Víctor Álvarez R. / Director del Proyecto Pedagogía Electoral
En una
entrevista en CNN, Corina Yoris dijo que “Ninguna
persona a la que María Corina le diga ‘toma tú el testigo y sigue en la carrera’,
va a ser aceptada” para competir en las Presidenciales de 2024.
El CNE concluyó
el lapso para recibir las postulaciones pero todavía queda pendiente la
aceptación de las mismas. Incluso, en caso de ser admitidas, cabe la
posibilidad de que en el período de impugnaciones, alguna candidatura sea
cuestionada y finalmente quede excluida. Por lo tanto, cualquier apoyo
apresurado de MCM a uno de los candidatos inscritos puede desembocar en una
torpeza táctica o en una especie de beso
de Judas, tal como fue aquel beso fingido y mal intencionado de Judas Iscariote cuando entregó a Jesús para que lo
crucificaran.
Nadie
a quien MCM le levante la mano para heredar su capital electoral llegará al
final de la carrera presidencial, y todo aquel que en las encuestas aparezca
como un potencial ganador, también corre el riesgo de ser inhabilitado. Quizás
esta vez todas las encuestas deberían equivocarse.
Una
oposición dividida y desorganizada es incompetente para salir victoriosa en
unas elecciones competitivas. La mayoría de los partidos carece de una
estructura organizativa en todos y cada uno de los estados, municipios y
parroquias del país, no cuentan con una militancia organizada, no tienen una
maquinaria electoral con testigos que defiendan los votos en cada mesa
electoral. Aunque se logren unas elecciones competitivas, si la oposición no
está en capacidad de competir con un candidato único y unitario, un programa de
gobierno que entusiasme al electorado, y el respaldo de una poderosa maquinaria
capaz de organizar y movilizar masivamente el descontento nacional, a la docena
de candidatos opositores inscritos le resultará muy difícil capitalizar
electoralmente la ventaja comparativa que representa el enorme rechazo al
gobierno.
La oposición radical cataloga al gobierno de Maduro como una dictadura. Sin embargo, espera que ese régimen autoritario les conceda condiciones electorales a tono con los estándares internacionales. La maniobra para impedir que MCM compitiera en las Presidenciales de 2024 estaba cantada desde el mismo momento en que la Comisión Nacional de Primaria (CNP) autorizó la inscripción de precandidatos inhabilitados.
El
oficialismo no iba a dejar correr en la carrera presidencial a quien los
cataloga de narco-régimen y camarilla de delincuentes; a quien los acusa de traidores
a la patria que entregaron la soberanía nacional a la ocupación cubana, al
espionaje iraní y ruso; a quién los acusa de convertir el territorio nacional
en una guarida de grupos terroristas cómo Hezbollah, FARC y ELN; a quien aplaude las recompensas que ofrece EEUU por la
captura de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello; a quien ha solicitado endurecer las
sanciones económicas contra Venezuela; a quién invocó la activación del TIAR y la
creación de una amenaza creíble a través de una intervención militar extranjera;
a quien promueve juicios en la Corte Penal Internacional y desafió a Maduro
diciéndole: “yo no te quiero muerto, yo
te quiero vivo para que enfrentes la justicia, yo te quiero preso”.
Ciertamente,
esa estrategia amenazante, retadora y de confrontación radical le sirvió a MCM para
hacer crecer como la espuma su popularidad y aceptación en las encuestas, y
ganar con el 92,35 % de los votos la Primaria presidencial de la Plataforma
Unitaria; pero no funcionó para incentivar al régimen a permitir unas
elecciones competitivas, libres y justas que hicieran posible la alternabilidad
en el poder por la vía electoral y pacífica.
Los
mejores estrategas se preparan para los peores escenarios. Ningún gobierno va a
dejar correr en la carrera presidencial a quien lo amenace con convertirse en
su verdugo. Para lograr un cambio en el mando político por la vía electoral y
pacífica, la clave está en subir los costos de permanencia en el poder y bajar
los costos de salida. Pero el chavismo no quiere ni siquiera imaginarse fuera
del poder si la derrota electoral se le convierte en una tragedia de
persecuciones, juicios y condenas. Si ese es el desenlace, el oficialismo
preferirá aferrarse al poder y en Venezuela no habrá elecciones competitivas ni
alternabilidad en el mando político.
Bajo un régimen
autoritario no hay que esperar elecciones libres ni competitivas. A una dictadura no se le piden elecciones libres y
limpias, se compite en desventaja y en las peores circunstancias. El
oficialismo tiene claro que no cuenta con la mayoría popular. Su caudal de
votos ha mermado elección tras elección. Solo si enfrenta a una oposición
dividida en un ambiente de apatía electoral es que hará concesiones para
celebrar unas elecciones con el mínimo de condiciones que sean reconocidas
nacional e internacionalmente. Pero si el oficialismo calcula que está
comprometida su continuidad en el poder, empañará la transparencia del proceso
electoral para exacerbar la división y abstención que lo ponga a ganar.
Sin
garantías políticas de no persecución, el oficialismo no va a dejar que lo
metan en la autopista sin retorno de unas elecciones competitivas que puede
perder. Si al entregar el poder se desata una cacería de brujas en su contra,
buscará excusas y pretextos para salirse de los acuerdos político-electorales
firmados en Barbados. Y eso es precisamente lo que está haciendo. ¿Cuál es
entonces la estrategia más inteligente y eficaz para lograr la alternabilidad
en el gobierno por la vía electoral y pacífica? Los Acuerdos Electorales de
Barbados son necesarios para la oposición pero no son suficientes para el
gobierno y deben ser complementados con un Acuerdo de Convivencia Pacífica que
garantice los derechos políticos de los actores en pugna, no sólo de la
oposición, sino también de los que están en el gobierno y -en caso de perder
las elecciones- tengan que entregar el poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario