POR: VICTOR ALVAREZ R.
No es casual el paralelo que se ha pretendido
establecer entre la violencia desatada en Ucrania, que terminó con el
derrocamiento del gobierno de Yanukovich, y la ola de terror que tiene por objetivo
tumbar al gobierno de Nicolás Maduro. Las noticias que transmiten CNN y la red
de medios agrupados en la SIP dejan la impresión que en Venezuela los
estudiantes están siendo salvajemente reprimidos y que hay que lanzar un SOS
urgente (intervención militar) para evitar la masacre de un pueblo. Al calor de
esta nueva arremetida surgen diferencias en los métodos de lucha que dividen a
la oposición.
Por un lado está la nueva estrategia de Capriles, quien
luego de liderar los hechos violentos de abril de 2013 para desconocer la
victoria de Maduro, ahora defiende la salida electoral y opta por acumular
fuerzas para enfrentar al chavismo en las presidenciales de 2019. Capriles sabe
que cometió un grave error al poner en duda la transparencia del poder
electoral. Por su obstinación de cantar fraude convirtió en derrota el
resultado electoral sin precedentes que lo consolidó como candidato de la
oposición, y desmovilizó a sus seguidores en las pasadas elecciones municipales,
facilitando en muchos casos el triunfo de los candidatos chavistas.
Por el otro lado está Leopoldo López, promotor de la reciente ola de
violencia que ha trastornado la vida de la gente en 18 municipios de los 335
que tiene el país. En esos lugares donde la oposición ganó las elecciones, los alcaldes
han facilitado la alteración del orden público al no remover las barricadas que
impiden el libre tránsito a lo largo del día y donde cada noche se monta la escena
para quemar cauchos y lanzar consignas en contra del gobierno, y así facilitar a
CNN y la SIP las imágenes que de inmediato difunden a todo el mundo, en su
empeño de crear una matriz de opinión que respalde la intervención extranjera y
derroque al gobierno constitucional.
Con su consigna de “Maduro vete ya”, López optó por
un golpe de Estado y se desmarcó de la vía electoral que retomó Capriles. Desde
la cárcel se ha convertido en el “mártir” que alienta la ola de violencia que
sacude a ese reducido número de municipios, donde las protestas, lejos de ser masivas
y pacíficas, son protagonizadas por pequeños grupos violentos que alteran la vida
cotidiana y son cada vez más cuestionados, incluso por la base opositora que quiere
recuperar la tranquilidad en su vecindad. Para aislar a los factores más
violentos y reducirlos a pequeños focos que se vayan extinguiendo, el gobierno debería
reconocer a Capriles como el líder de la oposición que ha optado por la vía
constitucional y éste tendría que atender los reiterados llamados al diálogo
que le ha formulado el presidente Nicolás Maduro.
Venezuela no está al borde de una guerra civil
ni la población está sometida a una brutal represión. La zozobra la mantienen los
grupos violentos de derecha, ejecutores de una estrategia enfocada ahora a atizar la confrontación con los colectivos duros del
chavismo, buscando aumentar el número de muertos hasta alcanzar una cifra crítica
que pueda ser presentada al mundo como prueba irrefutable de la supuesta masacre
que sufre el pueblo a manos del gobierno, y sobre esa base justificar la
intervención militar
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