miércoles, 5 de marzo de 2014

¿Qué hacer con la gasolina?

Por: Víctor Álvarez R.
En Venezuela, más de uno piensa que el aumento de la gasolina puede terminar siendo el detonante de fuertes protestas populares, semejantes a las del Caracazo en 1989, sin considerar que aquellos conflictos estallaron como respuesta al paquetazo neoliberal que afectó severamente a los trabajadores y agravó los flagelos de la pobreza y la exclusión social. Ahora la situación es diferente, la Revolución Bolivariana ha llevado a los sectores populares el beneficio de la inversión social de la renta petrolera, por lo que un aumento en el precio del combustible -lejos de convertirse en el detonante de conflictos sociales-, sería un acto de justicia redistributiva.
En efecto, el subsidio a la gasolina es una medida que aparentemente favorece a los que menos tienen, cuando en realidad lleva a una distribución regresiva del ingreso. Al destinar cuantiosos recursos públicos para subsidios indirectos que benefician a pobres y ricos por igual, se comete una injusticia redistributiva porque los que más tienen no necesitan que se les subsidie nada. Por eso, el subsidio a la gasolina se está percibiendo como una medida antipopular que origina una creciente indignación en los sectores más conscientes del pueblo venezolano, quienes cada vez tienen más claro que el irrisorio precio del combustible beneficia sobre todo a las familias que tienen dos, tres o más vehículos; mientras que los que no tienen carro se ven obligados a desplazarse en autobús o metro y, por lo tanto, en nada se benefician de una gasolina irracionalmente barata.  
Por los supuestos impactos que se le atribuyen al aumento de la gasolina, esta decisión debería ser sometida a referendo consultivo popular, tal como lo plantea el artículo 71 de la CRBV. Si se deja claro que un porcentaje de la recaudación por el aumento se destinará a la modernización y ampliación de la flota de transporte público en todo el país, y que el precio de los pasajes no se incrementará, la ciudadanía respaldará masivamente la decisión de sincerar el precio de la gasolina, toda vez que se trata de reorientar hacia la inversión social un subsidio regresivo que favorece sobre todo a los que más tienen, mientras que los más pobres se ven obligados a usar un transporte público todavía muy deficiente.
Para facilitar la viabilidad de esta decisión, previamente se podrían transferir las bombas de gasolina a las Comunas, para que luego éstas destinen el incremento del combustible a crear empresas de transporte público y ampliar el número de unidades, imprimiendo un poderoso impulso a la nueva economía comunal, bajo el control de los trabajadores directos y de las comunidades organizadas. La administración directa del aumento del combustible asegurará una fuente permanente de recursos financieros para sostener otras formas de autogobierno y estimular una creciente participación en las asambleas de ciudadanos, fortaleciendo la autogestión en la ejecución de obras y prestación de servicios públicos que contribuyan a  mejorar la calidad de vida en la Comuna. Asimismo, propiciará una mayor corresponsabilidad entre la ciudadanía y las instituciones del Estado en el proceso de formulación, ejecución, control y evaluación de la gestión comunal.  @victoralvarezr

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