jueves, 23 de septiembre de 2010

El pueblo vota por el pueblo

En la IV República, el pueblo empobrecido y excluido mostraba poco interés en acudir a las urnas para elegir a quienes luego se burlarían de su fe y esperanza. El desinterés por la política se hizo creciente y así el país comenzó a ser controlado por cúpulas que se imponían en comicios con más de un 60 % de abstención.
Los dirigentes del pasado se fueron alejando cada vez más de los sectores populares y más nunca llegaron a ver de cerca las penurias del pueblo. Y sus herederos de la actual oposición parecen que no han asimilado esa lección. Se han limitado a desplegar sus campañas electorales a través de entrevistas por radio, prensa y televisión, ostentosas caravanas, vallas y millares de afiches con sus rostros bien maquillados y sonrientes, con muy poco contacto con los sectores populares.
Hoy somos parte de un pueblo consciente que sabe escoger cada vez mejor a sus gobernantes y representantes. El 26S el pueblo no votará por tránsfugas ni se quedará en la casa derrotado por la desilusión y el escepticismo, tal como ocurría en la IV República. Una vez más, como ha ocurrido desde el 6 de diciembre de 1998, saldrá con entusiasmo a votar por los candidatos surgidos de las entrañas del pueblo y comprometidos con sus mejores causas.
De nuevo el pueblo derrotará a los poderosos bajo las mismas reglas que hace más de medio siglo ellos mismos impusieron. Tengamos en cuenta que cada vez que haya elecciones bajo las reglas de la democracia burguesa a las que aún hacemos el juego, las corporaciones transnacionales y sus socios nacionales intentarán imponer sus candidatos para reconquistar el poder legislativo, imponer sus leyes al gobierno, descalabrar las conquistas de la Revolución y secuestrar de nuevo a PDVSA y demás empresas del Estado para ponerlas al servicio de sus partticulares intereses. La nueva AN debe entender muy bien el mandato que el pueblo le dará para aprobar el marco legal que permita profundizar y consolidar el poder popular. De lo contrario la Revolución siempre estará amenazada por enemigos que ya no tienen el poder político, pero mantienen un sólido poder económico, el cual ponen al servicio de su obstinación por recuperar sus privilegios. Por lo tanto, no cantemos victoria ni seamos triunfalistas y vayamos todos a votar por los candidatos de la Revolución.
Sobre todo porque buena parte del viejo marco legal y del ineficiente entorno institucional heredado de la IV República todavía se mantiene vigente y obstaculiza el avance de la Revolución. En el próximo período legislativo es necesario acelerar la destrucción del viejo Estado burocrático para levantar sobre sus ruinas el nuevo Estado comunal y revolucionario. La Comuna como genuina expresión del poder popular, sin mediaciones de ningún tipo, está llamada a ampliar la democracia más allá del voto. Y para profundizar el desarrollo de la democracia participativa y protagónica, la nueva AN está emplezada a relanzar la propuesta de reducir la jornada laboral y liberar el tiempo que los ciudadanos necesitan para asumir desde la Comuna la dirección de los asuntos públicos secuestrados por la burocracia en todos los niveles de gobierno: central, estadal y municipal.
En la lucha contra el Estado burocrático heredado de la IV República, la proliferación de ministerios y entes del Estado tendrá que abrirle paso a otros esquemas organizativos y funcionales mucho más eficientes. Cada vez más, el diseño y ejecución de las políticas públicas debe estar bajo la responsabilidad de auténticos y eficientes representantes del pueblo, elegidos por los trabajadores y miembros de la comunidad, y no en manos de burócratas incapaces e indolentes.
Sin lugar a dudas, el carácter irreversible de la Revolución pasa por concentrar cada vez más poder político y económico en manos del pueblo y no en la burocracia estatal.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Economía crecerá de manos del pueblo

Fidel Castro concedió recientemente una entrevista al periodista Jeffrey Goldberg de la revista “The Atlantic” y ante la pregunta de si el modelo socialista de la isla es exportable, el líder histórico de la Revolución respondió: “El modelo cubano ya no funciona ni para nosotros”, agregando que “el Estado ha tenido un rol demasiado grande en la vida económica del país”"
El Socialismo del SXX, tras el ideal humanista de derrotar la pobreza y la exclusión social, estatizó prácticamente todos los medios de producción. En nombre de eliminar la explotación del trabajo ajeno y asegurar la inversión social de las ganancias, procedió a expropiar desde una bodega, hasta una siderúrgica, pasando por talleres mecánicos, peluquerías, farmacias, empresas de refinación de petróleo, redes de clínicas y consultorios privados, cadenas de hoteles, restaurantes y cines, líneas de aviación, etc.
Parte de las lecciones más importantes del intento fallido por construir el SSXX son las siguientes:
1) Implantación de un capitalismo monopolista de Estado que inhibió el espíritu emprendedor y las capacidades creadoras del pueblo, criminalizó la iniciativa empresarial y frenó el desarrollo de las fuerzas productivas, todo lo cual se tradujo en una permanente escasez, racionamiento y especulación de los productos que se requieren para satisfacer las necesidades básicas.
2) Entronización de poderosas élites de la burocracia estatal y la nomenclatura partidista que, en la práctica, derivaron en una burguesía funcional; castas explotadoras que se apropiaron de parte importante del plustrabajo social, ya no por el imperio de la propiedad privada sobre los medios de producción, sino por los privilegios asociados a los altos cargos que disfrutaban en la estructura del Estado.
3) Agotamiento de la identificación y compromiso del ciudadano de a pié con un modelo organizativo y funcional del Estado y la sociedad, mediatizado por un ineficaz burocratismo y creciente control del partido que se extendió de forma cada vez más intrusiva a todos los campos de la vida social.
En el SSXX, la propiedad estatal no fue percibida como propiedad de todo el pueblo, toda vez que terminó siendo secuestrada por élites burocráticas que la administraron con ineficiencia o como si de una propiedad privada se tratara. Las nefastas consecuencias de ese modelo provocaron una creciente insatisfacción social que finalmente causó la implosión de la URSS y el bloque “socialista” de Europa oriental. Pero esto no quiere decir que haya triunfado el capitalismo, el cual tampoco ha sido capaz de enfrentar con éxito los flagelos de la pobreza, la contaminación ambiental y la degradación moral.
La construcción de un nuevo modelo productivo de amplia y creciente inclusión social no puede quedar entrampada en el maniqueísmo de la propiedad privada vs. la propiedad estatal. La economía crecerá de manera sostenida solo si está en manos de quiénes están más interesados en producir una abundante oferta de bienes y servicios destinados a satisfacer sus crecientes necesidades. Por eso, el pueblo emprendedor es el llamado a conformar un nuevo tejido empresarial, capaz de generar un creciente excedente para ser invertido como ganancia social y así dar respuesta a los problemas más acuciantes de los trabajadores y la comunidad.

jueves, 9 de septiembre de 2010

¡No me suban más el sueldo pero paren la inflación!

Aumento salarial vs. inflación: con una mano da y con la otra quita
El BCV acaba de informar que la inflación en el mes de agostó fue de 1,6%. El total acumulado en los ocho meses del año en curso llega a 19,9%, con lo cual queda anulado el aumento salarial de 20% que fue aplicado a partir del 1° de mayo.
En los próximos meses, la inflación que se acumule hasta diciembre erosionará aún más el salario real que se tenía antes del último aumento. Gracias al tradicional aumento de todos los años, en 2010 nominalmente ganaremos más; pero, debido a que la inflación es mayor que el aumento salarial, realmente podremos adquirir menos bienes y servicios que en el 2009. En términos netos, a pesar del aumento salarial, al ser mayor el aumento de precios habremos perdido un importante porcentaje del poder adquisitivo que antes teníamos.
Cuando los precios suben los salarios no lo hacen de inmediato. El factor trabajo reacciona con retraso y cuando por fin logra una compensación salarial ya ha transferido buena parte de su ingreso a los factores que dominan la producción y los precios. Y esto seguirá siendo así mientras el promedio interanual de la inflación supere el porcentaje del aumento salarial.

Baja la inflación pero suben los precios
El BCV y el Gobierno Nacional consideran que la inflación ha entrado en una fase de desaceleración. La inflación promedio anual de CAP II fue de 44,0%, la de Caldera II 60% y con Chávez de 22,6%.
El Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) registró en el mes de julio una variación intermensual de 1,4%, menor que la observada en junio que fue de 2,1%. El resultado de 1,6 % en agosto, si bien fue menor al 2,2 % del mismo mes en 2009, repuntó en comparación con el 1,4 % de julio de este año. Aunque la de agosto es la segunda menor tasa intermensual en los últimos 17 meses, aún no se puede hablar de una tendencia hacia la baja. Los precios no dejan de crecer: siguen subiendo pero a un ritmo apenas menor.
Veamos: la variación anualizada al mes de julio 2010 desaceleró de 31,3% a solo 30,5 %. Entre los meses de agosto de 2009-2010, los precios acumulan un alza de 29,9%, mayor que el 26,7% registrado entre los mismos meses de 2008-2009. La variación acumulada en los primeros 7 meses de 2010 fue de 18,0 %, superior al 13,1 % hasta julio 2009; y el reciente dato de 19,9 % es mayor al 15,6% acumulado hasta agosto de 2009. Una lectura correcta de los propios datos oficiales indican que las presiones inflacionarias aún no han sido conjuradas.
La inflación no es mayor gracias a los precios de los bienes y servicios que están controlados y debido a la recesión por la que ha atravesado la economía nacional a lo largo de 5 trimestres. Pero a pesar del control precios, de los subsidios, de la sobrevaluación del tipo de cambio y de la recesión, la inflación no para. En productos de procedencia nacional llega a 21,5% y en productos de procedencia importada es de 15,2%.

Aumento del salario real y reactivación económica
La inflación erosiona el poder adquisitivo, contrae el consumo privado y es una de las causas de la actual recesión que padece la economía venezolana. Al no haber suficiente demanda, la racionalidad capitalista -en lugar de aumentar los sueldos para reanimar el consumo-, lo que hace es bajar el nivel de producción y reducir las nóminas, con lo cual empeoran aún más la situación. El empeño por trasladar a los precios -de forma inmediata y en una mayor proporción-, cualquier aumento de sueldos termina revirtiéndose contra la propia lógica del capital de aumentar las ventas para maximizar sus ganancias.
Los asalariados, al tener mayores necesidades insatisfechas, cuando reciben un aumento de sueldos tienden a gastarlo todo, no tienen capacidad de ahorro y su propensión al consumo es mayor que la de los capitalistas, los cuales tienen sus necesidades básicas y no básicas satisfechas. Por eso, cualquier aumento de los sueldos mueve la economía y ayuda a vencer la recesión. Cuando se castiga el salario se castiga la actividad económica y se provoca estancamiento y recesión.
El salario no es sólo un costo de producción más: es la principal fuerza motriz del consumo privado y de la demanda agregada. Los aumentos de sueldos serán la fuerza motriz de la reactivación económica, siempre y cuando no sean trasladados de inmediato y en una mayor proporción a los precios. Solo así se podrá aumentar el poder de compra de la gran mayoría de los hogares para satisfacer sus necesidades básicas y esenciales y relanzar la economía en un círculo virtuoso de más empleo-mejores salarios-mayor demanda-crecimiento económico sostenido.

La pugna por la distribución del ingreso
El resultado de la pugna por la distribución del ingreso entre trabajo y capital se expresa en el saldo neto del intercambio entre aumento de salarios por inflación. En dependencia de cuál sea mayor estaremos en presencia de una distribución progresiva o regresiva del ingreso.
El factor trabajo reclama aumentos de sueldos para compensar el poder adquisitivo que ha perdido como consecuencia de la inflación. Por su parte, el factor capital registra tales aumentos como un incremento en los costos de producción. Para no afectar su margen de ganancias, el factor capital inmediatamente lo traslada al precio de venta, generalmente en mayor proporción. Los trabajadores en cambio tienen que esperar hasta el próximo 1° de mayo o hasta la nueva contratación colectiva (en promedio cada dos años) para que se produzca una nueva compensación salarial.
Cuando los precios suben los salarios no lo hacen de inmediato. El factor trabajo reacciona con retraso y cuando por fin logra una compensación salarial ya ha sido despojado de buena parte de su ingreso. El ajuste salarial, además de ser tardío, no compensa la pérdida del poder adquisitivo. Al ser menor el aumento de los sueldos en comparación con la inflación, se produce una transferencia neta del ingreso de los trabajadores que viven de un sueldo fijo a favor del factor capital, el cual controla el 70 % del PIB y fija la mayoría de los precios.
La inflación promedio anual sigue siendo superior al aumento de sueldos que suele ser de 20%. En esas condiciones, el salario mínimo se rezaga y termina quedándose por debajo del costo de la canasta alimentaria. Solo en alimentos la inflación en el período agosto 2009/agosto 2010 supera el 40 %. El salario mínimo es de Bs. F. 1.223,89 pero se requieren Bs. F. 2.484,73 para comprar la canasta alimentaria. Y esto a quien más afecta es a las familias que viven de un salario mínimo. El impacto de la inflación sobre el Estrato I (más pobre) entre agosto 2009 y agosto 2010 es de 33,9%, mientras que en los más ricos es de 28%.
Una inflación mayor que el incremento salarial es uno de los factores que explica la distribución regresiva del ingreso que se observa en la economía venezolana. En 1998 al trabajo le tocaba el 39.7% del nuevo valor creado, superior al 36.2 % del que se apoderaba el capital; diez años después su participación cayó a 32.8 %, mientras que la del capital subió a 48.8%. Es así como los ricos se hacen cada vez más ricos mientras los pobres se hacen cada vez más pobres.
Y ante la pesadilla de la voraz inflación –que no solo vuelve sal y agua el aumento de 20% sino que se traga también un porcentaje del ingreso real anterior-, no faltará quien reclame en su angustioso afán: “no me suban más el sueldo pero paren la inflación”.

viernes, 3 de septiembre de 2010

La burocracia como burguesía funcional

Entre las duras lecciones que dejaron los intentos fallidos de construir el Socialismo en el siglo XX hay que recordar que el burocratismo, lejos de reducirse se extendió de forma cada vez más intrusiva, dando origen a élites de poder cada vez más alejadas del sentir del pueblo. Por eso, una Revolución auténtica está llamada a crear todas las condiciones necesarias para abrirle paso a una sociedad gobernada por sus trabajadores y por la comunidad, y no por la burocracia y la nomenklatura.
La esencia del burocratismo consiste en la preservación de un modelo organizativo y funcional del Estado que permite la entronización de un poderoso sector privilegiado que captura el control de los poderes públicos para ponerlos al servicio de sus objetivos personales, grupales y corporativos. A diferencia de los auténticos servidores públicos, a los burócratas -tan pronto han sido designados-, se le sube el cargo a la cabeza y se creen por encima del pueblo al que deben servir.
No se puede subestimar el permanente peligro de burocratización que acecha a toda Revolución. Una cosa son los verdaderos revolucionarios que asumen delicadas responsabilidades en la estructura del Estado y se consagran al servicio público, sacrificando hasta su salud, familia y vida personal, y otra muy distinta son los trepadores y arribistas, cazadores de cargos públicos por medio de los cuales van tejiendo su funesta estructura de poder. La tendencia a la burocratización del Estado tiene sus síntomas en el creciente dominio de una poderosa minoría que logra controlar los puestos claves de mando para disfrutar así de perversos privilegios, los cuales logran transformar y mantener a lo largo del tiempo como derechos adquiridos.
El burocratismo se apropia de una parte importante del ingreso generado por los trabajadores a través de: elevados sueldos en comparación con el resto del funcionariado mal pagado, primas de jerarquía, bonos especiales, gastos de representación, viajes y viáticos internacionales, asignaciones de lujosos vehículos con chofer y escolta, suntuosas viviendas, onerosos teléfonos, etc. En los hechos, este poderoso sector de la burocracia constituye una especie de burguesía funcional, una casta explotadora que se apropia de una parte importante del esfuerzo productivo de la sociedad; es decir, del plustrabajo, toda vez que su participación abiertamente favorable en la distribución del ingreso se deriva no de la propiedad privada sobre los medios de producción, sino de los privilegios asociados a los altos cargos que ostentan. Por si fuera poco, abusan de sus posiciones de poder a través de las nefastas prácticas del nepotismo, tráfico de influencias, cobro de comisiones, testaferros, amiguismo y compadrazgo.
No basta con decir que se ha conquistado el poder político cuando todavía se mantiene buena parte de la inercia del viejo aparato estatal heredado de la IV República. Aunque la Revolución Bolivariana barrió con los viejos partidos que habían secuestrado los poderes públicos, aún tiene pendiente la tarea de superar todo lo que queda del marco legal y del entorno institucional que fue creado para favorecer a poderosos grupos de interés en contra de los intereses del pueblo. Aún no ha concluido la transformación radical de las condiciones que permiten la reproducción del burocratismo, el cual aún está vivo y se resiste a perder sus privilegios. La construcción de un auténtico poder popular pasa por la destrucción de la ineficiente pero aun vigente estructura del Estado burocrático, la cual se mantiene al amparo de la rutina y viejas prácticas que en muchos casos se han recrudecido y agravado.
Estas tensiones entre el burocratismo heredado de la IV República y las nuevas formas de poder popular en desarrollo aún no han sido resueltas. Enfrentar las desviaciones que aún persisten en diferentes niveles de los poderes públicos, desconcentrar y traspasar al pueblo el poder represado en ministerios, gobernaciones y alcaldías y, sobre esta base, profundizar el poder popular a través de la consolidación de los Consejos de Fábrica, de los Consejos Comunales y de las Comunas es una de las grandes tareas planteadas en la construcción del socialismo venezolano.
La sustitución completa del Estado burocrático por un nuevo Estado revolucionario tiene que ser uno de los objetivos cardinales de la fase socialista en la que ha entrado la Revolución Bolivariana. Y no se trata de destruir completamente el Estado de un día para otro sino de comprender las condiciones necesarias que deben cumplirse para lograr su extinción. Basta mirar la pretensión de la principal potencia imperialista de instalar bases militares en países cercanos para entender el enorme papel que aún tiene que jugar el Estado en la defensa de la soberanía nacional.
Mientras se mantengan las condiciones que facilitan la explotación de un ser humano por otro ser humano, mientras esté viva la contradicción entre la naturaleza social de la producción y el carácter privado de la apropiación de los medios de producción y de los excedentes, mientras los viejos y nuevos grupos de poder económico ejerzan su nefasta influencia para absorber y monopolizar los incentivos arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras gubernamentales, suministro de materias primas, asistencia técnica, etc. que facilita el Gobierno Bolivariano para apoyar la actividad económica y productiva, se mantendrán las condiciones que operan como un caldo de cultivo para reproducir y extender el pernicioso fenómeno de la burocratización y el burocratismo.
El capitalismo engendra desempleo, pobreza y exclusión social. Al mismo tiempo, exacerba el consumismo para dar salida a su frenética producción, aumentar las ventas y maximizar así sus ganancias. Esta perversa contradicción tiende a debilitar y corromper los valores éticos y morales ante el afán de alcanzar un mayor disfrute de vida material. Mientras no se sustituyan los valores capitalistas del individualismo, consumismo y mayor nivel de vida material por los valores socialistas de la solidaridad, el desarrollo humano integral y el saber vivir, la corrupción y el burocratismo seguirán siendo flagelos que amenazan la salud de la Revolución Bolivariana.
En esta nueva fase de la Revolución Bolivariana, es el poder de la Comuna el que puede y tiene que destronar al burocratismo. La Comuna está llamada a ampliar la democracia más allá del voto, asumiendo la labor diaria de administrar los recursos públicos, así como la legislación y la construcción de un nuevo modelo productivo de amplia y creciente participación y control popular. Por eso, la proliferación de ministerios y entes del Estado tendrá que abrirle paso a otros esquemas organizativos y funcionales para el diseño y ejecución de las políticas públicas, con base en un creciente control directo de los trabajadores y de la comunidad, de tal forma que quienes ejerzan estas funciones y responsabilidades no sean burócratas indolentes sino auténticos representantes del pueblo, elegidos por los trabajadores y miembros de la comunidad.
Para facilitar la participación masiva de los trabajadores y la comunidad en el control y administración de los asuntos públicos, es importante relanzar la propuesta que se hizo en la Reforma Constitucional de reducir la jornada laboral, con el fin de liberar tiempo para que los ciudadanos puedan dedicar una parte de éste a las funciones y tareas propias del poder comunal, asumiendo así las funciones de la vieja burocracia y contribuyendo a acelerar la extinción completa del viejo Estado burocrático. Por esta vía se contribuirá como nunca a profundizar el desarrollo y consolidación de una verdadera democracia participativa y protagónica.
Entender la importancia de terminar de destruir el Estado heredado de la IV República es crucial para asegurar el carácter irreversible de la Revolución Bolivariana. De lo contrario siempre estará amenazada por opositores y enemigos que ya no tienen el poder político, pero mantienen un sólido poder económico, el cual ponen al servicio de su obstinación por recuperar sus privilegios. Cada vez que haya elecciones bajo las reglas de la democracia burguesa a las que le hacemos el juego, las corporaciones transnacionales y sus socios nacionales intentarán imponer sus candidatos para reconquistar el poder legislativo, imponer sus leyes al gobierno y descalabrar así las conquistas de la Revolución Bolivariana.
Ese pueblo que antes sufría los flagelos del desempleo, la pobreza y la exclusión social y que ha sido rescatado y visibilizado por la Revolución Bolivariana no vacilará en apoyar el propósito de terminar de sustituir el Estado burocrático por un nuevo Estado Comunal. La revolución Bolivariana no puede seguir entrampada bregando cada cinco o seis años por lograr una correlación de fuerzas favorable, en medio de un permanente sabotaje de los enemigos del proceso que desacelera y frena el avance de la Revolución. La supervivencia de la Revolución Bolivariana pasa por concentrar cada vez más poder político y económico en las manos del pueblo y no en la burocracia estatal. Solo así será posible construir un nuevo Estado Comunal que elimine las condiciones que aún permiten la explotación del ser humano, la destrucción del ambiente y la degradación de los valores éticos y morales. Es así como a la larga se crearán las condiciones para la extinción definitiva del Estado burocrático y la consolidación de un auténtico poder político y económico en manos del pueblo, sin mediaciones burocráticas de ningún tipo.