lunes, 4 de octubre de 2010

La burocracia y el secuestro de la propiedad estatal

La tendencia a la burocratización del Estado tiene sus síntomas en el creciente dominio de una poderosa minoría que logra controlar los puestos claves de mando para disfrutar así de perversos privilegios, los cuales logran transformar y mantener a lo largo del tiempo como si fueran derechos adquiridos.
La esencia del burocratismo consiste en la preservación de un modelo organizativo y funcional del Estado que permite la entronización de un poderoso sector privilegiado que logra capturar el control de los poderes públicos para ponerlos al servicio de sus objetivos personales, grupales y corporativos. A diferencia de los auténticos servidores públicos, a los burócratas -tan pronto han sido designados-, se le sube el cargo a la cabeza y se creen por encima de la sociedad a la que deben servir. Son trepadores y arribistas, cazadores de cargos públicos por medio de los cuales van tejiendo su funesta estructura de poder.
El burocratismo como burguesía funcional
El burocratismo se apropia de una parte importante del ingreso generado por el resto de la sociedad a través de: elevados sueldos en comparación con el resto del funcionariado mal pagado, primas de jerarquía, bonos especiales, gastos de representación, viajes y viáticos internacionales, asignaciones de lujosos vehículos con chofer y escolta, suntuosas viviendas, onerosos teléfonos, etc. Por si fuera poco, abusan de sus posiciones de poder a través de las nefastas prácticas del nepotismo, tráfico de influencias, cobro de comisiones, testaferros, amiguismo y compadrazgo.
Mientras se mantengan las condiciones para que los viejos y nuevos grupos de poder económico ejerzan su influencia para absorber y monopolizar los incentivos arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras gubernamentales, suministro de materias primas, asistencia técnica, etc. que facilita el Gobierno para apoyar la actividad económica y productiva, se mantendrán las condiciones que operan como un caldo de cultivo para reproducir y extender el pernicioso fenómeno de la burocratización y el burocratismo.
Aunque la Revolución Bolivariana barrió con los viejos partidos que habían secuestrado los poderes públicos, aún no ha concluido la transformación radical de las condiciones que permiten la reproducción del burocratismo. Por eso, no basta con decir que se ha conquistado el poder político cuando todavía se mantiene buena parte de la inercia del viejo aparato estatal heredado de la IV República, el cual no solo está vivo y se resiste a perder sus privilegios, sino que en muchos casos se ha recrudecido y agravado.
Estado burocrático vs Estado comunal
Las tensiones entre el Estado burocrático y las nuevas formas de poder popular en desarrollo aún no están resueltas. Enfrentar las desviaciones que aún persisten en diferentes niveles de los poderes públicos, desconcentrar y traspasar a los trabajadores directos y a la comunidad organizada el poder represado en empresas públicas, ministerios, gobernaciones y alcaldías y, sobre esta base, profundizar el poder popular, es un reto que se ha planteado el Gobierno Bolivariano.
Con este fin, la Comuna está llamada a asumir la labor diaria de administrar los recursos públicos, desarrollar la nueva legislación y construir un modelo productivo de amplia y creciente participación y control popular. Pero para eso, la proliferación de ministerios y entes del Estado tendrá que abrirle paso a otros esquemas organizativos y funcionales para el diseño y ejecución de las políticas públicas, de tal forma que quienes ejerzan estas responsabilidades no sean burócratas indolentes e incompetentes, sino auténticos representantes del pueblo, elegidos por los trabajadores y miembros de la comunidad.
Una Estado comunal significa una sociedad gobernada por sus trabajadores y por la comunidad, y no por la burocracia y la nomenklatura. Implica concentrar cada vez más poder político y económico en manos del pueblo y no en la burocracia estatal. Es así como a la larga se crearán las condiciones para la extinción definitiva del Estado burocrático y la consolidación de un auténtico poder político y económico en manos del pueblo, sin mediaciones burocráticas de ningún tipo.
Burocracia y secuestro de la propiedad estatal
Entre las duras lecciones que dejaron los intentos fallidos de construir el Socialismo en el siglo XX hay que recordar que el burocratismo, lejos de reducirse, por el contrario amplio su cobertura y se convirtió en un azote, dando origen a élites de poder cada vez más alejadas del sentir del pueblo. En su propósito de derrotar la pobreza y la exclusión social, en los países socialistas del bloque soviético se estatizaron prácticamente todos los medios de producción. En nombre de eliminar la explotación del trabajo asalariado y asegurar la inversión social de las ganancias, se procedió a expropiar la mayoría de los medios de producción y distribución. Esto derivó en:
• Un capitalismo de Estado que ahogó el espíritu emprendedor y las capacidades creadoras del pueblo, criminalizó la iniciativa empresarial y frenó el desarrollo de las fuerzas productivas, generando una permanente escasez, racionamiento y especulación de los productos que se requieren para satisfacer las necesidades básicas y esenciales de la gente.
• Entronización de poderosas élites de la burocracia estatal y la nomenklatura partidista que, en la práctica, derivaron en una burguesía funcional; castas explotadoras que se apropiaron de parte importante del plustrabajo social, ya no por el imperio de la propiedad privada sobre los medios de producción, sino por los privilegios asociados a los altos cargos que disfrutaban en el entramado del Estado.
• Decepción y pérdida de la confianza de las grandes mayorías explotadas y oprimidas con su dirigencia política y sus gobernantes, así como una creciente crítica y rechazo a un modelo organizativo y funcional del Estado, mediatizado por un ineficaz burocratismo y creciente control del partido que invadió todos los campos de la vida social.
Tanto en el socialismo como en el capitalismo la propiedad estatal no es percibida como propiedad social, toda vez que termina siendo secuestrada por élites burocráticas que la administran con ineficiencia o como si de una propiedad privada se tratara. Estas prácticas desviadas y perniciosas causaron un creciente descontento social que dio al traste con la mayoría de los ensayos por construir el socialismo en la URSS y demás países del bloque “socialista” de Europa oriental.

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