Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
Una
de las causas que determinaron el fracaso del socialismo del siglo XX fue el
burocratismo. La propiedad estatal absoluta sobre los medios de producción maduró
las condiciones para que poderosas élites burocráticas secuestraran la propiedad
estatal y la administraran como si de una propiedad privada se tratara,
impidiendo que los trabajadores se sintieran verdaderos copropietarios sociales
de esos medios de producción estatizados.
La
propiedad no puede verse únicamente desde su forma jurídica, sino como expresión
de las relaciones sociales que se establecen, no solo para la producción
material, sino también para la propia reproducción de las relaciones de
explotación o cooperación que signan un sistema económico. Por eso, estatizar
no necesariamente implica socializar. De allí la necesidad de superar la creencia
limitante que imponen los intereses del burocratismo sobre la propiedad estatal
como forma superior de la propiedad social.
La Revolución Bolivariana estatizó compañías de
telecomunicaciones, electricidad, siderúrgicas, fábricas de botellas,
torrefactoras de café, empresas de lácteos, procesadoras de aceite doméstico,
textileras, cementeras, briqueteras, centros comerciales, cadenas de
supermercados, empresas de servicios, operadoras de aeropuertos, bancos, etc.
La mayoría de estas empresas terminaron secuestradas por el burocratismo, el
pseudosindicalismo y la corrupción, y hoy representan una pesada carga fiscal
que el gobierno ya no puede sostener.
El
intento por construir el socialismo el siglo XXI no ha podido concretar nuevas y
exitosas formas de propiedad social que logren empoderar a los trabajadores
directos sobre los medios de producción. En lugar de convertir en propiedad
estatal lo que antes era propiedad privada e incubar así el germen del burocratismo,
la clave está en democratizar la propiedad a través de nuevas formas de pertenencia
que aseguren que los trabajadores y la comunidad sean los verdaderos
copropietarios sociales de los medios de producción expropiados, dejando claro
que las ganancias no serán repartidas como dividendos individuales, sino que
serán la fuente de recursos para financiar la inversión social.
El
bloque soviético se desplomó no por un ataque imperialista sino por su propia
erosión interna. La fuerza que más corroe una revolución no está ni en la amenaza
externa ni en la oposición interna, sino en la contrarrevolución burocrática
que se enquista en la estructura del Estado para medrar del poder que debe ser transferido
al pueblo organizado. Erradicar las causas del desempleo, la pobreza y la exclusión
social no depende de seguir ganando elecciones o de la inversión social de la renta petrolera,
sino de un nuevo orden político, económico
y social basado en verdaderas formas de propiedad social y empoderamiento
popular, sin mediaciones burocráticas de ningún tipo.
La
descentralización es la mejor arma para luchar contra el burocratismo y la
corrupción, toda vez que libera a las instancias superiores y organismos
nacionales de una engorrosa carga de trámites administrativos que distraen su
atención de los asuntos realmente estratégicos en los que debe enfocarse. De
allí la importancia de descentralizar todo lo que se pueda descentralizar,
enfrentando la férrea resistencia que opone el burocratismo del poder
constituido, el cual se niega a ceder espacios a la ciudadanía organizada como
expresión del poder constituyente. @victoralvarezr
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