Marx explicó que los seres humanos establecen relaciones de producción independientemente de su voluntad, las cuales corresponden a una fase determinada del desarrollo de las fuerzas productivas. El conjunto de estas relaciones forman la estructura económica de la sociedad sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política, a la cual corresponde una determinada forma de conciencia social. Así pues, las relaciones de explotación del trabajo asalariado signan la estructura económica capitalista que, para asegurar su reproducción, crea un marco legal y un entorno institucional que defiende y sacraliza en la conciencia colectiva la propiedad privada sobre los medios de producción.
El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual: “no es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”, decía Marx.
Al llegar a un determinado nivel de su desarrollo, las fuerzas productivas entran en contradicción con las relaciones de producción y con la expresión jurídica de las relaciones de propiedad. No se pueden desarrollar las fuerzas productivas para la generación de alimentos bajo el latifundio que mantiene ociosas importantes extensiones de tierras; como tampoco se podrá lograr el desarrollo humano integral mientras los asalariados sean explotados por no poseen ningún medio de producción.
Cuando las relaciones de producción se convierten en una traba para el desarrollo de las fuerzas productivas se abre una época de revolución social, de cambio en la base económica y en la superestructura que la justifica. Por eso, las expropiaciones tendrán que abrir paso a un marco legal que impulse nuevas formas de propiedad social en manos de los trabajadores directos y de la comunidad para no reproducir el capitalismo de Estado.
Bajo el atrasado capitalismo rentístico venezolano, que todo lo importa y poco produce, tiene sentido preguntarse, a la luz de lo que planteaba Marx, si ¿es posible que el capitalismo desaparezca antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben en él y si es posible que surjan relaciones socialistas de producción antes de que las condiciones económicas hayan madurado en la vieja sociedad?.
El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual: “no es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”, decía Marx.
Al llegar a un determinado nivel de su desarrollo, las fuerzas productivas entran en contradicción con las relaciones de producción y con la expresión jurídica de las relaciones de propiedad. No se pueden desarrollar las fuerzas productivas para la generación de alimentos bajo el latifundio que mantiene ociosas importantes extensiones de tierras; como tampoco se podrá lograr el desarrollo humano integral mientras los asalariados sean explotados por no poseen ningún medio de producción.
Cuando las relaciones de producción se convierten en una traba para el desarrollo de las fuerzas productivas se abre una época de revolución social, de cambio en la base económica y en la superestructura que la justifica. Por eso, las expropiaciones tendrán que abrir paso a un marco legal que impulse nuevas formas de propiedad social en manos de los trabajadores directos y de la comunidad para no reproducir el capitalismo de Estado.
Bajo el atrasado capitalismo rentístico venezolano, que todo lo importa y poco produce, tiene sentido preguntarse, a la luz de lo que planteaba Marx, si ¿es posible que el capitalismo desaparezca antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben en él y si es posible que surjan relaciones socialistas de producción antes de que las condiciones económicas hayan madurado en la vieja sociedad?.
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