Por: Víctor
Álvarez R.
Según
datos del BCV, al cierre de 2012, $290.000 millones de origen venezolano estaban
depositados en el exterior: 160.000 del sector privado y 130.000 del sector
público. Estas cifras revelan que, tanto en el capitalismo
rentista como en el neo-rentismo socialista, una buena parte del plusvalor
internacional que Venezuela capta bajo la forma de renta petrolera, retorna al
exterior no solo a través de cuantiosas importaciones, sino también por la vía de
una permanente fuga de capitales.
Estas patologías
del modelo de acumulación extractivista-rentista se han exacerbado a raíz del
creciente ingreso que comenzó a percibir el país, gracias al aumento del precio
del petróleo y de un mayor cobro de regalías. La abundancia de petrodólares ha
prolongado la vida de un modelo económico basado en la importación rápida y
fácil, postergando así el complejo pero seguro esfuerzo por impulsar a gran
escala la actividad productiva. Si esto es así cuando solo se extraen 3 millones de barriles
diarios, imaginemos como será cuando se incremente el extractivismo petrolero
hasta 6 millones en 2019. Solo un decidido esfuerzo por reducir el
extractivismo e impulsar simultáneamente la industrialización de los hidrocarburos,
minerales y demás materias primas, impedirá que la renta petrolera retorne a
las grandes potencias a través del pago por
los productos derivados que luego nos venden; o, que se fugue a través de la
sobrefacturación de importaciones, subfacturación de exportaciones,
raspatarjetas y demás fraudes e ilícitos cambiarios que han sido denunciados
por altos funcionarios del Estado.
El déficit de ingresos fiscales que
obliga a financiar con deuda un monto importante del presupuesto nacional, es otra
manifestación del cuestionado modelo extractivista-rentista. Los auges de la
renta se traducen en un abundante ingreso fiscal que tiende a relajar la presión
tributaria a las ganancias capitalistas. Así, en la Venezuela revolucionaria y socialista, la contribución
de la empresa privada al fisco es considerablemente menor que en otros países
cuyos gobiernos neoliberales consienten al capital nacional y extranjero,
concediéndoles toda clase de incentivos fiscales. Pero aquí, además de la baja
presión fiscal, también se benefician de la venta de dólares baratos a través
de Cadivi/Cencoex y el Sicad, lo cual representa para la Nación un sacrificio fiscal
que se hace cada vez más difícil sostener.
Por si fuera poco, al cubrirse un monto
importante del presupuesto y créditos adicionales con renta y no con impuestos,
los actores económicos y sociales en lugar se exigir transparencia y eficiencia
en el manejo de los recursos, lo que hacen es pugnar por una mayor tajada de
esa renta. Así, desde el cadivismo hasta los perniciosos subsidios a la
gasolina, pasando por las gratuidades indebidas en el uso de un sistema vial sin
peajes y de la adjudicación de viviendas que ni siquiera se pagan con trabajo
comunitario, se pone en evidencia la exacerbada mentalidad rentista que
considera esas distorsiones como una conquista popular, cuando en realidad se
trata de prácticas populistas y clientelares que en nada contribuyen a la conciencia
revolucionaria ni a la corresponsabilidad social. @victoralvarezr
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