Por: Víctor Álvarez R.
El genoma económico del capitalismo
rentístico es portador de potenciales patologías que es necesario comprender para
evitar su desarrollo. Solo así se estará en condiciones de elaborar una
adecuada teoría que permita mantener bajo control su comportamiento tan
particular.
El capitalismo rentístico tiene su
fundamento en la valorización de la naturaleza por el mercado mundial. En el
caso del petróleo, el Estado –al ser el propietario de las riquezas del subsuelo-,
recibe una renta cuyo contenido económico es la captación de un plusvalor
internacional, el cual distribuye luego en favor de los factores económicos y
sociales internos.
La primera alteración en el ADN de una
economía rentista la encontramos en un ingreso en divisas que no es fruto del esfuerzo
productivo. Este súbito ingreso confiere una capacidad de compra superior a la
que pudiera resultar de la distribución del ingreso generado por los factores
productivos internos. La inyección de la renta internacional a la circulación
nacional origina una demanda que no puede ser abastecida por el precario
aparato productivo local. Y entre producir e importar, se suelen apelar al
expediente fácil de comprarle al resto del mundo lo que con esfuerzo y constancia
debería comenzar a producirse nacionalmente.
En la secuencia del ADN del rentismo
aparece de inmediato otra alteración. Debido a la presión inflacionaria que ejerce
el desequilibrio entre la pujante demanda y la rigidez de la oferta, se recurre
al anclaje cambiario como instrumento de política antiinflacionaria. Al
congelar el precio oficial de la divisa se abaratan las importaciones que se
hacen con ese dólar subsidiado, pero esto termina siendo “pan para hoy y hambre
para mañana” debido a que el dólar barato estimula toda clase de importaciones
que frenan y desplazan la producción nacional. La situación hace crisis cuando se
retrasa la liquidación oportuna de divisas y se activa de inmediato un mercado
paralelo hacia el cual se desplaza la demanda insatisfecha.
En la aberración genética del paralelo,
los especuladores cambiarios encuentran el caldo de cultivo perfecto para amasar
grandes ganancias, al disparar el tipo de cambio muy por encima de la tasa
oficial. Este enorme diferencial es causa de una de las más perniciosas
patologías inherentes a la lógica parasitaria e inmoral del capitalismo
rentístico, la cual se expresa en los ilícitos cambiarios y fraudes que se
cometen en contra del interés nacional. La sobrefacturación de importaciones, la
subfacturación de exportaciones, las importaciones ficticias por empresas de
maletín, la reventa del cupo electrónico, los raspatarjetas son la expresión al
mayor y al detal de las taras que puede desarrollar una economía rentista.
Al no comprender el ADN que explica el
comportamiento patológico de una economía rentista, se suelen aplicar remedios
que resultan ser peor que la enfermedad. Si se quieren resultados diferentes ha
llegado el momento de hacer las cosas de manera diferente. Se impone una
profunda revisión y rectificación de la política cambiaria para superar la
economía de puertos y reimpulsar la construcción de un nuevo modelo productivo
sustentado en la agricultura y la industria que aseguren el logro de la
soberanía alimentaria y productiva.
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