viernes, 25 de septiembre de 2015

El socialismo sin capitalistas no funciona

Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
Hace unos días la gobernación de Aragua anunció que las instalaciones del Hotel Golf Maracay pasarán a formar parte de la cadena hotelera Marriott para promover el turismo internacional en la región. China busca nuevas inversiones extranjeras para contener el desplome de sus mercados bursátiles. Y la Revolución Cubana decidió reanudar sus relaciones diplomáticas con el gobierno de EE.UU. e intensificar sus acciones para desmotar el bloqueo económico que permita el pronto desembarco de la inversión extranjera en la isla.

Los tiempos han cambiado mucho y el socialismo ya no es como antes. En el siglo XX, el bloque soviético representó la principal referencia de los pobres del mundo para construir una nueva sociedad, libre de desempleo, pobreza y exclusión. Más de la mitad de la población del planeta llegó a vivir en países que intentaron construir el socialismo. Pero muy pronto esa esperanza se desvaneció. Las desviaciones autoritarias y burocráticas desnaturalizaron la orientación socialista en esos países. Casi todos padecieron los mismos errores que finalmente dieron al traste con la esperanza de construir un mundo mejor. Aquella promesa de abundancia, justicia, igualdad y libertad resultó ser una desilusión, un desengaño. ¿Qué paso?

¿Cómo es un sistema socialista?

Para no caer en el error de llamar socialismo a cualquier revuelta, Marx y Engels explicaron las condiciones objetivas y subjetivas que deben cumplirse para el salto al socialismo. Plantearon que este sistema solo era posible en aquellos países donde el capitalismo había logrado a un alto nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. Como condición subjetiva, plantearon la existencia de una clase obrera consciente y organizada, capaz de conquistar el poder político para crear un nuevo Estado al servicio de la emancipación social. Suponían que, con base en el alto nivel de desarrollo de las fuerzas productivas heredado del capitalismo, la libre asociación de productores directos liberaría a la sociedad entera de la explotación, opresión y depredación capitalistas, garantizando una abundante producción destinada a satisfacer las necesidades de la gente. Los precursores del socialismo jamás vislumbraron la nueva sociedad sumida en el subdesarrollo y azotada por la escasez y largas colas que terminaron siendo uno de los rasgos más distintivos del socialismo en el siglo XX.

Venezuela está muy lejos de cumplir las condiciones objetivas y subjetivas que plantearon los fundadores del socialismo. Sufre las consecuencias de una economía rentista y subdesarrollada, con empresas públicas quebradas por el burocratismo, el pseudosindicalismo y la corrupción que hunden al país en la peor crisis de escasez de su historia reciente. El precario desarrollo del capitalismo rentístico heredado por la Revolución Bolivariana se ocultó tras el enorme volumen de importaciones que permitió satisfacer la creciente demanda derivada de la inyección de la renta a la circulación doméstica. Pero ahora que los precios del petróleo han colapsado, el país ya no cuenta con la misma capacidad de importación, dejando en evidencia la precariedad de un aparato productivo que no es capaz de producir lo necesario para conjurar el yugo de la escasez.

El socialismo no se decreta

Es constante en el discurso oficial la promesa de construir una sociedad socialista. Con ese fin se aprueban planes socialistas, los ministerios son llamados ministerios del poder popular aunque estén secuestrados por el burocratismo, se colocan vallas decretando como socialistas las empresas estatizadas en las que se reproducen las mismas relaciones de explotación capitalistas, las instituciones financieras del Estado son rebautizadas como fondos socialistas, los institutos de capacitación técnica se transforman en centros de formación sociopolítica para el socialismo, etc. Pero si algo ha quedado claro desde que se declaró el carácter socialista de la Revolución Bolivariana es que el socialismo no se decreta ni es una permanente retórica sin contrapartida en la realidad. Esa manera de soñar la sociedad tiene que concretarse en una realidad que avance día a día.

El socialismo como aspiración humana de construir una sociedad libre de cualquier forma de explotación y discriminación no ha fracasado. La implosión del modelo soviético fue porque se quedó muy lejos del socialismo, de la misma forma que el neo-rentismo socialista está en crisis al limitarse a repartir la renta para aliviar la pobreza, sin erradicar las causas estructurales del desempleo y la exclusión. Evitar que el socialismo termine estigmatizado por los estragos que se cometen en su nombre, pasa por corregir las desviaciones y errores que desdibujan su esencia. De lo contrario, pasará mucho tiempo para que la gente vuelva a creer en el socialismo como vía para lograr la igualdad, la justicia y la libertad.

La toma del poder político es una condición necesaria más no suficiente para construir el socialismo. No se puede decretar el socialismo, mucho menos en un país que no cuenta con un elevado nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. Crear un ambiente hostil contra la empresa privada sin haber creado antes una economía socialista alternativa, resultó el atajo perfecto para esta crisis de escasez, acaparamiento y especulación que castiga a la población.

Criminalizar la iniciativa privada, inhibir el espíritu emprendedor y frenar el desarrollo de las fuerzas productivas condujo al colapso económico del socialismo del siglo XX. Ante el fracaso de las empresas estatizadas que terminaron quebradas por el burocratismo y la corrupción, China, Cuba y otros países con gobiernos de izquierda y revolucionarios han concluido que el socialismo sin capitalistas no funciona y ahora conceden toda clase de incentivos para atraer inversiones extranjeras que saquen a sus países de la postración económica en la que permanecieron a lo largo de varias décadas. @victoralvarezr

Nueva política industrial

Víctor Álvarez R.
Nueva Política Industrial

El presidente de la República, Nicolás Maduro, anunció la creación de una Comisión de Alto Nivel para reactivar la industria y sustituir importaciones. Los actuales problemas de escasez plantean una vez más la necesidad de retomar la vieja idea de la industrialización para satisfacer las necesidades de la población.

La conformación del PIB venezolano es muy precaria, con una baja contribución de la agricultura y la industria, sectores clave para lograr la soberanía productiva. La agricultura apenas aporta el 4 % del PIB, cuando debería estar en al menos 12 %, si se quieren lograr los objetivos de soberanía alimentaria. La industria aporta 13 % del PIB, cuando los estándares internacionales concuerdan que la manufactura debería contribuir al menos con 20 % del PIB para considerar que un país se ha industrializado. Transformar la economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo exportador requiere una nueva política industrial que se plantee al menos 5 objetivos básicos:

1.    Reactivación industrial: reducir la capacidad ociosa hasta aprovechar el 100 % de la capacidad industrial instalada, con el consiguiente efecto multiplicador sobre otros sectores proveedores y distribuidores.

2.    Reconversión industrial: modernizar la industria y fortalecer sus capacidades tecnológicas e innovativas para lograr mejoras en la productividad, calidad y competitividad.

3.    Reindustrialización: para incrementar la densidad industrial de 0.25 a 1 establecimiento manufacturero por cada 1.000 (mil) habitantes y así elevar el aporte de la manufactura al PIB de 13 % a 20 %.

4.    Refinanciamiento: pagar con bonos de la República y Pdvsa la deuda en divisas que Cencoex tiene con diferentes sectores de la industria, los cuales serían vendidos por ésta para cubrir requerimientos de insumos importados.  

5.    Relocalización industrial: incentivos para estimular nuevas inversiones en las zonas económicas especiales y regiones con un PIB por debajo de la media nacional.

El Gobierno puede armar una poderosa política industrial si hace un uso inteligente de la amplia cama de incentivos de política económica que hasta ahora han sido poco aprovechados. El primer paso es la unificación cambiaria a un nivel que exprese la verdadera productividad del aparato productivo nacional y evite el fenómeno de la sobrevaluación que ha causado el sesgo pro-importador y anti-exportador de la economía venezolana.

Otros instrumentos de política económica imprescindibles en una nueva política industrial son los siguientes: racionalización del arancel de aduanas para proteger el valor agregado nacional; incentivos fiscales con exoneraciones y rebajas de ISR e IVA a la importación de maquinarias y tecnologías; incentivos financieros a través de préstamos a largo plazo, bajas tasas de interés y garantías flexibles; compras gubernamentales que otorguen preferencia a la producción nacional frente a las importaciones; mejora de la infraestructura y servicios de apoyo a la producción; suministro de insumos básicos en condiciones adecuadas de calidad,  cantidad, precio y condiciones de pago; reforma de la LOCTI que permita la inversión directa de las empresas para mejorar productos y procesos productivos; formación y capacitación de los trabajadores; asistencia técnica a las Pymes, así como apoyo a las exportaciones a través de inteligencia comercial, financiamiento al exportador, y promoción de la oferta exportable en los mercados del  Alba y Mercosur.  @victoralvarezr 

La contrarrevolución burocrática

Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias 
Una de las causas que determinaron el fracaso del socialismo del siglo XX fue el burocratismo. La propiedad estatal absoluta sobre los medios de producción maduró las condiciones para que poderosas élites burocráticas secuestraran la propiedad estatal y la administraran como si de una propiedad privada se tratara, impidiendo que los trabajadores se sintieran verdaderos copropietarios sociales de esos medios de producción estatizados.

La propiedad no puede verse únicamente desde su forma jurídica, sino como expresión de las relaciones sociales que se establecen, no solo para la producción material, sino también para la propia reproducción de las relaciones de explotación o cooperación que signan un sistema económico. Por eso, estatizar no necesariamente implica socializar. De allí la necesidad de superar la creencia limitante que imponen los intereses del burocratismo sobre la propiedad estatal como forma superior de la propiedad social.

La Revolución Bolivariana estatizó compañías de telecomunicaciones, electricidad, siderúrgicas, fábricas de botellas, torrefactoras de café, empresas de lácteos, procesadoras de aceite doméstico, textileras, cementeras, briqueteras, centros comerciales, cadenas de supermercados, empresas de servicios, operadoras de aeropuertos, bancos, etc. La mayoría de estas empresas terminaron secuestradas por el burocratismo, el pseudosindicalismo y la corrupción, y hoy representan una pesada carga fiscal que el gobierno ya no puede sostener.

El intento por construir el socialismo el siglo XXI no ha podido concretar nuevas y exitosas formas de propiedad social que logren empoderar a los trabajadores directos sobre los medios de producción. En lugar de convertir en propiedad estatal lo que antes era propiedad privada e incubar así el germen del burocratismo, la clave está en democratizar la propiedad a través de nuevas formas de pertenencia que aseguren que los trabajadores y la comunidad sean los verdaderos copropietarios sociales de los medios de producción expropiados, dejando claro que las ganancias no serán repartidas como dividendos individuales, sino que serán la fuente de recursos para financiar la inversión social.

El bloque soviético se desplomó no por un ataque imperialista sino por su propia erosión interna. La fuerza que más corroe una revolución no está ni en la amenaza externa ni en la oposición interna, sino en la contrarrevolución burocrática que se enquista en la estructura del Estado para medrar del poder que debe ser transferido al pueblo organizado. Erradicar las causas del desempleo, la pobreza y la exclusión social no depende de seguir ganando elecciones o de  la inversión social de la renta petrolera, sino de  un nuevo orden político, económico y social basado en verdaderas formas de propiedad social y empoderamiento popular, sin mediaciones burocráticas de ningún tipo.

La descentralización es la mejor arma para luchar contra el burocratismo y la corrupción, toda vez que libera a las instancias superiores y organismos nacionales de una engorrosa carga de trámites administrativos que distraen su atención de los asuntos realmente estratégicos en los que debe enfocarse. De allí la importancia de descentralizar todo lo que se pueda descentralizar, enfrentando la férrea resistencia que opone el burocratismo del poder constituido, el cual se niega a ceder espacios a la ciudadanía organizada como expresión del poder constituyente. @victoralvarezr

Programa para la Estabilización Económica con Bienestar Social


Estabilidad económica con bienestar social

Víctor Álvarez R.

Una y otra vez solemos escuchar que la situación de la economía está tan grave que no habrá más remedio que aplicar medidas draconianas. Los decisores atribuyen a las mismas un impacto antipopular, con un elevado costo político en pleno año electoral, y creen que desmontar los controles que hoy lucen totalmente agotados sería traicionar el legado de Chávez. Presos de esas creencias limitantes prolongan la inercia sin atinar las medidas que están al alcance de la mano para erradicar los problemas de caída de la producción, escasez, acaparamiento y especulación que tanto malestar provocan en la población.  

El anclaje cambiario recae con toda su fuerza sobre Pdvsa. Obligada a vender el mayor porcentaje de su ingreso en divisas a las bajas tasas de 6,30 y 12 Bs /$, no logra recoger suficientes bolívares para pagar una nómina de más de 140 mil trabajadores, honrar sus deudas con proveedores y contratistas, financiar los programas sociales y mantener al día las obligaciones con el fisco. Por eso, se endeuda con el BCV, el cual realiza desmesuradas emisiones de dinero sin respaldo que atizan la inflación.

Unificar el régimen de cambios múltiples y sincerar el precio de la gasolina permitirá sanear las finanzas de Pdvsa, reducir el déficit fiscal, eliminar el financiamiento monetario del BCV y estimular el ahorro, abatiendo así la inflación que devora los salarios de los venezolanos. Un solo tipo de cambio erradicará el incentivo perverso que la política cambiaria ofrece a los cazadores de renta, especuladores y corruptos, quienes acumulan escandalosas ganancias al captar los dólares baratos para después venderlos más caros.

Evitar el financiamiento inflacionario del déficit fiscal pasa por desestatizar las empresas públicas que terminaron secuestradas por burocratismo, el pseudosindicalismo y la corrupción. Implica impulsar nuevas formas de propiedad social a través de la participación accionaria de los trabajadores directos, la comunidad organizada y la inversión privada nacional y extranjera, condicionando ésta última a la transferencia de nuevas tecnologías, formación del talento humano, asistencia técnica a las Pymes y máxima incorporación de componentes nacionales en los proyectos de inversión.

Otro margen está en la eliminación de los ineficientes subsidios que no llegan a los hogares y estimulan el derroche y el contrabando de extracción. Sincerar el precio de la gasolina y de los servicios públicos corregirá parte importante del déficit fiscal, y esto se puede lograr sin ningún impacto social al sustituir los subsidios directos a bienes y servicios por subsidios directos a las familias pobres.

Para evitar un default que sentencie el embargo de los activos de Pdvsa y la República, hay que recomprar la deuda externa venezolana que se remata a menos del 50 % de su valor nominal; adecuar PetroCaribe a las restricciones presupuestarias, cobrando a 90-120 días la factura que se financia a 15-20 años; reorientar las importaciones gubernamentales en favor de la producción nacional; reprogramar el pago del componente en divisas de las obras contratadas a Brasil, Irán y otros países, cancelándoles el saldo con los bonos de la deuda externa recomprados o sustituyendo los pagos vencidos con nuevas emisiones de deuda.

La situación luce difícil, pero todavía hay margen para un Programa de Estabilización Económica con Bienestar Social. Lo que hace falta es la claridad y voluntad que permitan romper con la inacción. @victoalvarezr

La destrucción creativa

Víctor Alvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
Una Revolución verdadera es un proceso de destrucción creativa: destruye lo viejo e inferior y lo suplanta por lo nuevo y superior. La sincronización de este proceso es clave para no dejar vacíos que faciliten la restauración del viejo orden que, aunque doblegado, nunca quedará del todo erradicado.

El socialismo como aspiración humana  de construir una sociedad libre de cualquier forma de explotación, opresión y discriminación, no ha fracasado. La implosión del modelo soviético fue justamente porque se quedó muy lejos de los umbrales del socialismo, de la misma forma que el neo-rentismo venezolano está en crisis debido a que se limitó a repartir la renta petrolera para aliviar la pobreza, sin erradicar las causas estructurales del desempleo y la exclusión. Evitar que el socialismo termine estigmatizado por los estragos que se cometen en su nombre, pasa por corregir las desviaciones y errores que desdibujan su esencia.

Destruir la economía capitalista sin construir simultáneamente una eficiente economía socialista es lo que nos tiene atrapados en este círculo vicioso de escasez, acaparamiento, especulación e inflación. Poner en marcha una empresa requiere un largo proceso de maduración que puede llevar años. Pero la hostilidad contra la empresa privada, sin demostrar que las empresas expropiadas funcionan, ha sido el atajo perfecto para agravar el creciente malestar que provocan las interminables colas para conseguir los artículos de primera necesidad. Y si la destrucción de lo viejo no termina de sincronizarse con la construcción de lo nuevo, la gente que sufre el azote de esos flagelos concluirá tajantemente que: “si esto es el socialismo mejor me quedo con el capitalismo”. Así se restaurará el orden anterior y pasará mucho tiempo para que la gente sencilla del pueblo vuelva a creer en el socialismo como vía para lograr la igualdad, la justicia y la libertad. Esto ya pasó en la URSS y los países del llamado socialismo del siglo XX, por si acaso alguien todavía no se ha enterado.   

La caída del PIB por segundo año consecutivo ha servido para afirmar ingenua y hasta irresponsablemente que lo que está cayendo es el capitalismo. No habría ningún riesgo si esta caída de la producción capitalista fuese inmediatamente compensada con el crecimiento de la producción socialista, pero lo cierto es que ésta brilla por su ausencia en las cuentas nacionales del BCV y no crecerá en un ambiente macroeconómico adverso, plagado de controles en el que ni siquiera la economía estatal se puede sostener, a no ser por los créditos adicionales que les aprueba el gobierno central.

Superar la crisis de escasez que tiene obstinada a la población exige comprender sin dogmas ni prejuicios el papel que puede cumplir la inversión privada nacional y extranjera en la construcción de una sociedad libre de desempleo, pobreza y exclusión social. Promover la inversión productiva implica revisar y rectificar las desviaciones de la política económica y sanar las heridas que han impedido la cooperación entre los sectores público y privado. De lo contrario se reeditarán los mismos errores que llevaron al colapso del socialismo del siglo XX, al criminalizar la iniciativa privada, inhibir el espíritu emprendedor y frenar el desarrollo de las fuerzas productivas, que fue justamente la causa de los problemas de escasez e inflación que minaron la confianza del pueblo en una dirigencia que nunca cumplió su promesa de asegurarles una vida mejor. @victoralvarezr 

jueves, 3 de septiembre de 2015

Cinco medidas para frenar el dólar paralelo

Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
Recientemente observamos como con el solo anuncio de una reunión entre el BCV y la banca pública y privada, el dólar paralelo cayó 30%. Cuando se ofrece información oportuna y veraz, la incertidumbre es sustituida por una expectativa positiva, mientras que la opacidad solo sirve a quien monopoliza el interés de los agentes económicos que no tienen otra fuente de información a dónde acudir. Sin embargo, el silencio oficial sobre los indicadores básicos del desempeño económico propicia la ola de rumores sobre la dolarización de la economía y facilita los ataques al bolívar. La carencia de información genera incertidumbre, caldo de cultivo perfecto para los especuladores. Y la inseguridad que esto desencadena tiene su reflejo en el trastorno del mercado cambiario.

¿Cuál es el precio justo del dólar?

La tasa de cambio es una relación entre dos monedas. Un fundamento técnico que exprese una relación más realista entre el bolívar y el dólar sería la tasa de cambio implícita (TCI) que resulta de dividir la liquidez monetaria entre las reservas internacionales (LM2/RI). Esa relación está en el orden de 100 Bs/$, sin embargo la tasa Cencoex es de apenas 6,30 Bs/$, Sicad 12 Bs/$, Simadi está en 200 Bs/$, el doble de la TCI, y el paralelo perforó la barrera de 400 Bs/$.

El mercado paralelo es un mercado sin ley ni instituciones que lo regulen. Su comportamiento responde al nivel de incertidumbre que prevalece en la economía venezolana y refleja la ausencia de definiciones en materia de política fiscal, cambiaria y monetaria. Los especuladores explotan esta incertidumbre sin que el país logre entender por qué un portal como Dólar Today le está ganando la batalla al gobierno en sus reiterados y fallidos intentos por pulverizar el dólar paralelo. Esta cotización tiene su principal referencia en el precio en pesos que diariamente registra el bolívar en la frontera con Colombia. Como en Cúcuta no hay control de cambios, se puede comprar y vender divisas al precio que determine la oferta y la demanda. Por eso, lo primero que hace Dólar Today es llamar a las casas de cambio en Cúcuta y, según el precio en pesos que surge de  la oferta y demanda de bolívares, procede a calcular el precio del dólar paralelo.

Este mecanismo para calcular el dólar paralelo surge a partir del poder que dio el gobierno colombiano a las casas de cambio en la frontera para fijar el valor del bolívar en pesos, sin atarlo a la tasa de cambio de la moneda colombiana con respecto al dólar. Esta práctica se acentúa con el régimen de cambios múltiples que desdibuja la única tasa de cambio oficial a la cual se debería hacer la conversión de bolívares a dólares y a pesos. La irracionalidad de tener que convertir los mismos pesos a 6,30, 12 0 200 Bs/$ induce a las casas de cambio a determinar el valor de la moneda nacional según la oferta y demanda de bolívares en la frontera, de cuya cifra se deriva luego la cotización del dólar paralelo.

La brecha entre las tasas oficiales estimula el crecimiento de la mafias que se dedican al contrabando de gasolina, alimentos y medicinas subsidiadas, por lo que el precio del bolívar en pesos tiende a ser cada vez más influido por la demanda de bolívares de los contrabandistas, quienes necesitan la moneda nacional para comprar en Venezuela los productos subsidiados que luego sacan ilegalmente a través de sus redes de bachaqueros. Pero también a los contrabandistas les interesa hacer rendir sus pesos y dólares a la hora de comprar más gasolina y productos subsidiados, por eso buscan la manera de pagar la menor cantidad de pesos por cada bolívar o recibir la mayor cantidad de bolívares por cada dólar. Y en ese afán apuestan al deterioro de valor del bolívar frente al peso colombiano, lo cual inevitablemente repercute en la relación del bolívar frente al dólar paralelo.  

Ante la ausencia de otras fuentes de información oficial, según sea el precio del bolívar en pesos, es que luego se calcula el dólar paralelo. Así, la cotización del bolívar en Cúcuta termina siendo la referencia para calcular el precio de la divisa estadounidense. Como las empresas ni las personas quieren tener unos bolívares que se deshacen como hielo entre las manos, se genera un exceso en la demanda de dólares, así como en la oferta de bolívares, cuestión que deteriora aún más el valor de la moneda nacional frente al dólar paralelo.

Medidas para frenar el dólar paralelo

De nada vale negar la existencia del dólar paralelo porque éste sigue allí, distorsionando el funcionamiento del sistema de formación de precios. Aunque existan tasas de cambio oficial más bajas, los precios que realmente paga el consumidor terminan calculándose con base en el dólar paralelo. Sin embargo, no es difícil frenar la especulación cambiaria si el gobierno rompe la inercia y sale de la inacción tomando al menos cinco medidas que están al alcance de la mano:

1.    Igualar en la frontera el precio de la gasolina y productos subsidiados para incrementar la demanda de bolívares de los contrabandistas y así poder recuperar el valor perdido frente al peso colombiano y el dólar estadounidense.

2.    Unificación cambiaria para corregir las distorsiones en la relación peso/bolívar y evitar que la demanda insatisfecha se traslade al mercado paralelo. Esto erradicará los incentivos a la especulación, la corrupción y el contrabando que ofrece el enorme diferencial entre las tasas de Cencoex, Sicad y Simadi.

3.    Reducir el déficit fiscal que generan los incesantes créditos adicionales y retomar la práctica de un solo presupuesto, evitando financiar el déficit fiscal con emisiones de dinero sin respaldo en la producción que luego buscan dólares.

4.    Restituir la autonomía del BCV en el manejo de las reservas internacionales y emisión de dinero, en función de mejorar la relación entre liquidez monetaria y reservas internacionales (M2/RI), lo cual fortalecerá el respaldo en divisas de la moneda nacional.

5.    Enfrentar el monopolio que favorece a Dólar Today, suministrando abundante información oficial, oportuna y veraz, sobre el ingreso en divisas del país, los montos liquidados y las personas naturales y jurídicas que resultaron favorecidas. @victoralvarezr

¿Expropiar o democratizar la propiedad?

Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias

En Venezuela, el 70% del PIB lo aporta el sector privado y, por tanto, los problemas de desabastecimiento y escasez están estrechamente vinculados a la forma como el factor capital percibe el clima de inversión en el país. El sector empresarial suele atribuir a las expropiaciones, inseguridad jurídica, conflictividad laboral y al frecuente cambio en las reglas del juego, las causas más importantes que desalientan y alejan la inversión. Según diferentes encuestas, más del 80 % del país clama porque los sectores público y privado se pongan de acuerdo y complementen sus capacidades y recursos para superar los obstáculos que se oponen a la inversión productiva y resolver los problemas de desabastecimiento que lo agobian. De allí que vale la pena preguntarse: ¿cuáles deben ser los temas claves para construir esos grandes acuerdos que permitan impulsar el desarrollo económico y social de la Nación?

A la hora de realizar nuevas inversiones, el capital privado siempre estará más interesado en los niveles de ganancia y rentabilidad. Pero al momento de conceder incentivos a la inversión, el gobierno pondrá el énfasis en el impacto de estos en la lucha contra el desempleo, la pobreza y la exclusión social. ¿Se trata de objetivos antagónicos o complementarios? ¿Es posible plantearse un objetivo adicional que pueda convertirse en un punto de consenso entre ambas partes? Veamos.

¿Expropiar o democratizar la propiedad?

El precario desempeño de la inmensa mayoría de las empresas estatizadas obliga a repensar la expropiación total y absoluta como vía para socializar la propiedad de los medios de producción y lograr una distribución más equitativa de la riqueza. Pero no cabe en nuestro mapa mental la idea de la democratización de la propiedad para que en una misma empresa puedan convivir los modos capitalistas y socialistas de producción y distribución. Solo rompiendo dogmas de lado y lado, pudiéramos abrirle espacio a una solución en la que coexistan ambas lógicas y se haga innecesario expropiar para demostrar que se está avanzando en la transición hacia una sociedad libre de pobreza y exclusión social.

Estatizar no es socializar, ni mucho menos democratizar la propiedad. Las expropiaciones no rindieron los resultaros que el gobierno esperaba y las empresas estatizadas terminaron quebradas por el burocratismo, la corrupción y el pseudosindicalismo que impidió la participación de los trabajadores directos en la dirección y gerencia de esas empresas. En adelante, el talante controlador y punitivo de la política económica debe abrirle paso al diseño de políticas y estrategias concebidas para estimular la inversión y la producción. Con este fin, el gobierno nacional pudiera ofrecer a la inversión nacional y extranjera un porcentaje de participación accionaria en las empresas expropiadas y estatizadas que tienen potencial y pueden ser rescatadas del burocratismo y la corrupción, animando esta inversión con un conjunto de incentivos arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras gubernamentales, suministro de materias primas, capacitación productiva, asistencia técnica, fortalecimiento de capacidades tecnológicas e innovativas, etc. Asimismo, la democratización de la propiedad de estas empresas debe contemplar la participación de los trabajadores en todos sus niveles gerenciales, administrativos y operativos, de tal forma los dividendos que correspondan a su participación accionaria, en lugar de ser repartidos como dividendos individuales,  sean la fuente de financiamiento de proyectos de interés común que ayuden a mejorar las condiciones laborales en la empresa, aliviando así la presión sobre las exigencias de los trabajadores en cada contratación colectiva, la cual en gran medida quedarían cubiertas con la inversión laboral de este porcentaje de ganancias.

La Bolsa Pública de Valores

La democratización del capital y de la propiedad de las empresas estatizadas se puede llevar a cabo a través de la Bolsa Pública de Valores Bicentenaria, la cual diseñaría los instrumentos necesarios para traducir en participación accionaria de los trabajadores, el equivalente monetario de los incentivos de política económica que las empresas recibirían para lograr la reactivación, reconversión y reindustrialización del aparato productivo nacional. La Bolsa Pública tendría la tarea de diseñar una nueva gama de servicios e instrumentos en el mercado de valores, con el fin de propiciar una distribución progresiva del ingreso y reducir los niveles de desigualdad.

Como contrapartida al financiamiento blando que la empresa recibiría de la banca pública, aquella emitiría por un valor equivalente el monto de acciones que pasaría a ser propiedad del Consejo de Trabajadores, dejando claro que el monto de las ganancias que anualmente corresponda al porcentaje de esta participación accionaria, en lugar de ser repartido como dividendos individuales entre los trabajadores, una parte sería destinada a pagar el crédito con el cual se compraron las acciones, mientras que el saldo sería invertido en la mejora de las condiciones laborales dentro de la empresa (comedor, gimnasio, baños, áreas de recreación y descanso, etc.) y en el financiamiento de proyectos de interés común que contribuyan a mejorar su calidad de vida y grado de bienestar.

Con el porcentaje de ganancias que corresponda a la participación accionaria del Consejo de Trabajadores –incluyendo el rendimiento que se obtenga de sus colocaciones e inversiones-, bien pudieran financiarse las micromisiones sociales en cada empresa. Así, estos recursos sería destinados a sostener el Mercal para los trabajadores de la empresa, la Misión Salud Adentro para toda su nómina, la Misión Vivienda para quienes aún no tengan casa o apartamento propio, la Misión Ribas para los que deseen terminar su bachillerato o la Misión Sucre para los trabajadores que quieran continuar sus estudios universitarios, etc., aliviando la carga fiscal que representa la política social, la cual tendría un carácter menos asistencialista y compensatorio, y quedaría cada vez más vinculada al esfuerzo productivo de los beneficiaros de estos programas sociales.

Ganar-ganar

A través de estas empresas mixtas, la inversión privada comenzaría a participar de manera activa y protagónica en la lucha contra el desempleo, la desigualdad y la pobreza, y retribuiría al país los recursos públicos que recibe para hacer más rentable su actividad económica. A su vez los trabajadores –en lugar de atizar un clima de conflictividad laboral-, estarían cada vez más interesados en mejorar el desempeño económico y financiero de las empresas, toda vez que –al convertirse en copropietarios sociales de las mismas a través del Consejo de Trabajadores- asegurarían que, en adelante, el porcentaje de las ganancias correspondiente a su participación accionaria sea la fuente de recursos para financiar proyectos de interés común para todos los trabajadores de la empresa. @victoralvarezr

La tragedia industrial de Venezuela

Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias

Para enfrentar los problemas de escasez en el sector automotor, el gobierno  anunció una subasta de 400 millones de dólares a la tasa Sicad de 12 Bs/$ para la importación de repuestos, vehículos y autobuses. Así, mientras por un lado se anuncia la creación de una Comisión Presidencial para Sustituir Autopartes, por otro lado se informa que “En dos meses llegarán al país, provenientes de China, repuestos de alta rotación para suplir las necesidades del transporte de pasajeros y carga”. Por si fuera poco, se anuncia la voluntad de reactivar las ensambladoras, así como la inauguración en octubre de la fábrica de autobuses Yutong, pero al mismo tiempo se informa que el gobierno importará 20.000 taxis y 1.000 autobuses desde China.

Este trágico anuncio incluye la importación de 500 mil cauchos y 500 mil baterías, además de frenos, filtros y materias primas para repuestos que en su gran mayoría pudiera fabricar la industria nacional, y ser suministrados por las empresas básicas que fueron creadas precisamente para proveer insumos al sector transformador. Pero en reciprocidad, Venezuela se compromete a ser una fuente segura de materias primas como hierro, aluminio, gas, petróleo, etc. que serán transformados en productos de mayor valor agregado en la gran fábrica del mundo en la que se ha convertido China, para ser luego reexportados a Venezuela a un precio mucho mayor.

Estas contradicciones son la expresión de la dejadez propia de la cultura rentista que opta por el camino fácil de importar, en lugar de priorizar la industria nacional, la cual está trabajando apenas al 50% de su capacidad instalada, pero que pudiera duplicar su producción generando miles de empleos productivos, si las compras gubernamentales se reorientaran en favor de la producción nacional. Irónicamente, al desgano rentista se terminan pegando muchas empresas industriales que antes se esmeraban por aumentar el porcentaje de contenido nacional en el producto final, pero que ahora pujan porque se les asignen las divisas baratas de la menguada renta petrolera, toda vez que ven mucho más rentable importar a la ventajosa tasa de 6,30 o 12 Bs/$, en lugar de transformar las escasas y caras materias primas e insumos nacionales en productos de mayor contenido tecnológico.

La tragedia industrial

A desvencijar la industria nacional contribuye la creciente desarticulación ministerial, la cual se observa cuando asuntos que en rigor corresponden al Ministerio de Industrias, se le asignan al Ministerio de Transporte Terrestre, despacho que debería estar concentrado en la repotenciación de la vialidad, que es donde viene cumpliendo una notable labor.

Bajo el pretexto de potenciar la cooperación internacional para superar los problemas de escasez, acaparamiento y especulación, Venezuela viene firmando decenas de acuerdos comerciales financiados a través del Fondo Chino para importar a 6,30 y 12 Bs/$ una variada gama de manufacturas que lapidan cualquier posibilidad de reactivar y reimpulsar la industria nacional. Lo peor de esta tragedia es que -ante la certeza de que no podrán competir con los productos Made in China en el mercado nacional, ni mucho menos en el mercado internacional-, crece el número de industriales venezolanos que se metamorfosean de productores en importadores y se transmutan en representantes de las compañías del gigante asiático que inunda y ahoga el pequeño mercado venezolano.

Las aberraciones del rentismo llevan a los voceros empresariales a reclamarle al gobierno un cronograma de subastas y liquidaciones de divisas preferenciales, en lugar de enfocar su reclamo en la fijación de una nueva tasa de cambio que exprese la verdadera productividad del aparato productivo nacional. Una tasa de cambio competitiva es una condición básica para reimpulsar la industrialización y poder sustituir de manera eficiente el enorme volumen de importaciones que se sigue haciendo a una tasa de cambio subsidiada. Además, el respaldo a la competitividad cambiaria de las exportaciones no petroleras permitirá generar un creciente ingreso en divisas privadas que permita superar la tradicional dependencia y dominación que el sector privado sufre por parte del gobierno que monopoliza el 95 % del ingreso petrolero.

Los verdaderos industriales, en lugar de empeñarse en pedir asignaciones de divisas preferenciales, deberían reclamar una tasa de cambio que exprese la verdadera productividad de la manufactura nacional. Esta es una premisa clave para reindustrializar la economía venezolana. Lamentablemente, con la excepción de un sector cada vez más reducido de industriales nacionalistas que bien podrían ser considerados como héroes de la resistencia, se perpetra la tragedia industrial venezolana. Con esta inercia importadora se siguen rompiendo importantes eslabones en las cadenas productivas de textil-confección, química, plásticos, juguetes, metalmecánica, electrodomésticos, vehículos y autopartes, maquinarias, equipos de computación y telefonía que no pueden competir con los bajos costos que asegura la abundante y barata mano de obra china, mucho menos si tales manufacturas se importan a una ruinosa tasa de 6,30 o 12 Bs/$. De hecho, en la última década la densidad industrial en Venezuela cayó de 0,33 establecimientos por mil habitantes a solo 0,25. ¿Qué fábrica nacional puede florecer o al menos sobrevivir ante la competencia de importaciones realizadas a una tasa de cambio subsidiada, cuando aquí la inflación en los dos últimos años fue de 56 % y 68 % y en lo que va de 2015 corre a un ritmo de 10% mensual?

Así, importamos porque no producimos y no producimos porque importamos. Salir de este círculo vicioso exige impulsar la industrialización de la economía venezolana. Pero en lugar de reeditar el fallido intento de una industrialización basada en la explotación del trabajo ajeno, el uso intensivo de materias primas y energía, la depredación del ambiente y los desequilibrios territoriales, en adelante se impone impulsar un nuevo tipo de industrialización sustentado en diferentes formas de propiedad social, nuevos principios para la justa remuneración del trabajo y la inversión social de los excedentes, el uso intensivo de información y conocimientos científicos y tecnológicos, la preservación del ambiente y el desarrollo armónico y proporcional de las regiones. @victoralvarezr