Víctor Alvarez R.
Una Revolución verdadera es un proceso de
destrucción creativa: destruye lo viejo e inferior y lo suplanta por lo nuevo y
superior. La sincronización de este proceso es clave para no dejar vacíos que
faciliten la restauración del viejo orden que, aunque doblegado, nunca quedará
del todo erradicado.
El
socialismo como aspiración humana de
construir una sociedad libre de cualquier forma de explotación, opresión y
discriminación, no ha fracasado. La implosión del modelo soviético fue
justamente porque se quedó muy lejos de los umbrales del socialismo, de la
misma forma que el neo-rentismo venezolano está en crisis debido a que se
limitó a repartir la renta petrolera para aliviar la pobreza, sin erradicar las
causas estructurales del desempleo y la exclusión. Evitar que el socialismo
termine estigmatizado por los estragos que se cometen en su nombre, pasa por
corregir las desviaciones y errores que desdibujan su esencia.
Destruir la economía capitalista sin construir
simultáneamente una eficiente economía socialista es lo que nos tiene atrapados
en este círculo vicioso de escasez, acaparamiento, especulación e inflación. Poner
en marcha una empresa requiere un largo proceso de maduración que puede llevar
años. Pero la hostilidad contra la empresa privada, sin demostrar que las
empresas expropiadas funcionan, ha sido el atajo perfecto para agravar el
creciente malestar que provocan las interminables colas para conseguir los
artículos de primera necesidad. Y si la destrucción de lo viejo no termina de sincronizarse
con la construcción de lo nuevo, la gente que sufre el azote de esos flagelos
concluirá tajantemente que: “si esto es el socialismo mejor me quedo con el
capitalismo”. Así se restaurará el orden anterior y pasará mucho tiempo para
que la gente sencilla del pueblo vuelva a creer en el socialismo como vía para
lograr la igualdad, la justicia y la libertad. Esto ya pasó en la URSS y los países del llamado
socialismo del siglo XX, por si acaso alguien todavía no se ha enterado.
La caída del PIB por segundo año consecutivo
ha servido para afirmar ingenua y hasta irresponsablemente que lo que está
cayendo es el capitalismo. No habría ningún riesgo si esta caída de la
producción capitalista fuese inmediatamente compensada con el crecimiento de la
producción socialista, pero lo cierto es que ésta brilla por su ausencia en las
cuentas nacionales del BCV y no crecerá en un ambiente macroeconómico adverso, plagado
de controles en el que ni siquiera la economía estatal se puede sostener, a no
ser por los créditos adicionales que les aprueba el gobierno central.
Superar
la crisis de escasez que tiene obstinada a la población exige comprender sin
dogmas ni prejuicios el papel que puede cumplir la inversión privada nacional y
extranjera en la construcción de una sociedad libre de desempleo, pobreza y
exclusión social. Promover la inversión productiva implica revisar y rectificar
las desviaciones de la política económica y sanar las heridas que han impedido
la cooperación entre los sectores público y privado. De lo contrario se
reeditarán los mismos errores que llevaron al colapso del socialismo del siglo
XX, al criminalizar la iniciativa privada, inhibir el espíritu emprendedor y
frenar el desarrollo de las fuerzas productivas, que fue justamente la causa de
los problemas de escasez e inflación que minaron la confianza del pueblo en una
dirigencia que nunca cumplió su promesa de asegurarles una vida mejor. @victoralvarezr
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