viernes, 17 de mayo de 2013

¿Qué pasa en las empresas básicas?


Víctor Álvarez R.
Investigador del centro Internacional Miranda (CIM)

RESUMEN
Al analizar los Estados Financieros de las empresas básicas, cualquiera puede verificar que la mayoría atravesó por un período de notable recuperación entre los años 2003-2009. Los crecientes precios de los minerales e insumos básicos en los mercados internacionales, la reactivación de la economía nacional, el ajuste cambiario que permitió obtener más bolívares por dólar exportado, la reducción de la conflictividad laboral, y una gerencia con alta capacidad técnica explican en gran medida el buen desempeño en ese lapso. Tan así fue que, a pesar de los frecuentes cambios de ministros y presidentes de la CVG, la mayoría de los presidentes de las empresas básicas fueron ratificados en sus cargos.

INTRODUCCION

La creación de las empresas básicas tiene su origen en un proceso de división internacional del trabajo que se propuso aprovechar las ventajas comparativas del país, derivadas de la dotación de recursos minerales, el potencial hidroeléctrico del Río Caroní, abundante fuerza de trabajo barata y una privilegiada posición geográfica. Venezuela se insertó en este esquema como un proveedor de insumos básicos que serían transformados en productos de mayor valor agregado en las grandes potencias industrializadas.

Cambio de paradigma

En la actualidad la actividad productiva se ha hecho cada vez más intensiva en el uso de conocimientos científicos y tecnologías. Este cambio de paradigma está ocurriendo de manera acelerada. La eficiencia en el uso de materias primas y energía ha sido posible gracias a un creciente uso de información y conocimientos en los procesos productivos. En gran medida, la problemática estructural de las empresas básicas tiene sus causas en el agotamiento de un modelo productivo basado en la vieja idea de las ventajas comparativas sustentadas en la explotación de materias primas, energía y fuerza de trabajo, cuando hoy en día la clave radica  en la creación de ventajas competitivas sustentadas en el desarrollo de capacidades para generar, transferir, difundir y utilizar nuevos conocimientos científicos y tecnológicos.

La presión laboral y sindical

La disminución del número de establecimientos industriales y de la densidad empresarial en general se ha traducido en un aumento de la demanda de trabajo en torno a las empresas básicas, cuyas nóminas no  dejan de crecer. El problema está en que el incremento de los costos laborales no tiene como respaldo un incremento de la producción. Y esta situación compromete seriamente la capacidad de generar los ingresos necesarios para mantener al día no solo el pago a los proveedores, sino sobre todo la cancelación oportuna de los beneficios laborales, en función de evitar situaciones de tensión y conflictividad. Una cosa es dar empleo y otra muy distinta es generar trabajo productivo. Aliviar las pesadas nóminas de las empresas básicas pasa por promover la creación de empresas en manos de los trabajadores directos y de la comunidad organizada, dedicadas a la transformación de los insumos básicos en productos de mayor valor agregado.

Auge y decadencia

Al analizar los Estados Financieros de las empresas básicas, cualquiera puede verificar que la mayoría atravesó por un período de notable recuperación productiva y financiera entre los años 2003-2009. Los crecientes precios de los minerales e insumos básicos en los mercados internacionales, la reactivación de la economía nacional, el ajuste cambiario que permitió obtener más bolívares por dólar exportado, la reducción de la conflictividad laboral, y una gerencia con capacidad técnica y compromiso político explican en gran medida el buen desempeño y las ganancias obtenidas en ese lapso. Actualmente los Estados Financieros registran una caída de la producción que se traduce en pérdidas en la mayoría de las empresas básicas. Entre las causas que explican este deterioro figuran: la crisis eléctrica que afectó considerablemente los niveles de producción, la crisis económica internacional y su repercusión sobre los precios de los metales, la contracción del aparato productivo interno, la sobrevaluación del tipo de cambio, el sabotaje al experimento de Control Obrero por parte de grupos sindicales en pugna, así como los frecuentes cambios en los equipos gerenciales.

Repensar el modelo

Es hora de repensar y redimensionar el modelo de desarrollo industrial que dio origen a las empresas básicas. Actualmente, en lugar de generar los ingresos fiscales y en divisas que permitan justificar la extracción de minerales y el alto consumo de energía, en su gran mayoría están generando pérdidas y solo podrán mantenerse a través de la transferencia de recursos que reciben del gobierno central, lo cual resta fondos para la inversión social y otros requerimientos del Presupuesto Nacional. Por si fuera poco, un tercio de la energía hidroeléctrica que se genera en Guayana es devorada en procesos productivos cada vez más obsoletos e ineficientes, mientras en las empresas y hogares venezolanos los frecuentes apagones y violentas fluctuaciones funden los artefactos electrodomésticos, equipos y maquinarias, generando pérdidas y un creciente malestar.

La reconversión tecnológica

A la luz de los nuevos paradigmas intensivos en información y conocimiento, las empresas básicas lucen cada vez más rezagadas y no podrán sobrevivir si no se modernizan. Tienen que acometer un profundo proceso de reconversión tecnológica y fortalecer su capacidad gerencial para incursionar en proyectos productivos aguas abajo. De esta forma podrán transformar los insumos básicos en productos con creciente valor agregado para sustituir importaciones y exportar productos manufacturados que pueden ser vendidos a un precio 10 y 20 veces superior al que se cotizan los insumos básicos. Es así como las empresas básicas podrán crear  nuevas oportunidades de trabajo productivo, aliviar sus nóminas y mejorar su desempeño.

viernes, 3 de mayo de 2013

Claves para comprender y vencer la inflación

Víctor Álvarez R.
Investigador del Centro Internacional Miranda

El termómetro de la inflación en el mes de abril registró nuevamente un alza: 4,3%. ¡La mayor del año!. Así, la inflación acumulada en lo que va de 2013 llegó a 12,5%, para una tasa anualizada de 29,4%. Si este ritmo se mantiene el resto del año, la inflación superará ampliamente el 30 %, con lo cual quedará totalmente anulado el aumento del salario.
La tendencia alcista de los precios no cede, la fiebre sigue muy alta, y urge poner en marcha una eficaz estrategia anti-inflacionaria para derrotar este flagelo que devora la capacidad adquisitiva de los salarios, generando un creciente malestar. El éxito de esta estrategia dependerá, en gran medida, de lo acertado del diagnóstico que se haga y de la comprensión que se tenga de las verdaderas causas del actual auge inflacionario. Un diagnóstico equivocado inevitablemente conducirá a un tratamiento inadecuado que, lejos de abatir el fenómeno inflacionario, por el contrario pudiera agravarlo. Y hay que evitar que el remedio sea peor que la enfermedad. 
La identificación y definición del problema
Así como la fiebre en el organismo humano no es la enfermedad sino la señal o síntoma de que algo en su interior anda mal, la inflación es también un síntoma a través del cual la economía envía una señal de los desequilibrios que la afectan, los cuales repercuten con toda su fuerza sobre el bienestar y tranquilidad de los trabajadores, consumidores y usuarios.
Por lo tanto, confundir el fenómeno que se nos presenta en la superficie con la verdadera esencia del problema solo llevará a atacar sus consecuencias, dejando intactas las verdaderas causas que lo generan. Por eso, atacar la fiebre con bolsas de hielo o analgésicos, sin bien la alivia temporalmente, el síntoma reaparece como evidencia de que la causa del problema no ha sido vencida ni erradicada.
A la hora de definir la inflación, con frecuencia se confunde el fenómeno con su esencia. Unos explican sus causas en la esfera de la circulación, la entienden como un desbordamiento monetario que provoca un crecimiento de la demanda superior a la oferta. Otros ven su origen en la esfera de la producción y encuentran su causa en una escasa oferta que hay que activar con incentivos para aumentar la producción de bienes y servicios.  En otros casos la inflación se presenta como un aumento de los precios, pero su esencia es la pérdida del poder de compra de la moneda.
Creciente brecha entre el crecimiento de la demanda y la producción nacional 
En Venezuela, tanto el consumo público como el privado se han incrementado de manera sostenida en la última década. Pero lo producción no ha crecido al mismo ritmo. Mientras el consumo per cápita creció en promedio 3.7%, la producción apenas aumentó 0,8%. Si bien es cierto que el PIB ha crecido en la mayoría de los trimestres, este crecimiento no ha sido de buena calidad, toda vez que se ha sustentado en el auge del comercio importador y los servicios financieros. Pero la agricultura y la industria, que son precisamente los sectores que proveen los productos destinados a satisfacer las necesidades básicas y esenciales de la gente, han mostrado un ritmo inferior. Para lograr las metas de soberanía productiva Venezuela debería tener una agricultura que aporte el 12 % del PIB, y apenas contribuye con el 4,5 %. Por su parte, la industria debería aportar el 20 % del PIB y, según los datos del BCV, tan solo aporta el 14%.
Controlar los precios es atacar los síntomas
Es típico que en la antesala de un proceso electoral se produzcan brotes de acaparamiento y especulación con el objetivo de causar malestar en el electorado. Pero los elevados y sostenidos índices de escasez en Venezuela se deben a un problema estructural que tienen que ver con el desmantelamiento del aparato productivo. Incluso,  en la red Mercal y PDVAL se observan anaqueles vacíos, evidencia clara de una escasez que tiene una causa estructural, toda vez que esas redes no fueron creadas para acaparar ni especular.
El control de precios ha mostrado sus límites. Se controla el precio final pero se mantienen liberados los precios de las materias primas, insumos y maquinarias. Así, los costos de producción superan el precio controlado y desestimulan la producción. Si se quedan anclados los precios de venta del bien de consumo final, mientras los precios de los insumos no dejan de aumentar, se castigaría el margen de ganancias y hasta se generarían pérdidas. En tales condiciones, ni siquiera las empresas de la economía social podrían producir. Esta es la causa de la escasez de origen estructural. Como nadie produce para perder, la consiguiente escasez se ve agravada por los brotes de acaparamiento y especulación. Los propios datos del BCV revelan que, si bien los precios de los productos controlados suben en menor proporción, en estos el índice de ausencia relativa y absoluta, o índice de escasez, ha ascendido a un alarmante  21,3%  con tendencia a ser cada vez mayor. En otras palabras, el precio no sube pero el producto no se consigue. Justamente, esta situación es la que crea las condiciones objetivas en las que prolifera la especulación.
La paradoja del subsidio al dólar: su impacto sobre la producción nacional 
La exacerbación del consumismo consubstancial a los auges rentísticos tiende a aumentar la demanda de divisas para conjurar la escasez. El anclaje cambiario -al golpear la producción nacional-, a la larga causa escasez, toda vez que el subsidio al dólar se traduce en un subsidio a las importaciones que desplazan la producción nacional. Como la producción nacional cae de manera sostenida, crece la demanda de divisas para importar y conjurar la escasez, el acaparamiento y la especulación. Importamos porque no producimos y no producimos porque importamos. Este círculo vicioso se ve agravado por el anclaje cambiario que tiende a abaratar el dólar oficial y subsidiar las importaciones que se hacen a la tasa de cambio oficial, en comparación con el precio de la divisa en el mercado.
Por lo tanto, la escasez se origina en una política económica (particularmente la política cambiaria)que, si bien ha hecho crecer el PIB, este crecimiento ha sido de baja calidad, toda vez que se basa en los sectores del comercio importador y los servicios financieros, a expensas de una caída sostenida de la agricultura y la industria, que son precisamente los sectores que generan los bienes y servicios imprescindibles para satisfacer las necesidades básicas y esenciales de la población.
El impacto inflacionario de la devaluación
El anclaje cambiario se ha convertido en un subsidio al dólar. En los hechos, esto se traduce en un subsidio a las importaciones que desplazan la producción nacional. Corregir esta problemática requiere una política cambiaria dinámica y flexible, con ajustes periódicos en el precio oficial del dólar. El reto está en encontrar una tasa de cambio que exprese la productividad real de la agricultura y la industria con el fin de propiciar las transformaciones estructurales en el aparato productivo y así poder sustituir importaciones y diversificar las exportaciones.
En Venezuela el precio del dólar se mantiene fijo por varios años a pesar de que el país registre una inflación superior a la de sus socios comerciales. La consecuencia inevitable del anclaje cambiario es la sobrevaluación del bolívar. Esto se refleja en el hecho de que los productos importados resultan ser mucho más baratos que los nacionales. Cuando la sobrevaluación se ha hecho insostenible, el gobierno ha aplicado maxidevaluaciones de 100% y 46,5%, lo cual encarece el componente importado y atiza la inflación.
La monetización del déficit fiscal
Cuando los bancos centrales pueden crear dinero, suele ser una tentación para un gobierno en déficit buscar financiamiento en el instituto emisor, a través de la emisión de bonos que la autoridad monetaria compra. Si el financiamiento del déficit fiscal por parte del BCV se convierte en una práctica reiterada, las consecuencias son nefastas. La expansión de la liquidez monetaria sin respaldo en el aumento de la oferta de bienes y servicios, se traduce en un deterioro cada vez mayor del poder de compra de la moneda.
La monetización del déficit mediante el financiamiento del BCV al gobierno es una de las causas propagadoras de la inflación. En la práctica se trata de un impuesto inflacionario que recae con más peso sobre la capacidad de compra de los sectores que viven de un ingreso fijo. De continuar esta situación podríamos caer en un proceso perverso de expansión desproporcionada de la liquidez monetaria sin el debido respaldo en el aumento de la producción de bienes y servicios, lo cual inevitablemente nos llevaría a sufrir una inflación cada vez mayor.
¿Qué hacer?
La clave de una estrategia antiinflacionaria exitosa está en armonizar las políticas macroeconómicas y sectoriales para potenciar el impacto de los incentivos gubernamentales en función de la transformación productiva. En este sentido, la política fiscal, cambiaria, monetaria y financiera deben armonizarse y estar cada vez más sincronizadas con la política agrícola, industrial y tecnológica.
Impulsar la construcción de un nuevo modelo productivo exige una eficiente intervención del Estado para orientar un proceso que no puede quedar a merced de las fuerzas ciegas del mercado.
El Gobierno Bolivariano está llamado a crear un entorno macroeconómico estable para poder asegurar un impacto positivo de los incentivos arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras gubernamentales, suministro de materias primas, asistencia técnica, etc. sobre los objetivos de reactivación del aparato productivo, reindustrialización de la economía nacional y dinamización de los canales de distribución y comercialización, en función de derrotar la escasez, la inflación, el acaparamiento y la especulación. 

 
 

¿Qué pasaría si aumentan el precio de la gasolina?


Víctor Álvarez R.
Investigador del Centro Internacional Miranda (CIM)

En el imaginario venezolano está muy arraigada la idea de vivir en un país rico que cuenta con las mayores reservas de petróleo del mundo. Por eso considera natural que el precio de la gasolina sea barato. Sin embargo, se trata de un subsidio regresivo que favorece sobre todo a los propietarios de vehículos con alto consumo de gasolina, mientras que los más pobres se ven obligados a usar un transporte público cada vez más deficiente.
En otros países, para llenar un tanque de 60 litros hay que pagar casi $ 60, mientras que en Venezuela sale por menos de $ 1. En EE.UU. y la U.E. un litro cuesta cerca de un dólar, en Venezuela se vende a menos de 2 centavos: apenas Bs. 0,097 el litro de 95 octanos. Una botellita de agua cuesta 20 veces más. El diferencial de precios entre Venezuela y Colombia es de 20 veces, lo cual estimula el contrabando de extracción en pequeños barriles y grandes camiones-cisterna. Se estima que hacia los países vecinos salen ilegalmente 25.000 barriles diarios de combustible. A un precio de $ 90 por barril, el contrabando llega a los $ 800 millones anuales.
Si comparamos el precio interno con el de exportación, el subsidio es de $ 6.500 millones anuales. Si la comparación se hace con los precios internacionales el subsidio sube a $ 15.700 millones, más que las transferencias de Pdvsa a las misiones sociales, las cuales son de $ 14.000 millones. Con un ajuste imperceptible del precio, se podría reorientar este subsidio regresivo a la inversión social.
No se trata de regalar la gasolina ni de venderla al precio internacional, pero al menos su precio debe cubrir los costos. El mejor momento para corregir este rezago es una coyuntura de buenos precios del petróleo. No hay que esperar una caída en la cotización de los crudos semejante a la del año 2009, cuando la situación fiscal se tornó tan crítica que obligó al gobierno a devaluar el bolívar en un 100 % y a subir el IVA de 9 a 12%. En esas circunstancias, un aumento de la gasolina sería el detonante de la protesta popular, tal como ocurrió en 1989, cuando el alza de la gasolina fue la chispa que encendió el Caracazo.
Más esto no quiere decir que un incremento en el precio del combustible automáticamente desatará un caos. En 1989, el aumento de la gasolina fue el detonante más no la causa de las protestas. Las mismas estallaron debido al descontento acumulado por la aplicación de un conjunto de medidas antipopulares, tales como: liberación de precios de los alimentos, eliminación del control de cambio, aumento de las tasas de interés, apertura a las importaciones que barrieron con el aparato productivo y la privatización de empresas del Estado con la consiguiente pérdida de millares de puestos de trabajo. Hoy la situación es muy distinta, los sectores populares reciben el beneficio de la inversión social de la renta petrolera y su identificación con el gobierno permitiría sincerar el precio de la gasolina para desalentar así el despilfarro de gasolina, aliviar el pesado tráfico terrestre, reducir el impacto ambiental, reorientar el subsidio a la inversión social y mejorar las cuentas de Pdvsa, sin la más mínima probabilidad de que se produzca un segundo Caracazo.