jueves, 18 de noviembre de 2010

Del Estado burocrático al Estado comunal

Envié a imprenta mi nuevo libro “Del Estado Burocrático al Estado comunal”. Es un análisis crítico del papel del Estado en la Revolución Bolivariana y una crítica a las tesis apologéticas de la propiedad estatal como forma superior de la propiedad social y una defensa a la propiedad social directa, la propiedad en manos de los trabajadores directos y de la comunidad organizada. Con base en las lecciones que dejó la fallida experiencia del socialismo del siglo XX, estudio la estatización como un fermento del burocratismo que secuestró la propiedad pública y la manejó como una burguesía funcional. Fundamento en el texto las razones para transformar el Estado burocrático en un nuevo Estado comunal en manos de los trabajadores directos y de la comunidad. Finalmente hago un análisis de los mandatos constitucionales y del marco legal para impulsar el control obrero y la participación ciudadana en la construcción de un nuevo Estado comunal y de un modelo productivo de amplia y creciente inclusión social.
Una vez que se ha definido el carácter socialista de la Revolución Bolivariana, se puede dar por concluida la etapa de concesiones e incentivos al capital y, en delante, reorientar los estímulos y ayudas de la política económica, ya no a reactivar el aparato productivo existente, sino a transformarlo en una nueva economía de amplia y creciente inclusión social.
Todos y cada uno de los capítulos de este libro están dedicados a animar y profundizar el debate sobre los mejores caminos que nos lleven a sustituir un régimen histórico basado en la explotación del trabajo ajeno y en el afán de maximizar el beneficio individual, por una nueva sociedad organizada en función de dirigir el esfuerzo productivo para satisfacer las crecientes necesidades sociales y hacer posible el desarrollo humano integral de todas las personas.
Son páginas para atizar el debate, para continuar el camino en cuyo recorrido se sigan incluyendo en la vida social los que aún quedan excluidos, en el que se liberen los que permanecen explotados y oprimidos, en el que puedan hablar y ser escuchados los que antes estaban ignorados, en el que puedan gobernar los que siempre han sido dominados, en el que puedan vivir con dignidad los que todavía no pueden vivir.

El socialismo venezolano

La construcción del socialismo venezolano se basa en transferir cada vez más poder al pueblo para construir una nueva economía comunal que supere el modo de producción capitalista, sustentado en la explotación del ser humano; y, sustituir el Estado burocrático por un nuevo Estado comunal que consolide un auténtico poder político y económico en manos del pueblo, sin mediaciones burocráticas de ningún tipo. En este sentido, son de particular importancia las definiciones plasmadas en el proyecto de Ley de Comunas. Veamos.
En al Art. 4 se define al Socialismo como “un modo de relaciones sociales de producción centrado en la convivencia solidaria y la satisfacción de necesidades materiales e intangibles de toda la sociedad, que tiene como base fundamental la recuperación del valor del trabajo como productor de bienes y servicios para satisfacer las necesidades humanas y lograr la suprema felicidad social y el desarrollo humano integral. Para ello es necesario el desarrollo de la propiedad social sobre los factores y medios de producción básicos y estratégicos que permita que todas las familias y los ciudadanos/as venezolanos y venezolanas posean, usen y disfruten de su patrimonio o propiedad individual o familiar, y ejerzan el pleno goce de sus derechos económicos, sociales, políticos y culturales”.
El Estado Comunal es la “Forma de organización político social, fundada en el Estado Social de Derecho y de Justicia establecido en la CRBV, en la cual el poder es ejercido directamente por el pueblo, con un modelo económico de propiedad social y de desarrollo endógeno y sustentable, que permita alcanzar la suprema felicidad social de los venezolanos y las venezolanas en la sociedad socialista. La célula fundamental de conformación del Estado Comunal es la Comuna”.
Mientras que la Comuna es “una entidad local socialista, constituida por iniciativa soberana del pueblo organizado, donde y a partir de la cual se edifica la sociedad socialista. Está conformada por la integración de comunidades vecinas (…) que se reconocen en el territorio que ocupan y en las actividades productivas que le sirven de sustento; y en cuyo ámbito los ciudadanos/as ejercen los principios de soberanía y participación protagónica como expresión del poder popular, con un régimen de propiedad social y un modelo de desarrollo endógeno y sustentable”.

La construcción socialista

Marx explicó que los seres humanos establecen relaciones de producción independientemente de su voluntad, las cuales corresponden a una fase determinada del desarrollo de las fuerzas productivas. El conjunto de estas relaciones forman la estructura económica de la sociedad sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política, a la cual corresponde una determinada forma de conciencia social. Así pues, las relaciones de explotación del trabajo asalariado signan la estructura económica capitalista que, para asegurar su reproducción, crea un marco legal y un entorno institucional que defiende y sacraliza en la conciencia colectiva la propiedad privada sobre los medios de producción.
El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual: “no es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”, decía Marx.
Al llegar a un determinado nivel de su desarrollo, las fuerzas productivas entran en contradicción con las relaciones de producción y con la expresión jurídica de las relaciones de propiedad. No se pueden desarrollar las fuerzas productivas para la generación de alimentos bajo el latifundio que mantiene ociosas importantes extensiones de tierras; como tampoco se podrá lograr el desarrollo humano integral mientras los asalariados sean explotados por no poseen ningún medio de producción.
Cuando las relaciones de producción se convierten en una traba para el desarrollo de las fuerzas productivas se abre una época de revolución social, de cambio en la base económica y en la superestructura que la justifica. Por eso, las expropiaciones tendrán que abrir paso a un marco legal que impulse nuevas formas de propiedad social en manos de los trabajadores directos y de la comunidad para no reproducir el capitalismo de Estado.
Bajo el atrasado capitalismo rentístico venezolano, que todo lo importa y poco produce, tiene sentido preguntarse, a la luz de lo que planteaba Marx, si ¿es posible que el capitalismo desaparezca antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben en él y si es posible que surjan relaciones socialistas de producción antes de que las condiciones económicas hayan madurado en la vieja sociedad?.

viernes, 22 de octubre de 2010

¿Qué es una Revolución?

Por definición, una Revolución es un proceso de transformación rápido y profundo, no un largo y extenuante camino de ensayo y error que erosiona el entusiasmo y la confianza de la gente. En la práctica, su lento y zigzagueante avance, lejos de significar su fracaso, pone en evidencia la complejidad de las transformaciones que impulsa. Por la trascendencia de sus objetivos se abre paso con dificultad ante la resistencia que opone el viejo orden y lo complejo que implica construir el nuevo. Una Revolución humanista es esencialmente pacífica y democrática. Si responde a la violencia lo hace, no porque esa sea su naturaleza, sino para defenderse de las agresiones de quienes intentan derrocarla.
Por eso no basta con ganar elecciones: hay que terminar de controlar el poder para ponerlo al servicio de las transformaciones económicas y sociales que se le prometieron al pueblo. Nada es más importante para una Revolución verdadera que honrar sus compromisos y satisfacer las expectativas creadas por ella misma. Cuando los problemas no son resueltos mientras las élites burocráticas disfrutan los privilegios del poder, los pueblos tarde o temprano se levantan: primero en las urnas y luego en las calles. Una Revolución no puede dejar de avanzar y tiene que mostrar una creciente acumulación de cambios económicos, sociales, políticos, culturales, deportivos, etc. que, al consolidarse en el tiempo, le van dando forma a la nueva sociedad de justicia, igualdad y libertad que prometió construir.
La grandeza de la Revolución Bolivariana no radica en lo que hasta ahora ha hecho sino en lo que pueda lograr. En los marcos de la abundancia rentista, hay que exigirle lo que potencialmente puede hacer. La inversión social de la renta petrolera ha permitido mejorar los indicadores sociales. Eso es necesario, más no suficiente. Aun queda pendiente erradicar las causas estructurales de la pobreza y la exclusión social. Una Revolución auténtica destruye el poder económico establecido y construye nuevas relaciones de poder a través de las cuales el pueblo organizado desplaza a las élites que lo explotan y oprimen. Su consagración histórica llegará cuando demuestre que el capitalismo si puede ser superado por el socialismo y que el pueblo organizado y preparado si es capaz de gobernar sin mediaciones de burócratas ni dirigentes. No hay justificación para hacer menos que eso.

viernes, 15 de octubre de 2010

¿Proletariado o “Pobretariado”: cuál es el sujeto social de la Revolución Bolivariana?

La Revolución Bolivariana triunfó con la promesa de convocar una Asamblea Nacional Constituyente que asumiera la tarea de redactar una nueva Constitución para refundar la República e impulsar un nuevo proyecto nacional que erradicara las causas estructurales del desempleo, la pobreza y la exclusión social.
Al calor de este proceso, una y otra vez se ha planteado la pregunta sobre ¿Cuál es la clase protagónica que impulsa y lidera la Revolución Bolivariana?, ¿Cuál es la clase social cuyo liderazgo convoca tras de sí el masivo apoyo social que se requiere para impulsar las grandes transformaciones que liberen a las grandes mayorías del desempleo, la pobreza y la exclusión social?. En otras palabras, ¿Cuál es el sujeto social que se convierte en la fuerza motriz de la Revolución Bolivariana?.
Más allá de la clase obrera
A mediados del siglo XIX, cuando Marx y Engels dedicaron todo su esfuerzo intelectual a estudiar, comprender y explicar la naturaleza del capitalismo, la clase social mayoritaria sobre la cual recaía el yugo de la explotación era, sin lugar a dudas, la clase obrera. En las condiciones del capitalismo industrializado de entonces, las largas jornadas de trabajo y el despojo que los trabajadores fabriles sufrían a manos de los capitalistas dejaban claro que la clase obrera estaba llamada a protagonizar y liderar la lucha por liberarse y a la vez liberar a toda la sociedad de los estragos del capitalismo salvaje. El crecimiento vertiginoso de los asalariados en la industria manufacturera y la intensa explotación de la que eran víctimas les convertía en la clase revolucionaria, llamada a ser la fuerza motriz impulsora de una nueva sociedad, libre de explotación y pobreza.
Eran los tiempos en los que el pujante capitalismo industrial se expandía a lo largo y ancho de Europa, derrotaba al feudalismo y barría con otras formaciones económicos-sociales precapitalistas para imponerse como el modo de producción predominante. Las jornadas de 12, 14 y 16 horas de trabajo diarias y las penurias que sufrían los obreros de la época generaban tal grado de descontento que anunciaba como inminente e inevitable el estallido de la revolución proletaria. En esas condiciones resultaba lógico que la clase obrera protagonizará las luchas por sustituir las relaciones de explotación por nuevas relaciones sociales de producción, basadas en la solidaridad y la cooperación.
En consecuencia, los desarrollos teóricos posteriores que orientaron la construcción del socialismo en el siglo XX partieron de los aportes pioneros de Marx, Engels y Lenin, generados a la luz del estudio de economías altamente industrializadas, con un proletariado fabril mayoritario que sufría las consecuencias de la explotación del trabajo asalariado, en los marcos de una economía signada por una creciente producción en serie, dedicada no solo al mercado interno sino cada vez más destinada a conquistar un creciente espacio en los mercados internacionales. Ante el recrudecimiento de las condiciones de explotación de las grandes masas de trabajadores, se fortaleció la organización política, obrera y sindical para protagonizar cruentas luchas por mejorar las condiciones de trabajo. Aquellos llamados a luchar por un mundo de justicia, igualdad y libertad fueron liderados por los trabajadores de las fábricas capitalistas.
Pero en el Siglo XXI, sobre todos en los países subdesarrollados con un pobre desarrollo industrial, la clase obrera no es la mayoritaria ni la que promueve e impulsa las grandes transformaciones políticas y económicas que se traduzcan en un beneficio para toda la sociedad. Por su parte, los sindicatos están más preocupados en conseguir reivindicaciones para sus agremiados que en la transformación revolucionaria de la economía y de la sociedad. El movimiento sindical se dedica a conseguir aumentos salariales y beneficios laborales, tales como seguros de hospitalización, cirugía y maternidad (HCM); bonos de alimentación o cesta-ticket; primas por hijo, dotación de útiles y uniformes escolares; bonos vacacionales, aguinaldos o pago de utilidades, etc. que son reivindicaciones muy importantes para mejorar la calidad de vida y el bienestar de los trabajadores, pero que van dejando de lado el interés y dedicación de los sindicatos en la transformación del capitalismo en un nuevo modelo productivo socialista en manos de los trabajadores directos.
Si bien es cierto que los obreros industriales se constituyeron en la clase social mayoritaria en los primeros países industrializados, particularmente en Inglaterra y Alemania que es dónde Marx y Engels concentraron su análisis, hoy en día la mayoría de los países industrializados de Europa y Estados Unidos reubican su industria manufacturera en China, India, Tailandia, Indonesia, Taiwán, Singapur y demás países de reciente industrialización en el sudeste asiático. Por si fuera poco, las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC) han desatado un intenso proceso de automatización y robotización que tiende a reducir aún más la cuantía de obreros fabriles. Surge una nueva realidad en la mayoría de los países capitalistas donde el sector servicios y las finanzas desplazan a la manufactura como el sector económico de más peso en la estructura del PIB y con mayor participación en el total de empleos, lo cual atiza el debate sobre cuál es la clase social revolucionaria, la promotora de las nuevas relaciones sociales de producción, el sujeto social de la Revolución Socialista en el siglo XXI.
El capitalismo rentístico venezolano
En las condiciones del capitalismo rentístico venezolano, que aprovecha la abundancia de divisas y la sobrevaluación del tipo de cambio para importar la mayoría de los productos industriales que se deberían estar fabricando nacionalmente, el desarrollo de la economía capitalista no se estructuró en torno a la actividad industrial sino alrededor de las actividades del comercio importador, los servicios y las finanzas. Por tal razón, el aporte de la industria manufacturera a la conformación del PIB apenas es del 15 %, cuando los estándares internacionales plantean que para que una economía sea considerada industrializada el aporte de la manufactura no debe ser menor al 20 %. En consecuencia, en la estructura social venezolana la clase obrera industrial nunca ha sido la más numerosa y ha carecido de una sólida organización revolucionaria que haya hecho sentir su liderazgo y protagonismo en el proceso sociopolítico venezolano.
En la tradición del pensamiento marxista, la clase obrera es la protagonista principal de la Revolución Socialista. Al declarase el carácter socialista de la Revolución Bolivariana la respuesta a las preguntas que antes dejamos planteadas tiene una enorme pertinencia y relevancia para comprender las particularidades de la construcción socialista en Venezuela. La respuesta que encontremos nos permitirá comprender si es viable una Revolución Socialista en una economía rentista con un precario desarrollado industrial y una clase obrera que no es precisamente la mayoritaria en la estructura social venezolana; en la que más bien predominan grandes grupos sociales en condición de desempleo, subempleo, autoempleo en el precario sector informal, así como los que están totalmente excluidos no sólo de la actividad económica y productiva sino también del disfrute de sus derechos sociales básicos de alimentación, salud, educación, vivienda, etc.
En Venezuela el intento por construir el socialismo tiene lugar en los marcos de un capitalismo rentístico importador, caracterizado por su bajo grado de industrialización, con casi el 50% de la población económicamente activa laborando por cuenta propia en el sector informal en actividades de subsistencia. Esta compleja problemática es muy diferente a la que los clásicos del marxismo estudiaron y explicaron en su obra y plantea interrogantes teóricos muy diferentes sobre cuál es la clase social protagónica, el sujeto social de la Revolución Bolivariana.
Neoliberalismo, demolición de los aparatos productivos y extinción de la clase obrera
Con la caída del socialismo soviético el capital global vivió su momento estelar. En los años noventa parecía que no había alternativa al capitalismo. El socialismo real se caía a pedazos y su fracaso se debía a que no había sabido interpretar y responder a las más sentidas demandas y aspiraciones de las grandes mayorías. Las intentos por construir el socialismo en el siglo XX quedaron sepultados bajo las ruinas del Muro de Berlín y el desmoronamiento del bloque socialista de Europa oriental. En esas circunstancias, la lucha entre capital y trabajo encontró un contexto abiertamente favorable a los dueños de los medios de producción. La neutralización y desmembramiento de los sindicatos permitió congelar la contratación colectiva e imponer contratos “basura”, sin mayores prestaciones ni beneficios laborales. Eran tiempos en los que proliferaba la prolongación de la jornada laboral sin pago de horas extra, así como la tercerización o subcontratación y la sobreexplotación del trabajo infantil y femenino. El neoliberalismo había golpeado con toda su fuerza a la clase obrera, haciéndola retroceder en sus conquistas laborales, desmovilizándola y reprimiéndola violentamente. Los flagelos del desempleo, la pobreza y la exclusión social que sufren las grandes mayorías comenzaron a engendrar nuevos protagonistas y sujetos sociales que irrumpen en la escena con todo su descontento y malestar para plantear la necesidad de un cambio radical que los libere del hambre, las enfermedades y penurias que padecen.
En la Venezuela de los años noventa, las políticas neoliberales basadas en la apertura comercial indiscriminada que barrió con buena parte del aparato productivo interno, la eliminación de controles a la inversión extranjera, la privatización de empresas públicas y la reducción del tamaño del Estado, la poda brutal de las nóminas de funcionarios públicos y la flexibilización de las condiciones de despido significaron la demolición del aparato productivo interno y con ello la destrucción masiva de millares de puestos de trabajo y la precarización de las condiciones laborales. El otrora obrero industrial, portador de las nuevas relaciones sociales de producción y llamado a promover el cambio revolucionario y la revolución socialista se había convertido en una especie en extinción.
El sujeto social de la Revolución Bolivariana
En efecto, las políticas neoliberales provocaron la desindustrialización de la economía venezolana. Millares de puestos de trabajo fueron destruidos y el creciente número de desempleados comenzó a alimentar el sector informal y a recrudecer el drama de la pobreza y la exclusión social. El desmantelamiento de las políticas públicas de apoyo a la actividad del campo agravó la migración de la población rural, empeorando la problemática social en los barrios marginales y cordones de miseria en las ciudades más importantes del país. El violento retroceso y pérdida de importantes conquistas de los trabajadores que impuso el capitalismo salvaje de aquellos años marcaron una desesperante realidad en la que las luchas del pueblo no eran precisamente para construir el socialismo -que acababa de ser derrotado en la Unión Soviética y Europa oriental-, sino por la mera y simple sobrevivencia.
En la Venezuela de fines del siglo XX, los niveles de desempleo, pobreza y misería se había disparado y las condiciones laborales y de subsistencia eran cada vez más adversas. Los “privilegiados” que podían conseguir un empleo en el devastado aparato productivo que dejó la barrida neoliberal estaban indefensos y sometidos a condiciones de superexplotación. Mientras que los desempleados, los autoempleados en el sector informal y los excluidos de la actividad productiva se convirtieron en el sector mayoritario de la población económicamente activa. La población en condiciones de pobreza y pobreza extrema no dejaba de crecer. La herencia que recibió la Revolución Bolivariana fue una tasa de desempleo que oscilaba entre 14 y 16 %, un elevado sector informal que llegó al 52.7 %, el porcentaje de personas pobres superó el 50 % y los hogares en condición de pobreza extrema llegaban al 25%.
¿Proletariado o “Pobretariado”?
En esas nuevas circunstancias, ¿Cuál era, entonces, el sujeto social llamado a impulsar y liderar el cambio de las relaciones de producción en Venezuela?. ¿Cuál es la clase social promotora de esa acción transformadora en lo político, económico y social?. ¿Es viable una revolución socialista en un país con bajo grado de desarrollo industrial y una clase obrera minoritaria y desorganizada?. Son preguntas que se le hacen a la teoría marxista, no para cuestionar o negar su validez y vigencia, sino sencillamente para enriquecerla y desarrollarla a la luz de los sucesos que dieron al traste con el socialismo soviético y los nuevos fenómenos del capitalismo neoliberal y globalizado de hoy y las condiciones histórico-concretas en las que de desarrolla la Revolución Bolivariana.
Para responder a estas preguntas comencemos destacando que, con la destrucción acelerada del aparato productivo interno, el neoliberalismo agudizó los flagelos del desempleo, la pobreza y la exclusión social con lo cual gestó y aceleró el surgimiento de nuevos sujetos sociales que alteraron el mapa de actores sociales y políticos en Venezuela.
En efecto, las masas empobrecidas y excluidas que protagonizaron los sucesos del “Caracazo” el 27 de febrero de 1989, justamente como respuesta al programa de ajuste neoliberal que para entonces se aplicó; la juventud militar que el 4 de febrero de 1992 se rebeló contra la corrupción y los terribles flagelos sociales del neoliberalismo; los “encapuchados” de la Universidad Central de Venezuela y otras universidades del país que semanalmente protestaban contra la privatización de la educación universitaria; los movimientos vecinales que levantaron su grito de protesta contra la inflación, el acaparamiento y la especulación a lo largo y ancho del todo el país; las dramáticas y conmovedoras movilizaciones de pensionados y jubilados; los vendedores ambulantes o “buhoneros”, así como los índigenas que en su necesidad de sobrevivencia tomaron las calles de diferentes ciudades del país, son expresiones concretas del germen de nuevas fuerzas sociales descontentas y potencialmente revolucionarias, cuya característica común era la de ser víctimas del capitalismo salvaje y de sus inhumanas políticas neoliberales que las excluían, no solo de su derecho al trabajo por la quiebra del aparato productivo interno, sino también de la salud, la educación y demás derechos sociales básicos.
En estas circunstancia, el sector social mayoritario en el que se fue acumulando un creciente descontento, detonante del estallido contestatario y revolucionario, pasó a ser –como lo denominó Frei Betto- el “pobretariado”, entendido éste como ese amplio y creciente movimiento de masas cada vez más empobrecidas, compuesto por un número cada vez mayor de desempleados, subempleados, buhoneros o vendedores ambulantes y trabajadores por cuenta propia, sin seguridad social ni beneficios laborales, y por la inmensa marea de excluidos de toda actividad económica y productiva. Esa creciente masa empobrecida resultó ser el caldo de cultivo, el verdadero fermento en el que surge y se agiganta el descontento que finalmente estalla y se convierte en la inspiración y fuerza impulsora de la Revolución Bolivariana.
Sobre la base de estos hechos concretos es que nos atrevemos a afirmar que en Venezuela no es la clase obrera –aquella que en el auge del desarrollo capitalista industrial del siglo XIX se convirtió en la fuerza social más numerosa y poderosa y en la cual los clásicos del marxismo reconocieron la histórica tarea de impulsar, protagonizar y liderar la transformación revolucionaria del capitalismo explotador y depredador por la nueva sociedad socialista solidaria y humanista-, el sujeto social que inspira, impulsa y lidera la Revolución Bolivariana. En Venezuela estamos en presencia, entonces, del surgimiento de un nuevo sujeto social que, sin lugar a dudas, es el gran protagonista y razón de ser de la Revolución Bolivariana.
¿Revolución Socialista sin liderazgo de la clase obrera?
Mientras haya hambre, pobreza y exclusión social en la faz de la tierra el ideal de la construcción socialista siempre estará vigente. Lo que no podemos seguir afirmando en el siglo XXI es que el proletariado industrial sigue siendo la única clase social explotada y mayoritaria, el protagonista y líder principal de la transformación revolucionaria de la sociedad y de la construcción del socialismo venezolano.
Cualquiera puede considerar este planteamiento como una herejía, una blasfemia, un ataque revisionista a la tradición del pensamiento marxista. Pero es que hace más de diez años el propio Fidel Castro se preguntaba: “¿Puede sostenerse, hoy por hoy, la existencia de una clase obrera en ascenso, sobre la que caería la hermosa tarea de hacer parir una nueva sociedad? ¿No alcanzan los datos económicos para comprender que esta clase obrera -en el sentido marxista del término- tiende a desaparecer, para ceder su sitio a otro sector social? ¿No será ese innumerable conjunto de marginados y desempleados cada vez más lejos del circuito económico, hundiéndose cada día más en la miseria, el llamado a convertirse en la nueva clase revolucionaria?”
La tradición marxista argumentó que los obreros industriales son quienes crean la riqueza de la cual son despojados por el capitalista. Por ser la clase mayoritaria y explotada era la llamada a impulsar y liderar la transformación revolucionaria de la sociedad capitalista en una nueva sociedad socialista. Pero la devastación económica y social del propio capitalismo neoliberal que antes describimos, ha alterado de tal manera las fuentes del descontento social que en la actualidad son los excluidos de la actividad productiva, los que no son asalariados y por lo tanto ni siquiera llegan a ser explotados, los que no producen riqueza, el sector donde subyace el mayor potencial de transformación revolucionaria de la sociedad. La imposición de las políticas neoliberales fue generando tales consecuencias sociales que transformaron aquella marginalidad dispersa y minoritaria en el rasgo esencial y mayoritario del capitalismo salvaje. No se trata ya de casos aislados de mendigos, indigentes y pordioseros sino de una creciente población que carece de las condiciones básicas y elementales para sobrevivir.
Si bien el “pobretariado” no está empleado en ninguna empresa mercantil y, por lo tanto, su lucha no tiene como contrario directo al capitalista que lo explota o al jefe déspota que lo maltrata, esto no quiere decir que se haya debilitado o extinguido la contradicción antagónica entre explotadores y explotados. La lucha de clases cobra una nueva dimensión que va más allá de los conflictos obrero-patronales tradicionales y pasa a ser una confrontación del “pobretariado” contra toda la lógica explotadora, depredadora e inmoral del sistema capitalista, generador de desempleo, pobreza y exclusión social. Esto tiene su complejidad, toda vez que es más fácil que el obrero identifique como explotador al capitalista que le niega aumentos salariales y lo somete a extenuantes jornadas de trabajo, en comparación con la situación del buhonero o vendedor ambulante que trabaja por cuenta propia, que no tiene patrón porque él es su propio jefe y, por lo tanto, siente que no es explotado por nadie. Solo a partir del fortalecimiento de la conciencia del “pobretariado” y de su organización como fuerza social transformadora es que se puede convertir su descontento y malestar en un verdadero potencial de transformación revolucionaria de la sociedad capitalista. Ese “pobretariado” disperso, sin mucha cohesión como clase social, sin mayor interés por la política, ocupado más bien en lograr su subsistencia, es el verdadero sujeto social de la Revolución Socialista en el siglo XXI.
En la comprensión profunda de esta nueva realidad reside justamente la lucidez, claridad y visión del Comandante Chávez, quien supo superar las limitaciones de una izquierda atrapada en su dogmatismo, rigidez y falta de creatividad y reconocer en esa enorme masa desempleados, pobres y excluidos al pueblo humilde y sufrido y visibilizarlo como el verdadero sujeto social de la Revolución Bolivariana, la cual triunfa precisamente con la promesa de erradicar las causas estructurales del desempleo, la pobreza, la miseria y la exclusión social.
Pero sea la clase obrera explotada por el patrón capitalista con nombre y apellido o sean las grandes masas excluidas y empobrecidas por el sistema capitalista en general, en definitiva será el pueblo unido el que finalmente impulse la rueda de la historia y profundice la Revolución política, social y económica que en el país ha comenzado. De allí la radicalización sostenida de la Revolución Bolivariana, la cual comenzó con una crítica al neoliberalismo para plantear más tarde la inviabilidad histórica del sistema capitalista y declarar luego el carácter socialista de la Revolución Bolivariana como un proceso de transformación política, social y económica que tiene su razón de ser, su gran inspiración, en las grandes masas de desempleados y excluidos de la actividad económica, los cuales viven sumidos en condiciones de pobreza y miseria extrema. Éste es, sin lugar a dudas, el verdadero sujeto social de la Revolución Bolivariana.

martes, 5 de octubre de 2010

¿Ser gobierno o tener el poder?

Aunque la Revolución Bolivariana barrió con los viejos partidos que habían secuestrado los poderes públicos, aún tiene pendiente superar lo que queda del marco legal y del entorno institucional que fue creado para favorecer a poderosos grupos de interés en contra de los intereses del pueblo.
No basta con decir que se ha conquistado el poder político cuando todavía se mantiene buena parte de la inercia del viejo aparato estatal heredado de la IV República. La construcción de un auténtico poder popular pasa por la destrucción de la ineficiente pero aun vigente estructura del Estado burocrático, la cual se mantiene al amparo de la rutina y viejas prácticas que en muchos casos se han recrudecido y agravado.
Las tensiones entre el burocratismo y las nuevas formas de poder popular en desarrollo aún no han sido resueltas. Enfrentar las desviaciones que aún persisten en los poderes públicos, desconcentrar y traspasar al pueblo el poder represado en ministerios, gobernaciones y alcaldías y, sobre esta base, profundizar el poder popular a través de la consolidación de los Consejos de Fábrica, de los Consejos Comunales y de las Comunas es una de las grandes tareas planteadas en la construcción del socialismo venezolano.
La sustitución completa del Estado burocrático por un nuevo Estado revolucionario tiene que ser uno de los objetivos cardinales de la fase socialista en la que ha entrado la Revolución Bolivariana. Y no se trata de destruir completamente el Estado de un día para otro sino de comprender las condiciones necesarias que deben cumplirse para lograr su extinción. Basta mirar la pretensión de la principal potencia imperialista de instalar bases militares en países cercanos para entender el enorme papel que aún tiene que jugar el Estado en la defensa de la soberanía nacional.
Profundizar la Revolución Bolivariana implica terminar de erradicar las condiciones que facilitan la explotación del ser humano y resolver la contradicción entre la naturaleza social de la producción y el carácter privado de la apropiación de los medios de producción y de los excedentes. Esto pasa por derrotar a los viejos y nuevos grupos de poder económico que pugnan por monopolizar los incentivos públicos para apoyar la actividad productiva y reorientar los mismos a favor de una nueva economía comunal en manos de los trabajadores directos y la comunidad.

lunes, 4 de octubre de 2010

La burocracia y el secuestro de la propiedad estatal

La tendencia a la burocratización del Estado tiene sus síntomas en el creciente dominio de una poderosa minoría que logra controlar los puestos claves de mando para disfrutar así de perversos privilegios, los cuales logran transformar y mantener a lo largo del tiempo como si fueran derechos adquiridos.
La esencia del burocratismo consiste en la preservación de un modelo organizativo y funcional del Estado que permite la entronización de un poderoso sector privilegiado que logra capturar el control de los poderes públicos para ponerlos al servicio de sus objetivos personales, grupales y corporativos. A diferencia de los auténticos servidores públicos, a los burócratas -tan pronto han sido designados-, se le sube el cargo a la cabeza y se creen por encima de la sociedad a la que deben servir. Son trepadores y arribistas, cazadores de cargos públicos por medio de los cuales van tejiendo su funesta estructura de poder.
El burocratismo como burguesía funcional
El burocratismo se apropia de una parte importante del ingreso generado por el resto de la sociedad a través de: elevados sueldos en comparación con el resto del funcionariado mal pagado, primas de jerarquía, bonos especiales, gastos de representación, viajes y viáticos internacionales, asignaciones de lujosos vehículos con chofer y escolta, suntuosas viviendas, onerosos teléfonos, etc. Por si fuera poco, abusan de sus posiciones de poder a través de las nefastas prácticas del nepotismo, tráfico de influencias, cobro de comisiones, testaferros, amiguismo y compadrazgo.
Mientras se mantengan las condiciones para que los viejos y nuevos grupos de poder económico ejerzan su influencia para absorber y monopolizar los incentivos arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras gubernamentales, suministro de materias primas, asistencia técnica, etc. que facilita el Gobierno para apoyar la actividad económica y productiva, se mantendrán las condiciones que operan como un caldo de cultivo para reproducir y extender el pernicioso fenómeno de la burocratización y el burocratismo.
Aunque la Revolución Bolivariana barrió con los viejos partidos que habían secuestrado los poderes públicos, aún no ha concluido la transformación radical de las condiciones que permiten la reproducción del burocratismo. Por eso, no basta con decir que se ha conquistado el poder político cuando todavía se mantiene buena parte de la inercia del viejo aparato estatal heredado de la IV República, el cual no solo está vivo y se resiste a perder sus privilegios, sino que en muchos casos se ha recrudecido y agravado.
Estado burocrático vs Estado comunal
Las tensiones entre el Estado burocrático y las nuevas formas de poder popular en desarrollo aún no están resueltas. Enfrentar las desviaciones que aún persisten en diferentes niveles de los poderes públicos, desconcentrar y traspasar a los trabajadores directos y a la comunidad organizada el poder represado en empresas públicas, ministerios, gobernaciones y alcaldías y, sobre esta base, profundizar el poder popular, es un reto que se ha planteado el Gobierno Bolivariano.
Con este fin, la Comuna está llamada a asumir la labor diaria de administrar los recursos públicos, desarrollar la nueva legislación y construir un modelo productivo de amplia y creciente participación y control popular. Pero para eso, la proliferación de ministerios y entes del Estado tendrá que abrirle paso a otros esquemas organizativos y funcionales para el diseño y ejecución de las políticas públicas, de tal forma que quienes ejerzan estas responsabilidades no sean burócratas indolentes e incompetentes, sino auténticos representantes del pueblo, elegidos por los trabajadores y miembros de la comunidad.
Una Estado comunal significa una sociedad gobernada por sus trabajadores y por la comunidad, y no por la burocracia y la nomenklatura. Implica concentrar cada vez más poder político y económico en manos del pueblo y no en la burocracia estatal. Es así como a la larga se crearán las condiciones para la extinción definitiva del Estado burocrático y la consolidación de un auténtico poder político y económico en manos del pueblo, sin mediaciones burocráticas de ningún tipo.
Burocracia y secuestro de la propiedad estatal
Entre las duras lecciones que dejaron los intentos fallidos de construir el Socialismo en el siglo XX hay que recordar que el burocratismo, lejos de reducirse, por el contrario amplio su cobertura y se convirtió en un azote, dando origen a élites de poder cada vez más alejadas del sentir del pueblo. En su propósito de derrotar la pobreza y la exclusión social, en los países socialistas del bloque soviético se estatizaron prácticamente todos los medios de producción. En nombre de eliminar la explotación del trabajo asalariado y asegurar la inversión social de las ganancias, se procedió a expropiar la mayoría de los medios de producción y distribución. Esto derivó en:
• Un capitalismo de Estado que ahogó el espíritu emprendedor y las capacidades creadoras del pueblo, criminalizó la iniciativa empresarial y frenó el desarrollo de las fuerzas productivas, generando una permanente escasez, racionamiento y especulación de los productos que se requieren para satisfacer las necesidades básicas y esenciales de la gente.
• Entronización de poderosas élites de la burocracia estatal y la nomenklatura partidista que, en la práctica, derivaron en una burguesía funcional; castas explotadoras que se apropiaron de parte importante del plustrabajo social, ya no por el imperio de la propiedad privada sobre los medios de producción, sino por los privilegios asociados a los altos cargos que disfrutaban en el entramado del Estado.
• Decepción y pérdida de la confianza de las grandes mayorías explotadas y oprimidas con su dirigencia política y sus gobernantes, así como una creciente crítica y rechazo a un modelo organizativo y funcional del Estado, mediatizado por un ineficaz burocratismo y creciente control del partido que invadió todos los campos de la vida social.
Tanto en el socialismo como en el capitalismo la propiedad estatal no es percibida como propiedad social, toda vez que termina siendo secuestrada por élites burocráticas que la administran con ineficiencia o como si de una propiedad privada se tratara. Estas prácticas desviadas y perniciosas causaron un creciente descontento social que dio al traste con la mayoría de los ensayos por construir el socialismo en la URSS y demás países del bloque “socialista” de Europa oriental.

viernes, 1 de octubre de 2010

El voto castigo: análisis crítico del 26-S y la tarea de la nueva AN

“Hay que aspirar a Papa para llegar a sacristán”. Para las elecciones del 26S el partido de gobierno se fijó metas muy altas en función de alcanzar la mayoría en la AN. El PSUV ganó 18 de los 24 estados, 56 de los 87 circuitos y 98 de los 165 diputados. Aunque no logró la mayoría calificada de 2/3 para aprobar leyes orgánicas o 3/5 para leyes habilitantes, obtuvo la mayoría absoluta, la cual es más que suficiente para sancionar el marco legal pendiente que permita desarrollar la CRBV y avanzar en la construcción de una sociedad libre de pobreza y exclusión social. El hecho de no haber logrado todas las metas planteadas no debe interpretarse como una derrota. Ya quisiera cualquier partido político, luego de once años de gobierno, mantener la mayoría absoluta en el parlamento.
La correlación de fuerzas en la nueva AN
La correlación de fuerzas es favorable al gobierno y despeja el peligro de sabotaje de la oposición a través de maniobras de voto censura al vicepresidente o ministros/as, para lo cual se requiere el voto de 3/5 partes de los diputados/as. Por si fuera poco, la participación de casi el 70 % de los electores registrados en el REP le confiere una sólida legitimidad a la mayoría absoluta del PSUV en la próxima AN. Y en caso de necesitar la mayoría calificada, la diversidad de fuerzas contradictorias que componen la MUD, más los dos diputados del PPT, le abren a la bancada oficialista un importante compás de negociaciones y potenciales alianzas, inaugurando así una nueva etapa en la que será necesario dejar de mandar para aprender a gobernar generando consensos y construyendo acuerdos.
De la victoria al triunfalismo
La clara victoria del PSUV no puede llevar a la obnubilación del triunfalismo que impide analizar de manera más clara y sensata los mensajes y advertencias que pueden quedar sumergidos en la euforia de la celebración. Sobre todo si tomamos en cuenta que así como los candidatos de la Revolución obtuvieron el respaldo de 5.433.040 votos, también concentraron el rechazo de 5.320.175 electores.
Está claro que la demora del CNE en anunciar los resultados se debió a lo reñido que resultó el escrutinio en muchos circuitos. En la mayoría de estos finalmente los candidatos del PSUV se impusieron por apenas un pequeño margen. Esta cerrada diferencia es justamente lo que explica por qué la oposición, una vez hecha la sumatoria nacional de sus resultados parciales, si bien acumuló casi el mismo número de votos que el PSUV, no logró un número equivalente de curules. Muchos de sus candidatos, aunque sacaron una alta votación, fueron derrotados por una pequeña diferencia. Pero lo que no queda claro es cómo en la Venezuela bolivariana y revolucionaria, donde no hay tantos capitalistas ni oligarcas -como una vez se lo dijera Fidel Castro al propio Chávez-, los candidatos de la oposición hayan acumulado una votación tan alta.
Los errores cometidos: revisión, rectificación y reimpulso
Un análisis más agudo de estos resultados obliga a preguntarse si los candidatos tenían un verdadero arraigo popular o fueron importados de otros estados e impuestos por la Dirección Nacional; si estamos en presencia de un pueblo plenamente consciente y comprometido o todavía hay mucho clientelismo político que superar; si el obligatorio “trabajo voluntario” al que fueron sometidos los funcionarios públicos fue causa de abstención electoral; si la gestión de gobierno ha sido todo lo eficiente que el pueblo exige; si la inflación, el desempleo y la inseguridad son un invento mediático o verdaderos problemas que causan estragos en la población; si la torpeza con la que se procedió a expropiar pequeños comercios familiares, cercanos a sitios históricos y plazas públicas, lejos de ser visto como una conquista popular fue interpretado, por el contrario, como una amenaza a la propiedad personal y familiar; si el caso de miles de contenedores de comida podrida, cuando el ingreso de muchas familias ni siquiera alcanza para comprar la canasta alimentaria, puso en bandeja de plata argumentos a la oposición para evidenciar la supuesta indolencia e incapacidad del gobierno; si el burocratismo, la incompetencia y la corrupción son calumnias de los enemigos de la Revolución o verdaderas prácticas perversas que están minando la fe, la esperanza y el entusiasmo de la gente; si es cierto que la abstención favoreció a la oposición o, por el contrario, muchos de los que antes votaban por los candidatos del gobierno esta vez lo hicieron por la oposición; si estos resultados son una manifestación de deslealtad y traición o una advertencia sobre muchas cosas que es necesario mejorar?
No seamos ingenuos. Cada vez que haya elecciones bajo las reglas de la democracia burguesa las transnacionales y sus socios nacionales explotarán al máximo nuestros errores para reconquistar el poder, imponer sus leyes al gobierno y descalabrar así la Revolución. El Socialismo de Allende perdió bajo las balas fascistas lo que ganó con los votos del pueblo y la Revolución Sandinista perdió en las urnas lo que ganó con la vida de millares de combatientes.
Las tareas de la nueva AN
Hasta ahora el socialismo venezolano ha sido esencialmente rentista. La mejora en los indicadores sociales y el cumplimiento anticipado de las metas del milenio ha sido gracias a la inversión social de la renta petrolera y no a la creación de nuevas relaciones económicas que aseguren una distribución progresiva del ingreso a favor de las grandes mayorías asalariadas que viven de un ingreso fijo.
Asegurar el carácter irreversible de los progresos en el campo social impone al Gobierno la necesidad de contar con un marco legal que le permita acelerar la creación de un nuevo modelo productivo de amplia y creciente inclusión social; fundamentado en el control de los trabajadores directos, de los consumidores y de la comunidad organizada sobre los procesos de producción, distribución y comercialización; y, a través del cual la mayor parte de las ganancias no se distribuya sólo como dividendos entre los accionistas, sino que un porcentaje creciente sea invertido como ganancia social, en función de resolver los problemas comunes de los trabajadores y la comunidad.
Más que reactivar la economía capitalista -que aún pesa el 70% del PIB- la prioridad del Gobierno será contar con nuevas leyes que le permitan reorientar los incentivos arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras gubernamentales, suministro de materias primas, capacitación de la fuerza de trabajo, asistencia técnica, etc. en función de promover una nueva economía social que elimine la explotación del ser humano, la depredación del ambiente y la degradación de los valores éticos y morales.
Con este fin, una de las leyes clave será la “Ley para la promoción y desarrollo de nuevas formas de Propiedad Social”, la cual es necesaria para delimitar los sectores económicos que el Estado se reserva por razones estratégicas, tales como petróleo, gas, industrias básicas, electricidad, telecomunicaciones, ferrocarriles, metros, puertos y aeropuertos. Al mismo tiempo, servirá para identificar los sectores en los que se estimulará y protegerá la economía social, particularmente los relacionados con las canastas alimentaria y básica, cuya producción debe quedar bajo el control de los trabajadores directos, los consumidores y la comunidad organizada. Esta ley también tendrá que dejar claro cuáles son los sectores en los que se permitirá y fomentará la inversión privada nacional y extranjera, siempre y cuando se comprometa con la construcción de un nuevo modelo productivo que erradique las causas estructurales del desempleo, la pobreza y la exclusión social.

jueves, 23 de septiembre de 2010

El pueblo vota por el pueblo

En la IV República, el pueblo empobrecido y excluido mostraba poco interés en acudir a las urnas para elegir a quienes luego se burlarían de su fe y esperanza. El desinterés por la política se hizo creciente y así el país comenzó a ser controlado por cúpulas que se imponían en comicios con más de un 60 % de abstención.
Los dirigentes del pasado se fueron alejando cada vez más de los sectores populares y más nunca llegaron a ver de cerca las penurias del pueblo. Y sus herederos de la actual oposición parecen que no han asimilado esa lección. Se han limitado a desplegar sus campañas electorales a través de entrevistas por radio, prensa y televisión, ostentosas caravanas, vallas y millares de afiches con sus rostros bien maquillados y sonrientes, con muy poco contacto con los sectores populares.
Hoy somos parte de un pueblo consciente que sabe escoger cada vez mejor a sus gobernantes y representantes. El 26S el pueblo no votará por tránsfugas ni se quedará en la casa derrotado por la desilusión y el escepticismo, tal como ocurría en la IV República. Una vez más, como ha ocurrido desde el 6 de diciembre de 1998, saldrá con entusiasmo a votar por los candidatos surgidos de las entrañas del pueblo y comprometidos con sus mejores causas.
De nuevo el pueblo derrotará a los poderosos bajo las mismas reglas que hace más de medio siglo ellos mismos impusieron. Tengamos en cuenta que cada vez que haya elecciones bajo las reglas de la democracia burguesa a las que aún hacemos el juego, las corporaciones transnacionales y sus socios nacionales intentarán imponer sus candidatos para reconquistar el poder legislativo, imponer sus leyes al gobierno, descalabrar las conquistas de la Revolución y secuestrar de nuevo a PDVSA y demás empresas del Estado para ponerlas al servicio de sus partticulares intereses. La nueva AN debe entender muy bien el mandato que el pueblo le dará para aprobar el marco legal que permita profundizar y consolidar el poder popular. De lo contrario la Revolución siempre estará amenazada por enemigos que ya no tienen el poder político, pero mantienen un sólido poder económico, el cual ponen al servicio de su obstinación por recuperar sus privilegios. Por lo tanto, no cantemos victoria ni seamos triunfalistas y vayamos todos a votar por los candidatos de la Revolución.
Sobre todo porque buena parte del viejo marco legal y del ineficiente entorno institucional heredado de la IV República todavía se mantiene vigente y obstaculiza el avance de la Revolución. En el próximo período legislativo es necesario acelerar la destrucción del viejo Estado burocrático para levantar sobre sus ruinas el nuevo Estado comunal y revolucionario. La Comuna como genuina expresión del poder popular, sin mediaciones de ningún tipo, está llamada a ampliar la democracia más allá del voto. Y para profundizar el desarrollo de la democracia participativa y protagónica, la nueva AN está emplezada a relanzar la propuesta de reducir la jornada laboral y liberar el tiempo que los ciudadanos necesitan para asumir desde la Comuna la dirección de los asuntos públicos secuestrados por la burocracia en todos los niveles de gobierno: central, estadal y municipal.
En la lucha contra el Estado burocrático heredado de la IV República, la proliferación de ministerios y entes del Estado tendrá que abrirle paso a otros esquemas organizativos y funcionales mucho más eficientes. Cada vez más, el diseño y ejecución de las políticas públicas debe estar bajo la responsabilidad de auténticos y eficientes representantes del pueblo, elegidos por los trabajadores y miembros de la comunidad, y no en manos de burócratas incapaces e indolentes.
Sin lugar a dudas, el carácter irreversible de la Revolución pasa por concentrar cada vez más poder político y económico en manos del pueblo y no en la burocracia estatal.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Economía crecerá de manos del pueblo

Fidel Castro concedió recientemente una entrevista al periodista Jeffrey Goldberg de la revista “The Atlantic” y ante la pregunta de si el modelo socialista de la isla es exportable, el líder histórico de la Revolución respondió: “El modelo cubano ya no funciona ni para nosotros”, agregando que “el Estado ha tenido un rol demasiado grande en la vida económica del país”"
El Socialismo del SXX, tras el ideal humanista de derrotar la pobreza y la exclusión social, estatizó prácticamente todos los medios de producción. En nombre de eliminar la explotación del trabajo ajeno y asegurar la inversión social de las ganancias, procedió a expropiar desde una bodega, hasta una siderúrgica, pasando por talleres mecánicos, peluquerías, farmacias, empresas de refinación de petróleo, redes de clínicas y consultorios privados, cadenas de hoteles, restaurantes y cines, líneas de aviación, etc.
Parte de las lecciones más importantes del intento fallido por construir el SSXX son las siguientes:
1) Implantación de un capitalismo monopolista de Estado que inhibió el espíritu emprendedor y las capacidades creadoras del pueblo, criminalizó la iniciativa empresarial y frenó el desarrollo de las fuerzas productivas, todo lo cual se tradujo en una permanente escasez, racionamiento y especulación de los productos que se requieren para satisfacer las necesidades básicas.
2) Entronización de poderosas élites de la burocracia estatal y la nomenclatura partidista que, en la práctica, derivaron en una burguesía funcional; castas explotadoras que se apropiaron de parte importante del plustrabajo social, ya no por el imperio de la propiedad privada sobre los medios de producción, sino por los privilegios asociados a los altos cargos que disfrutaban en la estructura del Estado.
3) Agotamiento de la identificación y compromiso del ciudadano de a pié con un modelo organizativo y funcional del Estado y la sociedad, mediatizado por un ineficaz burocratismo y creciente control del partido que se extendió de forma cada vez más intrusiva a todos los campos de la vida social.
En el SSXX, la propiedad estatal no fue percibida como propiedad de todo el pueblo, toda vez que terminó siendo secuestrada por élites burocráticas que la administraron con ineficiencia o como si de una propiedad privada se tratara. Las nefastas consecuencias de ese modelo provocaron una creciente insatisfacción social que finalmente causó la implosión de la URSS y el bloque “socialista” de Europa oriental. Pero esto no quiere decir que haya triunfado el capitalismo, el cual tampoco ha sido capaz de enfrentar con éxito los flagelos de la pobreza, la contaminación ambiental y la degradación moral.
La construcción de un nuevo modelo productivo de amplia y creciente inclusión social no puede quedar entrampada en el maniqueísmo de la propiedad privada vs. la propiedad estatal. La economía crecerá de manera sostenida solo si está en manos de quiénes están más interesados en producir una abundante oferta de bienes y servicios destinados a satisfacer sus crecientes necesidades. Por eso, el pueblo emprendedor es el llamado a conformar un nuevo tejido empresarial, capaz de generar un creciente excedente para ser invertido como ganancia social y así dar respuesta a los problemas más acuciantes de los trabajadores y la comunidad.

jueves, 9 de septiembre de 2010

¡No me suban más el sueldo pero paren la inflación!

Aumento salarial vs. inflación: con una mano da y con la otra quita
El BCV acaba de informar que la inflación en el mes de agostó fue de 1,6%. El total acumulado en los ocho meses del año en curso llega a 19,9%, con lo cual queda anulado el aumento salarial de 20% que fue aplicado a partir del 1° de mayo.
En los próximos meses, la inflación que se acumule hasta diciembre erosionará aún más el salario real que se tenía antes del último aumento. Gracias al tradicional aumento de todos los años, en 2010 nominalmente ganaremos más; pero, debido a que la inflación es mayor que el aumento salarial, realmente podremos adquirir menos bienes y servicios que en el 2009. En términos netos, a pesar del aumento salarial, al ser mayor el aumento de precios habremos perdido un importante porcentaje del poder adquisitivo que antes teníamos.
Cuando los precios suben los salarios no lo hacen de inmediato. El factor trabajo reacciona con retraso y cuando por fin logra una compensación salarial ya ha transferido buena parte de su ingreso a los factores que dominan la producción y los precios. Y esto seguirá siendo así mientras el promedio interanual de la inflación supere el porcentaje del aumento salarial.

Baja la inflación pero suben los precios
El BCV y el Gobierno Nacional consideran que la inflación ha entrado en una fase de desaceleración. La inflación promedio anual de CAP II fue de 44,0%, la de Caldera II 60% y con Chávez de 22,6%.
El Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) registró en el mes de julio una variación intermensual de 1,4%, menor que la observada en junio que fue de 2,1%. El resultado de 1,6 % en agosto, si bien fue menor al 2,2 % del mismo mes en 2009, repuntó en comparación con el 1,4 % de julio de este año. Aunque la de agosto es la segunda menor tasa intermensual en los últimos 17 meses, aún no se puede hablar de una tendencia hacia la baja. Los precios no dejan de crecer: siguen subiendo pero a un ritmo apenas menor.
Veamos: la variación anualizada al mes de julio 2010 desaceleró de 31,3% a solo 30,5 %. Entre los meses de agosto de 2009-2010, los precios acumulan un alza de 29,9%, mayor que el 26,7% registrado entre los mismos meses de 2008-2009. La variación acumulada en los primeros 7 meses de 2010 fue de 18,0 %, superior al 13,1 % hasta julio 2009; y el reciente dato de 19,9 % es mayor al 15,6% acumulado hasta agosto de 2009. Una lectura correcta de los propios datos oficiales indican que las presiones inflacionarias aún no han sido conjuradas.
La inflación no es mayor gracias a los precios de los bienes y servicios que están controlados y debido a la recesión por la que ha atravesado la economía nacional a lo largo de 5 trimestres. Pero a pesar del control precios, de los subsidios, de la sobrevaluación del tipo de cambio y de la recesión, la inflación no para. En productos de procedencia nacional llega a 21,5% y en productos de procedencia importada es de 15,2%.

Aumento del salario real y reactivación económica
La inflación erosiona el poder adquisitivo, contrae el consumo privado y es una de las causas de la actual recesión que padece la economía venezolana. Al no haber suficiente demanda, la racionalidad capitalista -en lugar de aumentar los sueldos para reanimar el consumo-, lo que hace es bajar el nivel de producción y reducir las nóminas, con lo cual empeoran aún más la situación. El empeño por trasladar a los precios -de forma inmediata y en una mayor proporción-, cualquier aumento de sueldos termina revirtiéndose contra la propia lógica del capital de aumentar las ventas para maximizar sus ganancias.
Los asalariados, al tener mayores necesidades insatisfechas, cuando reciben un aumento de sueldos tienden a gastarlo todo, no tienen capacidad de ahorro y su propensión al consumo es mayor que la de los capitalistas, los cuales tienen sus necesidades básicas y no básicas satisfechas. Por eso, cualquier aumento de los sueldos mueve la economía y ayuda a vencer la recesión. Cuando se castiga el salario se castiga la actividad económica y se provoca estancamiento y recesión.
El salario no es sólo un costo de producción más: es la principal fuerza motriz del consumo privado y de la demanda agregada. Los aumentos de sueldos serán la fuerza motriz de la reactivación económica, siempre y cuando no sean trasladados de inmediato y en una mayor proporción a los precios. Solo así se podrá aumentar el poder de compra de la gran mayoría de los hogares para satisfacer sus necesidades básicas y esenciales y relanzar la economía en un círculo virtuoso de más empleo-mejores salarios-mayor demanda-crecimiento económico sostenido.

La pugna por la distribución del ingreso
El resultado de la pugna por la distribución del ingreso entre trabajo y capital se expresa en el saldo neto del intercambio entre aumento de salarios por inflación. En dependencia de cuál sea mayor estaremos en presencia de una distribución progresiva o regresiva del ingreso.
El factor trabajo reclama aumentos de sueldos para compensar el poder adquisitivo que ha perdido como consecuencia de la inflación. Por su parte, el factor capital registra tales aumentos como un incremento en los costos de producción. Para no afectar su margen de ganancias, el factor capital inmediatamente lo traslada al precio de venta, generalmente en mayor proporción. Los trabajadores en cambio tienen que esperar hasta el próximo 1° de mayo o hasta la nueva contratación colectiva (en promedio cada dos años) para que se produzca una nueva compensación salarial.
Cuando los precios suben los salarios no lo hacen de inmediato. El factor trabajo reacciona con retraso y cuando por fin logra una compensación salarial ya ha sido despojado de buena parte de su ingreso. El ajuste salarial, además de ser tardío, no compensa la pérdida del poder adquisitivo. Al ser menor el aumento de los sueldos en comparación con la inflación, se produce una transferencia neta del ingreso de los trabajadores que viven de un sueldo fijo a favor del factor capital, el cual controla el 70 % del PIB y fija la mayoría de los precios.
La inflación promedio anual sigue siendo superior al aumento de sueldos que suele ser de 20%. En esas condiciones, el salario mínimo se rezaga y termina quedándose por debajo del costo de la canasta alimentaria. Solo en alimentos la inflación en el período agosto 2009/agosto 2010 supera el 40 %. El salario mínimo es de Bs. F. 1.223,89 pero se requieren Bs. F. 2.484,73 para comprar la canasta alimentaria. Y esto a quien más afecta es a las familias que viven de un salario mínimo. El impacto de la inflación sobre el Estrato I (más pobre) entre agosto 2009 y agosto 2010 es de 33,9%, mientras que en los más ricos es de 28%.
Una inflación mayor que el incremento salarial es uno de los factores que explica la distribución regresiva del ingreso que se observa en la economía venezolana. En 1998 al trabajo le tocaba el 39.7% del nuevo valor creado, superior al 36.2 % del que se apoderaba el capital; diez años después su participación cayó a 32.8 %, mientras que la del capital subió a 48.8%. Es así como los ricos se hacen cada vez más ricos mientras los pobres se hacen cada vez más pobres.
Y ante la pesadilla de la voraz inflación –que no solo vuelve sal y agua el aumento de 20% sino que se traga también un porcentaje del ingreso real anterior-, no faltará quien reclame en su angustioso afán: “no me suban más el sueldo pero paren la inflación”.

viernes, 3 de septiembre de 2010

La burocracia como burguesía funcional

Entre las duras lecciones que dejaron los intentos fallidos de construir el Socialismo en el siglo XX hay que recordar que el burocratismo, lejos de reducirse se extendió de forma cada vez más intrusiva, dando origen a élites de poder cada vez más alejadas del sentir del pueblo. Por eso, una Revolución auténtica está llamada a crear todas las condiciones necesarias para abrirle paso a una sociedad gobernada por sus trabajadores y por la comunidad, y no por la burocracia y la nomenklatura.
La esencia del burocratismo consiste en la preservación de un modelo organizativo y funcional del Estado que permite la entronización de un poderoso sector privilegiado que captura el control de los poderes públicos para ponerlos al servicio de sus objetivos personales, grupales y corporativos. A diferencia de los auténticos servidores públicos, a los burócratas -tan pronto han sido designados-, se le sube el cargo a la cabeza y se creen por encima del pueblo al que deben servir.
No se puede subestimar el permanente peligro de burocratización que acecha a toda Revolución. Una cosa son los verdaderos revolucionarios que asumen delicadas responsabilidades en la estructura del Estado y se consagran al servicio público, sacrificando hasta su salud, familia y vida personal, y otra muy distinta son los trepadores y arribistas, cazadores de cargos públicos por medio de los cuales van tejiendo su funesta estructura de poder. La tendencia a la burocratización del Estado tiene sus síntomas en el creciente dominio de una poderosa minoría que logra controlar los puestos claves de mando para disfrutar así de perversos privilegios, los cuales logran transformar y mantener a lo largo del tiempo como derechos adquiridos.
El burocratismo se apropia de una parte importante del ingreso generado por los trabajadores a través de: elevados sueldos en comparación con el resto del funcionariado mal pagado, primas de jerarquía, bonos especiales, gastos de representación, viajes y viáticos internacionales, asignaciones de lujosos vehículos con chofer y escolta, suntuosas viviendas, onerosos teléfonos, etc. En los hechos, este poderoso sector de la burocracia constituye una especie de burguesía funcional, una casta explotadora que se apropia de una parte importante del esfuerzo productivo de la sociedad; es decir, del plustrabajo, toda vez que su participación abiertamente favorable en la distribución del ingreso se deriva no de la propiedad privada sobre los medios de producción, sino de los privilegios asociados a los altos cargos que ostentan. Por si fuera poco, abusan de sus posiciones de poder a través de las nefastas prácticas del nepotismo, tráfico de influencias, cobro de comisiones, testaferros, amiguismo y compadrazgo.
No basta con decir que se ha conquistado el poder político cuando todavía se mantiene buena parte de la inercia del viejo aparato estatal heredado de la IV República. Aunque la Revolución Bolivariana barrió con los viejos partidos que habían secuestrado los poderes públicos, aún tiene pendiente la tarea de superar todo lo que queda del marco legal y del entorno institucional que fue creado para favorecer a poderosos grupos de interés en contra de los intereses del pueblo. Aún no ha concluido la transformación radical de las condiciones que permiten la reproducción del burocratismo, el cual aún está vivo y se resiste a perder sus privilegios. La construcción de un auténtico poder popular pasa por la destrucción de la ineficiente pero aun vigente estructura del Estado burocrático, la cual se mantiene al amparo de la rutina y viejas prácticas que en muchos casos se han recrudecido y agravado.
Estas tensiones entre el burocratismo heredado de la IV República y las nuevas formas de poder popular en desarrollo aún no han sido resueltas. Enfrentar las desviaciones que aún persisten en diferentes niveles de los poderes públicos, desconcentrar y traspasar al pueblo el poder represado en ministerios, gobernaciones y alcaldías y, sobre esta base, profundizar el poder popular a través de la consolidación de los Consejos de Fábrica, de los Consejos Comunales y de las Comunas es una de las grandes tareas planteadas en la construcción del socialismo venezolano.
La sustitución completa del Estado burocrático por un nuevo Estado revolucionario tiene que ser uno de los objetivos cardinales de la fase socialista en la que ha entrado la Revolución Bolivariana. Y no se trata de destruir completamente el Estado de un día para otro sino de comprender las condiciones necesarias que deben cumplirse para lograr su extinción. Basta mirar la pretensión de la principal potencia imperialista de instalar bases militares en países cercanos para entender el enorme papel que aún tiene que jugar el Estado en la defensa de la soberanía nacional.
Mientras se mantengan las condiciones que facilitan la explotación de un ser humano por otro ser humano, mientras esté viva la contradicción entre la naturaleza social de la producción y el carácter privado de la apropiación de los medios de producción y de los excedentes, mientras los viejos y nuevos grupos de poder económico ejerzan su nefasta influencia para absorber y monopolizar los incentivos arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras gubernamentales, suministro de materias primas, asistencia técnica, etc. que facilita el Gobierno Bolivariano para apoyar la actividad económica y productiva, se mantendrán las condiciones que operan como un caldo de cultivo para reproducir y extender el pernicioso fenómeno de la burocratización y el burocratismo.
El capitalismo engendra desempleo, pobreza y exclusión social. Al mismo tiempo, exacerba el consumismo para dar salida a su frenética producción, aumentar las ventas y maximizar así sus ganancias. Esta perversa contradicción tiende a debilitar y corromper los valores éticos y morales ante el afán de alcanzar un mayor disfrute de vida material. Mientras no se sustituyan los valores capitalistas del individualismo, consumismo y mayor nivel de vida material por los valores socialistas de la solidaridad, el desarrollo humano integral y el saber vivir, la corrupción y el burocratismo seguirán siendo flagelos que amenazan la salud de la Revolución Bolivariana.
En esta nueva fase de la Revolución Bolivariana, es el poder de la Comuna el que puede y tiene que destronar al burocratismo. La Comuna está llamada a ampliar la democracia más allá del voto, asumiendo la labor diaria de administrar los recursos públicos, así como la legislación y la construcción de un nuevo modelo productivo de amplia y creciente participación y control popular. Por eso, la proliferación de ministerios y entes del Estado tendrá que abrirle paso a otros esquemas organizativos y funcionales para el diseño y ejecución de las políticas públicas, con base en un creciente control directo de los trabajadores y de la comunidad, de tal forma que quienes ejerzan estas funciones y responsabilidades no sean burócratas indolentes sino auténticos representantes del pueblo, elegidos por los trabajadores y miembros de la comunidad.
Para facilitar la participación masiva de los trabajadores y la comunidad en el control y administración de los asuntos públicos, es importante relanzar la propuesta que se hizo en la Reforma Constitucional de reducir la jornada laboral, con el fin de liberar tiempo para que los ciudadanos puedan dedicar una parte de éste a las funciones y tareas propias del poder comunal, asumiendo así las funciones de la vieja burocracia y contribuyendo a acelerar la extinción completa del viejo Estado burocrático. Por esta vía se contribuirá como nunca a profundizar el desarrollo y consolidación de una verdadera democracia participativa y protagónica.
Entender la importancia de terminar de destruir el Estado heredado de la IV República es crucial para asegurar el carácter irreversible de la Revolución Bolivariana. De lo contrario siempre estará amenazada por opositores y enemigos que ya no tienen el poder político, pero mantienen un sólido poder económico, el cual ponen al servicio de su obstinación por recuperar sus privilegios. Cada vez que haya elecciones bajo las reglas de la democracia burguesa a las que le hacemos el juego, las corporaciones transnacionales y sus socios nacionales intentarán imponer sus candidatos para reconquistar el poder legislativo, imponer sus leyes al gobierno y descalabrar así las conquistas de la Revolución Bolivariana.
Ese pueblo que antes sufría los flagelos del desempleo, la pobreza y la exclusión social y que ha sido rescatado y visibilizado por la Revolución Bolivariana no vacilará en apoyar el propósito de terminar de sustituir el Estado burocrático por un nuevo Estado Comunal. La revolución Bolivariana no puede seguir entrampada bregando cada cinco o seis años por lograr una correlación de fuerzas favorable, en medio de un permanente sabotaje de los enemigos del proceso que desacelera y frena el avance de la Revolución. La supervivencia de la Revolución Bolivariana pasa por concentrar cada vez más poder político y económico en las manos del pueblo y no en la burocracia estatal. Solo así será posible construir un nuevo Estado Comunal que elimine las condiciones que aún permiten la explotación del ser humano, la destrucción del ambiente y la degradación de los valores éticos y morales. Es así como a la larga se crearán las condiciones para la extinción definitiva del Estado burocrático y la consolidación de un auténtico poder político y económico en manos del pueblo, sin mediaciones burocráticas de ningún tipo.

viernes, 27 de agosto de 2010

La Comuna en el Nuevo Modelo Productivo

La Comuna está llamada a superar problemas claves heredados de la economía capitalista, tales como:
· Contradicción entre la naturaleza cada vez más social de la producción y la apropiación privada de los medios de producción
· Incongruencia entre la riqueza socialmente generada y la apropiación privada de los excedentes
· Diferencias entre el trabajo manual y el trabajo intelectual
· Cuellos de botella entre la actividad agrícola e industrial
· Desarrollo desigual entre el campo y la ciudad
· Las causas estructurales del desempleo, la pobreza y la exclusión social
En lugar de reeditar la experiencia fallida del SSXX -el cual se basó en la propiedad absoluta del Estado sobre la gran mayoría de los medios de producción y distribución, dando origen a un Capitalismo de Estado a través del cual el burocratismo y la nomenklatura secuestraron la propiedad pública, administrándola con ineficiencia o como si de una propiedad privada se tratara-, en la Comuna venezolana el sistema de propiedad debe ser colectivo. Ya quedó demostrado que la propiedad estatal o "propiedad de todo el pueblo" terminó siendo algo extraño y lejano para el ciudadano de a pié, el cual nunca se sintió “copropietario social” de esa única forma de “propiedad social”.
En el período de tránsito del capitalismo al socialismo, la remuneración del trabajo individual y la distribución de los frutos del esfuerzo colectivo debería hacerse a través de una combinación de los principios de "a cada quien según su trabajo" y "a cada quien de acuerdo sus necesidades”. Así se evitaría condenar a los trabajadores manuales y del campo a devengar los más bajos salarios debido a su menor calificación profesional o a la menor complejidad tecnológica de su actividad.
Con el fin de asegurar el control de los trabajadores directos y de la comunidad sobre los procesos de producción e inversión social de los excedentes, es necesario ampliar la cobertura de la Comuna como forma de organización social y productiva a lo largo y ancho de todo el territorio nacional. Esto es clave para lograr que la remuneración individual se base en el trabajo de cada uno, compensando o corrigiendo las diferencias a través de la inversión social de los excedentes, evitando así la práctica de las cooperativas de distribuir individualmente todo el excedente, en menoscabo de la atención a las necesidades colectivas y sociales de la Comuna.

lunes, 23 de agosto de 2010

Inflación vs. salario

La inflación erosiona el poder adquisitivo, contrae el consumo privado y es causa de recesión. Al no haber suficiente demanda, los capitalistas -en lugar de aumentar los sueldos para reanimar el consumo-, lo que hacen es bajar el nivel de producción y reducir las nóminas, con lo cual empeoran aún más la situación. El empeño por trasladar de inmediato y en una mayor proporción cualquier aumento de sueldos termina revirtiéndose contra la propia lógica del capital de aumentar las ventas para maximizar sus ganancias. De hecho, en la reciente baja del ritmo inflacionario influye la recesión por la que atraviesa la economía nacional.
Los aumentos de sueldos serán la fuerza motriz de la reactivación económica, siempre y cuando no sean trasladados de inmediato y en una mayor proporción a los precios. Solo así se podrá aumentar el poder de compra de los hogares para satisfacer sus necesidades básicas y esenciales. El salario no es sólo un costo de producción más: es la principal fuerza motriz del consumo privado y de la demanda agregada.
La inflación no es mayor gracias a los bienes y servicios cuyos precios están controlados. Pero a pesar del control precios, de los subsidios y de la sobrevaluación del tipo de cambio, la inflación en productos de procedencia nacional llega a 20,3% y la de los importados es de 14,4%. La inflación cerró en julio 2010 en 1,4% mientras que en julio 2009 fue 2,1%. Esta tendencia a la baja no quiere decir que la inflación ha sido derrotada: los precios siguen subiendo pero a menor velocidad.
Los trabajadores que viven de un ingreso fijo ven como el aumento anual de 20% se vuelve sal y agua. Quien devenga un sueldo mínimo de Bs. F. 1.223,89 y tiene que gastar Bs. F. 2.484,73 para solo comprar la Canasta Alimentaria transfiere parte de su ingreso al factor capital que domina la producción y los precios. Los asalariados, al tener mayores necesidades insatisfechas, cuando reciben un aumento de sueldos tienden a gastarlo todo, no tienen capacidad de ahorro y su propensión al consumo es mayor que la de los capitalistas, los cuales tienen sus necesidades básicas y no básicas satisfechas. Cualquier aumento de los sueldos mueve la economía y ayuda a vencer la recesión. Cuando se castiga el salario se castiga la actividad económica y se causa y profundiza la recesión, toda vez que la lógica contradictoria del capital induce a bajar el nivel de producción y a recortar las nóminas, golpeando aún más el ingreso familiar y entrampando la economía en un circulo vicioso de recesión-recorde de producción-ajuste de nóminas-caida de la demanda-recesión .
Los mecanismos del mercado han demostrado su creciente incapacidad para sacar a la economía de este círculo vicioso. Esto hace necesaria una sabia y oportuna intervención del Estado no solo para reactivar la economía sino, fundamentalmente, para transformar la lógica económica basada en la maximización del lucro a través de la intensificación de la explotación de los trabajadores y de la depredación de la naturaleza, por una nueva lógica económica centrada en los principios de solidaridad, cooperación, complementación, equidad y sustentabilidad.

domingo, 15 de agosto de 2010

La pugna por la distribución del ingreso

Cuando los precios suben los salarios no lo hacen de inmediato. Al ser menor el aumento de los sueldos en comparación con la inflación, se produce una transferencia neta del ingreso de los trabajadores que viven de un sueldo fijo a favor de los capitalistas que dominan la producción y fijan los precios. El factor trabajo reacciona con retraso y cuando por fin logra una compensación salarial ya ha sido despojado de buena parte de su ingreso. El ajuste salarial, además de ser tardío, no compensa la pérdida del poder adquisitivo.
Con frecuencia, a pesar de los aumentos, el salario mínimo se queda por debajo del costo de la canasta alimentaria. La inflación en alimentos es de 42% en el período julio 2009/julio 2010. El salario mínimo es de Bs. F. 1.223,89 pero se requieren Bs. F. 2.484,73 para comprar la Canasta Alimentaria. Y esto a quien más afecta es a las familias que viven de un salario mínimo. El impacto de la inflación sobre el Estrato I (más pobre) entre julio 2009/julio 2010 es de 35,8%.
El Índice Nacional de Precios al Consumidor registró en julio una variación de 1,4%, inferior a la de junio que fue de 2,1%. Es la menor tasa intermensual en los últimos 16 meses lo que sugiere una tendencia hacia la baja. La inflación promedio anual de CAP II fue de 44,0%, la de Caldera II 60% y con Chávez de 22,6%. Esto no quiere decir que los precios dejen de crecer: siguen subiendo pero a un ritmo apenas menor. La variación anualizada al mes de julio de 2010 bajó de 31,3% a 30,5 %, pero la variación acumulada en lo que va de año se ubica en 18,0%, superior a la acumulada en igual período de 2009 cuando fue de 13,1%.
En el segundo trimestre de 2010, el Índice de Remuneraciones de los Asalariados registró un incremento de 7,5%, mayor que el anterior de 4,5%, pero menor que la del mismo trimestre de 2009 que fue de 13,7%. La inflación promedio anual sigue siendo superior al aumento de sueldos que suele ser de 20%. Una inflación mayor que el incremento salarial es lo que explica la distribución regresiva del ingreso que se observa en el sector capitalista de la economía. En 1998 al trabajo le tocaba el 39.7%, superior al 36.2 % del que se apoderaba el capital; diez años después cayó a 32.8 %, mientras que la del capital subió a 48.8%. Así, los ricos se hacen cada vez más ricos mientras los pobres se hacen cada vez más pobres.

jueves, 12 de agosto de 2010

Baja la inflación pero suben los precios

La pugna por la distribución del ingreso entre trabajo y capital se expresa en el saldo neto del intercambio de aumento de sueldos por inflación. En dependencia de cuál sea mayor estaremos en presencia de una distribución progresiva o regresiva del ingreso.
El factor trabajo reclama aumentos de sueldos para compensar el poder adquisitivo perdido como consecuencia de la inflación. Por su parte, el factor capital registra tales aumentos como un incremento en los costos de producción. Para no afectar su margen de ganancias, inmediatamente lo traslada al precio en igual, mayor o menor proporción. Los trabajadores en cambio tienen que esperar hasta la nueva contratación colectiva (que en promedio suele ser cada dos años) para que se produzca una nueva compensación salarial.
El INPC tuvo en julio una variación de 1,4%, menor que 1,8% en mayo y 2,1% en junio. Es la menor tasa intermensual en los últimos 16 meses y sugiere una tendencia hacia la baja. Pero esto no quiere decir que los precios dejen de crecer: siguen subiendo pero a un ritmo menor. De hecho, la variación anualizada a julio 2010 desaceleró de 31,3% a 30,5 %, aunque la variación acumulada en los 7 meses de 2010 se ubica en 18,0%, superior a la acumulada en igual período de 2009 cuando llegó a 13,1%. La inflación acumulada en 11 años y 7 meses es de 835% y desde que entró en vigencia la reconversión monetaria es de 90,4%.
En promedio, la inflación anual es superior al aumento de sueldos que suele ser de 20%. En el Estrato I, el más pobre, la inflación anualizada fue 35,8 %. Por lo tanto, en este canje de aumento de sueldos por inflación, los ricos se hacen cada vez más ricos mientras los pobres son cada vez más pobres. Al ser mayor la inflación que el aumento de sueldos, se produce una transferencia neta del ingreso del factor trabajo que vive de un sueldo fijo a favor del factor capital que ajusta con rapidez la mayoría de los precios. El factor trabajo reacciona con retraso y cuando por fin logra una compensación salarial, ya ha transferido buena parte de su ingreso a los factores que dominan los precios. Según la distribución factorial del ingreso, en 1998 al trabajo le tocaba el 39.7%, superior al 36.2 % del que se apoderaba el capital. Diez años después, cayó a 32.8 % mientras que la del capital subió a 48.8%.
Cuando se castigan los sueldos se castiga también el ritmo de actividad económica. Al no haber suficiente demanda, en lugar de aumentar los sueldos para reanimar el consumo, el factor capital lo que hace es bajar el nivel de producción y reducir las nóminas, con lo cual empeora aún más la situación. El salario no es sólo un costo de producción más. Es la principal fuerza motriz de la demanda agregada. El factor trabajo, al tener mayores necesidades insatisfechas, cuando recibe aumento de sueldos tiende a gastarlo todo. No tiene capacidad de ahorro y su propensión al consumo es mayor que la del factor capital que tiene sus necesidades básicas satisfechas.
Los aumentos de sueldos impulsarán la reactivación económica siempre y cuando no sean trasladados de inmediato y en una mayor proporción a los precios. Es hora de entender que proteger el aumento de los sueldos es lo que puede reactivar la economía y vencer la recesión.

viernes, 6 de agosto de 2010

La transición al socialismo

Los voceros de la oposición no se cansan de afirmar que en Venezuela se está instaurando el comunismo, haciendo gala de su ignorancia del pensamiento marxista y de las lecciones que dejó la fallida construcción del socialismo en el siglo XX.
El comunismo pasa por la eliminación de las condiciones que permiten la explotación del ser humano por otro ser humano; implica la extinción de las clases sociales, del Estado y del burocratismo; la superación de las contradicciones entre el campo y la ciudad, entre trabajo manual y trabajo intelectual; es el fin de una economía que -por estar centrada en la maximización del lucro- exacerba el consumismo para abrirle camino a la producción industrial a gran escala, con la consiguiente explotación irracional de los recursos naturales y la destrucción del planeta.
Por su parte, la construcción socialista requiere impulsar nuevas formas de propiedad social que expresen un verdadero empoderamiento de los trabajadores y la comunidad sobre los medios de producción para hacer posible el pleno desarrollo de las fuerzas productivas, de las potencialidades humanas y de una creciente producción destinada a satisfacer las necesidades básicas y esenciales del pueblo. La propiedad privada coexiste con la propiedad estatal, pero lo más importante es el impulso que se le imprima a las nuevas formas de propiedad social, popular y comunal.
En consecuencia, la construcción de una nueva sociedad que libere a los asalariados de la explotación del capital pasa por dos etapas: la socialista y la comunista. Pero hay un período de transición entre la sociedad capitalista y la socialista, lleno contradicciones, de marchas y contramarchas, de concesiones tácticas para asegurar el logro de los objetivos estratégicos. Identificar la transición socialista con el comunismo solo cabe en la cabeza de los que desconocen el curso natural de los procesos históricos.
Siendo así, Venezuela todavía no está preparada ni siquiera para la transición socialista. Apenas se están comenzando a crear esas condiciones. Para profundizar ese proceso se requiere impulsar un creciente nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y en nuestro caso más bien se han recrudecido los rasgos de una economía rentista que todo lo importa y poco produce. La agricultura apenas aporta el 5 % del PIB y debería estar en 12 % para alcanzar los objetivos de la seguridad y soberanía alimentarias. La industria manufaturera apenas aporta el 15 % del PIB, cuyo peso debería alcanzar al menos el 20% para considerar que la economía venezolana al fin se ha industrializado.
La economía venezolana sigue siendo una de las más atrasadas de América Latina; cuyos países -al no disponer de la enorme renta petrolera que disfruta Venezuela-, no pueden importarlo todo y por lo tanto se han visto obligados a desarrollar su aparato productivo interno para satisfacer sus necesidades más elementales. Pero en el caso venezolano, este subdesarrollo económico se disimula y queda encubierto a través de un exacerbado consumismo que crea un espejismo de prosperidad. Pero lo cierto es que seguimos atrapados en el círculo vicioso de una economía rentista: importamos porque no producimos y no producimos porque importamos.
La conquista del poder político es una condición necesaria más no suficiente para iniciar el tránsito hacia el socialismo. En Venezuela logramos la soberanía política pero aún no hemos alcanzado la soberanía productiva, porque no puede ser soberano un país que no produce lo que le alimenta, ni lo que calza y viste, ni las medicinas que sanan sus enfermedades, ni los libros que lee o las películas que lo entretienen.
Por lo tanto, impulsar la transición hacia el socialismo impone la necesidad de profundizar el crecimiento y desarrollo de un sólido aparato productivo capaz de sustituir el enome volumen de importaciones que aún realizamos y, a la vez, diversificar la oferta exportable para generar nuevas fuentes de divisas que compensen el comportamiento errático del ingreso petrolero.
Pero en la transición socialista se requiere, además, impulsar nuevas relaciones de poder, sustituyendo las relaciones de explotación por las de solidaridad y cooperación. Solo así se podrán eliminar definitivamente las causas estructurales del desempleo, la pobreza y la exclusión. Estos flagelos irán desapareciendo a medida que se sustituya la propiedad privada sobre los medios de producción fundamentales -no por la agotada propiedad estatal que termina siendo secuestrada por el burocratismo, administrada con negligencia e ineficiencia o como si de una propiedad privada se tratara-, sino por nuevas formas de propiedad social, popular y comunal que empoderen de verdad a los trabajadores directos y a la comunidad para que sean ellos quienes dirijan el esfuerzo productivo a la luz de sus necesidades y aseguren la inversión social de los excedentes en función de dar respuesta a sus problemas más importantes. De allí que consolidar el poder político para profundizar la construcción socialista sea un proceso cada vez más económico.
En medio de la crisis de 2002-2003, la reactivación de la economía capitalista fue un mal necesario para generar empleo, elevar la producción, combatir la escasez y salvar la Revolución Bolivariana. Gracias a los generosos incentivos arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras gubernamentales, siministro de materias primas, capacitación de fuerza de trabajo, asistencia técnica, etc. que ofreció el gobierno al aparato productivo para entonces existente, compuesto fundamentalmente por empresas mercantiles, el sector capitalista de la economía creció más que la economía pública y la social, hasta alcanzar el 70 % del PIB.
Ahora bien, una economía socialista no será obra de las fuerzas del mercado. Mientras predomine el capitalismo se mantendrán las causas estructurales que generan desempleo, pobreza y exclusión social. Por eso, ha llegado el momento de reconocer la situación antes creada y, en adelante, dejar claro que la etapa de las concesiones a los capitalistas ha terminado. En adelante los apoyos públicos al sector productivo deben quedar condicionados al compromiso de los beneficiarios con la construcción de un nuevo modelo productivo de amplia y creciente inclusión social; y, en su gran mayoría, estos incentivos se deben reorientar para que lo que más crezca sea una nueva economía social que sustituya las relaciones de explotación del ser humano y de depredación del ambiente, por nuevas relaciones de solidaridad, cooperación y sustentabilidad.

lunes, 2 de agosto de 2010

La Economía no monetaria y la Revolución de los prosumidores

Alvin Toffler en la “La tercera ola” (1980) acuñó la palabra prosumidor para “designar a quienes creamos bienes, servicios o experiencias para nuestro propio uso o disfrute, antes que para venderlos o intercambiarlos”. Son los protagonistas de un esfuerzo productivo que no se hace para obtener una ganancia sino para satisfacer necesidades propias. Se trata de una economía no registrada en las cuentas nacionales del PIB pero que genera una abundante producción de bienes y servicios. Hablamos de la economía prosumidora no monetaria.
El prosumo se basa en el trabajo no remunerado para crear valor, el cual ha terminado siendo un soporte clave para la propia economía monetaria. Para muestra un botón: si el self service o autoservicio que sustituye el trabajo remunerado de vendedores y mesoneros en un número cada vez mayor de establecimientos comerciales y restaurantes se reconociera en las cuentas nacionales, tendríamos una idea del trabajo gratis que cada uno de nosotros hace como prosumidor.
Las TIC han impulsado como nunca el prosumo: desde los emails que sustituyen las cartas que antes iban por correo postal, las fotos digitales que ya no revelamos en un estudio fotográfico, la música y libros que obtenemos gratis a través de Internet; hasta los retiros, pagos y transferencias que hacemos a través de un cajero automático o banca electrónica, todas estas constituyen diferentes formas de prosumo. Desplazar buena parte del trabajo del productor al prosumidor será la próxima jugada de una economía cada vez más dependiente de la mano de obra no remunerada. No tardará en llegar el escáner que se coloca a la salida del supermercado para leer el precio de los productos colocados en el carrito y cargarlo automáticamente a la tarjeta de crédito del prosumidor. Así, miles de cajeras verán cómo se destruyen sus puestos de trabajo.
Pero el prosumo de la economía no monetaria también está compuesto por una amplia gama de actividades socialmente cohesionadoras: la atención médica de Barrio Adentro, la educación en las Misiones Ribas y Sucre, el trabajo voluntario de los consejos comunales y juntas de condominio. También incluye la ayuda solidaria que nos hace el vecino al llevarnos los niños a la escuela o darnos la cola hasta el trabajo. Si los miembros de cada familia tuvieran que pagar por los desayunos, almuerzos y cenas que se consumen en casa, por la ropa que se lava y plancha, por las noches de hospedaje y cuidados que recibe un familiar enfermo, por el transporte de los hijos al colegio, esta economía doméstica es mucho lo que sumaría al PIB. Imaginemos que tuviéramos que pagar a otros para que nos presten estos servicios: el monto de la factura nos dejaría sin liquidez.
Pero el trabajo no remunerado, especialmente el de las mujeres, se mantiene totalmente subestimado en las estadísticas económicas. Tampoco se contabiliza el equivalente al prosumo que se genera todos los días en las comunidades y organizaciones no lucrativas, escenario por excelencia de la economía no monetaria. Al ver la actividad económica como aquello que solo ocurre cuando el dinero se cambia por una mercancía -y esta operación queda contabilizada en una máquina registradora o factura fiscal-, los institutos de estadísticas y bancos centrales ignoran el peso de la economía no monetaria. Obviamente, las relaciones monetario-mercantiles son más fáciles de contar en comparación con las relaciones de solidaridad y cooperación que rigen la lógica de la economía no monetaria.

jueves, 29 de julio de 2010

Ley de Comunas: de la contraloría social al empoderamiento popular

En la Comuna el poder popular puede ser simultáneamente poder constituyente y poder constituido. La dinámica de la Comuna permite superar las reminiscencias de la democracia representativa en la que una vez electos los gobernantes y legisladores, estos se alejan y desvinculan de sus electores y solo reaparecen en la próxima campaña electoral, a pesar de haber incumplido las promesas y compromisos por los cuales fueron elegidos.
Como sabemos, esa manera de entender la democracia representativa terminó siendo una burla para las expectativas y esperanzas del pueblo. De allí la necesidad de avanzar hacia la construcción de una democracia participativa y protagónica que transfiriera poder a las comunidades.
Ahora bien, esto no significa que el nuevo sistema político que en Venezuela se construye se base única y exclusivamente en esquemas de democracia directa o asamblearia. De hecho, en las elecciones del próximo 26 de septiembre se elegirán los diputados a la Asamblea Nacional que representarán a los electores de sus circuitos.
La clave para una adecuada fórmula de democracia representativa y democracia participactiva está en saber distinguir los asuntos de cobertrura nacional de los problemas a nivel comunal. Cuando se trata de abordar problemas concretos cuya solución está al alcance de la propia comunidad, nada mejor que la amplia y creciente participación de la comunidad. Sobre esta base es que la gente se identifica y compromete con las decisiones que ella misma toma. Por supuesto, no hay que descartar que cuando se trate de un numero muy elevado de comunidades, cuya participación masiva dificulte las deliberaciones y toma de decisiones, las propias comunidades decidan elegir sus mejores representantes que, como ya sabemos, en la experiencia venezolana se han llamado voceros o voceras.
Hay que dejar claro que no se trata de eliminar todo el sistema de representatividad, sino de crear un sistema mucho más eficaz, basado en la participación directa, que impida que los elegidos se separen y olviden de sus electores. Sobre todo, teniendo en cuenta que el poder popular no se expresa sólo en los Consejos Comunales, sino también en los consejos de trabajadores, de estudiantes, de campesinos, etcétera. Así, los voceros en la comuna pueden ser también representantes de todas las expresiones del poder popular.
En este sentido, la Ley de las Comunas es un paso crucial para profundizar el desarrollo de nuevas formas de empoderamiento popular. A su vez, con este instrumento legal se amplía y fortalece la base legal para impulsar la construcción de un nuevo modelo productivo de amplia y creciente participación de los trabajadores directos y de la comunidad.
La Comuna es una expresión concreta del poder popular a través del autogobierno comunal, la administración y gestión de competencias y servicios y la organización económica-productiva. El autogobierno comunal es la democracia directa. A través de las asambleas de ciudadanos, las comunidades que lo integran ejercen el autogobierno y asumen la planificación, coordinación y ejecución del gobierno comunal. El poder de decisión, antes represado en el burocratismo de las gobernaciones y alcaldías, con esta Ley es transferido a la comunidad. Las direcciones y decisiones colectivas se convierten así en una verdadera descentralización del poder.
La comuna dispondrá de un Plan, con líneas estratégicas de desarrollo comunal, a la luz de: a) vocación económica y productiva que determine su dotación natural de recursos agrícolas, forestales, turísticos, mineros, etc; b) características de organización social y tradiciones de lucha; c) cultura, sistema de creencias y conocimiento ancestral; localización en el territorio; y, características generales de su población.
Asimismo, para avanzar en la construcción de un nuevo modelo productivo que libere a los asalariados de la explotación del capital y reconozca al ser humano como la razón de ser de la actividad económica y productiva, la Comuna podrá desarrollar su propio sistema micro-financiero con el fin de impulsar proyectos socio-productivos que aseguren la inversión social de los excedentes, en función de resolver problemas concretos de la comunidad.
Las iniciativas de organización socio-productiva de la Comuna serán la fuente más rica para crear nuevas formas de propiedad social que trasciendan la propiedad estatal, la cual tiende a ser secuestrada por el burocratismo y administrada como si de una propiedad privada se tratara. No se trata solo de una contraloría social o control obrero contemplativos y sin mayor posibilidad de decisión, sino de profundizar un verdadero empoderamiento popular. Sobre esta base, los trabajadores y la comunidad podrán asumir el control directo sobre los procesos productivos destinados a generar los bienes y servicios que se requieren para satisfacer las necesidades básicas y esenciales del pueblo trabajador, conviertiéndose así en auténticos propietarios sociales de las condiciones que aseguran su supervivencia, reproducción y desarrollo humano integral.