Por: Víctor Álvarez R.
En estos
tiempos en los que las relaciones personales parecieran cada vez más gobernadas
por el interés económico y el cálculo político, se hace necesario reivindicar
la importancia de la amistad auténtica, fraguada al calor de la virtud y los
valores. Con frecuencia, los colegas de trabajo, los conocidos del vecindario, los
correligionarios o compañeros de causa se consideran amigos. Pero basta con un
cambio de empleo, una mudanza, abandonar el templo o criticar la causa que
comparten para que ese vínculo se debilite y desaparezca. Son relaciones
pasajeras, sin lazos sólidos y muy vulnerables al menor cambio en las
circunstancias. Basta con que el “amigo” pierda el cargo para que sea
inmediatamente desplazado por su sustituto.
El
amiguismo, el compadrazgo y el tráfico de influencias es práctica común en esas
relaciones utilitarias, cuyo interés es cultivar contactos y palancas para
conseguir un empleo, un cupo en la universidad, un crédito, una fecha para un
bautizo, un pasaporte o una cama en un hospital. Son “amigos” del gerente
general, de la presidenta del condominio, del párroco de la iglesia, del
gobernador o del ministro. Nunca son “amigos” de la persona sino del cargo y se
aprovechan de esos vínculos en beneficio propio o para hacer “favores” a
terceros que luego cobran.
La
amistad auténtica es un sentimiento desinteresado y sincero. Se alimenta de la
consideración y respeto mutuo, de la lealtad y la solidaridad en un marco de
principios y valores compartidos. Es profundamente ética y justa y nunca
pretende aprovecharse de nada. Contar con buenos amigos es vital para satisfacer
las necesidades intelectuales, emocionales y espirituales de nuestro desarrollo
humano integral. Los verdaderos amigos saben que una amistad desinteresada y
sincera está fundada en la virtud y es un hermoso tributo a la grandeza humana.
Por eso mis mejores amigos los he cultivado
en el campo del pensamiento crítico, leal y comprometido con la construcción de
una nueva sociedad libre de desempleo, pobreza y exclusión social. Comparto con
ellos la convicción de que pensar críticamente es honrar la vida, es asumir una
posición valiente que no siempre es bien comprendida. En la construcción del
socialismo venezolano, por muy
diferentes que sean nuestras ideas, su esencia democrática pasa por reconocer que
la libertad la necesitan sobre todo los que piensan
de otra manera, para que así se pueda opinar con sinceridad y sin temor. No es
una señal de debilidad del proceso revolucionario sino su principal fortaleza.
Para construir una
sociedad de seres humanos libres, el pensamiento crítico tiene que ser un
derecho de todos y no un privilegio exclusivo de quienes están en el poder. Al
comenzar el 2014 hago votos por el reconocimiento de la crítica leal y comprometida
con el avance de la construcción socialista en Venezuela y asumo como mía la
letra de esa hermosa canción de Eladia Blázquez que dice: “Hay tantas maneras de no ser, tanta
conciencia, sin saber, adormecida. Merecer la vida no es callar y consentir
tantas injusticias repetidas. Es una virtud, es dignidad, y es la actitud de
identidad más definida. Eso de durar y transcurrir no nos da derecho a presumir,
porque no es lo mismo que vivir: honrar la vida.” @victoralvarezr
Buen artículo. Hoy día, es difícil cultivar una amistad verdadera, la política de estos tiempos es personalista, adversa al humano y no a la idea. Me permito recordarle un fragmento de un poema del Chino Valera Mora: "Llamadme, solamente llamadme, cuando llegue el día de las canciones colectivas..." Saludos y respetos. @okoima_86
ResponderEliminar