. Se han limitado a desplegar sus campañas electorales a través de entrevistas por radio, prensa y televisión, ostentosas caravanas, vallas y millares de afiches con sus rostros bien maquillados y sonrientes, con muy poco contacto con los sectores populares.
Hoy somos parte de un pueblo consciente que sabe escoger cada vez mejor a sus gobernantes y representantes. El 26S el pueblo no votará por tránsfugas ni se quedará en la casa derrotado por la desilusión y el escepticismo, tal como ocurría en la IV República. Una vez más, como ha ocurrido desde el 6 de diciembre de 1998, saldrá con entusiasmo a votar por los candidatos surgidos de las entrañas del pueblo y comprometidos con sus mejores causas.
De nuevo el pueblo derrotará a los poderosos bajo las mismas reglas que hace más de medio siglo ellos mismos impusieron. Tengamos en cuenta que cada vez que haya elecciones bajo las reglas de la democracia burguesa a las que aún hacemos el juego, las corporaciones transnacionales y sus socios nacionales intentarán imponer sus candidatos para reconquistar el poder legislativo, imponer sus leyes al gobierno, descalabrar las conquistas de la Revolución y secuestrar de nuevo a PDVSA y demás empresas del Estado para ponerlas al servicio de sus partticulares intereses. La nueva AN debe entender muy bien el mandato que el pueblo le dará para aprobar el marco legal que permita profundizar y consolidar el poder popular. De lo contrario la Revolución siempre estará amenazada por enemigos que ya no tienen el poder político, pero mantienen un sólido poder económico, el cual ponen al servicio de su obstinación por recuperar sus privilegios. Por lo tanto, no cantemos victoria ni seamos triunfalistas y vayamos todos a votar por los candidatos de la Revolución.
Sobre todo porque buena parte del viejo marco legal y del ineficiente entorno institucional heredado de la IV República todavía se mantiene vigente y obstaculiza el avance de la Revolución. En el próximo período legislativo es necesario acelerar la destrucción del viejo Estado burocrático para levantar sobre sus ruinas el nuevo Estado comunal y revolucionario. La Comuna como genuina expresión del poder popular, sin mediaciones de ningún tipo, está llamada a ampliar la democracia más allá del voto. Y para profundizar el desarrollo de la democracia participativa y protagónica, la nueva AN está emplezada a relanzar la propuesta de reducir la jornada laboral y liberar el tiempo que los ciudadanos necesitan para asumir desde la Comuna la dirección de los asuntos públicos secuestrados por la burocracia en todos los niveles de gobierno: central, estadal y municipal.
Hoy somos parte de un pueblo consciente que sabe escoger cada vez mejor a sus gobernantes y representantes. El 26S el pueblo no votará por tránsfugas ni se quedará en la casa derrotado por la desilusión y el escepticismo, tal como ocurría en la IV República. Una vez más, como ha ocurrido desde el 6 de diciembre de 1998, saldrá con entusiasmo a votar por los candidatos surgidos de las entrañas del pueblo y comprometidos con sus mejores causas.
De nuevo el pueblo derrotará a los poderosos bajo las mismas reglas que hace más de medio siglo ellos mismos impusieron. Tengamos en cuenta que cada vez que haya elecciones bajo las reglas de la democracia burguesa a las que aún hacemos el juego, las corporaciones transnacionales y sus socios nacionales intentarán imponer sus candidatos para reconquistar el poder legislativo, imponer sus leyes al gobierno, descalabrar las conquistas de la Revolución y secuestrar de nuevo a PDVSA y demás empresas del Estado para ponerlas al servicio de sus partticulares intereses. La nueva AN debe entender muy bien el mandato que el pueblo le dará para aprobar el marco legal que permita profundizar y consolidar el poder popular. De lo contrario la Revolución siempre estará amenazada por enemigos que ya no tienen el poder político, pero mantienen un sólido poder económico, el cual ponen al servicio de su obstinación por recuperar sus privilegios. Por lo tanto, no cantemos victoria ni seamos triunfalistas y vayamos todos a votar por los candidatos de la Revolución.
Sobre todo porque buena parte del viejo marco legal y del ineficiente entorno institucional heredado de la IV República todavía se mantiene vigente y obstaculiza el avance de la Revolución. En el próximo período legislativo es necesario acelerar la destrucción del viejo Estado burocrático para levantar sobre sus ruinas el nuevo Estado comunal y revolucionario. La Comuna como genuina expresión del poder popular, sin mediaciones de ningún tipo, está llamada a ampliar la democracia más allá del voto. Y para profundizar el desarrollo de la democracia participativa y protagónica, la nueva AN está emplezada a relanzar la propuesta de reducir la jornada laboral y liberar el tiempo que los ciudadanos necesitan para asumir desde la Comuna la dirección de los asuntos públicos secuestrados por la burocracia en todos los niveles de gobierno: central, estadal y municipal.
En la lucha contra el Estado burocrático heredado de la IV República, la proliferación de ministerios y entes del Estado tendrá que abrirle paso a otros esquemas organizativos y funcionales mucho más eficientes. Cada vez más, el diseño y ejecución de las políticas públicas debe estar bajo la responsabilidad de auténticos y eficientes representantes del pueblo, elegidos por los trabajadores y miembros de la comunidad, y no en manos de burócratas incapaces e indolentes.
Sin lugar a dudas, el carácter irreversible de la Revolución pasa por concentrar cada vez más poder político y económico en manos del pueblo y no en la burocracia estatal.