viernes, 11 de octubre de 2013

Cómo curar el cadivismo


Por: Víctor Álvarez R.

En su alocución a la Asamblea Nacional, el presidente Maduro fustigó severamente el desempeño de la Comisión de Administración de Divisas al extremo de señalar que  "La actuación de Cadivi deja mucho que desear" y planteó aplicarle las 3R de revisión, rectificación y reimpulso para corregir las distorsiones que han dado origen a lo que llamó el cadivismo, como la práctica de capturar la mayor cantidad de divisas a la tasa oficial, para luego revender lo más caro que se pueda. "Tenemos que lograr que esa renta petrolera sea capturada para el desarrollo de la economía y no para el enriquecimiento de grupos particulares que quieren controlar el poder político, sea por la vía del disfraz rojo o por la vía de la burguesía parasitaria amarilla", sentenció Maduro al referirse a quienes inventan cualquier clase de fraude cambiario, incluyendo a los raspatarjetas y a quienes usurparon la identidad de miles de venezolanos en el mercado de títulos de valores.

Causas del cadivismo

La política cambiaria se ha basado en anclar el precio oficial de la divisa durante varios años. Mientras el dólar oficial se mantiene fijo, en el mercado paralelo la cotización de la divisa ha llegado a sextuplicar la tasa de cambio oficial. Ante semejante incentivo, empresarios, instituciones y ciudadanos de a pie se lanzan tras la captura de un cupo de Cadivi.

El cadivismo es una adicción al dólar preferencial que vende el gobierno a través de Cadivi y tiene su causa principal en el anclaje cambiario que se traduce en un creciente subsidio al dólar, si se compara con el precio que alcanza la divisa en el mercado paralelo. Quienes no pueden controlar la desesperación por obtener los dólares subsidiados, incurren en las más asombrosas formas de ilícitos cambiarios. La adicción del cadivismo tiene un serio impacto en la salud de la economía y las finanzas públicas, y supone un serio peligro para la libertad de las personas que defraudan al Estado.

Consecuencias del cadivismo

Los auges del ingreso petrolero suelen tener un impacto negativo sobre el aparato productivo. Ante cada auge rentista hay un auge del consumo que el precario aparato productivo local no es capaz de suplir. Como la renta petrolera otorga un extraordinario poder de compra externo, se apela al expediente fácil de adquirir en el resto del mundo lo que se debería estar produciendo internamente.

La propensión a importar se ve exacerbada por la política de anclaje cambiario que tiende a congelar el precio de la divisa por varios años, lo cual se traduce en un subsidio al dólar y, en consecuencia, en un subsidio a las importaciones que se hace con un dólar oficial cada vez más barato. Así, los productores se transforman en importadores y la creciente e indetenible tendencia a importarlo todo desplaza cada vez más a la producción nacional. Esta es una de las consecuencias más graves del cadivismo, toda vez que se traduce en un círculo vicioso que impide alcanzar la soberanía productiva y determina que el mejor negocio en Venezuela siga siendo importar, en lugar de producir para sustituir importaciones o exportar.

¿Qué hacer para superar el cadivismo?

Mientras el tipo de cambio se mantenga fijo en un contexto inflacionario, y la cotización en el mercado paralelo multiplique la tasa de cambio oficial, esta creciente brecha estimulará la insaciabilidad de un dólar subsidiado. La posibilidad real de superar el cadivismo y profundizar la transformación de una economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo exportador, tiene mucho que ver con el manejo inteligente que se haga de la política cambiaria.

La tasa de cambio de 6.30 Bs/$ expresa la productividad de la industria petrolera, pero no la de los demás sectores transables de la economía, particularmente de la agricultura y la industria, los cuales necesitan un tipo de cambio que permita cubrir los crecientes costos que se derivan de una mayor inflación en Venezuela.

Al encontrar una tasa de cambio que exprese la productividad real de la economía no petrolera, la política cambiaria podrá convertirse en un poderoso instrumento para superar el cadivismo e inducir las transformaciones estructurales en el aparato productivo interno, en función de sustituir importaciones por producción nacional y estimular las exportaciones no petroleras, generalmente castigadas por la recurrente sobrevaluación de la moneda nacional.

La crítica al cadivismo como expresión de la cultura rentista tiene que abrirle paso a una nueva política cambiaria dinámica y flexible. Los hechos han demostrado que congelar por varios años el precio oficial de la divisa, para luego corregir las distorsiones a través de maxidevaluaciones, atizan la inflación que deteriora la capacidad adquisitiva de los trabajadores que viven de un salario fijo. Recordemos que en el año 2009 la tasa de cambio pasó de 2.15 a 4.30 Bs/$, equivalente a una devaluación del 100%; y, en febrero de este año la cotización del dólar oficial pasó de 4.30 a 6.30 Bs/$, igual a una devaluación de 46,5%. Para evitar que la inflación se desquicie con cada devaluación, es preferible aplicar pequeños ajustes periódicos al precio oficial del dólar. Así se contribuiría a controlar la inflación, a alcanzar una tasa de cambio que desestimule las importaciones y remunere las exportaciones no petroleras y, sobre esta base, generar una oferta alternativa de divisas que alivie la presión sobre las reservas internacionales y sobre la divisa oficial.

¿Extractivismo o pobreza?

Por. Víctor Álvarez R.

“No nos llamemos a engaño: la formación socio-económica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista”. En este llamado del Comandante Chávez que aparece en la presentación del Plan de la Patria, se sintetiza uno de los retos más importantes que tiene por delante la Revolución Bolivariana: la construcción de un nuevo modelo productivo que, en armonía con la naturaleza, propicie el desarrollo humano integral.

El extractivismo-rentista es un modelo de acumulación basado en la obtención de una creciente renta por la explotación de recursos naturales. Lleva a la dependencia de los países ricos en materias primas pero pobres en tecnología, los cuales se limitan a vender en el mercado internacional tales recursos, en lugar de transformarlos industrialmente. Se trata de un modelo que anula otras opciones de recursos -tales como el turismo, las fuentes alternas de energía o la agroecología-, debido a los daños ambientales y sociales que ocasiona la actividad extractiva.

Presionados por la urgencia de resolver los problemas sociales y de escasez, la cultura extractivista-rentista mantiene la inercia de exportar el mayor volumen de recursos naturales al mejor precio posible. Importamos porque no producimos y no producimos porque importamos. El anclaje cambiario y las exoneraciones arancelarias estimulan toda suerte de importaciones que inhiben y desplazan la producción nacional. Este círculo vicioso se empeora justamente cuando aumentan los precios del petróleo, toda vez que el mayor ingreso en divisas fortalece la capacidad de importación, postergando la diversificación del aparato productivo.

La crisis estalla cuando los precios del petróleo se desploman, cae el ingreso en divisas y la producción nacional resulta insuficiente para atender un nivel de consumo que se han expandido debido a la inyección doméstica de la renta internacional. Solo en períodos de bajos precios de petróleo que merman la capacidad de importación, es que se ha observado una recuperación de la producción agrícola e industrial, proceso que se ve interrumpido cada vez que tiene lugar un nuevo auge rentístico

Actualmente, el neo-extractivismo se expresa en el empeño por aumentar la explotación de recursos naturales, con el argumento de que así se pueden generar los ingresos necesarios para financiar la inversión social y productiva. Si bien es cierto que las multimillonarias regalías obtenidas por la intensificación del extractivismo ha ayudado a disminuir los elevados niveles de desempleo, pobreza y exclusión social, está práctica no se puede asumir como si no hubiera otra alternativa. Hay que romper con el falso dilema de “extractivismo o pobreza”. Para superar el extractivismo y enfrentar con éxito la guerra económica se requiere una nueva estrategia que comience por reorientar los miles de millones de dólares que anualmente se destinan a importar, en función de impulsar un nuevo modelo productivo que libere a los trabajadores de la explotación y a la naturaleza de la destrucción que impone un modelo depredador que agota los yacimientos o explota los recursos renovables a un ritmo superior a la tasa de reposición.

¿Qué es el neo-extractivismo?

Por. Víctor Álvarez R.

Desde la época de la Colonia, con su “Leyenda de El Dorado”, comenzó en Venezuela la extracción de oro, diamantes y otros minerales. 500 años después, los pueblos indígenas y comunidades mineras todavía viven en precarias condiciones y ven morir a sus hijos contaminados de mercurio o tapiados por los taludes de la actividad extractiva.

A diferencia del extractivismo minero impuesto por las grandes potencias industrializadas que condenaron a los países subdesarrollados a ser simples exportadores de materias primas a precios viles, los gobiernos progresistas y de izquierda de América Latina han reivindicado la soberanía nacional sobre los recursos naturales. A la explotación de recursos energéticos y minerales con el fin de destinar los recursos que se obtienen a la lucha contra el desempleo, la pobreza y la exclusión social, se le ha conceptualizado como neo-extractivismo.

Así, en Perú el gobierno de Ollanta Humala se ha planteado explorar reservas de gas en los territorios indígenas; en Uruguay, el presidente Mujica promueve un proyecto de megaminería de hierro a cielo abierto, a través de una infraestructura que incluye un mineraloducto, un puerto de aguas profundas, energía eléctrica e incentivos fiscales; en Bolivia, el gobierno de Evo Morales enfrenta la resistencia indígena por su determinación de construir una autopista que atravesará un parque nacional y territorios protegidos en los que subyace un enorme potencial minero; y en Ecuador, el presidente Correa anuló la decisión que impedía la explotación petrolera en el parque Yasuní, en la Amazonia de Ecuador. Incluso en Colombia, el presidente Santos reprime con fuerza la resistencia indígena y campesina a los proyectos mineros.

Neo-extractivismo o pobreza

Sea la megaminería, la extracción de petróleo o las grandes superficies de monocultivos, al neo-extractivismo se le presenta como la gran oportunidad de aumentar las exportaciones y generar los recursos que permitan enfrentar los flagelos sociales, sin detenerse a considerar los daños irreversibles que se causan a los pueblos indígenas y comunidades campesinas que habitan en territorios ricos en biodiversidad y aguas dulces.

Ante la falta de soluciones innovadoras para encarar la problemática social, los gobiernos de izquierda y derecha lucen atrapados en la dicotomía de “extractivismo o pobreza”. Si bien es cierto que las multimillonarias regalías obtenidas por la intensificación del extractivismo ha ayudado a disminuir los elevados niveles de desempleo, pobreza y exclusión social, está práctica no se puede asumir como si no hubiera otra alternativa.

El Arco Minero del Orinoco

Además de la explotación de la Faja Petrolífera del Orinoco, ahora se propone intensificar el extractivismo en el Arco Minero del Orinoco. En la región Guayana, donde tienen asiento las industrias básicas del hierro, acero, bauxita, aluminio, oro, diamante, etc. está previsto un plan de inversiones a través de una serie de proyectos conjuntos entre PDSA y la CVG. Con este fin, se suscribió un convenio con la República Popular China, cuyo objeto es cuantificar y explotar los minerales que subyacen en los estados Bolívar y Amazonas, a contrapelo de lo establecido en el Decreto Presidencial N° 269 que prohíbe toda actividad minera en el Estado Amazonas, y de los decretos que crean la Reserva de Biósfera del Alto Orinoco.

Si alguna lección nos ha dejado el extractivismo en Venezuela, es su voraz capacidad para contaminar el agua de nuestros lagos y ríos, depredar el ambiente y desplazar etnias indígenas y comunidades campesinas. Quienes vimos cómo año a año se fue contaminando el Lago de Maracaibo, tenemos que alertar que la extracción del petróleo está asociada al riesgo de accidentes, derrames de crudo y otra serie de problemas ambientales que representan una amenaza real para el río Orinoco. Las nuevas tecnologías no conjuran la amenaza sobre el ambiente que viene de la mano de la extracción del petróleo y del extractivismo minero, aún cuando esto se haga por parte de empresas estatales.

En el caso concreto del extractivismo minero vinculado a las empresas básicas de Guayana, es patético su poco aporte al desarrollo económico, la generación de divisas y los ingresos fiscales, al extremo que actualmente sobreviven gracias a las transferencias y créditos adicionales que reciben del presupuesto nacional.

Del rentismo a la cultura del trabajo

Reivindicar la soberanía nacional sobre los recursos naturales fue un paso absolutamente necesario para comenzar a pagar la deuda social. Pero en lugar de limitarse a exportar petróleo y minerales sin valor agregado, hay que plantearse la industrialización de los hidrocarburos y de la riqueza minera.

Asumir el extractivismo como la única opción para encarar los problemas sociales es propio de la mentalidad cortoplacista y rentista que es necesario sustituir por una nueva cultura del trabajo. En adelante, se impone utilizar de manera inteligente parte de esa cuantiosa renta en proyectos productivos, evitando la sobrevaluación de la moneda que implanta la tendencia a importar lo que bien pudiera producirse localmente, toda vez que esto solo conduce a enterrar bajo un alud de productos extranjeros las débiles agriculturas e industrias nacionales. Solo así los venezolanos podremos vivir de nuestra capacidad emprendedora y esfuerzo productivo.  @victoralvarezr