Víctor Álvarez R.
El CNE informó que MCM tiene una prohibición para ejercer cargos
públicos y no podrá inscribir su candidatura presidencial. En vez de insistir
en que solo con ella habrá elecciones
libres, que si no es ella no es nadie, a MCM le corresponde ahora demostrar
su liderazgo y convocar a votar masivamente por una candidatura de consenso que
pueda ganar, cobrar y gobernar. Pero si convierte su nombre en un punto de
honor, corre el riesgo de cargar con la responsabilidad histórica de haber cerrado
el paso a una candidatura única y unitaria capaz de capitalizar electoralmente
el enorme rechazo al gobierno para lograr un cambio en el mando político
por la vía electoral y pacífica.
Desde las elecciones Presidenciales de 2013 se puede apreciar cómo ha
venido mermando el caudal de votos del chavismo. Sin embargo, en cada
elección, la recurrente división y abstención de la oposición ha convertido en
mayoría a la minoría oficialista. Y en las Presidenciales de 2024 esta historia
puede volver a repetirse.
Las condiciones electorales son muy desventajosas pero no anulan las favorables condiciones políticas derivadas de un 75% de rechazo a la gestión de gobierno. Para capitalizar electoralmente este enorme descontento se requiere un candidato único y unitario. Esto exige grandeza histórica, priorizar el interés nacional y ser capaz de renunciar a las nobles aspiraciones personales que -al confundir deseos con realidades- se degradan en ambiciones particulares y degeneran en una codicia personal que termina dividiendo a la oposición y llamando a la abstención, tal como ocurrió en las Presidenciales de 2018 cuando el candidato oficialista estaba prácticamente derrotado debido al enorme rechazo popular, pero terminó imponiéndose por la división y abstención de la oposición. Todos los precandidatos de la oposición que dividen al país descontento -en lugar de estarse frotando las manos por la inhabilitación de MCM-, deberían retirarse de la carrera presidencial y dejar que desde ese silencio se escuche el grito que le pondrá nombre y apellido al escogido como candidato único y unitario del malestar nacional.
Un líder no se obstina en imponer su candidatura inhabilitada, a riesgo
de perderlo todo. Comprende a tiempo las trampas y obstáculos insalvables que
le impone su adversario y traza nuevos caminos. Actúa con sensatez y deja de
insistir en lo que ya es imposible lograr: inscribir su candidatura en el
ensueño de que “el pueblo en la Primaria me
habilitó” y pretender que ese régimen autoritario al que amenazan con perseguir,
enjuiciar y condenar, complazca la ambición presidencial precisamente de quién lo
amenaza con convertirse en su verdugo. Esa es una quimera que puede desembocar
en una desmoralización, división y abstención del país descontento con el
gobierno y la oposición, que es precisamente lo que el oficialismo quiere
lograr para convertir en mayoría su decadente caudal electoral.
Escuche el análisis completo en el nuevo podcast de Pedagogía Económica y Electoral
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