viernes, 28 de mayo de 2010

La promoción de exportaciones

En Venezuela, las devaluaciones nunca han sido parte de una estrategia de promoción de exportaciones. Siempre han respondido a los desequilibrios fiscales que aparecen como consecuencia de la caída de los precios del petróleo. Cada vez que se derrumba la renta petrolera y la economía entra en recesión, los dólares se venden más caros para compensar el deterioro del ingreso fiscal.
La devaluación del bolívar estimula momentáneamente las ventas en el exterior. El coeficiente de exportaciones con respecto al valor bruto de la producción manufacturera se eleva, pero vuelve a caer tan pronto se recupera la demanda interna y reaparece la sobrevaluación.
En períodos de recesión, la caída de la demanda interna ha sido parcialmente compensada con las exportaciones, contrarrestando así el desplome del consumo y la caída de las ventas en el mercado doméstico. Pero más allá de breves períodos de auge, las exportaciones privadas de nuevo se desinflan y nunca han registrado un crecimiento significativo y sostenido que valga la pena destacar.
Una tasa de cambio competitiva es una condición necesaria para estimular las exportaciones diferentes al petróleo. Pero no es suficiente para garantizar el desarrollo de un sólido sector exportador. Las experiencias de promoción de exportaciones exitosas demuestran que el tipo de cambio jugó un importante papel en el incremento de las exportaciones debido a que formó parte de un conjunto integral de políticas macroeconómicas, agrícolas, industriales y tecnológicas bien articuladas.
Devaluar no es suficiente para exportar. Tampoco la reducción de aranceles y de las barreras al comercio. Conquistar un espacio en los mercados internacionales exige competir con calidad, cantidad, precios y oportunidad de entrega. Pero también requiere la creación de un adecuado ambiente para la actividad productiva y exportadora que incluye servicios de agua, luz, gas, telecomunicaciones, plantas de tratamiento y otros servicios de apoyo a la producción; carreteras, autopistas, ferrovías, puertos y aeropuertos; la formación técnica y productiva de los trabajadores; las capacidades gerenciales, tecnológicas e innovativas; el funcionamiento de las aduanas y los organismos públicos que administran el marco legal que rige las operaciones e incentivos al comercio exterior. Cuando uno de esos eslabones falla se altera un sistema que debe funcionar cada vez mejor, y por lo tanto, se dificulta y entorpece el esfuerzo exportador.
El pobre desempeño de las exportaciones no tradicionales venezolanas no se debe a la ausencia de un tipo de cambio competitivo, sino a la falta de una política integral de promoción de exportaciones. No obstante, la corrección de la sobrevaluación estructural del bolívar es un requisito para superar el sesgo anti-exportador de la economía venezolana. La asignatura pendiente -además de encontrar una tasa cambiaria de equilibrio que evite el efecto negativo de la sobrevaluación estructural del bolívar-, sigue siendo la definición de políticas macroeconómicas, agrícolas, industriales y tecnológicas coherentes que hagan posible un desarrollo sostenido de la economía real. Sin producción nacional no es posible sustituir importaciones. Mucho menos exportar.

martes, 25 de mayo de 2010

El capitalismo rentístico venezolano

La renta petrolera tiene su origen en un plusvalor internacional que pagan los países consumidores de petróleo. No es el resultado del esfuerzo productivo interno. En Venezuela, la percepción de una creciente renta petrolera engendró una economía con rasgos muy particulares:
1) Dio nacimiento a una clase capitalista que sustentó su proceso de acumulación en la apropiación de una parte importante de esa renta. En el capitalismo clásico, los empresarios se hacen explotando a los trabajadores, pero en el capitalismo rentístico los empresarios nacen cuando consiguen un préstamo de algún banco público. Se trata de una clase capitalista espúrea que se ha reproducido al amparo del Estado y de la distribución de la renta. La baja presión fiscal, la sobrevaluación del bolívar, los créditos blandos de la banca pública, las compras gubernamentales y las inversiones en infraestructura de apoyo a la actividad productiva fueron algunos de los mecanismos más importantes de distribución de la renta petrolera a favor de esa clase empresarial parasitaria. El sector privado venezolano debe comprender esto y, también, que las tasas de ganancias tan elevadas que fueron posible en el pasado gracias a la disponibilidad de la renta petrolera ya no son ni serán posibles.
2) La lucha distributiva se basa en la captura de la mayor parte de la renta petrolera y no en el reparto del fruto del esfuerzo productivo interno. Cuando el ingreso petrolero se derrumba, quedan al descubierto los potenciales conflictos distributivos entre capital y trabajo y se intensifican los reclamos, marchas, paros y huelgas para lograr una mejor distribución del ingreso.
3) La inversión social de la renta petrolera a través de las Misiones ha permitido compensar una distribución regresiva del ingreso en el sector privado de la economía, donde la participación del capital se ha incrementado en desmedro de lo que reciben los trabajadores. En 1998 a estos les tocaba el 39.7% del valor creado, superior al 36.2 % que le tocaba al capital. Diez años después, la participación de los trabajadores cayó a 32.8 % mientras que la de los capitalistas subió a 48.8%.
Estos datos son una clara demostración del capitalismo salvaje que aún predomina en Venezuela, el cual no se aprecia en toda su crudeza debido a la inversión social de la renta petrolera. Pero la rivalidad en la distribución del ingreso puede hacerse más cruenta si la renta petrolera no se recupera o la economía no se reactiva en el corto plazo.

jueves, 20 de mayo de 2010

Devaluación, orígenes, razones y consecuencias

Contenido
1. Devaluación, orígenes, razones y consecuencias 1
1.1. Política cambiaria como instrumento de política industrial 1
1.2. Política cambiaria como un instrumento de política antiinflacionaria 3
1.3. Política cambiaria como instrumento de política fiscal 3
1.4. Política cambiaria como instrumento de política exterior 4
2. Agotamiento de los mecanismos de distribución de la renta 5
2.1. La sobrevaluación del bolívar 5
2.2. La baja presión fiscal 5
2.3. La alta nómina de empleados públicos y los subsidios 6
2.4. El gasto público 6
3. Las consecuencias de la devaluación 6
3.1. Sobre la transformación del aparato productivo 6
3.2. Sobre el comportamiento de los precios y la distribución del ingreso 8
3.3. Devaluar para pagar pasivos laborales 8
4. Devaluación y revisión de la estrategia económica 9
5. Respuesta a las preguntas de los participantes en el Foro 11

1. Devaluación, orígenes, razones y consecuencias
Voy a desarrollar mi intervención a la luz de cuatro usos posibles de la política cambiaria y de cuatro mecanismos de distribución de la renta petrolera para poder reflexionar sobre el tema del Foro de hoy: «Devaluación, orígenes, razones y consecuencias». Voy a tratar de vincular el plano teórico de esta reflexión con la evidencia empírica de situaciones muy concretas que me tocó vivir en el ámbito de la gerencia pública en distintas responsabilidades que hube de asumir.
1.1. Política cambiaria como instrumento de política industrial
Comenzaré diciendo que la política cambiaria puede utilizarse como un instrumento de política industrial para inducir y promover las transformaciones estructurales en el aparato productivo. De hecho, este es el argumento que más ha pesado en la explicación que los voceros del gobierno le han dado a la medida de devaluación: se parte del supuesto de que la devaluación va a tener un efecto importante en la sustitución de importaciones y en la promoción de exportaciones.
Pero el uso que se le ha dado a la política cambiaria ha ido a contrapelo de ese planteamiento. Una de las críticas más fuertes que ha hecho el gobierno venezolano ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) ha sido justamente la relacionada con la perniciosa práctica de los multimillonarios subsidios que las principales potencias le conceden a sus exportaciones agrícolas y manufactureras. Mucho se cuestionó, también, en las negociaciones del ALCA que esos subsidios a las exportaciones de los EE.UU. y la Unión Europea resultaban ruinosos para las economías de los países pobres, toda vez que significaban una competencia desleal contra el aparato productivo de los países subdesarrollados.
Contradictoriamente, la sobrevaluación del tipo de cambio en Venezuela se traduce en un subsidio al dólar y, en consecuencia, un subsidio a las importaciones que se hacen con esa moneda barata. Estas crecientes importaciones compiten y desplazan a la producción agrícola y manufacturera nacional del mercado interno. Por si fuera poco, castiga de manera muy severa la competitividad cambiaria de las exportaciones venezolanas diferentes al petróleo, que son las únicas exportaciones que puede aguantar ese tipo de cambio.
Devaluar no es suficiente para exportar. Tampoco la reducción de aranceles y de las barreras al comercio. Conquistar un espacio en los mercados internacionales exige competir con calidad, cantidad, precios y oportunidad de entrega. Pero también requiere la creación de un adecuado ambiente para la actividad productiva y exportadora que incluye tanto la estabilidad macroeconómica, como adecuados servicios de agua, luz, gas, telecomunicaciones, plantas de tratamiento y otros servicios de apoyo a la producción; carreteras, autopistas, ferrovías, puertos y aeropuertos; la formación técnica y productiva de los trabajadores; las capacidades gerenciales, tecnológicas e innovativas; así como el buen funcionamiento de las aduanas y los organismos públicos que administran el marco legal que rige las operaciones e incentivos al comercio exterior. Cuando uno de esos eslabones falla se altera un sistema que debe funcionar cada vez mejor, y por lo tanto, se dificulta y entorpece el esfuerzo exportador.
Más adelante voy a comentar cómo, si esta medida de devaluación no se complementa con otras decisiones en materia de política fiscal, monetaria, e incluso, de la propia política cambiaria, de política de precios y sobre todo con el diseño de una política agrícola, industrial y tecnológica que permita fortalecer la calidad, productividad y competitividad del aparato productivo, el efecto esperado de la devaluación se desvanecerá en el tiempo; y, por si sola, no generará los resultados y efectos que se le atribuyen, de cara a la transformación de una economía rentista e importadora en una economía productiva y exportadora de una amplia gama de bienes de servicios de alto contenido tecnológico y de creciente grado de transformación industrial.
1.2. Política cambiaria como un instrumento de política antiinflacionaria
La política cambiaria también puede ser utilizada como un instrumento de política antiinflacionaria. De hecho, es lo que se hizo en los últimos años cuando -a través del anclaje cambiario y la sobrevaluación del bolívar-, se utilizó justamente la política cambiaria y se subsidió el dólar para abaratar las importaciones; medida que al final tuvo efectos contraproducentes y muy negativos sobre el propio aparato productivo interno, el cual se vio desplazado por un creciente volumen de importaciones realizadas con un dólar subsidiado y cada vez más barato.
Por eso sostengo que la viabilidad de impulsar la transformación de la economía a partir del uso del instrumento de la política cambiaria es parcialmente cierto, toda vez que esa medida aislada verá anulado sus efectos si se reedita el fenómeno de una inflación en Venezuela superior a la de sus principales socios comerciales y no se ajusta de inmediato el tipo de cambio para corregir este diferencial. Como ya lo explicó el Dr. Pedro Palma, esto tiende a sobrevaluar el tipo de cambio y la corrección parcial de ese diferencial inflacionario que con esta devaluación se ha logrado, se vería volatilizado en el curso del año, justamente por el auge inflacionario que la propia devaluación origina.
1.3. Política cambiaria como instrumento de política fiscal
La política cambiaria, además de los usos antes comentados como instrumentos de política industrial o como instrumento de política antiinflacionaria, también puede tener aplicaciones y efectos muy concretos en materia de política fiscal.
Al ser el Estado venezolano el perceptor del 95% ó más del ingreso en divisas, esa situación provoca que cualquier medida que se adopte de vender los dólares más caros, supone entonces una transferencia de recursos del resto de la sociedad que tiene bolívares, a favor del Estado que es el dueño de los dólares.
Cualquier medida de devaluación opera entonces como un impuesto cambiario que nutre e inyecta ingresos fiscales adicionales. De hecho, la caída del precio del petróleo y la contracción de la economía traen como consecuencia una menor recaudación de IVA e ISR y crea problemas de flujo de caja en la Tesorería, amenazando el pago de nómina y proveedores. Esta es una de las razones de más peso que subyace en la decisión de devaluar para compensar así la caída del ingreso fiscal.
1.4. Política cambiaria como instrumento de política exterior
Una cuarta aplicación que puede tener la política cambiaria es como un instrumento de política exterior para impulsar procesos de integración económica. Esto sería más efectivo aún si al nuevo sistema de cambio dual se le añadiera un tipo de cambio para los exportadores que colocan sus productos en aquellos países que pudieran resultar de importancia estratégica en la política exterior del Gobierno venezolano.
Desde hace tiempo se ha planteado el efecto inhibidor que tiene la sobrevaluación del tipo de cambio sobre la integración comercial y las metas de promoción de exportaciones no tradicionales. Estas sufren un tipo de cambio fijado sobre la base de la productividad de la industria petrolera, el cual no expresa la verdadera productividad de los demás sectores transables de la economía. Ni siquiera expresa la productividad de las industrias básicas que supuestamente aprovechan las ventajas comparativas que el país tiene en materia de recursos naturales, mineros y energéticos, pero que con un bolívar cada vez más sobrevaluado tampoco lograr cubrir sus costos de producción a la hora de exportar.
Una tasa de cambio competitiva es una condición necesaria para estimular las exportaciones diferentes al petróleo. Pero no es suficiente para garantizar y sostener el desarrollo de un sólido sector exportador. Las experiencias de promoción de exportaciones exitosas demuestran que el tipo de cambio jugó un importante papel en el incremento de las exportaciones debido a que formó parte de un conjunto integral de políticas macroeconómicas, agrícolas, industriales y tecnológicas bien articuladas. Sobre este planteamiento, voy a volver a comentar más adelante.
2. Agotamiento de los mecanismos de distribución de la renta
En relación con los mecanismos de la distribución de la renta que a continuación voy a exponer, su agotamiento o revitalización dependen de ese recurrente ciclo que tiene la economía venezolana de entrar en períodos de sobrevaluación-devaluación-sobrevaluación, los cuales tienden a ser más o menos prolongados según sea el comportamiento de los precios de petróleo y de los niveles de la renta petrolera. Veamos:
2.1. La sobrevaluación del bolívar
Sin lugar a dudas, la sobrevaluación del bolívar es un mecanismo de distribución de la renta petrolera. El hecho de permitir durante varios años que el tipo de cambio se sobrevalue -aún cuando implique sacrificar ingresos fiscales adicionales que el Gobierno pudieran obtener si ajustara anualmente el tipo de cambio para corregir el diferencial inflacionario entre Venezuela y sus principales socios comerciales-, constituye un mecanismo para la distribución de la renta petrolera.
2.2. La baja presión fiscal
La baja presión fiscal que durante muchos años se ha observado en Venezuela, también es un mecanismo de distribución de la renta petrolera. Un Estado o un Fisco necesitado de más recursos para cubrir el gasto público, para cubrir las necesidades internas, seguramente tendría en vigencia un Impuesto de los Activos Empresariales o tendría una tasa de Impuesto al Valor Agregado más alta, un mayor Impuesto sobre la Renta o tendría impuestos indirectos a la gasolina, a los licores y a los cigarrillos mucho más altos.
Esta baja presión fiscal también expresa un mecanismo de distribución de la renta petrolera que, como planteaba antes, se puede revitalizar en períodos de auge rentístico, cuando los precios del petróleo suben y el país obtiene un abundante ingreso petrolero. En esas circunstancias, el Gobierno no necesita afincársele a los demás agentes económicos para obtener los recursos fiscales que la abundante renta petrolera le provee.
2.3. La alta nómina de empleados públicos y los subsidios
Hay otros mecanismos de distribución de la renta que también se fortalecen o se debilitan dependiendo de ese comportamiento errático de los precios del petróleo. Son los que tienen que ver con la posibilidad de contratar un creciente nómina de empleados públicos cuyos sueldos, salarios y beneficios laborales se pagan con la renta petrolera.
También se financian con la renta los subsidios, no solamente a la gasolina, sino también al agua, a la luz, el gas. Al igual que los demás, este mecanismo también colapsa cuando se desploma la renta. Como quiera que sea, el hecho de que pese tan poco la factura de agua, electricidad y gas en los presupuestos de los hogares o incluso en la propia estructura de costos del aparato productivo, induce a un uso muy irracional que raya casi en el desperdicio y despilfarro de estos recursos. Este es un rasgo característico de la cultura rentista.
2.4. El gasto público
Y, por supuesto, otro mecanismo de distribución de la renta tiene que ver con el gasto público, con la inversión en infraestructura, con el financiamiento a los sectores productivos y con el gasto social, en particular, el alto peso que tienen las Misiones sociales dentro de ese gasto social.
Entonces, desde mi perspectiva, la medida de devaluación tiene sus orígenes en los vaivenes y avatares del ciclo: auge rentístico-sobrevaluación-caída del ingreso externo-crisis fiscal-necesidad de devaluar-inflación-auge rentístico-sobrevaluación.
3. Las consecuencias de la devaluación
Las consecuencias de la devaluación están, entonces, muy asociados a los cuatros usos que describí anteriormente en relación con las aplicaciones de la política cambiaria como instrumento de política industrial, antiinflacionaria, fiscal y de política exterior.
3.1. Sobre la transformación del aparato productivo
La cultura rentística nos lleva a utilizar buena parte del ingreso petrolero para comprarle al resto del mundo lo que aquí se pudiera producir internamente. Desde años atrás se ha estado planteando la necesidad de ajustar el tipo de cambio de cara a la tarea largamente pospuesta de crear las condiciones para facilitar la transformación de una economía rentista en una economía productiva.
Como ya lo dije antes, el problema de la sobrevaluación del tipo de cambio castiga de manera muy severa la competitividad de los exportadores no tradicionales, incluido el sector que se llegó a llamar en una oportunidad de «exportaciones tradicionales» como el café y el cacao, hasta la propia competitividad de los sectores de las industrias básicas.
La economía venezolana tuvo más de cinco años de crecimiento sostenido. Pero cuando uno analiza la estructura del PIB para evaluar la calidad de ese crecimiento, descubre que es un crecimiento de baja calidad que se sustentó sobre todo en los sectores del comercio, los servicios, el comercio importador, la actividad financiera y en la dinámica del sector telecomunicaciones. Pero no fue un crecimiento sustentado en la expansión, en el crecimiento sostenido de la agricultura y de la industria. De hecho, más bien, se puede apreciar cómo, en los últimos años, el aporte relativo al PIB tanto de la agricultura como de la industria se redujo como consecuencia del desplazamiento que sufrió la producción nacional por las crecientes importaciones realizadas con un dólar barato y subsidiado.
Y en períodos de recesión, la caída de la demanda interna ha sido parcialmente compensada con las exportaciones, contrarrestando así el desplome del consumo y la caída de las ventas en el mercado doméstico. Pero más allá de breves períodos de auge, las exportaciones privadas de nuevo se desinflan y nunca han registrado un crecimiento significativo y sostenido que valga la pena destacar.
Desde la voz oficial se ha planteado que la decisión de devaluar el bolívar va a traer como consecuencia la transformación del aparato productivo, el cambio de una economía importadora en una economía productiva y exportadora. Pero en Venezuela las devaluaciones nunca han sido parte de una estrategia para la transformación del modelo rentista. Siempre han respondido a los desequilibrios fiscales que aparecen como consecuencia de la caída de los precios del petróleo. Cada vez que se derrumba la renta petrolera y la economía entra en recesión, los dólares se venden más caros para compensar el deterioro del ingreso fiscal. Si la medida de devaluación no se acompaña de políticas industriales y tecnológicas que refuercen, que complementen el impacto positivo que pudiera tener la política cambiaria en ese sentido, sencillamente esos propósitos una vez más se verán frustrados y postergados.
3.2. Sobre el comportamiento de los precios y la distribución del ingreso
La devaluación va a tener indudablemente un impacto inflacionario. Una de las consecuencias es esa. Por lo tanto, reclama el diseño y ejecución de una acertada estrategia antiinflacionaria que pueda compensar el inevitable impacto que la propia devaluación genera sobre la estructura de costos del componente importado y el comportamiento de los precios.
Obviamente, se va a producir una redistribución del ingreso, como explicó el doctor Pedro Palma. La medida de devaluación supone esa transferencia de recursos desde el sector que prácticamente monopoliza el ingreso en divisas hacia el sector que compra las divisas. Igualmente desencadenará una transferencia de parte del ingreso de los sectores que viven de un sueldo o ingreso fijo hacia los sectores que manejan y controlan la fijación de los precios.
Por supuesto, ese ingreso fiscal adicional que recibirá el Gobierno permitirá este año aumentar los sueldos y salarios (medida que ya fue anunciada), mantener los niveles de empleo procurando mantener al día los pagos a contratistas para que las obras y las construcciones en el interior del país no se paralicen en pleno año electoral. Tengamos en cuenta que este es un año crucial para el gobierno. Se elige una nueva Asamblea Nacional donde el marco legal que se ha diseñado para sustentar las políticas del Ejecutivo, pudiera verse en juego en el caso de que cambie la correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional y se desmonten, entonces, todas las Leyes que han sido revisadas, reformadas y aprobadas en estos últimos años.
Entonces, ese ingreso adicional en bolívares que se deriva de la medida de devaluación le va inyectar al gobierno suficientes recursos para aumentar el gasto y crear un ambiente que de alguna manera conjure las amenazas de abstención, de decepción y voto castigo que eventualmente pudiera presentarse, compensando la contracción económica y el auge inflacionario por la vía de aumentar los sueldos y salarios y mantener el actual nivel de empleo, procurando mantener al día el pago a los proveedores y así evitar la conflictividad laboral. Estos ingresos adicionales también le permitirán al Gobierno central la transferencia de recursos a las gobernaciones y alcaldías, toda vez que es en los circuitos electorales del interior del país donde se van a elegir los diputados a la Asamblea Nacional.
3.3. Devaluar para pagar pasivos laborales
Cuando uno ve, por ejemplo, los conflictos que en estos momentos tienen las empresas básicas donde los trabajadores están reclamando el pago de pasivos laborales, de aumentos de sueldos que están pendientes, de bonos que todavía no se han cancelado, comprende claramente como al tipo de cambio de 2,15 el ingreso en divisas de empresas básicas como Ferrominera del Orinoco, Sidor, Alcasa, Venalum, Proforca, etc. no rendía lo suficiente y, por lo tanto, no alcanzaba para cubrir todos esos crecientes gastos de operación y compromisos laborales denominados en bolívares.
Ese tipo de cambio anclado desde hace cinco años estaba no solamente ya comprometiendo la competitividad externa de estas empresas, sino incluso, su propia viabilidad interna. Esa altísima conflictividad laboral y social, de alguna forma encuentra una máscara de oxígeno con la devaluación, porque va a permitir que estas empresas conviertan ahora buena parte de su ingreso en divisas al tipo de cambio de 4,30. Esto significará una mayor cantidad de bolívares para poder ponerse al día no solamente con los compromisos labores, sino también con buena parte de las deudas que tiene pendientes con proveedores, con contratistas, sin excluir, por ejemplo, los aportes que las empresas básicas hacen a la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) para alimentar los presupuestos que esta Corporación tiene para invertir en las obras de infraestructura en la región.
4. Devaluación y revisión de la estrategia económica
Yo quisiera, ya finalizando esta reflexión, subrayar la importancia que pudiera tener el ajuste cambiario como un primer paso de avance en la revisión de una estrategia económica que ya lucía agotada para transformar esa economía rentista en un nuevo modelo productivo. Esto es posible sí y sólo sí esa medida es complementada con otras decisiones en materia de política fiscal, en materia de política cambiaria, en materia de política de precios y en materia de políticas sectoriales, agrícolas, industriales y tecnológicas.
Se ha pretendido atribuir a la decisión de devaluación un efecto mágico, automático, sobre la transformación productiva. Pero la historia económica venezolana reciente tiene muchos episodios que corroboran que esa misma medida cada vez que es utilizada única y exclusivamente para aumentar el ingreso fiscal cada vez que cae el precio del petróleo, si no va acompañada de otras medidas complementarias pierde totalmente su efecto y se vuelven a reeditar, entonces, todos los fenómenos asociados a una economía rentista que cae en ese ciclo vicioso de dejar que el dólar se sobrevalue.
Cuando el nivel de ingreso petrolero está alto se subsidia el dólar y así se subsidian las importaciones que desplazan la producción nacional. Entramos, entonces, en ese círculo vicioso donde importamos porque no producimos y no producimos porque importamos. Y esas crecientes importaciones finalmente terminan tapiando el aparato productivo nacional.
No es cierto que la devaluación va a permitir automáticamente el tránsito de la economía rentista importadora al nuevo modelo productivo exportador. Si bien la devaluación encarece las importaciones que compiten con la producción nacional y mejora el ingreso en bolívares de los exportadores, la competitividad cambiaria es una condición necesaria más no suficiente para sostener el esfuerzo exportador. Es necesario construir una competitividad auténtica basada en el desarrollo de ventajas competitivas de tipo tecnológico que permitan que esa dotación de factores que el país tiene en materia de petróleo, gas, recursos naturales y materias primas sea efectivamente aprovechada.
El ingreso en divisas que se obtiene al exportar estos recursos, en lugar de ser consumido por la vía de las importaciones, debe ser reorientado hacia la inversión productiva y al fortalecimiento de las capacidades tecnológicas e innovativas que a la larga permitan transformar el petróleo, gas, recursos mineros y naturales en productos de mayor valor agregado y contenido tecnológico.
El pobre desempeño de las exportaciones no tradicionales venezolanas no se debe a la ausencia de un tipo de cambio competitivo, sino a la falta de una política integral de promoción de exportaciones. No obstante, la corrección de la sobrevaluación estructural del bolívar es un requisito para superar el sesgo anti-exportador de la economía venezolana. La asignatura pendiente -además de encontrar una tasa cambiaria de equilibrio que evite el efecto negativo de la sobrevaluación estructural del bolívar-, sigue siendo la definición de políticas macroeconómicas, agrícolas, industriales y tecnológicas coherentes que hagan posible un desarrollo sostenido de la economía real. Sin producción nacional no es posible sustituir importaciones. Mucho menos exportar.
De modo que, creo que el impacto de la devaluación sobre la transformación productiva, para que sea creíble, para que se demuestre que no fue solamente tomada con fines fiscales en un año electoral, donde el gobierno necesitaba más recursos para poder cubrir sus gastos, tendrá que ser respaldada con un conjunto de medidas complementarias en materia de política macroeconómica, agrícola, industrial y tecnológica.
Incluso, si el propio gobierno está interesado en profundizar los procesos de integración, a ese tipo de cambio dual debería agregársele otro tipo de cambio que remunere de mejor manera el esfuerzo productivo que hacen los exportadores. El tipo de cambio llamado “petrolero” puede expresar efectivamente la competitividad del sector petrolero, pero aún no expresa la verdadera productividad y competitividad de los demás sectores de la economía.
Si los exportadores venezolanos pudieran retener el equivalente al valor agregado que generan y venderlo en el mercado paralelo al tipo de cambio del dólar permuta, reintegrando al BCV única y exclusivamente el porcentaje que corresponde al componente importado que es financiado con las divisas que Cadivi les entrega, seguramente ese estímulo cambiario, aunado a las demás medidas de política sectorial que antes mencioné, pudieran reforzarse entre sí para profundizar y acelerar la transformación estructural de la economía venezolana.
¡Muchas gracias por su atención!
5. Respuesta a las preguntas de los participantes en el Foro
Víctor Álvarez. Quisiera terminar con unas reflexiones más propositivas. El tema que hoy nos ocupa es «Devaluación, orígenes, razones y consecuencias». Un impacto de la devaluación es de tipo inflacionario. La explicación de este fenómeno suele hacerse desde ópticas diferentes. Una lo hace desde la esfera de la circulación; otra, desde la esfera de la producción. Pero como ya lo han explicado varios ponentes, el fenómeno inflacionario en Venezuela está muy asociado al ciclo sobrevaluación-devaluación del tipo de cambio. Cuando el ingreso petrolero se descalabra y el Gobierno entra en problemas fiscales, ésta termina siendo la gota que desborda el vaso, el verdadero detonante de la devaluación. Aunque haya otras razones que se van acumulando y ejercen presión para ajustar el tipo de cambio, éstas nunca terminan de ser lo suficientemente fuertes para que se tome la decisión. Sólo cuando hay crisis fiscal es que se adopta la medida y entonces la corrección del problema de la sobrevaluación termina reproduciendo y agravando el problema inflacionario y volvemos entonces al mismo círculo vicioso de sobrevaluación-devaluación-inflación-sobrevaluación-devaluación. Y la asignatura pendiente sigue siendo ¿cómo encontramos entonces la solución estructural del problema?.
Para fundamentar mis propuestas le tomo la palabra el profesor Héctor Malavé Mata y planteo lo siguiente: Si bien es cierto que la devaluación puede tener un efecto positivo, toda vez que las importaciones se encarecen y le pueden dar un margen de maniobra al aparato productivo para competir en precios con las importaciones encarecidas, esa es una condición necesaria más no suficiente para asegurar ese efecto de sustitución de importaciones y promoción de exportaciones que se le atribuye a la medida de devaluación. Si la devaluación se queda como una medida aislada, su potencial efecto positivo se va debilitando y disolviendo como resultado de la propagación de la inflación que la propia medida de ajuste cambiario va a generar.
Entonces habría que atacar el problema por la vía de aumentar una oferta que no ha sido lo suficientemente dinámica como para estar a la altura del aumento de la demanda, del aumento de la liquidez. No se trata de una medida aislada sino de toda una política para dinamizar el aparato productivo y así sustituir importaciones y diversificar la oferta exportable. La devaluación le da cierta competitividad al aparato productivo, pero para que vaya más allá de una competitividad espúrea, transitoria, provisional, efímera en el tiempo, que termine siendo un espejismo, el papel regalo con el cual se envolvió la medida de devaluación fiscalista y se justificó desde el punto de vista comunicacional, habría que ejecutar otra serie de medidas que permitan cumplir, entre otros, los siguientes objetivos:
• En primer lugar, un objetivo de reactivación de todas esas empresas que el doctor Pedro Palma planteaba que entraron en contracción, que vieron disminuido su ritmo de actividad en el año 2009; evitar que empresas que están cerradas, aunque no quebradas, se desmantelen y terminen entonces vendiéndose e instalándose sus equipos a otros países; me refiero al impulso de un programa de reactivación con distintos incentivos para salvar el patrimonio productivo que todavía queda. Esa reactivación de esas industrias permitiría entonces aumentar la oferta nacional de bienes y servicios e ir logrando ese efecto sustitución.
• Para lograr el aumento de las exportaciones, generar nuevas fuentes de divisas que compensen la caída del ingreso petrolero y corrijan el monopolio que tiene el Estado en el mercado de divisas con una creciente oferta privada, planteo el diseño y ejecución de una política de reconversión tecnológica; porque en los mercados no vamos a competir solamente con la competitividad cambiaria que nos da la devaluación, esos mercados se van a conquistar con productos de buena calidad, cuando la entrega sea oportuna y en las cantidades requeridas; entonces, ese programa de reconversión estaría apuntado a fortalecer la calidad, la productividad y la competitividad del aparato productivo y así complementar el efecto positivo que tiene la devaluación en términos de competitividad cambiaria.
• Pero también se requiere una política de reindustrialización para aumentar la densidad empresarial del país. Nosotros tenemos apenas 0.3 establecimientos manufactureros por cada 1.000 habitantes; Colombia tiene 1.2 establecimientos por cada 1.000 habitantes y México, tiene 1.7 establecimientos manufactureros por cada 1.000 habitantes. Esos países tienen una capacidad productiva que no solamente permite atender las necesidades crecientes del mercado nacional sino que también tienen una oferta exportable permanente, no exportan excedentes. Como no viven de una renta petrolera o minera, son países que tienen toda una estrategia exportadora y en determinados sectores han logrado posicionarse de manera continua y estable en los mercados internacionales. Entonces nosotros deberíamos al menos trazarnos en los próximos 5-10 años la meta de alcanzar un establecimiento por cada 1.000 habitantes; todavía estaríamos por debajo de Colombia, todavía estaríamos por debajo de México pero subiríamos nuestro parque industrial de los 7.800 establecimientos que tenemos ahora a por lo menos 26.000. Por esa vía estaríamos aumentando entonces la producción nacional, atacar el problema inflacionario por la vía estructural; es decir, aumentando la oferta, sustituyendo las importaciones con producción nacional y diversificando y aumentando nuestra oferta exportable de manera permanente.
Una última propuesta para el debate: los exportadores necesitan un estímulo adicional, un incentivo mucho más poderoso que el que se acaba de otorgar con la devaluación. Todos sabemos que hasta hace poco los exportadores estaban obligados a cambiar sus divisas al tipo de cambio oficial y solamente podían retener el 10%, ahora se amplió ese margen al 30%. Planteaaría, entonces que los exportadores retengan y puedan vender en el mercado paralelo el porcentaje de divisas equivalente al valor agregado que generan, reintegrando al BCV el monto equivalente a lo que Cadivi les otorga para cubrir el componente importado.
Por esa vía estaríamos aumentando la oferta de divisas en ese mercado paralelo. Esta medida estimularía las exportaciones no tradicionales y sustentaría una mayor oferta de divisas por parte del sector privado exportador, lo cual aliviaría de alguna forma la presión que hay sobre el BCV de quemar reservas internacionales con el fin de cerrar la brecha entre el tipo de cambio oficial y el mercado paralelo, cuando la razón del aumento de la demanda y de la cotización del dólar en el mercado paralelo es el retraso de CADIVI a la hora de liquidar oportunamente las divisas que requieren los sectores productivos para cancelar a tiempo las deudas con sus proveedores.
Por supuesto, todo esto debe ir acompañado de una medida de reorganización institucional donde Cadivi, que ya ha dado muestras de agotamiento y que ya cumplió su papel, termine ya entregando esas funciones al Banco Central de Venezuela y que éste sea el que asuma esa tarea.
Gracias.

lunes, 17 de mayo de 2010

Unión Europea debe reconocer nuevos esquemas de integración latinoamericana

Esta semana se instala en Madrid la Cumbre América Latina-Europa, con la participación de Jefes de Estado y Gobierno de 60 países. Prometen impulsar un Plan de Acción en áreas como migración, paz y seguridad, cambio climático, lucha contra las drogas, educación y empleo.

La UE ha priorizado la ampliación hacia Europa del Este y la revisión de sus relaciones con Estados Unidos, Rusia y China. Nada ha cambiado desde que en una Cumbre anterior el Canciller Moratinos reconoció que no había las condiciones para esperar un gran avance en las relaciones euro-latinoamericanas: “Desgraciadamente, y hay que decirlo a nuestros socios iberoamericanos, Iberoamérica no está en la agenda europea”.

América Latina no es un bloque homogéneo. En materia de comercio y economía, todavía hay gobiernos que prefieren los mecanismos del mercado a la acción estatal. Estas contradicciones en torno a los pro y contra del libre comercio fueron bien aprovechadas por los europeos para ejercer una fuerte presión hasta lograr la firma de los TLC con Colombia y Perú, en la Cumbre de Madrid.

Tanto los EE.UU. como la Unión Europea apostaron a debilitar los procesos de integración subregional tradicionales en América Latina. De hecho, esta decisión de Álvaro Uribe y Alan García de firmar un TLC -primero con EE.UU. y ahora con la UE-, fue lo que aceleró el retiro de Venezuela de la CAN. En su momento, el Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, señaló: “Desde hace años vengo diciendo que la Comunidad Andina de Naciones está herida de muerte y hoy puedo decir que está muerta. No tiene sentido. ¿Cómo va a tener sentido una Comunidad Andina en la que se firma un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos sin siquiera coordinar con los demás países?”

Desmembrada la CAN, Bolivia, Ecuador y Venezuela se proponen consolidar la ALBA y UNASUR como nuevos esquemas de integración latinoamericana y caribeña. Así como en la Cumbre de Mar del Plata se enterró al ALCA, esta Cumbre de Madrid será recordada porque allí se terminó de enterrar la CAN.

Los sueños traicionados

En el año 2005, la visita a Venezuela del Presidente del Gobierno español, Rodríguez Zapatero, fue recibida como una buena señal para mejorar las relaciones entre ambos países, las cuales quedaron prácticamente sepultadas a raíz de la dura política de José María Aznar en contra de los procesos de izquierda latinoamericanos y su defensa a ultranza de los intereses económicos y comerciales españoles en América Latina. Cinco años después, la expectativa de consolidar el diálogo político para concretar un nuevo tipo de relaciones entre España y Venezuela sigue siendo una asignatura pendiente.

La herencia de los gobiernos de José María Aznar en política hacia Latinoamérica fue de enfrentamiento y ruptura. Para entonces, España dejó de ser una referencia de buenas relaciones de cooperación cuando gobierno y empresarios españoles se aliaron con oligarquías locales para defender los privilegios que los gobiernos neoliberales del pasado le otorgaron a sus inversiones y negocios, ignorando la prioridad que los nuevos gobiernos progresistas le asignaban a la lucha contra el desempleo, la pobreza y la exclusión social.

Pese a los primeros anuncios de acercamiento y cambio de Rodríguez Zapatero, su gobierno se ha visto en serias dificultades para restablecer los vínculos con la región. La estrategia inicial de “ser amigo de todos” rápidamente probó sus límites ya que América Latina no es una región homogénea. Ya no todos los gobiernos le hacen coro al libre comercio y esto requiere políticas diferenciadas por parte de la diplomacia española. A pesar de que al inicio Zapatero anunció que priorizaría el apoyo a la estabilidad democrática, la cooperación al desarrollo y la cohesión social, en los hechos se ha impuesto un pragmatismo economicista que se expresa en la forma como se continúan defendido los intereses económicos españoles en América Latina.

La actitud de España, la Unión Europea y los EE.UU. de alentar la negociación aislada de TLC con los países andinos ha contribuido a debilitar aún más los procesos de integración subregional tradicionales. De hecho, la decisión de Colombia y Perú de firmar un TLC con EE.UU. fue lo que aceleró el retiro de Venezuela de la CAN.

Por su parte, el Presidente de Perú, Alan García, en una visita oficial realizada a España, se mostró partidario de que su país negociara un TLC con la UE al margen de la Comunidad Andina. Su argumento es que las negociaciones están "bloqueadas" por desarrollarse "bloque a bloque" e hizo saber su decisión de buscar "otra manera" para que Perú firme el TLC con la UE. Desde entonces dejó claro el interés de su gobierno de negociar directamente, y al margen de la CAN, la firma del TLC con Bruselas.

Al igual que Bolivia, Ecuador ha manifestado su creciente desinterés por la firma de un TLC y prefiere un acuerdo para el desarrollo que haga posible la diversificación productiva y el aumento de su oferta exportable. Bolivia no deja de cuestionar la lógica neoliberal de los TLC y ha lanzado la propuesta de los Tratados de Comercio de los Pueblos (TCP), manifestando su preferencia por las negociaciones en bloque que permitan complementar las limitadas capacidades de negociación que tienen los países andinos.

El acercamiento entre las posiciones de Ecuador y Bolivia -y su coincidencia con Venezuela para impulsar nuevos esquemas de integración alternativos-, preocupa a los gobiernos de Colombia y Perú, toda vez que estos acuerdos deben ser ratificados por los Congresos de cada país. Esta situación tampoco es del agrado de la Comisión Europea, que nunca mostró mayor interés en propiciar una negociación en bloque en la que Ecuador, Bolivia y eventualmente Venezuela pudieran enfrentar una liberalización del comercio y la inversión que luego pretenda imponerse en toda la región.

La apuesta europea al desmembramiento de la CAN

Las contradicciones en torno a los pro y contra del libre comercio y la liberalización de las inversiones son cada vez más tensas. Y los promotores europeos y españoles del TLC se han aprovechado de la débil integración regional para ejercer una fuerte presión y así acelerar las negociaciones. Con esto no han hecho más que terminar de debilitar los procesos de integración tradicional.

En efecto, las negociaciones de los países andinos con la UE para la firma de un TLC se han desarrollado al compás del desmembramiento de la CAN. Colombia y Perú, que son los gobiernos más activos en la negociación, prefieren los mecanismos del mercado a la acción estatal. Pero Bolivia, Ecuador y Venezuela han mostrado crecientes reservas a la hora de seguir negociando un TLC de acuerdo al libreto neoliberal y han dejado clara su preferencia por impulsar el ALBA y los nuevos esquemas de integración latinoamericana y caribeña.

De cara a la reformulación de las relaciones entre ambas partes es necesario tener en cuenta estas grandes diferencias. De allí la pertinencia de que España y la UE reconozcan como interlocutor válido en estas negociaciones a los nuevos esquemas de integración latinoamericana y caribeña. Estos procesos, lejos de priorizar la apertura comercial y la liberalización de las inversiones, se basan en principios de solidaridad, cooperación y complementación, como es el caso de la Alternativa Bolivariana para América Latina (ALBA) y los Tratados de Comercio de los Pueblos (TCP).

El ALBA y las nuevas formas de integración latinoamericana

En América Latina están en marcha procesos de integración con una agenda diferente a la apertura comercial y la liberalización de las inversiones. Son nuevos esquemas de integración que se basan en principios de solidaridad, cooperación, complementación, reciprocidad, equidad y sustentabilidad.

El ALBA expresa el interés de los pueblos latinoamericanos por mejorar su calidad de vida y grado de bienestar. Se diferencia de los TLC ya que estos persiguen la integración comercial, mientras que el ALBA prioriza la integración de los pueblos. En lugar del libre comercio promueve el comercio justo. Mientras los TLC responden a los intereses del capital transnacional impulsando zonas de libre comercio, el ALBA propone una zona libre de desempleo, pobreza y exclusión social.

Por eso los TLC apuestan al desmembramiento de la integración latinoamericana. En cambio, en el ALBA la prioridad es la negociación en bloque y los nuevos espacios de consulta para profundizar el conocimiento mutuo e identificar espacios de interés común que permitan construir alianzas estratégicas y presentar posiciones comunes en los demás foros internacionales./VAR

Recuperar el diálogo político para relanzar las relaciones

Recuperar el diálogo político pasa por reconocer la prioridad que los nuevos gobiernos de izquierda le otorgan a la lucha contra el desempleo, la pobreza y la exclusión social. De cara a la reformulación de las relaciones económicas y comerciales, se impone la necesidad de encontrar nuevas formas de cooperación que permitan armonizar el logro de estos objetivos sociales con los intereses económicos de España y la UE en la Región.

La promesa de superar la visión economicista tiene que estar acompañada de una creciente responsabilidad social. Si España y la UE no actúan conjuntamente con América Latina para impulsar proyectos de comercio e inversión que tengan un importante impacto social y ambiental, los gobiernos progresistas se plantearán la búsqueda de otros socios en China, Rusia, Irán y Japón.

Repensar el Proyecto Integrador Latinoamericano

En las bases indígenas, campesinas, obreras y sociales del continente hay una creciente convicción de que los TLC son la nueva expresión del mismo proyecto geopolítico de dominación que se quiso imponer a través del ALCA. Aunque comiencen por la creación de Zonas de Libre Comercio, su objetivo final es el establecimiento de un orden legal e institucional de carácter supranacional que le permita a las grandes corporaciones transnacionales una total libertad de acción. Los países que suscriben los TLC se ven obligados a convertir en Ley tales arreglos, renunciando así a su derecho de ejecutar políticas públicas para proteger su actividad productiva endógena.

Justamente, este desmembramiento y crisis del proyecto integrador regional es lo que impone la necesidad de impulsar formar alternativas de integración. El desafío es evitar la dispersión en las posiciones nacionales, impidiendo que las naciones hermanas se desgajen y sean absorbidas por los TLC.

La comprensión de esta nueva realidad es lo que en gran medida contribuirá a reactivar el papel de “puente” entre América Latina y Europa, el cual, hasta no hace mucho tiempo se le reconoció ampliamente a España en la Región.