viernes, 11 de octubre de 2013

¿Qué es el neo-extractivismo?

Por. Víctor Álvarez R.

Desde la época de la Colonia, con su “Leyenda de El Dorado”, comenzó en Venezuela la extracción de oro, diamantes y otros minerales. 500 años después, los pueblos indígenas y comunidades mineras todavía viven en precarias condiciones y ven morir a sus hijos contaminados de mercurio o tapiados por los taludes de la actividad extractiva.

A diferencia del extractivismo minero impuesto por las grandes potencias industrializadas que condenaron a los países subdesarrollados a ser simples exportadores de materias primas a precios viles, los gobiernos progresistas y de izquierda de América Latina han reivindicado la soberanía nacional sobre los recursos naturales. A la explotación de recursos energéticos y minerales con el fin de destinar los recursos que se obtienen a la lucha contra el desempleo, la pobreza y la exclusión social, se le ha conceptualizado como neo-extractivismo.

Así, en Perú el gobierno de Ollanta Humala se ha planteado explorar reservas de gas en los territorios indígenas; en Uruguay, el presidente Mujica promueve un proyecto de megaminería de hierro a cielo abierto, a través de una infraestructura que incluye un mineraloducto, un puerto de aguas profundas, energía eléctrica e incentivos fiscales; en Bolivia, el gobierno de Evo Morales enfrenta la resistencia indígena por su determinación de construir una autopista que atravesará un parque nacional y territorios protegidos en los que subyace un enorme potencial minero; y en Ecuador, el presidente Correa anuló la decisión que impedía la explotación petrolera en el parque Yasuní, en la Amazonia de Ecuador. Incluso en Colombia, el presidente Santos reprime con fuerza la resistencia indígena y campesina a los proyectos mineros.

Neo-extractivismo o pobreza

Sea la megaminería, la extracción de petróleo o las grandes superficies de monocultivos, al neo-extractivismo se le presenta como la gran oportunidad de aumentar las exportaciones y generar los recursos que permitan enfrentar los flagelos sociales, sin detenerse a considerar los daños irreversibles que se causan a los pueblos indígenas y comunidades campesinas que habitan en territorios ricos en biodiversidad y aguas dulces.

Ante la falta de soluciones innovadoras para encarar la problemática social, los gobiernos de izquierda y derecha lucen atrapados en la dicotomía de “extractivismo o pobreza”. Si bien es cierto que las multimillonarias regalías obtenidas por la intensificación del extractivismo ha ayudado a disminuir los elevados niveles de desempleo, pobreza y exclusión social, está práctica no se puede asumir como si no hubiera otra alternativa.

El Arco Minero del Orinoco

Además de la explotación de la Faja Petrolífera del Orinoco, ahora se propone intensificar el extractivismo en el Arco Minero del Orinoco. En la región Guayana, donde tienen asiento las industrias básicas del hierro, acero, bauxita, aluminio, oro, diamante, etc. está previsto un plan de inversiones a través de una serie de proyectos conjuntos entre PDSA y la CVG. Con este fin, se suscribió un convenio con la República Popular China, cuyo objeto es cuantificar y explotar los minerales que subyacen en los estados Bolívar y Amazonas, a contrapelo de lo establecido en el Decreto Presidencial N° 269 que prohíbe toda actividad minera en el Estado Amazonas, y de los decretos que crean la Reserva de Biósfera del Alto Orinoco.

Si alguna lección nos ha dejado el extractivismo en Venezuela, es su voraz capacidad para contaminar el agua de nuestros lagos y ríos, depredar el ambiente y desplazar etnias indígenas y comunidades campesinas. Quienes vimos cómo año a año se fue contaminando el Lago de Maracaibo, tenemos que alertar que la extracción del petróleo está asociada al riesgo de accidentes, derrames de crudo y otra serie de problemas ambientales que representan una amenaza real para el río Orinoco. Las nuevas tecnologías no conjuran la amenaza sobre el ambiente que viene de la mano de la extracción del petróleo y del extractivismo minero, aún cuando esto se haga por parte de empresas estatales.

En el caso concreto del extractivismo minero vinculado a las empresas básicas de Guayana, es patético su poco aporte al desarrollo económico, la generación de divisas y los ingresos fiscales, al extremo que actualmente sobreviven gracias a las transferencias y créditos adicionales que reciben del presupuesto nacional.

Del rentismo a la cultura del trabajo

Reivindicar la soberanía nacional sobre los recursos naturales fue un paso absolutamente necesario para comenzar a pagar la deuda social. Pero en lugar de limitarse a exportar petróleo y minerales sin valor agregado, hay que plantearse la industrialización de los hidrocarburos y de la riqueza minera.

Asumir el extractivismo como la única opción para encarar los problemas sociales es propio de la mentalidad cortoplacista y rentista que es necesario sustituir por una nueva cultura del trabajo. En adelante, se impone utilizar de manera inteligente parte de esa cuantiosa renta en proyectos productivos, evitando la sobrevaluación de la moneda que implanta la tendencia a importar lo que bien pudiera producirse localmente, toda vez que esto solo conduce a enterrar bajo un alud de productos extranjeros las débiles agriculturas e industrias nacionales. Solo así los venezolanos podremos vivir de nuestra capacidad emprendedora y esfuerzo productivo.  @victoralvarezr

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