Víctor
Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
En Venezuela, la dura lucha por la
sobrevivencia nos acorta la mirada y hace ver el futuro con pesimismo. Para las
familias que se acuestan con hambre, los enfermos sin asistencia médica, las
instituciones sin presupuesto que apenas pueden pagar sus nóminas y las
empresas al borde de la quiebra, decirles que tienen que esperar hasta el mes
que viene es, sencillamente, anunciarles su sentencia definitiva.
Los problemas de escasez,
hiperinflación, inseguridad, cortes de electricidad, racionamiento de agua y
falta de gas se agravan a tal extremo que ya se empiezan a escuchar los
profetas del desastre que vaticinan una hambruna en Venezuela. ¡Cómo nos vamos
a resignar a sufrir una hambruna en un país con las reservas de petróleo más
grandes del mundo; con cuantiosos yacimientos de oro, diamantes, coltán,
hierro, bauxita y otros minerales estratégicos para el desarrollo industrial;
con millares de profesionales que se graduaron en las mejores universidades del
mundo, con amplia experiencia, pero que hoy están regados por todos lados,
extrañan su tierra y están dispuestos a regresar para reconstruirla!
Venezuela no necesita profetas del desastre que
la desalienten. Con semejante potencial,
lo que tenemos que hacer es prepararnos para la próxima crisis de
abundancia, porque Venezuela será reconstruida. La Nación recuperará su
industria petrolera y una vez que haya levantado la producción a tres millones
de barriles diarios y los precios se estabilicen en torno a 60-70 $/b, el gran
reto será cómo administrar esa abundante riqueza para no repetir la
historia de aquel país con las reservas de petróleo más grandes del mundo que terminó
sufriendo una grave crisis humanitaria, la cual desembocó en la diáspora de
millones de venezolanos que huyeron de la escasez, la hiperinflación y el
hambre.
Una vez que haya sido recuperada la producción
petrolera y los precios de los crudos se estabilicen, tenemos que evitar que se
reedite el círculo vicioso de la Venezuela rentista que se embriaga
de una falsa prosperidad en los años de las vacas gordas, pero no se preparar
para amortiguar los tiempos de las vacas flacas. Evitar que se repita esta
historia exige activar mecanismos de defensa que protejan al país de los
altibajos de los precios del petróleo y así estar en condiciones de encarar las
crisis de escasez y, sobre todo, las crisis de abundancia.