Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
En Venezuela, el 70% del PIB lo aporta
el sector privado y, por tanto, los problemas de desabastecimiento y escasez
están estrechamente vinculados a la forma como el factor capital percibe el
clima de inversión en el país. El sector empresarial suele atribuir a las
expropiaciones, inseguridad jurídica, conflictividad laboral y al frecuente cambio
en las reglas del juego, las causas más importantes que desalientan y alejan la
inversión. Según diferentes encuestas, más del 80 % del país clama porque los
sectores público y privado se pongan de acuerdo y complementen sus capacidades
y recursos para superar los obstáculos que se oponen a la inversión productiva
y resolver los problemas de desabastecimiento que lo agobian. De allí que vale
la pena preguntarse: ¿cuáles deben ser los temas claves para construir esos grandes
acuerdos que permitan impulsar el desarrollo económico y social de la Nación?
A la hora de realizar nuevas
inversiones, el capital privado siempre estará más interesado en los niveles de
ganancia y rentabilidad. Pero al momento de conceder incentivos a la inversión,
el gobierno pondrá el énfasis en el impacto de estos en la lucha contra el
desempleo, la pobreza y la exclusión social. ¿Se trata de objetivos antagónicos
o complementarios? ¿Es posible plantearse un objetivo adicional que pueda
convertirse en un punto de consenso entre ambas partes? Veamos.
¿Expropiar
o democratizar la propiedad?
El precario desempeño de la inmensa
mayoría de las empresas estatizadas obliga a repensar la expropiación total y
absoluta como vía para socializar la propiedad de los medios de producción y
lograr una distribución más equitativa de la riqueza. Pero no cabe en nuestro mapa
mental la idea de la democratización de la propiedad para que en una misma
empresa puedan convivir los modos capitalistas y socialistas de producción y
distribución. Solo rompiendo dogmas de lado y lado, pudiéramos abrirle espacio
a una solución en la que coexistan ambas lógicas y se haga innecesario
expropiar para demostrar que se está avanzando en la transición hacia una
sociedad libre de pobreza y exclusión social.
Estatizar no es socializar, ni mucho
menos democratizar la propiedad. Las expropiaciones no rindieron los resultaros
que el gobierno esperaba y las empresas estatizadas terminaron quebradas por el
burocratismo, la corrupción y el pseudosindicalismo que impidió la
participación de los trabajadores directos en la dirección y gerencia de esas
empresas. En adelante, el talante controlador y punitivo de la política
económica debe abrirle paso al diseño de políticas y estrategias concebidas
para estimular la inversión y la producción. Con este fin, el gobierno nacional
pudiera ofrecer a la inversión nacional y extranjera un porcentaje de
participación accionaria en las empresas expropiadas y estatizadas que tienen
potencial y pueden ser rescatadas del burocratismo y la corrupción, animando
esta inversión con un conjunto de incentivos arancelarios, fiscales,
financieros, cambiarios, compras gubernamentales, suministro de materias
primas, capacitación productiva, asistencia técnica, fortalecimiento de
capacidades tecnológicas e innovativas, etc. Asimismo, la democratización de la
propiedad de estas empresas debe contemplar la participación de los
trabajadores en todos sus niveles gerenciales, administrativos y operativos, de
tal forma los dividendos que correspondan a su participación accionaria, en
lugar de ser repartidos como dividendos individuales, sean la fuente de financiamiento de proyectos
de interés común que ayuden a mejorar las condiciones laborales en la empresa,
aliviando así la presión sobre las exigencias de los trabajadores en cada
contratación colectiva, la cual en gran medida quedarían cubiertas con la
inversión laboral de este porcentaje de ganancias.
La
Bolsa Pública de Valores
La democratización del capital y de la
propiedad de las empresas estatizadas se puede llevar a cabo a través de la
Bolsa Pública de Valores Bicentenaria, la cual diseñaría los instrumentos
necesarios para traducir en participación accionaria de los trabajadores, el
equivalente monetario de los incentivos de política económica que las empresas recibirían
para lograr la reactivación, reconversión y reindustrialización del aparato
productivo nacional. La Bolsa Pública tendría la tarea de diseñar una nueva
gama de servicios e instrumentos en el mercado de valores, con el fin de propiciar
una distribución progresiva del ingreso y reducir los niveles de desigualdad.
Como contrapartida al financiamiento
blando que la empresa recibiría de la banca pública, aquella emitiría por un
valor equivalente el monto de acciones que pasaría a ser propiedad del Consejo
de Trabajadores, dejando claro que el monto de las ganancias que anualmente corresponda
al porcentaje de esta participación accionaria, en lugar de ser repartido como
dividendos individuales entre los trabajadores, una parte sería destinada a
pagar el crédito con el cual se compraron las acciones, mientras que el saldo sería
invertido en la mejora de las condiciones laborales dentro de la empresa (comedor,
gimnasio, baños, áreas de recreación y descanso, etc.) y en el financiamiento
de proyectos de interés común que contribuyan a mejorar su calidad de vida y
grado de bienestar.
Con el porcentaje de ganancias que
corresponda a la participación accionaria del Consejo de Trabajadores –incluyendo
el rendimiento que se obtenga de sus colocaciones e inversiones-, bien pudieran
financiarse las micromisiones sociales en cada empresa. Así, estos recursos
sería destinados a sostener el Mercal para los trabajadores de la empresa, la
Misión Salud Adentro para toda su nómina, la Misión Vivienda para quienes aún
no tengan casa o apartamento propio, la Misión Ribas para los que deseen
terminar su bachillerato o la Misión Sucre para los trabajadores que quieran
continuar sus estudios universitarios, etc., aliviando la carga fiscal que
representa la política social, la cual tendría un carácter menos
asistencialista y compensatorio, y quedaría cada vez más vinculada al esfuerzo
productivo de los beneficiaros de estos programas sociales.
Ganar-ganar
A través de estas empresas mixtas, la
inversión privada comenzaría a participar de manera activa y protagónica en la
lucha contra el desempleo, la desigualdad y la pobreza, y retribuiría al país
los recursos públicos que recibe para hacer más rentable su actividad económica.
A su vez los trabajadores –en lugar de atizar un clima de conflictividad
laboral-, estarían cada vez más interesados en mejorar el desempeño económico y
financiero de las empresas, toda vez que –al convertirse en copropietarios
sociales de las mismas a través del Consejo de Trabajadores- asegurarían que,
en adelante, el porcentaje de las ganancias correspondiente a su participación
accionaria sea la fuente de recursos para financiar proyectos de interés común
para todos los trabajadores de la empresa. @victoralvarezr
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