viernes, 27 de agosto de 2010

La Comuna en el Nuevo Modelo Productivo

La Comuna está llamada a superar problemas claves heredados de la economía capitalista, tales como:
· Contradicción entre la naturaleza cada vez más social de la producción y la apropiación privada de los medios de producción
· Incongruencia entre la riqueza socialmente generada y la apropiación privada de los excedentes
· Diferencias entre el trabajo manual y el trabajo intelectual
· Cuellos de botella entre la actividad agrícola e industrial
· Desarrollo desigual entre el campo y la ciudad
· Las causas estructurales del desempleo, la pobreza y la exclusión social
En lugar de reeditar la experiencia fallida del SSXX -el cual se basó en la propiedad absoluta del Estado sobre la gran mayoría de los medios de producción y distribución, dando origen a un Capitalismo de Estado a través del cual el burocratismo y la nomenklatura secuestraron la propiedad pública, administrándola con ineficiencia o como si de una propiedad privada se tratara-, en la Comuna venezolana el sistema de propiedad debe ser colectivo. Ya quedó demostrado que la propiedad estatal o "propiedad de todo el pueblo" terminó siendo algo extraño y lejano para el ciudadano de a pié, el cual nunca se sintió “copropietario social” de esa única forma de “propiedad social”.
En el período de tránsito del capitalismo al socialismo, la remuneración del trabajo individual y la distribución de los frutos del esfuerzo colectivo debería hacerse a través de una combinación de los principios de "a cada quien según su trabajo" y "a cada quien de acuerdo sus necesidades”. Así se evitaría condenar a los trabajadores manuales y del campo a devengar los más bajos salarios debido a su menor calificación profesional o a la menor complejidad tecnológica de su actividad.
Con el fin de asegurar el control de los trabajadores directos y de la comunidad sobre los procesos de producción e inversión social de los excedentes, es necesario ampliar la cobertura de la Comuna como forma de organización social y productiva a lo largo y ancho de todo el territorio nacional. Esto es clave para lograr que la remuneración individual se base en el trabajo de cada uno, compensando o corrigiendo las diferencias a través de la inversión social de los excedentes, evitando así la práctica de las cooperativas de distribuir individualmente todo el excedente, en menoscabo de la atención a las necesidades colectivas y sociales de la Comuna.

lunes, 23 de agosto de 2010

Inflación vs. salario

La inflación erosiona el poder adquisitivo, contrae el consumo privado y es causa de recesión. Al no haber suficiente demanda, los capitalistas -en lugar de aumentar los sueldos para reanimar el consumo-, lo que hacen es bajar el nivel de producción y reducir las nóminas, con lo cual empeoran aún más la situación. El empeño por trasladar de inmediato y en una mayor proporción cualquier aumento de sueldos termina revirtiéndose contra la propia lógica del capital de aumentar las ventas para maximizar sus ganancias. De hecho, en la reciente baja del ritmo inflacionario influye la recesión por la que atraviesa la economía nacional.
Los aumentos de sueldos serán la fuerza motriz de la reactivación económica, siempre y cuando no sean trasladados de inmediato y en una mayor proporción a los precios. Solo así se podrá aumentar el poder de compra de los hogares para satisfacer sus necesidades básicas y esenciales. El salario no es sólo un costo de producción más: es la principal fuerza motriz del consumo privado y de la demanda agregada.
La inflación no es mayor gracias a los bienes y servicios cuyos precios están controlados. Pero a pesar del control precios, de los subsidios y de la sobrevaluación del tipo de cambio, la inflación en productos de procedencia nacional llega a 20,3% y la de los importados es de 14,4%. La inflación cerró en julio 2010 en 1,4% mientras que en julio 2009 fue 2,1%. Esta tendencia a la baja no quiere decir que la inflación ha sido derrotada: los precios siguen subiendo pero a menor velocidad.
Los trabajadores que viven de un ingreso fijo ven como el aumento anual de 20% se vuelve sal y agua. Quien devenga un sueldo mínimo de Bs. F. 1.223,89 y tiene que gastar Bs. F. 2.484,73 para solo comprar la Canasta Alimentaria transfiere parte de su ingreso al factor capital que domina la producción y los precios. Los asalariados, al tener mayores necesidades insatisfechas, cuando reciben un aumento de sueldos tienden a gastarlo todo, no tienen capacidad de ahorro y su propensión al consumo es mayor que la de los capitalistas, los cuales tienen sus necesidades básicas y no básicas satisfechas. Cualquier aumento de los sueldos mueve la economía y ayuda a vencer la recesión. Cuando se castiga el salario se castiga la actividad económica y se causa y profundiza la recesión, toda vez que la lógica contradictoria del capital induce a bajar el nivel de producción y a recortar las nóminas, golpeando aún más el ingreso familiar y entrampando la economía en un circulo vicioso de recesión-recorde de producción-ajuste de nóminas-caida de la demanda-recesión .
Los mecanismos del mercado han demostrado su creciente incapacidad para sacar a la economía de este círculo vicioso. Esto hace necesaria una sabia y oportuna intervención del Estado no solo para reactivar la economía sino, fundamentalmente, para transformar la lógica económica basada en la maximización del lucro a través de la intensificación de la explotación de los trabajadores y de la depredación de la naturaleza, por una nueva lógica económica centrada en los principios de solidaridad, cooperación, complementación, equidad y sustentabilidad.

domingo, 15 de agosto de 2010

La pugna por la distribución del ingreso

Cuando los precios suben los salarios no lo hacen de inmediato. Al ser menor el aumento de los sueldos en comparación con la inflación, se produce una transferencia neta del ingreso de los trabajadores que viven de un sueldo fijo a favor de los capitalistas que dominan la producción y fijan los precios. El factor trabajo reacciona con retraso y cuando por fin logra una compensación salarial ya ha sido despojado de buena parte de su ingreso. El ajuste salarial, además de ser tardío, no compensa la pérdida del poder adquisitivo.
Con frecuencia, a pesar de los aumentos, el salario mínimo se queda por debajo del costo de la canasta alimentaria. La inflación en alimentos es de 42% en el período julio 2009/julio 2010. El salario mínimo es de Bs. F. 1.223,89 pero se requieren Bs. F. 2.484,73 para comprar la Canasta Alimentaria. Y esto a quien más afecta es a las familias que viven de un salario mínimo. El impacto de la inflación sobre el Estrato I (más pobre) entre julio 2009/julio 2010 es de 35,8%.
El Índice Nacional de Precios al Consumidor registró en julio una variación de 1,4%, inferior a la de junio que fue de 2,1%. Es la menor tasa intermensual en los últimos 16 meses lo que sugiere una tendencia hacia la baja. La inflación promedio anual de CAP II fue de 44,0%, la de Caldera II 60% y con Chávez de 22,6%. Esto no quiere decir que los precios dejen de crecer: siguen subiendo pero a un ritmo apenas menor. La variación anualizada al mes de julio de 2010 bajó de 31,3% a 30,5 %, pero la variación acumulada en lo que va de año se ubica en 18,0%, superior a la acumulada en igual período de 2009 cuando fue de 13,1%.
En el segundo trimestre de 2010, el Índice de Remuneraciones de los Asalariados registró un incremento de 7,5%, mayor que el anterior de 4,5%, pero menor que la del mismo trimestre de 2009 que fue de 13,7%. La inflación promedio anual sigue siendo superior al aumento de sueldos que suele ser de 20%. Una inflación mayor que el incremento salarial es lo que explica la distribución regresiva del ingreso que se observa en el sector capitalista de la economía. En 1998 al trabajo le tocaba el 39.7%, superior al 36.2 % del que se apoderaba el capital; diez años después cayó a 32.8 %, mientras que la del capital subió a 48.8%. Así, los ricos se hacen cada vez más ricos mientras los pobres se hacen cada vez más pobres.

jueves, 12 de agosto de 2010

Baja la inflación pero suben los precios

La pugna por la distribución del ingreso entre trabajo y capital se expresa en el saldo neto del intercambio de aumento de sueldos por inflación. En dependencia de cuál sea mayor estaremos en presencia de una distribución progresiva o regresiva del ingreso.
El factor trabajo reclama aumentos de sueldos para compensar el poder adquisitivo perdido como consecuencia de la inflación. Por su parte, el factor capital registra tales aumentos como un incremento en los costos de producción. Para no afectar su margen de ganancias, inmediatamente lo traslada al precio en igual, mayor o menor proporción. Los trabajadores en cambio tienen que esperar hasta la nueva contratación colectiva (que en promedio suele ser cada dos años) para que se produzca una nueva compensación salarial.
El INPC tuvo en julio una variación de 1,4%, menor que 1,8% en mayo y 2,1% en junio. Es la menor tasa intermensual en los últimos 16 meses y sugiere una tendencia hacia la baja. Pero esto no quiere decir que los precios dejen de crecer: siguen subiendo pero a un ritmo menor. De hecho, la variación anualizada a julio 2010 desaceleró de 31,3% a 30,5 %, aunque la variación acumulada en los 7 meses de 2010 se ubica en 18,0%, superior a la acumulada en igual período de 2009 cuando llegó a 13,1%. La inflación acumulada en 11 años y 7 meses es de 835% y desde que entró en vigencia la reconversión monetaria es de 90,4%.
En promedio, la inflación anual es superior al aumento de sueldos que suele ser de 20%. En el Estrato I, el más pobre, la inflación anualizada fue 35,8 %. Por lo tanto, en este canje de aumento de sueldos por inflación, los ricos se hacen cada vez más ricos mientras los pobres son cada vez más pobres. Al ser mayor la inflación que el aumento de sueldos, se produce una transferencia neta del ingreso del factor trabajo que vive de un sueldo fijo a favor del factor capital que ajusta con rapidez la mayoría de los precios. El factor trabajo reacciona con retraso y cuando por fin logra una compensación salarial, ya ha transferido buena parte de su ingreso a los factores que dominan los precios. Según la distribución factorial del ingreso, en 1998 al trabajo le tocaba el 39.7%, superior al 36.2 % del que se apoderaba el capital. Diez años después, cayó a 32.8 % mientras que la del capital subió a 48.8%.
Cuando se castigan los sueldos se castiga también el ritmo de actividad económica. Al no haber suficiente demanda, en lugar de aumentar los sueldos para reanimar el consumo, el factor capital lo que hace es bajar el nivel de producción y reducir las nóminas, con lo cual empeora aún más la situación. El salario no es sólo un costo de producción más. Es la principal fuerza motriz de la demanda agregada. El factor trabajo, al tener mayores necesidades insatisfechas, cuando recibe aumento de sueldos tiende a gastarlo todo. No tiene capacidad de ahorro y su propensión al consumo es mayor que la del factor capital que tiene sus necesidades básicas satisfechas.
Los aumentos de sueldos impulsarán la reactivación económica siempre y cuando no sean trasladados de inmediato y en una mayor proporción a los precios. Es hora de entender que proteger el aumento de los sueldos es lo que puede reactivar la economía y vencer la recesión.

viernes, 6 de agosto de 2010

La transición al socialismo

Los voceros de la oposición no se cansan de afirmar que en Venezuela se está instaurando el comunismo, haciendo gala de su ignorancia del pensamiento marxista y de las lecciones que dejó la fallida construcción del socialismo en el siglo XX.
El comunismo pasa por la eliminación de las condiciones que permiten la explotación del ser humano por otro ser humano; implica la extinción de las clases sociales, del Estado y del burocratismo; la superación de las contradicciones entre el campo y la ciudad, entre trabajo manual y trabajo intelectual; es el fin de una economía que -por estar centrada en la maximización del lucro- exacerba el consumismo para abrirle camino a la producción industrial a gran escala, con la consiguiente explotación irracional de los recursos naturales y la destrucción del planeta.
Por su parte, la construcción socialista requiere impulsar nuevas formas de propiedad social que expresen un verdadero empoderamiento de los trabajadores y la comunidad sobre los medios de producción para hacer posible el pleno desarrollo de las fuerzas productivas, de las potencialidades humanas y de una creciente producción destinada a satisfacer las necesidades básicas y esenciales del pueblo. La propiedad privada coexiste con la propiedad estatal, pero lo más importante es el impulso que se le imprima a las nuevas formas de propiedad social, popular y comunal.
En consecuencia, la construcción de una nueva sociedad que libere a los asalariados de la explotación del capital pasa por dos etapas: la socialista y la comunista. Pero hay un período de transición entre la sociedad capitalista y la socialista, lleno contradicciones, de marchas y contramarchas, de concesiones tácticas para asegurar el logro de los objetivos estratégicos. Identificar la transición socialista con el comunismo solo cabe en la cabeza de los que desconocen el curso natural de los procesos históricos.
Siendo así, Venezuela todavía no está preparada ni siquiera para la transición socialista. Apenas se están comenzando a crear esas condiciones. Para profundizar ese proceso se requiere impulsar un creciente nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y en nuestro caso más bien se han recrudecido los rasgos de una economía rentista que todo lo importa y poco produce. La agricultura apenas aporta el 5 % del PIB y debería estar en 12 % para alcanzar los objetivos de la seguridad y soberanía alimentarias. La industria manufaturera apenas aporta el 15 % del PIB, cuyo peso debería alcanzar al menos el 20% para considerar que la economía venezolana al fin se ha industrializado.
La economía venezolana sigue siendo una de las más atrasadas de América Latina; cuyos países -al no disponer de la enorme renta petrolera que disfruta Venezuela-, no pueden importarlo todo y por lo tanto se han visto obligados a desarrollar su aparato productivo interno para satisfacer sus necesidades más elementales. Pero en el caso venezolano, este subdesarrollo económico se disimula y queda encubierto a través de un exacerbado consumismo que crea un espejismo de prosperidad. Pero lo cierto es que seguimos atrapados en el círculo vicioso de una economía rentista: importamos porque no producimos y no producimos porque importamos.
La conquista del poder político es una condición necesaria más no suficiente para iniciar el tránsito hacia el socialismo. En Venezuela logramos la soberanía política pero aún no hemos alcanzado la soberanía productiva, porque no puede ser soberano un país que no produce lo que le alimenta, ni lo que calza y viste, ni las medicinas que sanan sus enfermedades, ni los libros que lee o las películas que lo entretienen.
Por lo tanto, impulsar la transición hacia el socialismo impone la necesidad de profundizar el crecimiento y desarrollo de un sólido aparato productivo capaz de sustituir el enome volumen de importaciones que aún realizamos y, a la vez, diversificar la oferta exportable para generar nuevas fuentes de divisas que compensen el comportamiento errático del ingreso petrolero.
Pero en la transición socialista se requiere, además, impulsar nuevas relaciones de poder, sustituyendo las relaciones de explotación por las de solidaridad y cooperación. Solo así se podrán eliminar definitivamente las causas estructurales del desempleo, la pobreza y la exclusión. Estos flagelos irán desapareciendo a medida que se sustituya la propiedad privada sobre los medios de producción fundamentales -no por la agotada propiedad estatal que termina siendo secuestrada por el burocratismo, administrada con negligencia e ineficiencia o como si de una propiedad privada se tratara-, sino por nuevas formas de propiedad social, popular y comunal que empoderen de verdad a los trabajadores directos y a la comunidad para que sean ellos quienes dirijan el esfuerzo productivo a la luz de sus necesidades y aseguren la inversión social de los excedentes en función de dar respuesta a sus problemas más importantes. De allí que consolidar el poder político para profundizar la construcción socialista sea un proceso cada vez más económico.
En medio de la crisis de 2002-2003, la reactivación de la economía capitalista fue un mal necesario para generar empleo, elevar la producción, combatir la escasez y salvar la Revolución Bolivariana. Gracias a los generosos incentivos arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras gubernamentales, siministro de materias primas, capacitación de fuerza de trabajo, asistencia técnica, etc. que ofreció el gobierno al aparato productivo para entonces existente, compuesto fundamentalmente por empresas mercantiles, el sector capitalista de la economía creció más que la economía pública y la social, hasta alcanzar el 70 % del PIB.
Ahora bien, una economía socialista no será obra de las fuerzas del mercado. Mientras predomine el capitalismo se mantendrán las causas estructurales que generan desempleo, pobreza y exclusión social. Por eso, ha llegado el momento de reconocer la situación antes creada y, en adelante, dejar claro que la etapa de las concesiones a los capitalistas ha terminado. En adelante los apoyos públicos al sector productivo deben quedar condicionados al compromiso de los beneficiarios con la construcción de un nuevo modelo productivo de amplia y creciente inclusión social; y, en su gran mayoría, estos incentivos se deben reorientar para que lo que más crezca sea una nueva economía social que sustituya las relaciones de explotación del ser humano y de depredación del ambiente, por nuevas relaciones de solidaridad, cooperación y sustentabilidad.

lunes, 2 de agosto de 2010

La Economía no monetaria y la Revolución de los prosumidores

Alvin Toffler en la “La tercera ola” (1980) acuñó la palabra prosumidor para “designar a quienes creamos bienes, servicios o experiencias para nuestro propio uso o disfrute, antes que para venderlos o intercambiarlos”. Son los protagonistas de un esfuerzo productivo que no se hace para obtener una ganancia sino para satisfacer necesidades propias. Se trata de una economía no registrada en las cuentas nacionales del PIB pero que genera una abundante producción de bienes y servicios. Hablamos de la economía prosumidora no monetaria.
El prosumo se basa en el trabajo no remunerado para crear valor, el cual ha terminado siendo un soporte clave para la propia economía monetaria. Para muestra un botón: si el self service o autoservicio que sustituye el trabajo remunerado de vendedores y mesoneros en un número cada vez mayor de establecimientos comerciales y restaurantes se reconociera en las cuentas nacionales, tendríamos una idea del trabajo gratis que cada uno de nosotros hace como prosumidor.
Las TIC han impulsado como nunca el prosumo: desde los emails que sustituyen las cartas que antes iban por correo postal, las fotos digitales que ya no revelamos en un estudio fotográfico, la música y libros que obtenemos gratis a través de Internet; hasta los retiros, pagos y transferencias que hacemos a través de un cajero automático o banca electrónica, todas estas constituyen diferentes formas de prosumo. Desplazar buena parte del trabajo del productor al prosumidor será la próxima jugada de una economía cada vez más dependiente de la mano de obra no remunerada. No tardará en llegar el escáner que se coloca a la salida del supermercado para leer el precio de los productos colocados en el carrito y cargarlo automáticamente a la tarjeta de crédito del prosumidor. Así, miles de cajeras verán cómo se destruyen sus puestos de trabajo.
Pero el prosumo de la economía no monetaria también está compuesto por una amplia gama de actividades socialmente cohesionadoras: la atención médica de Barrio Adentro, la educación en las Misiones Ribas y Sucre, el trabajo voluntario de los consejos comunales y juntas de condominio. También incluye la ayuda solidaria que nos hace el vecino al llevarnos los niños a la escuela o darnos la cola hasta el trabajo. Si los miembros de cada familia tuvieran que pagar por los desayunos, almuerzos y cenas que se consumen en casa, por la ropa que se lava y plancha, por las noches de hospedaje y cuidados que recibe un familiar enfermo, por el transporte de los hijos al colegio, esta economía doméstica es mucho lo que sumaría al PIB. Imaginemos que tuviéramos que pagar a otros para que nos presten estos servicios: el monto de la factura nos dejaría sin liquidez.
Pero el trabajo no remunerado, especialmente el de las mujeres, se mantiene totalmente subestimado en las estadísticas económicas. Tampoco se contabiliza el equivalente al prosumo que se genera todos los días en las comunidades y organizaciones no lucrativas, escenario por excelencia de la economía no monetaria. Al ver la actividad económica como aquello que solo ocurre cuando el dinero se cambia por una mercancía -y esta operación queda contabilizada en una máquina registradora o factura fiscal-, los institutos de estadísticas y bancos centrales ignoran el peso de la economía no monetaria. Obviamente, las relaciones monetario-mercantiles son más fáciles de contar en comparación con las relaciones de solidaridad y cooperación que rigen la lógica de la economía no monetaria.