viernes, 25 de abril de 2014

Propuesta 4 a la CEP: sincerar precio de la gasolina e invertir ganancias en mejorar transporte público

Víctor Álvarez R.

En Venezuela, el precio de la gasolina se ha convertido en un tema tabú, manteniendo así un pernicioso subsidio que genera un consumo irracional y despilfarrador. Mientras en EE.UU., Unión Europea y Japón el precio del combustible  no baja de $ 3,90 el galón de 3,78 litros, en Venezuela  la gasolina de 95 octanos se vende a 0,097 Bs/litro, menos de 2 centavos de dólar por litro. Una botellita de agua mineral cuesta 500 veces más que un litro de gasolina.
En aquellos países, llenar un tanque de 60 litros sale en más de 60 dólares, mientras que en Venezuela solo vale 5,80 bolívares, menos de un dólar a la tasa de cambio oficial de 6.30 Bs/$. Si se va a la estación de servicio una vez a la semana, esto significa un subsidio aproximado de $ 60 dólares, que multiplicado por 52 semanas representa un subsidio de $ 3.120 que anualmente recibe cada propietario de vehículo. Si multiplicamos este monto por los 4 millones de vehículos particulares y de alquiler que circulan en el territorio nacional, resulta ser que anualmente se destinan $ 12 mil 480 millones a subsidiar a la minoría que tiene carro propio, mientras que la mayoría que se ve obligada a trasladarse en un sistema de transporte público cada vez más deficiente, no se beneficia para nada de semejante subsidio.
El contrabando de extracción
En Colombia, el galón de 3,78 litros cuesta 8.600 pesos; o sea, 2.275 pesos por litro. Con base en una tasa de cambio 1.900 pesos por dólar y 6.30 Bs/$, un bolívar equivale a 301,6 pesos. Si dividimos 2.275 pesos que cuesta el litro entre esta tasa de cambio de 301,6 bolívares por peso, esto significa que un litro de gasolina que se compra en Venezuela a 0.097, en Colombia equivale a Bs. 7,5. A la actual tasa de cambio oficial, en Colombia un litro de gasolina cuesta 78 veces más. Dicho de otra forma, el litro de gasolina que en Colombia cuesta 2.275 pesos, en Venezuela cuesta solo 29 pesos, y esto se traduce en un enorme estímulo para que los vehículos colombianos crucen  la frontera y llenen el tanque de gasolina en las estaciones de servicio venezolanas. En efecto, llenar un tanque de 80 litros de 95 octanos por apenas 2.320 pesos (lo que cuesta un solo litro en Colombia) para luego revenderlo por 182.000 es un negocio muy lucrativo que incentiva el contrabando de extracción. Con un viaje diario de lunes a viernes cualquiera obtiene un ingreso aproximado de $ 500 a la semana y $ 2.000 al mes. Esto sin considerar los vehículos de las redes de contrabandistas que han sido acondicionados con tanques con capacidad de 250 litros y más.
Ante semejante diferencial de precios, cualquier control o medida represiva que se tome con la intención de combatir el contrabando de extracción, siempre será insuficiente. La solución no está en más alcabalas y controles sino en erradicar el principal estímulo a tales prácticas perversas e ilegales. Sincerar el precio de la gasolina, sin que esto signifique llevarlo al precio internacional, permitirá reducir este enorme diferencial, que es la principal causa del contrabando de extracción. 
¿A quién beneficia el subsidio?
El subsidio a la gasolina es una medida que aparentemente favorece a los que menos tienen, pero en realidad causa una redistribución regresiva del ingreso que solo beneficia a los que más tienen. Cuando se destinan cuantiosos recursos públicos para subsidios indirectos que benefician a pobres y ricos por igual, se comete una injusticia redistributiva, ya que los más pudientes que pueden comprarse uno o varios carros no necesitan que se les subsidie nada, mientras que los más pobres que no tienen carro propio y se ven obligados a trasladarse en un precario sistema de transporte público, no se benefician de este subsidio.
En un Informe sobre “Perspectivas energéticas mundiales”, la Agencia Internacional de Energía y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico estiman que Venezuela subsidia el 75,3% del costo de la gasolina. Si comparamos el precio de venta en el mercado interno con el precio de exportación, el subsidio es de $ 11.834 millones anuales. Pero si la comparación se hace con los precios internacionales (que es mayor que el precio de exportación) el subsidio sube a $ 15.700 millones, equivalentes a 6,9% del PIB. Ambas cifras son superiores a las transferencias de PDVSA a las misiones sociales.
Si se sincera el precio de la gasolina con base en el precio al que se exporta -que es menor al precio internacional-, aún se estaría vendiendo la gasolina a precios por debajo del que se vende en la mayoría de países, pero cada año se obtendrían cerca $ 11.834 millones en ingresos adicionales, que bien pudieran ser reorientados a la Misión Vivienda, a la construcción de hospitales, o a la ampliación del sistema de transporte público, el cual es utilizado justamente por las personas de menores recursos que no tienen como adquirir un vehículo propio. Esto si sería una verdadera medida de justicia redistributiva, toda vez que el ajuste del precio lo pagarían quienes más tienen, aportando ingresos fiscales adicionales para ser invertidos en la ampliación y modernización de la flota de transporte público y en el financiamiento de otros programas de interés social. @victoralvarezr

La industrialización socialista


Por: Víctor Álvarez R.

Hace unos días el presidente Nicolás Maduro pidió a sus colaboradores dejar de lado los gamelotes mentales y trabajar unido con el empresariado privado, a fin de fortalecer una economía mixta en todos los campos, sin que esto signifique que el gobierno se va a convertir en un instrumento de los empresarios, ni mucho menos olvidar que su prioridad son los trabajadores que viven de un ingreso fijo. Ni absolutismo de Estado ni fundamentalismo de mercado pueden ser los extremos en los que se debata el reimpulso a la economía. La idea de una ausencia total de intervención estatal es una con­cepción tan absurda como la de concebir una socie­dad donde la iniciativa privada no tenga cabida.

La industrialización es un componente fundamental de una política económica orientada a la soberanía alimentaria y productiva. Los problemas relacionados con la liquidación de divisas que restringen la capacidad de importación, deben ser vistos como una gran oportunidad para relanzar el desarrollo industrial. Al satisfacer la demanda interna con producción nacional se evita que los ajustes en el tipo de cambio -que encarecen el componente importado y repercuten en la estructura de costos-, desborden las presiones inflacionarias. Esto requiere un adecuado manejo de la política macroeconómica y microeconómica, comenzando por la fijación de un tipo de cambio que exprese la verdadera productividad de la economía no petrolera; una política arancelaria y fiscal que desaliente las importaciones y favorezca la producción nacional y las exportaciones; así como incentivos fiscales y financieros para la inversión productiva y el fortalecimiento de las capacidades tecnológicas e innovativas.

La industrialización socialista no puede ser un asunto que dependa solo del Estado, ni tampoco puede dejarse a merced de las fuerzas ciegas del mercado. Tiene que ser un proceso planificado para concentrar el poder de los incentivos públicos en los sectores clave y asegurar el rápido crecimiento de las capacidades industriales y tecnológicas necesarias para transformar materias primas e insumos básicos en los productos destinados a satisfacer las necesidades de la población. El sector privado no le debe temer a la industrialización socialista porque reposa en un conjunto de principios que no son antagónicos con la lógica empresarial privada. Se trata de sustituir importaciones, diversificar las exportaciones, lograr la soberanía productiva, democratizar el capital, impulsar nuevas formas de propiedad social, aumentar la inclusión social, mejorar la distribución de la riqueza, preservar el ambiente y contribuir al desarrollo equilibrado de las regiones. Esto implica asegurar:

·         Un crecimiento de la industria mayor que el del PIB: la industria como fuerza motriz que impulsa el desarrollo integral.

·         Un crecimiento de la producción industrial superior al crecimiento de la demanda agregada interna.

·         Inversión extranjera para la transferencia tecnológica, formación de talento humano, asistencia técnica e industrialización local.

Sin lugar a dudas, la industrialización socialista es un gran reto que el país tiene plateado para superar los problemas de desabastecimiento, escasez, acaparamiento y especulación que tanto malestar generan en la población.  @victoralvarezr

Invitación Foro CELARG: ¿Qué pasaría en Venezuela si se aumenta el precio de la gasolina?


Foro-debate: ¿qué pasaría en Venezuela si se aumenta el precio de la gasolina?

Argumentos para sincerar el precio del combustible

 

Fecha: Martes 29 de abril

Hora: 5.00 pm. 

Lugar: Centro de Estudios Rómulo Gallegos, CELARG. Piso 6. Sala 6C

El subsidio a la gasolina es una medida que aparentemente favorece a los que menos tienen pero que, en realidad, facilita una distribución regresiva del ingreso que solo beneficia a los que más tienen y perjudica a los más humildes.

El bajo precio del combustible beneficia sobre todo a las familias que tienen dos, tres o más vehículos; mientras que los que no tienen carro se ven obligados a trasladarse en un sistema de transporte público todavía muy deficiente.

Con el fin de debatir las ventajas y desventajas de mantener el precio de la gasolina congelado, invitamos a todas y todos los interesados al Foro-debate: ¿qué pasaría en Venezuela si se aumenta el precio de la gasolina? organizado por el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG), el Centro Internacional Miranda (CIM), la Asociación Nacional de Redes  Organizaciones Sociales (ANROS) y la Fundación Rosa Luxemburg (FRL).

Se plantea debatir sobre la viabilidad y conveniencia de ajustar a la realidad  y gradualmente el precio del combustible. Profundizar en cuáles son los costos de producción, en qué se podría emplear el excedente, y qué alternativas habría para articular estos cambios al impulso de una nueva economía comunal.

Ponente

Econ. Víctor Álvarez R. Investigador del CIM, Premio Nacional de Ciencia 2013.

¿La decisión en manos del pueblo? Elementos a tener en cuenta en el debate sobre el aumento del precio de la gasolina.

Comentan:

Diputado German Ferrer, Coordinador Nacional de ANROS

Ana Elisa Osorio, Diputada al Parlamento Latinoamericano por el PSUV. Ex Ministra de Ambiente. Ecologista

Modera

Alexandra Martínez, Coordinadora Fundación Rosa Luxemburg Venezuela

¿Qué pasaría en Venezuela si se aumenta el precio de la gasolina?


Por: Víctor Álvarez R.
Tabla de contenido 















 

Introducción

La concentración de dióxido de carbono CO2 en la atmósfera es causa del calentamiento global, fenómeno que está generando efectos cada vez más peligrosos. Las emisiones de gases de efecto invernadero no se detienen y preocupan ya no solo a científicos y ambientalistas, sino también a un creciente número de gobernantes y habitantes del planeta, debido a los daños que provocan los desastres naturales que son consecuencia del calentamiento global.

La quema de carbón, petróleo y gas natural origina una dramática aceleración del aumento del CO2 en la atmósfera, la cual ha llegado a 400 partes por millón de moléculas en los registros de la estación atmosférica Mauna Loa, en Hawai, considerada el epicentro mundial para el estudio de los gases de efecto invernadero desde que comenzó a operar en 1958. A lo largo de la civilización, el dióxido de carbono ha estado en niveles de entre 180 a 280 partes por millón, pero en poco más de cien años la actividad del ser humano lo ha elevado a 400, cuando no se debería haber llegado a 350[1]. No hay ciclo natural en este planeta capaz de desatar un fenómeno tan peligroso en ese lapso de tiempo.

Adicionalmente, debido al aumento de la temperatura en el globo terráqueo, se prevé que en los próximos años los gases metano que se encuentran en los sedimentos superficiales de los océanos y bajo el hielo del ártico, se liberen y salgan a la atmósfera. Esas emisiones adicionales de gas podrían acelerar hasta cinco veces más el calentamiento global. Por estas razones, nuestra civilización se encuentra amenazada y en peligro de sufrir calamidades climáticas globales, sin que se observen señales de una reducción significativa de las emisiones que, al ritmo actual, provocarán desastres impredecibles en el mediano y largo plazo.

Como puede apreciarse en el siguiente cuadro, Venezuela es uno de los países de América Latina con un nivel de emisiones de CO2 por encima de países con mayor grado de industrialización, como Argentina, Brasil, México y Francia.

 
 
Emisiones de CO2
(toneladas métricas per cápita)
2008
2009
2010
Argentina
4,80
4,50
4,50
Brasil
2,00
1,90
2,20
Colombia
1,50
1,50
1,60
Cuba
2,70
2,60
3,40
Ecuador
2,00
2,10
2,20
España
7,20
6,30
5,90
Estados Unidos
18,60
17,30
17,60
Francia
5,80
5,50
5,60
Federación Rusa
12,10
11,10
12,20
Japón
9,50
8,60
9,20
Italia
7,50
6,70
6,70
México
4,10
3,80
3,80
Venezuela
6,60
6,50
6,90

Fuente: Banco Mundial

Basta un accidente en un campo petrolero o en una refinería para que se generen centenares de miles de toneladas de CO2 que dan al traste con buena parte de los esfuerzos de un país para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Estas catástrofes -que con frecuencia ocurren en torno a la actividad extractiva, especialmente la petrolera-, y aumentan la emanación de gases tóxicos a la atmósfera, tales como el propano y butano (además de las sustancias químicas derramadas en los suelos), causando un enorme daño, tal como se puede  apreciar con solo ver la siguiente fotografía:

Cronología | 10 años de incidentes en instalaciones de Pdvsa

Esa imagen corresponde a la tragedia ocurrida en la Refinería de Amuay, en Venezuela, el día viernes 24 de agosto de 2012, a las 23:57 horas, cuando se produjo un escape masivo de gas inflamable que se incendió y generó una onda expansiva, causando la pérdida de vidas humanas, graves heridos, daños materiales a las viviendas de muchas familias y a las propias instalaciones de la refinería. El accidente ocurrió cuando una fuga de olefinas en el área de almacenamiento de Gas Licuado de Petróleo (GLP) no se dispersó. La olefina es un hidrocarburo más pesado que el oxígeno y tiende a concentrarse como una neblina en el piso. En los primeros 10 segundos la nube de olefinas alcanzó una altura de siete metros y, al hacer contacto con una fuente de ignición, produjo una fuerte explosión y posterior incendio que se extendió a nueve tanques de almacenamiento de naftas y gasolinas, y una esfera de olefinas.

En el Informe Oficial se señala que la fuga de gas ocurrió de forma abrupta o provocada, y no accidental, lo cual reviste carácter de sabotaje. La explosión en la Refinería de Paraguaná generó 47 muertes, 135 lesionados, 3.400 viviendas afectadas en áreas aledañas, daños materiales en tanques de la refinería y 1.100 millones de dólares en pérdidas. La repercusión más inmediata y evidente en la salud de las personas es la ocasionada por la deposición de las partículas emitidas que, al contaminar el aire que se respira, ocasionan problemas respiratorios y cardiopatías, además de alterar los ciclos químicos y de nutrientes en los suelos y las aguas superficiales.

Las páginas siguientes están dedicadas a desmontar un tema tabú en Venezuela que, por no afrontarse y debatirse, genera un consumo irracional y despilfarrador de gasolina que no contribuye a reducir en mayor medida la emisión de gases de efecto invernadero y mantiene fuertes presiones para la extracción innecesaria de petróleo, con el consiguiente impacto ambiental, económico y social.

1.   La paradoja del modelo extractivista-rentista


Según los “Principales accidentes registrados en la última década en instalaciones de la industria petrolera 2012-2013”, el voraz incendio en la Refinería de Amuay no es el único que ha ocurrido en la historia del extractivismo petrolero en Venezuela, lo cual resulta muy ilustrativo para formarse una idea de los daños irreparables que es capaz de generar los frecuentes accidentes que ocurren en el curso de la actividad extractiva.

Ante las frecuentes pérdidas humanas, ambientales, materiales y financieras que provoca el modelo extractivista-rentista, lo lógico sería plantearse la superación de ese modelo contaminante y depredador. Sin embargo, tras el objetivo de captar una mayor renta petrolera para financiar el gasto público, los objetivos gubernamentales se orientan a la expansión de la  industria petrolera para llevarla de los 3 millones de barriles diarios que actualmente se extraen, a 6 millones en 2019[2]. Presionados por la urgencia de resolver los problemas sociales y de escasez, la cultura extractivista-rentista mantiene la inercia de exportar el mayor volumen de recursos naturales al mejor precio posible. Se impone así un modelo que anula otras opciones de recursos -tales como las fuentes alternas de energía o la agroecología-, prolongando los daños ambientales y sociales que ocasiona la actividad extractiva.

2.   Subsidio a la gasolina como expresión de la cultura extractivista-rentista


En un Informe sobre “Perspectivas energéticas mundiales”, la Agencia Internacional de Energía y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico estiman que Venezuela subsidia el 75,3% del costo de la gasolina, equivalente a $15.700 millones, 6,9% del PIB y $689,2 por persona[3].

Si comparamos el precio de venta en el mercado interno con el precio de exportación, el subsidio es de $ 11.834 millones anuales. Pero si la comparación se hace con los precios internacionales (que es mayor que el precio de exportación) el subsidio sube a $ 15.700 millones, cifra superior a las transferencias de PDVSA a las misiones sociales.

Subsidio a la gasolina años 2007-2011

(en MM $)

INDICADORES
2007
2008
2009
2010
2011
Subsidio por costo ($)
-108
-439
-341
-488
-750
Subsidio X Ingreso ($)
-5.839
-8.402
-5.353
-7.805
-11.834

Fuente: Balances financieros de PDVSA, PODE varios años, BCV, cálculos propios

Y si comparamos el monto del subsidio solamente para cubrir los costos de producción, sin contar el subsidio a los transportistas y gasolineras, el monto llega a $ 750 millones anuales, equivalente al 15,20 % de la utilidad neta de PDVSA. En cualquier caso, estamos hablando de montos extraordinariamente altos que pudieran ser reorientados a atender necesidades sociales insatisfechas, tales como el transporte público o viviendas. 

Subsidio a la gasolina

$ MM

INDICADORES
2008
2009
2010
2011
Utilidad de PDVSA (Millones de $)
9.413
4.498
3.202
4.945
Subsidio X Costo (Millones de $)
439
341
488
750
Relación Subsidio/Utilidad Neta
4,70%
7,60%
15,30%
15,20%

Fuente: Balances Financieros de PDVSA y cálculos propios

3.   ¿Cuánto cuesta la gasolina en Venezuela?


Mientras en EE.UU., Unión Europea y Japón el precio de la gasolina no baja de $ 3,90 el galón de 3,78 litros, en Venezuela la  gasolina de 91 octanos se vende a 0,07 Bs/litro y la de 95 octanos a 0,097 Bs/litro. Esto es menos de 2 centavos de dólar por litro. Una botellita de agua mineral cuesta 100 veces más que un litro de gasolina.

En aquellos países, llenar un tanque de 60 litros cuesta más de 60 dólares, mientras que en Venezuela solo vale 5,80 bolívares, menos de un dólar a la tasa de cambio oficial de 6.30 Bs/$. Si se va a la estación de servicio una vez a la semana, esto significa un subsidio aproximado de $ 60 dólares, que multiplicado por 52 semanas representa un subsidio de $ 3.120 por vehículo al año. Si multiplicamos este monto por los 4 millones de vehículos particulares y de alquiler (Ver cuadro) que circulan en el territorio nacional, resulta ser que anualmente se destinan 12 mil 480 millones de dólares a subsidiar un consumo de gasolina cada vez más irracional.

Pero no se trata de vender la gasolina al precio internacional, sino de debatir las consecuencias de un escandaloso subsidio que estimula el despilfarro del combustible, contribuye a incrementar la emisión de gases de efecto invernadero y a colapsar el tráfico en todas las ciudades. Sobre esta base podremos identificar mejores argumentos que contribuyan a sincerar el precio de la gasolina, no solo para cubrir los costos de producción y mejorar las cuentas de PDVSA, sino también para aliviar las presiones de extraer más petróleo destinado a satisfacer un consumo a todas luces irracional y derrochador, propiciando así la transición a un modelo post-extractivista.

Precios del combustible
(US$ por litro)
 
2008
2010
2012
Argentina
0,78
0,96
1,46
Brasil
1,26
1,58
1,39
Colombia
1,04
1,41
1,28
Cuba
1,67
1,72
1,40
Ecuador
0,51
0,53
0,58
España
1,23
1,56
1,75
EE.UU.
0,56
0,76
0,97
Francia
1,52
1,98
1,91
Rusia
0,89
0,84
0,99
Italia
1,57
1,87
2,28
Japón
1,42
1,60
2,00
México
0,74
0,81
0,86
Venezuela
0,02
0,02
0,02

Fuente: Banco Mundial

4.   ¿A quién beneficia el subsidio a la gasolina?


El subsidio a la gasolina es una medida que aparentemente favorece a los que menos tienen pero, en realidad, facilita una redistribución regresiva del ingreso que solo beneficia a los que más tienen. Cuando se destinan cuantiosos recursos públicos para subsidios indirectos que benefician a pobres y ricos por igual, se comete una injusticia redistributiva ya que los más pudientes no necesitan que se les subsidie nada. Las clases de mayores recursos tienen la capacidad económica suficiente para comprar uno o varios vehículos, mientras que los más pobres se ven obligados a trasladarse en un sistema de transporte público cada vez más deficiente.

Si se sincera el precio de la gasolina con base en el precio al que se exporta, que es menor al precio internacional, aún se estaría vendiendo la gasolina a precios por debajo del precio al que se vende en la mayoría de países, pero cada año se obtendrían cerca $ 11.834 millones en ingresos adicionales, los cuales bien pudieran ser invertidos en modernizar y ampliar el sistema de transporte público, el cual es utilizado justamente por las personas de menores recursos que no tienen como adquirir un vehículo.

Esto si sería una verdadera medida de justicia redistributiva, toda vez que el ajuste del precio de la gasolina lo pagarían quienes más tienen, aportando ingresos fiscales adicionales para ser invertidos en la ampliación y modernización de la flota de transporte público y en el financiamiento de otros programas de interés social.

5.   Subsidiar la gasolina es reaccionario y antipopular


En el imaginario venezolano está muy arraigada la idea de vivir en un país rico que cuenta con las mayores reservas de petróleo del mundo. Por eso considera natural que el precio de la gasolina sea tan barato y lo asume como un derecho adquirido. Sin embargo, se trata de un subsidio regresivo que, como se ha demostrado, favorece sobre todo a los propietarios de vehículos de alta cilindrada con alto consumo de gasolina, mientras que los más pobres que no tienen carro no se benefician del subsidio. 

Las misiones sociales han sido la estrategia del Gobierno para luchar contra el desempleo, la pobreza y la exclusión social.  A través de transferencias directas,  PDVSA apoya a casi todas las misiones sociales y programas de desarrollo social que ejecuta el Gobierno. De los 28 millones de venezolanos, el Estado favorece con un subsidio regresivo a la minoría con mayor poder adquisitivo, pues distribuye cerca de 12 mil millones de dólares a los propietarios de 3 millones.635 mil vehículos particulares -a razón de $ 3.120 por vehículo-, mientras que a 25 millones de personas que no poseen vehículo, distribuye 20 mil 549 millones de dólares, lo que equivale a 821,96 dólares p/c anuales.[4]

Parque automotor en circulación, según tipo , 2000-2012

Tipo de Vehículo
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
Total
3.769
3.851
4.380
5.219
4.812
4.946
5.016
Particular
2.399
2.589
2.940
3.425
3.487
3.584
3.635
Alquiler/1
259
280
304
401
334
343
348
Carga
586
632
759
956
907
932
946
Colectivos 2/
35
38
41
33
47
49
49
Motocicletas
245
313
336
404
37
38
38

 Fuente: INE

De allí que el subsidio a la gasolina se esté convirtiendo en una medida reaccionaria y antipopular que empieza a provocar un creciente malestar e indignación en los sectores de menores ingresos que no sienten el beneficio de semejante subsidio. Desde las bases populares se empieza a plantear la necesidad de sincerar el precio del combustible para redistribuir ese ingreso desde los sectores que más carros tienen, hacia los sectores que no tienen un vehículo propio. Están cada vez más conscientes de que el bajo precio del combustible beneficia sobre todo a las familias que tienen dos, tres o más vehículos; mientras que los que no tienen carro se ven obligados a desplazarse en autobús o metro y, por lo tanto, en nada se benefician de una gasolina irracionalmente barata.

No se trata de subir el precio al nivel internacional ni de aplicar aumentos de forma brusca y torpe que provoquen malestar y protestas populares. Se trata de sincerar gradualmente el precio del combustible para desestimular su despilfarro, reducir la emisión de gases de efecto invernadero, bajar la presión para extraer más petróleo, cubrir los costos de producción de PDVSA y generar un excedente destinado a modernizar la flota de transporte público que ayude a mejorar las precarias condiciones en las que viajan quienes no poseen vehículo. Eso sería mucho más progresista, justo y equitativo. 

6.   El costo fiscal del subsidio a la gasolina


En la Asamblea Nacional se plantea discutir una propuesta de reforma fiscal para aumentar la recaudación de impuestos. Las actuales restricciones presupuestarias que confronta el gobierno nacional hacen propicia la ocasión para debatir sobre las gratuidades y subsidios indebidos que ejercen una fuerte presión sobre el déficit fiscal y, por lo tanto, deberían ser revisados y rectificados con el fin de evolucionar de la actual cultura rentista hacia una nueva cultura tributaria.

Si en Venezuela se quiere superar la cultura rentista, que celebra la eliminación de los peajes, el subsidio a la gasolina, al gas, a la electricidad, al agua y siempre espera que todo lo pague el petróleo, el país tiene que evolucionar hacia una nueva cultura tributaria y estar conscientes de la necesidad de transformar esos subsidios regresivos en impuestos progresivos que faciliten una distribución progresiva y más equitativa de la riqueza.

Para cerrar el déficit fiscal el gobierno puede apelar al camino largo de la reforma tributaria y el perfeccionamiento de los mecanismos de recaudación, o irse por la vía corta de la devaluación con fines fiscales, tal como lo ha hecho en otras ocasiones. La devaluación le posibilita al fisco obtener en el acto más bolívares al vender el ingreso petrolero (más de $ 95.000 millones en 2012) no a 6.30 Bs/$ sino al doble, tal como lo está haciendo en las subastas de divisas. No olvidemos que la principal fuente de ingresos fiscales sigue siendo el ingreso fiscal de origen petrolero. El Petróleo se vende en el mercado internacional en dólares y luego esos dólares se convierten en bolívares, a 6.30 Bs/$ según la tasa oficial y a 12 o más en las subastas del Sistema Complementario de Administración de Divisas (SICAD). Al ser el Estado venezolano el perceptor del 95% ó más del ingreso en divisas, esa situación provoca que cualquier medida que se adopte de vender los dólares más caros, se traduce de inmediato en una transferencia de recursos del resto de la sociedad que tiene bolívares, a favor del Estado que es el dueño del 95 % de los dólares.

Cualquier medida de devaluación opera entonces como un impuesto cambiario que nutre e inyecta ingresos fiscales adicionales. De hecho, cuando empeora el déficit fiscal como porcentaje del PIB, cuando cae el precio del petróleo y se derrumba el ingreso fiscal de origen petrolero, cuando se contrae la economía y se  recauda menos IVA e ISR, se suele apelar a la devaluación como un impuesto cambiario que permite conjurar los problemas de flujo de caja en la Tesorería Nacional, y así poder mantener al día el pago de nómina, contratistas, proveedores, misiones sociales, etc. Por lo tanto, en la necesidad de generar más ingresos fiscales para reducir el déficit y sostener el creciente nivel de gasto público subyace una de las razones de más peso a la hora de tomar la decisión de devaluar.

Entre 1998-2012 el Índice Nacional de Precios al Consumidor se incrementó 1.270%, los costos de extracción del barril de petróleo se elevaron 111% y los del barril de gasolina 163%; sin embargo, el precio interno de este combustible se ha mantenido constante, lo cual implica pérdidas millonarias para PDVSA. Por lo tanto, en un contexto de restricciones fiscales y presupuestarias, mantener un subsidio de $ 750 millones para poder cubrir los costos de producción de la gasolina, o dejar de percibir más de $ 11.000 millones al vender la gasolina en el mercado interno por debajo del precio de exportación, se hace cada vez más inviable y puede tener un costo político muy elevado, toda vez que se desvían cuantiosos recursos que bien pudieran ser destinados a atender los urgentes problemas sociales que aún están pendientes.  

7.   ¿Devaluar el bolívar o aumentar la gasolina?


Sin embargo, en un país donde casi todo los años hay una elección de concejales, alcaldes, gobernadores, diputados a presidente, el costo político de devaluar puede ser muy alto. Tomando en cuenta que todo gobierno es un actor político que busca minimizar las pérdidas y maximizar las ganancias por cada decisión que tome, calculadas en términos de popularidad, elecciones ganadas, porcentaje de votos con los que se triunfa, etc., en un año electoral, el gobierno escogerá entre devaluar o aumentar el precio de la gasolina para cerrar el déficit fiscal, según lo que indique su análisis de costo-beneficio político

Por los antecedentes que explicaremos más adelante, tanto la devaluación como el aumento del precio de la gasolina parecieran ser medidas políticamente incorrectas, en vísperas de las elecciones municipales previstas para el 8 de diciembre de 2013. Se asume que el costo en votos de cualquiera de las dos medidas puede ser muy alto, y a pesar de que pueden generar abundantes recursos para financiar la gestión municipal y el fortalecimiento del poder comunal, la dirigencia política evade este tema y ni siquiera se discuten sus ventajas y desventajas como parte del debate electoral.

Al monopolizar las decisiones sobre el anclaje cambiario y el subsidio a la gasolina, en lugar de consultar al pueblo y dejar que sea él quien decida, cualquier ajuste que se haga termina siendo interpretado como un fracaso del gobierno. Pero en una democracia participativa y protagónica como la que en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela se plantea construir, esta decisión debería ser sometida a referendo consultivo -tal como lo establece el artículo 71 de la Constitución-, para que sea la ciudadanía la que se pronuncie y decida, y así se cumpla el principio de “un gobierno que manda obedeciendo la voluntad del pueblo”.

8.   Los costos del contrabando de extracción


En Colombia, el galón de 3,78 litros cuesta 8.600 pesos; o sea, 2.275 pesos por litro. Con base en una tasa de cambio 1.900 pesos por dólar y 6.30 Bs/$, un bolívar equivale a 301,6 pesos. Si dividimos 2.275 pesos que cuesta el litro entre esta tasa de cambio de 301,6 bolívares por peso, esto significa que un litro de gasolina que se compra en Venezuela a 0.097, en Colombia equivale a Bs. 7,5. En otras palabras, a la tasa de cambio oficial, en Colombia un litro de gasolina cuesta 78 veces más. Dicho de otra forma, el litro de gasolina que en Colombia cuesta 2.275 pesos, en Venezuela cuesta solo 29 pesos, y esto se traduce en un enorme estímulo para que los vehículos colombianos crucen  la frontera y llenen el tanque de gasolina en las estaciones de servicio venezolanas. En efecto, llenar un tanque de 80 litros de 95 octanos por apenas 2.320 pesos (lo que cuesta un solo litro en Colombia) para luego revenderlo por 182.000 es un negocio muy lucrativo que incentiva el contrabando de extracción. Con un viaje diario de lunes a viernes cualquiera obtiene un ingreso aproximado de $ 500 a la semana y $ 2.000 al mes. Esto sin considerar los vehículos de las redes de contrabandistas que han sido acondicionados con tanques con capacidad de 250 litros y más.

Ante semejante diferencial de precios, cualquier control o medida represiva que se tome con la intención de combatir el contrabando de extracción, siempre será insuficiente. La solución no está en más alcabalas y controles sino en erradicar el principal estímulo a tales prácticas perversas e ilegales. Sincerar el precio de la gasolina, sin que esto signifique llevarlo al precio internacional, permitirá reducir este enorme diferencial, que es la principal causa del contrabando de extracción. 

Venezuela procesa 330.000 barriles diarios de gasolina y se estima que hacia Colombia sale el equivalente a 25.000 barriles diarios, a través del contrabando en pequeños barriles y camiones-cisterna. A un precio de $ 90 por barril, la perdida por el contrabando de extracción supera los $ 800 millones anuales. Es tan elevada la salida ilegal del combustible que se han dejado de exportar gasolina para consumirla en el mercado interno. La producción nacional ya no alcanza y se mantiene una creciente presión para importar componentes y satisfacer semejante demanda.

En el caso de la gasolina subyace la misma lógica que explica la ninfomanía del dólar. El precio oficial se mantiene anclado por varios años, mientras que el  precio que se forma en el mercado se va alejando de la cotización oficial. El dólar de CENCOEX, e incluso el de las subastas del SICAD, resultan muy baratos en comparación con el precio que la gente está dispuesta a pagar por la divisa en el mercado paralelo. Semejante brecha entre uno y otro precio es lo que estimula una insaciable demanda de las divisas subsidiadas a la tasa de cambio oficial.

Los problemas relacionados con el contrabando de gasolina y la especulación con las divisas no se debe a fallos del mercado, sino a fallas de las decisiones gubernamentales que han optado por congelar el precio de la gasolina y mantener anclada la tasa oficial de cambio, en un contexto inflacionario.

La cura de la ninfomanía del dólar y la solución al contrabando de extracción no dependen de la mano invisible del mercado, sino de la mano que firma la decisión gubernamental para sincerar tanto el precio de la gasolina como el precio del dólar. La reciente crisis económica mundial dejó claro los estragos que causan las fuerzas ciegas del mercado cuando se dejan sin regulación ni control, pero también las regulaciones arbitrarias y rígidas han demostrado el terrible daño que le hace a la economía y el bienestar de una Nación el desconocimiento e incomprensión de las leyes que rigen las decisiones económicas, no solo de los grandes grupos económicos y corporaciones transnacionales, sino también de los ciudadanos de a pie.

9.   Reconversión a gas


En Venezuela el discurso oficial cuestiona el consumo exagerado de energía en el mundo, principalmente por parte de los países industrializados, al cual le atribuye el calentamiento global y el acelerado proceso de deterioro ambiental que amenaza la supervivencia de la humanidad y de la vida en nuestro planeta. Desde el gobierno se plantea que el cambio climático y sus arrasadores impactos son provocados por un sistema de producción y consumo esencialmente depredador. Paradójicamente, Venezuela no es solo uno de los principales productores mundiales de hidrocarburos, sino el país con la gasolina más barata del mundo, lo cual estimula un consumo irracional del combustible que agrava la emisión de gases de efecto invernadero. Esta realidad está en abierta contradicción con la “Misión Revolución Energética” que impulsa el Gobierno Bolivariano de Venezuela, toda vez que el pernicioso subsidio a la gasolina dificulta la transición hacia un nuevo modelo social basado en el uso consciente, eficiente y  responsable de la energía. El bajo precio de los combustibles lo que hace es estimular las conductas derrochadoras y altamente contaminantes.

La Misión Revolución Energética[5]  fue lanzada el 17 de Noviembre de 2006, por el Presidente Chávez, con el fin de contribuir a preservar el planeta a través de medidas que contribuyeran a racionalizar la generación, distribución y consumo de energía derivada de los combustibles fósiles. Esto requiere elevar la conciencia ambientalista de la ciudadanía, propósito para el que en nada contribuye el escandaloso subsidio a la gasolina.

Un esfuerzo infructuoso lo encontramos en el Proyecto Autogas[6]. Esta iniciativa forma parte de la Misión Revolución Energética y se basa en la construcción de estaciones de servicio con despacho de Gas Natural Vehicular (GNV) para facilitar la reconversión del parque automotor que funciona con gasolina al sistema de GNV. Pero en Venezuela es tan barato el precio de la gasolina que no hay mayor incentivo económico para sustituirla por el gas, y esto impide avanzar hacia un nuevo modelo que contribuya a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero que agravan el problema del calentamiento global. La infraestructura de abastecimiento de GNV será cada vez más utilizada a medida que el fortalecimiento de la conciencia ambientalista se complemente con la corrección de un precio de los combustibles que propicia su despilfarro y derroche.

Aunado al irracional consumo que genera el bajo precio de la gasolina, las prolongadas sequías detonaron la crisis del sistema de generación de hidroelectricidad, cuestión que afectó la sustitución de plantas generadoras que funcionan con diésel. Mientras el costo de generación en las plantas termoeléctricas sigan siendo más bajo que otras alternativas, en la lógica economicista dominante se seguirá imponiendo la alternativa más barata y se afectará también la fabricación e instalación de equipos para la generación de electricidad a través de fuentes alternativas de energía como la eólica y la solar.

Venezuela posee una posición privilegiada en cuanto a sus reservas probadas de gas que la ubican en el  primer  lugar en Latinoamérica y en el séptimo a nivel mundial. Se trata de un gas natural menos contaminante y de bajo costo de producción, que representa una opción más económica que los combustibles líquidos, siempre y cuando se sincere el precio de la gasolina. De masificarse su demanda, se podría reducir significativamente la extracción de más de 700 mil barriles diarios de petróleo que se destinan al consumo interno.

Vale decir aquí, que el alto consumo nacional resta cada vez más volumen a las exportaciones de productos derivados, las cuales cayeron de $ 226 mil barriles diarios en 1998 a solo 40 mil barriles en 2012, revitalizando así el modelo extractivista basado en la exportación de recursos naturales y energéticos sin valor agregado. La caída de las exportaciones de gasolina se acentuó debido a que -para paliar la crisis energética-, Pdvsa destinó mayor cantidad de combustibles para generar electricidad en las nuevas plantas termoeléctricas.

Sincerar el precio de la gasolina pasa por una intensa campaña educativa y concientizadora que permita a la ciudadanía comprender en toda su magnitud los efectos de la contaminación atmosférica en la salud y la vida en el planeta y, sobre esta base, promover la reconversión de gasolina a gas del parque automotor. Pero mientras la gasolina se mantenga tan barata no habrá ningún estímulo para sustituirla por gas y, por el contrario, estimula un consumo irracional. Un ajuste del precio plantearía la necesidad y conveniencia de reconvertir a gas el parque automotor, a fin de racionalizar el consumo, reducir costos de transporte y contar con un ambiente menos contaminado.

10.       ¿Qué pasaría si aumentan el precio de la gasolina?


Las protestas que estallaron en Brasil en el año 2013, a raíz del aumento de los pasajes del transporte público, han servido en Venezuela para recordar los terribles y trágicos sucesos del Caracazo en el año 1989, cuyo detonante fue precisamente el aumento de la gasolina y su impacto en el incremento de los pasajes. Desde entonces, buena parte de la actual dirigencia política está convencida de que cualquier incremento en el precio del combustible automáticamente desatará una protesta popular. Aun así, el gobierno de Rafael Caldera en el año 1996 aumentó el precio de la gasolina sin que se produjera ninguna protesta popular, en un contexto en el que los flagelos del desempleo, pobreza y exclusión social golpeaban duramente a la mayoría de la población.

La falsa creencia de que el Caracazo fue la consecuencia inmediata del aumento de la gasolina no toma en cuenta el contexto en el cual se produjo la insurrección popular del año 89, cuando el aumento de la gasolina fue el detonante más no la causa de las protestas. Recordemos que las mismas estallaron debido al creciente descontento por la aplicación de un severo programa de ajuste neoliberal, conformado por medidas antipopulares tales como: liberación de precios, aumento de las tasas de interés, eliminación del control de cambio con su impacto inflacionario, apertura a las importaciones que barrieron con el aparato productivo y privatización de empresas del Estado con la consiguiente reducción de nóminas y pérdida de millares de puestos de trabajo.

Actualmente, el contexto es radicalmente diferente. Los sectores más vulnerables de la población reciben el beneficio de la inversión social de la renta petrolera y están muy identificados con la Revolución Bolivariana. Por esta razón, atenderían masivamente el llamado del gobierno para participar en un referendo consultivo sobre el precio de la gasolina, sobre todo si se deja claro que un importante porcentaje del aumento se destinará a modernizar y ampliar el sistema de transporte público y a financiar los programas sociales y proyectos comunales. Si la decisión queda en manos del pueblo, no existe la más mínima probabilidad de que se produzca un segundo Caracazo

11.       Referendo consultivo para decidir el precio de la gasolina


Tras el falso supuesto de favorecer al pueblo al suministrarle la gasolina más barata del mundo, se esconde un subsidio reaccionario y antipopular que beneficia sobre todo a las clases de mayores ingresos, la cual consume toda la gasolina que no consume la población más pobre. En tales circunstancias, no se puede seguir posponiendo el necesario debate sobre las perversas consecuencias que está generando el mantener semejante subsidio. De lo contrario, las protestas populares pueden estallar, pero esta vez para exigir que se sincere el precio de la gasolina y se reoriente ese subsidio antipopular en favor de la población más humilde que no tienen carro, la cual sigue condenada a utilizar un sistema de transporte muy precario, que bien pudiera ser modernizado y ampliado si se invierten esos recursos en la creación de empresas comunales de transporte público.

Sincerar el precio de la gasolina no solo permitiría aliviar las cuentas deficitarias de PDVSA, sino también reorientar un porcentaje importante de ese subsidio en beneficio de los sectores más humildes que no cuentan con suficientes ingresos para comprar un vehículo a los precios actuales y, por lo tanto, en nada se benefician del subsidio a la gasolina. De esta forma, el ajuste del precio de la gasolina sería recibido como una medida progresista, en beneficio de la inmensa mayoría de la población, pues los recursos que actualmente son aprovechados por las clases de mayores recursos, serían reorientados a financiar proyectos de interés social.

El artículo 71 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela plantea claramente que:

Las materias de especial trascendencia nacional podrán ser sometidas a referendo consultivo por iniciativa del Presidente o Presidenta de la República en Consejo de Ministros; por acuerdo de la Asamblea Nacional, aprobado por el voto de la mayoría de sus integrantes; o a solicitud de un número no menor de diez por ciento de los electores y electoras inscritos en el registro civil y electoral.

También podrán ser sometidas a referendo consultivo las materias de especial trascendencia municipal y parroquial y estadal. La iniciativa le corresponde a la Junta Parroquial, al Consejo Municipal y al Consejo Legislativo, por acuerdo de las dos terceras partes de sus integrantes; el Alcalde o Alcaldesa y el Gobernador o Gobernadora de Estado, o a solicitud de un número no menor de diez por ciento del total de inscritos en la circunscripción correspondiente.

Con base en este mandato constitucional, la Cadena Capriles que reúne varios medios de comunicación impresos de circulación nacional, en el año 2013 efectuó un sondeo en el que participaron 3.802 lectores. A la pregunta "cree necesario un aumento del precio de la gasolina", el 64% aseguró estar de acuerdo con un incremento.[7]

Es hora de promover un amplio debate nacional para que sea la ciudadanía, en el marco de la democracia participativa y protagónica que plantea la Constitución, la que decida si se debe aumentar el precio de la gasolina, en qué monto y en dónde se deberían invertir los miles de millones de dólares que anualmente se perciban por el ajuste del precio del combustible.

Como ya se ha dicho, no se trata de regalar la gasolina ni de venderla al precio internacional. El quid de la cuestión radica en asegurar el apoyo popular a una medida destinada a reorientar, a favor de la inversión social, este pernicioso subsidio. Por ser esta una materia de especial trascendencia nacional, debería ser sometida a referendo consultivo por parte del Presidente de la República. Si se deja claro que el mayor porcentaje de la recaudación por el aumento se destinará al financiamiento de programas sociales, comenzando por la modernización y ampliación de la flota de transporte público en todo el país, y que el precio de los pasajes no se incrementará, el pueblo venezolano respaldará masivamente la decisión de sincerar el precio de la gasolina.

12.       La renta petrolera en el debate nacional


En el debate nacional sobresalen dos visiones contrapropuestas en torno al destino que debe tener la renta petrolera. Por un lado, el planteamiento oficial de priorizar la inversión social de la renta con el fin de reducir el desempleo, la pobreza y la exclusión social, y de distribuir la renta a través de una amplia gama de subsidios que -además del de la gasolina- incluyen el subsidio al dólar oficial, los alimentos, la electricidad, el gas, los peajes, etc.

La otra visión es la de la oposición de derecha que considera el gasto público como una erogación improductiva que lleva al déficit fiscal y plantea reducir el gasto público para distribuir la renta a través de incentivos arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras gubernamentales, etc. que sirvan para atraer la inversión nacional y extranjera como fuente generadora de empleo y riqueza, y dejar que sean los mecanismos de la oferta y la demanda los que definan el nivel de precios, eliminando toda gama de subsidios y controles por parte del Estado.

Ambas visiones tienen en común la cultura extractivista-rentista que se expresa en la decisión de captar la mayor renta posible, bien sea a través del aumento de la extracción de petróleo o del aumento de los precios del crudo, en función de utilizar la misma para financiar el gasto público o los incentivos a la inversión nacional o extranjera. La diferencia radica en que una protege a los trabajadores y excluidos, mientras que la otra favorece a los empresarios e inversionistas. La primera suele incurrir en prácticas populistas al garantizar de manera indefinida e incondicional ingresos que no son fruto del trabajo. La segunda cae en una desviación economicista que, al reducir el desarrollo al crecimiento del PIB, tiende a otorgar al inversionista una amplia gama de incentivos fiscales, financieros, cambiarios, sin tomar en cuenta la tendencia a la distribución regresiva del ingreso que suele favorece al factor capital en detrimento del factor trabajo, razón por la cual un mejor desempeño del PIB no siempre se traduce en una mejora de las condiciones de vida del trabajador.

En una sociedad extractivista y rentista los actores económicos y sociales se acostumbran a obtener ingresos y ganancias que no son fruto de su esfuerzo productivo ni de un mejor desempeño empresarial. El gran reto nacional consiste en sustituir la mentalidad extractivista y rentista por una nueva cultura del trabajo y la inversión productiva, sin caer en el populismo o el reduccionismo economicista.

Tanto la inversión social como el estímulo a la inversión productiva son imprescindibles para poder transformar la economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo que propicie el desarrollo humano integral. La transición al post-extractivismo comienza por limitar la extracción de petróleo, minerales y materias primas única y adecuarlo exclusivamente a las necesidades de la producción industrial nacional, en función de generar abundantes fuentes de trabajo estables y bien remuneradas, sustituir importaciones, diversificar la oferta exportable y generar nuevas fuentes de divisas que hagan al país menos dependientes del aumento de la extracción de petróleo para poder captar una mayor renta que permita financiar la inversión social.  

El último aumento de precio de la gasolina se realizó en 1996. Desde entonces, los costos de producción, distribución y comercialización del combustible no han dejado de aumentar y superan ampliamente el precio congelado hace 18 años. Con base en los costos de producción, este subsidio representa una pérdida anual estimada en $ 750 millones, sin tener en cuenta el subsidio para el almacenamiento, transportistas y estaciones de servicio. Si comparamos el precio de venta en el mercado interno con el precio de exportación, el subsidio es de $ 11.834 millones anuales. Pero si la comparación se hace con los precios internacionales (que es mayor que el precio de exportación) el subsidio sube a $ 15.700 millones, equivalentes a 6,9% del PIB. Ambas cifras son superiores a las transferencias de PDVSA a las misiones sociales.

Si se sincera el precio de la gasolina con base en el precio al que se exporta -que es menor al precio internacional-, aún se estaría vendiendo la gasolina a precios por debajo del que se vende en la mayoría de países, pero cada año se obtendrían cerca $ 11.834 millones en ingresos adicionales, que bien pudieran ser reorientados a la Misión Vivienda, a la construcción de hospitales, o a la ampliación del sistema de transporte público, el cual es utilizado justamente por las personas de menores recursos que no tienen como adquirir un vehículo propio. Esto si sería una verdadera medida de justicia redistributiva, toda vez que el ajuste del precio lo pagarían quienes más tienen, aportando ingresos fiscales adicionales para ser invertidos en la ampliación y modernización de la flota de transporte público y en el financiamiento de otros programas de interés social.

Por los prejuicios que predominan en torno al impacto que puede tener el aumento de la gasolina como detonante de protestas populares, en Venezuela este asunto se ha convertido en un tema tabú y su tratamiento público suele ser considerado políticamente incorrecto, razón por la cual el gobierno y la dirigencia política oficialista le saca el cuerpo y ni siquiera se atreve a discutirlo. La creencia limitante de que un aumento del combustible servirá de pretexto para aumentar las tarifas del trasporte público y que esto se convertirá en el detonante de un estallido social, impide que el tema se debata abiertamente y sin prejuicios, mucho menos si se trata de un año electoral.

Desde el año 2004, el gobierno bolivariano viene considerando y posponiendo la medida de sincerar el precio de la gasolina, sin llegar a concretar la decisión, debido al supuesto costo político que le atribuye. Atrapados en creencias limitantes y a fuerza de repetir lugares comunes y afirmaciones sin sustento, se ha impedido el debate nacional sobre una decisión que podría evitar el derroche de gasolina, reducir la extracción de petróleo para el consumo nacional y la emisión de gases de efecto invernadero, aliviar el pesado tráfico en las ciudades del país, evitar un mayor deterioro del sistema vial y generar más de 11 mil millones de dólares anuales para financiar la inversión social y los proyectos de infraestructura y servicios de apoyo que requiere la actividad productiva. Ha terminado por imponerse un cálculo político-electoral montado sobre falsos supuestos y creencias equivocadas, con lo cual se prolonga el consumismo despilfarrador de gasolina, posponiendo y desplazando las grandes decisiones que permitan avanzar hacia un modelo post-extractivista.

En el año 2004, Alí Rodríguez Araque, para entonces presidente de PDVSA, al cuestionar que la gasolina en el país prácticamente se regalaba, planteó la necesidad de corregir el precio del combustible: “No hay razón para que los venezolanos paguen el precio de referencia internacional de la gasolina, pero en mi opinión deberían pagar un precio que cubra los costos de extracción, los costos de refinación y los de colocación en las estaciones de servicio”.[8]

Por su parte, en el año 2007 el Presidente Chávez  dijo: “El otro tema, y yo así lo anuncio, es la gasolina. En ocho años no hemos tocado el precio y en verdad ya es una grosería, pues, vender la gasolina como la estamos vendiendo; mejor sería regalarla. Y como he visto unos estudios por ahí, la clase media y la clase alta son los que más se benefician, porque el pobre se monta en su autobús, en su Metro, y entonces, Rafael, (dirigiéndose al Ministro de Petróleo y presidente de PDVSA Rafael Ramírez) vamos a incrementar el precio de la gasolina, ustedes recomiéndenme el modelo y el modo, de manera tal que no afecte para nada al transporte de alimentos, la inflación ni nada de eso, no señor, no tiene por qué incrementar el costo de nada; y va a pagar el que va a llenar el BMW o tiene tremenda camioneta”.

La eliminación del subsidio regresivo a la minoría propietaria de vehículos aún espera por un debate nacional para que sea la ciudadanía la que decida qué hacer con el precio de la gasolina. Los argumentos económicos, sociales, políticos y ambientales sobran para vencer las resistencias culturales existentes en la dirigencia política, el tejido empresarial e, incluso, en los sectores populares que serían los más favorecidos con esta medida.

Sin embargo, prevalecen las resistencias a debatir la viabilidad de sincerar el precio del combustible para reorientar ese subsidio al financiamiento de a la inversión social y productiva. Si un momento es oportuno para discutir este tema es justamente en el marco de los debates en la Comisión Económica para la paz, toda vez que no se trata solo de debatir sobre las pérdidas que representa para PDVSA, sino de cuantiosos recursos que bien pudieran destinarse a financiar las misiones sociales y los estímulos a la inversión productiva que tanto se requiere ahora para superar los problemas de escasez, acaparamiento y especulación que tanto malestar causan en la población venezolana.

Un debate abierto, serio y educativo permitiría a la ciudadanía identificar los pro y contra de cada medida. Así, podría comprender que la devaluación, al encarecer el componente importado, atiza la inflación que deteriora el poder adquisitivo de sus salarios; mientras que el ajuste de la gasolina no sería inflacionario y, más bien, permitiría captar más de $ 11.000 millones de dólares anuales para financiar la inversión social y productiva, así como los proyectos de los consejos comunales orientados a impulsar una nueva economía comunal.

Y el mejor momento para reorientar este subsidio es una coyuntura de precios del petróleo estables, como la actual. No hay que esperar a que se produzca una caída en la cotización de los crudos semejante a la del año 2009, cuando la situación fiscal se tornó tan crítica que obligó al gobierno a devaluar en un 100 % el bolívar y a subir el IVA de 9 a 12%.

13.       ¿Cómo sensibilizar y concientizar a la población?


Tan bajo es el precio de la gasolina, que las estaciones de servicio reciben un subsidio como remuneración por la comercialización del combustible al público. Este valor es establecido por el Ministerio Petróleo desde el año 2006, y se calcula como un margen estratificado por ventas de combustibles. De modo que sigue siendo un subsidio público a una red de concesionarios privados que bien pudiera pasar a ser controlada por la economía comunal.

Con el fin de construir una amplia base de apoyo social que permita sincerar sin traumas el precio de la gasolina, se podrían transferir las estaciones de servicio a las Comunas para que éstas administren el incremento del combustible y lo inviertan en diferentes proyectos de interés comunitario. Un proyecto emblemático pudiera ser la creación de empresas comunales de transporte público, lo cual permitiría ampliar el número de unidades, imprimiendo un poderoso impulso a la nueva economía comunal, bajo el control de los trabajadores directos y de las comunidades organizadas.

En Venezuela también se subsidia el costo del flete o servicio de transporte que prestan las cisternas. Si bien es cierto que con la promulgación de la Ley Orgánica de Reordenamiento del Mercado Interno, el transporte de los combustibles quedó reservado al Estado a través de la Empresa Nacional de Transporte, la cual opera el 60% de la oferta de combustible, el 40% restante sigue siendo operado por empresas privadas bajo contratos de servicio que también pudieran ser asumidos por nuevas empresas comunales creadas con los recursos que se generen, una vez ajustado el precio de la gasolina. Si el destino del aumento se deja claro, el pueblo venezolano respaldará mayoritariamente la decisión de sincerar el precio de la gasolina, toda vez que resultará ser el más favorecido. 

De acuerdo al Artículo 48 numeral 3, de la Ley Orgánica de Hidrocarburos, “Por cada litro de producto derivado de hidrocarburos vendido en el mercado interno entre el 30% y 50% del precio pagado por el consumidor final, será retenido en la fuente de suministro para ser enterado anualmente al Fisco Nacional”. Adicionalmente se establece que “El Ejecutivo Nacional podrá exonerar, total o parcialmente, por el tiempo que determine, el Impuesto al Consumo General, a fin de incentivar determinadas actividades de interés público o general. Puede igualmente restituir el impuesto a su nivel original cuando cesen las causas de la exoneración.”

En el pasado, este margen era destinado a subsidiar programas sociales, entre los que figuraba el programas atendido por la Fundación Fondo Nacional de Transporte Urbano (FONTUR), el cual recibía un porcentaje por cada litro de gasolinas o diesel comercializado en el mercado interno para financiar la adquisición de unidades de transporte colectivo. Pero ante el irrisorio precio del combustible, y debido al enorme incremento en los precios de las unidades de transporte, el monto recaudado no permite reponer y mucho menos ampliar la flota de transporte.

La construcción del Estado Comunal requiere que el poder sea ejercido directamente por el pueblo a través de los consejos comunales, comunas y ciudades comunales. Estas diferentes formas de autogobierno comunal, al administrar directamente los recursos públicos, le imprimirán un fuerte impulso a la participación de la ciudadanía en la formulación, ejecución y control de los planes y presupuestos relacionados con los proyectos necesarios para mejorar el bienestar social.

En esta dirección, un porcentaje del aumento recaudado, podría ser destinado a fondear la Banca Comunal y a crear una nueva Sociedad Comunal de Garantías Recíprocas, cuyas agencias funcionarían en cada estación de servicio y pasarían a ser dos poderosos instrumentos para impulsar el Sistema Económico Comunal, dedicado a la producción de bienes y servicios imprescindibles para satisfacer las necesidades básicas y esenciales de la comunidad.

La creación de empresas comunales de transporte colectivo se puede financiar con los excedentes que se generen del aumento de la gasolina, y desde su origen las nuevas unidades debería utilizar el gas natural como combustible. Con este fin, las bombas de gasolina se podrían transferir a las Comunas, convirtiéndolas en nuevas instancias de participación que permiten ejercer el gobierno comunitario. El apoyo popular a esta medida se podría construir a lo largo de un debate educativo y concientizador que se promueva a lo largo y ancho de todo el país, de cara a la realización de un Referendo Consultivo. Los ciudadanos debatirían la viabilidad y conveniencia de sincerar el precio del combustible para destinar los excedentes a la inversión social y productiva, y a fondos para el financiamiento de proyectos comunitarios, los cuales serán directamente administrados por la Comuna, sin mediaciones burocráticas de ningún tipo.

Como lo hemos explicado, a pesar del poco peso que tiene el precio de la gasolina en las tarifas de transporte colectivo, se teme que –al igual que ocurrió en el pasado- los transportistas privados se excusen en un ajuste del combustible para incrementar desmesuradamente los precios de los pasajes, convirtiendo el precio de la gasolina es una materia de alta sensibilidad social y política. Para conjurar la amenaza de brotes especulativos sobre las tarifas de transporte que pudieran convertirse en causa de protestas populares, se impone la necesidad de impulsar nuevas formas de propiedad social y comunitaria sobre los sistemas y redes de transporte público. Para construir un amplio respaldo popular, el primer programa emblemático podría ser el financiamiento de un sistema comunal de transporte público para ampliar y modernizar las unidades que utilizan las personas que no tienen vehículo, y que –como lo hemos reiterado una y otra vez- para nada se benefician del subsidio a la gasolina. Es tanto el actual subsidio que al sincerar el precio del combustible, los recursos liberados alcanzarían para subsidiar holgadamente a los transportistas privados, mientras otro porcentaje se destina a financiar las nuevas empresas de transporte público bajo el control de las comunidades organizadas. Es más, para conjurar cualquier tipo de riesgo, el gasoil que utilizan los autobuses se podría mantener al margen del incremento de los combustibles, evitando así que pueda ser usado como pretexto para aumentar los pasajes.

La administración directa del aumento del combustible asegurará una fuente permanente de recursos financieros para sostener las formas de autogobierno y estimular una creciente participación en las asambleas de ciudadanos, fortaleciendo la autogestión en la ejecución de obras y prestación de servicios públicos que contribuyan a  mejorar la calidad de vida en la Comuna. Asimismo, propiciará una mayor corresponsabilidad entre la ciudadanía y las instituciones del Estado en el proceso de formación, ejecución, control y evaluación de la gestión comunal.

Construir la viabilidad de estas propuestas pasa por una campaña informativa que fortalezca la conciencia política y la organización del pueblo para ejercer la contraloría social y asegurar la eficiente inversión de los recursos para el beneficio colectivo. Al activar una fuente permanente de financiamiento que pueda ser administrada directamente por la Comuna, resulta imperativo fortalecer su organización para que esté en condiciones de asumir la administración de los servicios y la ejecución de las obras que siguen represadas en las alcaldías, gobernaciones y entes de la administración central. De esta forma se estaría ampliado y fortaleciendo la participación del pueblo organizado en los asuntos públicos, para avanzar así hacia el ejercicio pleno de la soberanía popular.  

Todo indica que el ajuste del precio de la gasolina es una medida que no se puede seguir postergando. Además de todo lo planteado, un precio justo para el combustible ayudaría a racionalizar su consumo, exportar el volumen liberado, generar nuevas fuentes de divisas que contribuyan a mejorar las reservas internacionales, aliviar el colapso del tránsito terrestre y minimizar el impacto ambiental que ocasiona la emisión de gases de efecto invernadero, debido a la quema irracional de combustibles fósiles que estimula el actual subsidio a la gasolina.

Como una retribución a los contribuyentes que pagarían un mayor precio por la gasolina, un monto significativo de los ingresos adicionales se debería destinar a mejorar la infraestructura vial que utilizan y así evitar accidentes y daños mecánicos a sus automóviles. Para mantener en buen estado la infraestructura vial, los impuestos indirectos a la gasolina deberían ser mayores en las grandes ciudades, así como en las estaciones de servicio que están a lo largo de las carreteras y autopistas. De esta forma, en el costo del combustible que consumen los vehículos, estaría incluida la contribución que cada quien hace para beneficiarse de una infraestructura vial bien pavimentada y con adecuada iluminación, señalización, auxilio vial, etc. 

Si se sincera el precio de la gasolina con base en el precio al que se exporta -que es menor al precio internacional-, aún se estaría vendiendo la gasolina a precios por debajo del que se vende en la mayoría de países, pero cada año se obtendrían cerca $ 11.834 millones en ingresos adicionales, que bien pudieran ser reorientados a la Misión Vivienda, a la construcción de hospitales, o a la ampliación del sistema de transporte público, el cual es utilizado justamente por las personas de menores recursos que no tienen como adquirir un vehículo propio. Esto si sería una verdadera medida de justicia redistributiva, toda vez que el ajuste del precio lo pagarían quienes más tienen, aportando ingresos fiscales adicionales para ser invertidos en la ampliación y modernización de la flota de transporte público y en el financiamiento de otros programas de interés social.

 




[1] http://www.elmundo.es/elmundo/2013/05/11/natura/1368272165.html
[3] http://www.econometrica.com.ve/blog/resumen-de-prensa-05102011
[4] http://sicsemanal.wordpress.com/2013/10/02/injusticias-de-las-que-no-se-habla/
[5] http://www.pdvsa.com/index.php?tpl=interface.sp/design/readmenuprinc.tpl.html&newsid_obj_id=5566&newsid_temas=237
[6] http://www.pdvsa.com/index.php?tpl=interface.sp/design/readmenuprinc.tpl.html&newsid_temas=202
[8] http://sicsemanal.wordpress.com/2013/10/02/injusticias-de-las-que-no-se-habla/