martes, 12 de enero de 2021


 

Crisis humanitaria, Covid 19 y pulverización del bolívar impulsan la economía no monetaria

Para el sistema tradicional de cuentas nacionales, la actividad económica formal es aquella que se concreta cuando una mercancía pasa de una a otras manos a cambio de dinero y esta operación de compra-venta queda registrada en una máquina fiscal que genera una factura. Pero en Venezuela, la crisis humanitaria, el aislamiento social que impone la pandemia del Covid 19 y la pulverización de la moneda nacional han estimulado la producción e intercambio de bienes y servicios para satisfacer necesidades vitales, sin utilizar el dinero.

Estamos en presencia del desarrollo de una economía no monetaria, compuesta por una amplia gama de actividades socialmente cohesionadoras, que no es debidamente registrada por las estadísticas económicas convencionales. Estas se enfocan en las relaciones monetario-mercantiles y no miden la riqueza que se crea a través de las relaciones de cooperación que rigen el trabajo voluntario y solidario de las organizaciones no lucrativas.

Los protagonistas de este esfuerzo productivo son emprendedores sociales comprometidos con la atención de sus familias y comunidades. Producen e intercambian bienes y servicios no para obtener una ganancia, sino para responder a sus necesidades básicas y esenciales. En la economía no monetaria, los creadores de la riqueza se relacionan con otros productores a través del intercambio del fruto de una actividad no lucrativa. Crean un valor no monetizado que en estos tiempos de crisis humanitaria, Covid y disolución de la moneda nacional ha sido un soporte clave para atender necesidades vitales de los sectores más vulnerables de la población.

La economía no monetaria también tiene un establecimiento productivo en cada hogar. Imaginemos a cuánto ascendería la factura si tuviéramos que pagar a otros por los desayunos, almuerzos y cenas que se consumen en cada familia, por la ropa que se lava y plancha, por las noches de hospedaje y cuidados que recibe un familiar enfermo, por el transporte de los hijos al colegio. Si contabilizáramos todo esto nos daríamos cuenta de cuánto aporta la economía no monetaria al PIB. Pero se trata de una economía oculta que a pesar de generar una inmensa riqueza de bienes y servicios para la vida, no es incluida en las estadísticas del PIB.

También hay otras formas de economía no monetaria cuyo impulso está asociado a la expansión de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC). Los correos electrónicos hace rato dejaron atrás las cartas que antes se enviaban por correo postal; las fotos digitales sustituyeron las fotos impresas en un estudio fotográfico; cada vez se compran menos libros y música en formato físico y se descargan a través de Internet; los pagos y transferencias a través de la banca electrónica sustituye el trabajo remunerado del empleado bancario; y, en la salida de los supermercados se instalan escáner que suman el precio de los productos que van en el carrito y lo cargan automáticamente a la tarjeta de crédito que se utilizó al entrar. El teletrabajo y la modalidad del comercio electrónico han facilitado millares de emprendimientos familiares y cooperativos.

Superada la pandemia, la economía no monetaria seguirá creciendo por la inercia preventiva que se mantendrá hasta que la población haya sido vacunada. El autoservicio será un mecanismo de defensa social que sustituirá el trabajo remunerado de vendedores y mesoneros en comercios y restaurantes. Y este será un trabajo gratis que cada uno de nosotros hará para conformar una nueva economía en la que un importante porcentaje del nuevo valor creado por nosotros mismos no será remunerado, ni mucho menos contabilizado en las estadísticas del PIB ni sistemas de cuentas nacionales. Esa es la Economía NO monetaria.


 

¿Cuál es la siniestra triple corona que Venezuela se puede ganar?

Víctor Álvarez R. / @victoralvarezr

Según la AN, la inflación de octubre fue de 23,8 %, la interanual entre octubre de 2019 y 2020 fue de 3.332 %, y la inflación acumulada en lo que va de año llegó a 1.798,57 %.

En los países vecinos y principales economías exportadoras la inflación está lejos del 10 % anual. Por eso allá los productos son más baratos que Venezuela. Como el gobierno se empeña en frenar artificialmente el precio del dólar a través de una política monetaria restrictiva que deja sin liquidez a la banca, esto estimula toda clase de importaciones baratas que compiten ventajosamente con la producción nacional. El auge de los bodegones es la ruina para la agricultura y la industria del país.

El impacto del Covid-19 agrava el colapso económico originado por la inseguridad jurídica y las malas políticas del gobierno. La contracción global afectó la demanda de petróleo y materias primas que Venezuela exporta para generar divisas. Y el bloqueo fue el golpe de gracia a una economía moribunda. Según datos del  Banco Mundial, en 2013 el PIB venezolano era de $ 438.384 millones y para 2020 se habrá reducido a $ solo 48.610 millones, para una contracción acumulada de 81,2% en siete años. Esto también golpea los ingresos fiscales de un gobierno que se sigue financiando con emisiones de dinero sin respaldo para poder sostener empresas públicas deficitarias que no facturan ni para pagar la nómina.

A medida que se contrae el tamaño de la economía, la relación deuda/PBI aumenta. Venezuela debe mucho pero cada vez produce menos. No tiene capacidad de pago y por eso los bonos venezolanos se rematan a menos del 20 % de su valor nominal. Nadie en su sano juicio quiere tener deuda venezolana en su portafolio.

A lo largo de 2020 la actividad económica cayó incesantemente mientras que la liquidez monetaria siguió subiendo. Esto significa que hay mucho dinero persiguiendo pocos bienes y esto dispara aún más los precios. Para el momento de hacer este análisis, según la tasa de cambio oficial del BCV, un dólar cuesta 646.322,88 bolívares. La moneda nacional perdió su poder de compra y nadie quiere que le paguen en bolívares.

En su informe Perspectivas de la Economía Mundial, el FMI estima que el PIB de Venezuela acumulará una nueva caída de 25 % en 2020, la inflación llegará a 6.500% y el desempleo a 54,4%. En 2020 Venezuela puede alcanzar la siniestra triple corona de ser el país con mayor caída del PIB, mayor hiperinflación y mayor tasa de desempleo del mundo.

Este coctel de caída del PIB, inflación y desempleo ha empobrecido aceleradamente a la población. Según la encuesta ENCOVI, 79,3 % de las familias venezolanas vive en condición de pobreza y sus ingresos no alcanzan para cubrir las necesidades básicas y esenciales.

La crisis económica venezolana es la mayor de Latinoamérica en toda su historia y una de las diez mayores a nivel mundial. Pero por muy espeluznantes que luzcan estas cifras, ninguna logra expresar con toda su crudeza la terrible tragedia humana que representan más de cinco millones de venezolanos que han migrado huyendo del desempleo, el hambre, la persecución política y la inseguridad.

¡Venezuela tiene que cambiar!