Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
Rompiendo
un largo silencio estadístico de más de tres años, el BCV publicó cifras en las
que reconoce que -entre 2013 y 2018- el PIB se desplomó y la hiperinflación se
desbordó. En promedio, la economía se contrajo en torno al 50% en ese lapso. En 2018 se registra una
hiperinflación de 130.060,2 %, lo que explica en gran medida la fuerte caída
del consumo privado, equivalente a -19 %.
El PIB petrolero cayó 44 % mientras que
el no petrolero se hundió 46 %. La extracción de petróleo cayó de 3 millones de
barriles por día a apenas 1 millón. Las exportaciones
de crudos que tradicionalmente han generado 95% de los ingresos en divisas, cayeron 65% al
pasar de $ 85.603
millones, a $ 29.800. En 2018, las importaciones se redujeron 74%, al caer de
$ 57.183 millones a $14.866 millones, cuestión que explica la escasez
de alimentos, medicinas, repuestos, etc. Entre los sectores más afectados
sobresale la caída de la construcción en 95%, el comercio cae -34 % solo en 2018, mientras que la manufactura
se redujo más de 70% entre 2013 y 2018.
¿Por qué ahora
es que el BCV entrega las estadísticas que tenía ocultas?
El 30 de noviembre de 2018 se venció el plazo del FMI para que el BCV
entregara los datos estadísticos sobre la economía venezolana. Venezuela, como miembro del
organismo, debe entregar la data solicitada, de lo contrario podría ser
suspendida, perder el acceso a los recursos
que tiene en el Fondo y hasta ser expulsada del FMI, imposibilitando
cualquier financiamiento a futuro.
El BCV obligó
al FMI a realizar sus propias estimaciones sobre la situación económica del
país. De hecho, en su último informe, el FMI calculó una hiperinflación de
1.350.000% en 2018 y proyectó 10.000.000% para 2019. Y estos son datos muy
escandalosos cuyo impacto el gobierno quiere dosificar y por eso se adelanta a la
publicación de la información oficial antes de que lo haga el FMI. Adicionalmente,
Rusia, China, Turquía, Irán y otros aliados internacionales del gobierno
requieren información estadística sobre los signos vitales de la economía
venezolana que les permita estimar el riesgo país y definir sus próximos pasos y
estrategias para proteger sus inversiones.
Los datos del BCV revelan que la
devastación de la economía nacional tuvo su origen mucho antes de las sanciones
y, por lo tanto, no se puede atribuir semejante desastre a la caída de los
precios del petróleo ni a la guerra económica. Lamentablemente, en la economía
todo puede estar peor, todavía no hemos tocado fondo y en 2019 -debido a la
crisis eléctrica y al endurecimiento de las sanciones financieras-, lo más
probable es que se agrave aún más el colapso del aparato productivo nacional y
el empobrecimiento generalizado de la población.
El desvarío del BCV en las cuentas nacionales
¿A cuánto equivale
en dólares el salario mínimo de Venezuela? Veamos al extremo al que llegó el
desvarío del BCV en aquellos años de estadísticas alucinógenas. En uno de esos
años, cuando el salario mínimo era de BsF 5.622 y se convertían a dólares a la
tasa Cencoex, el salario escalaba a 892 $/mes, el más alto en América Latina. Pero
si ese mismo salario se calculaba a la tasa Sicad, se reducía a 468 $/mes. Y si
se calculaba a tasa Simadi, apenas llegaba a 28 $/mes. Ni hablar del cálculo
con el paralelo: el salario quedaba pulverizado. Obviamente, las estadísticas
nacionales que se enviaban a la ONU, OEA, FMI, BID, CEPAL y demás organismos
internacionales eran calculadas con base en la tasa de cambio más baja.
Con tres tipos de cambio legalmente reconocidos, todos los indicadores
de la economía fueron considerablemente alterados. En dependencia del tipo de
cambio utilizado para hacer la conversión de bolívares a dólares, al dividir un
numerador constante en bolívares (salario mínimo) por un denominador cada vez
mayor (tasa de cambio seleccionada), obviamente el resultado económico será peor.
De allí la distorsión de la realidad que causa escoger la tasa de cambio menor.
Por esta razón, todas esas estadísticas de esos años de espejismo y ficción
deben ser cuestionadas, toda vez que no expresaron la verdadera y decadente
realidad de la economía y sociedad venezolanas.
Con base en tasas de cambio artificialmente bajas, el BCV construyó
todo un espejismo estadístico que no advertía sobre el creciente deterioro de
la economía y condiciones de vida en Venezuela. La opinión pública
internacional fue engañada por la falsa percepción que generó un sistema de
cuentas nacionales armado a partir de la manipulación del régimen de cambios
múltiples.
Sincerar las cuentas nacionales
Las argucias cambiarias se utilizaron
para proyectar una falsa realidad en el sistema de cuentas nacionales. La prolongada
sobrevaluación que sufrió la tasa de cambio oficial utilizada en el cálculo de
las estadísticas e indicadores generó toda una ficción, comenzando por la
sobrestimación de los salarios, del PIB y del peso de la deuda externa en
comparación con el tamaño de la economía. Con base en la artificial tasa de
cambio oficial, siempre figurábamos en los primeros lugares del ranking
internacional, a pesar de que en el mercado nacional los salarios no lograban comprar
una décima parte de lo que la ilusión cambiaria sugería.
Bastó y sobró
que se eliminaran las tasas de cambio Dipro y Dicom para que Venezuela dejara
de figurar en el ranking de los países con mejor desempeño en América Latina.
La caída de los precios del petróleo y el colapso de la producción de Pdvsa
agotaron la ficción de unas estadísticas calculadas con
base en una tasa de cambio artificialmente baja y dejaron al descubierto un
artificio contable que sirvió para inducir solidaridades espurias en quienes
aún sacan conclusiones sobre la realidad venezolana, a partir de los anuarios
estadísticos de los organismos internacionales plagados con información
distorsionada. Una vez que el colapso de la Venezuela rentista desembocó
en la actual convergencia entre la tasa de cambio oficial y el paralelo, los
resultados estadísticos han sido desastrosos y Venezuela ha caído a los últimos
lugares del ranking internacional.
Lo decimos una vez
más: en dependencia del tipo de cambio al cual se divida el monto en bolívares,
el resultado será muy diferente en dólares y la posición de Venezuela en las
tablas internacionales se verá seriamente alterada.
Preparar a Venezuela para la próxima crisis de abundancia
Venezuela suele
sufrir con toda su fuerza y dimensión cada colapso de los precios del petróleo.
La inevitable escasez de divisas hace que se devalúe la moneda nacional, la
divisa extranjera se vuelve cada vez más cara y así se derrumba el castillo de
naipes que se construya a partir de unas estadísticas distorsionadas por una
tasa de cambio oficial artificialmente baja.
En Venezuela, la
principal fuente de divisas no viene de la inversión extranjera, ni de las
exportaciones privadas no petroleras, ni del turismo internacional, ni mucho
menos de la repatriación de capitales. La principal y casi única fuente de
divisas ha sido desde hace más de un siglo el petróleo. Aunque se trata de un
recurso que siempre se vende, el gran problema es que su cotización es muy
errática y las caídas en los precios, agravados por el colapso de la extracción
de Pdvsa, causaron una verdadera hecatombe en el espejismo de los datos que el
BCV publicaba con orgullo en los años de altos precios del petróleo, pero que no pudo maquillar una vez que estos se
derrumbaron y la producción de Pdvsa se descalabró. A partir de entonces, el
BCV prefirió callar.
En Venezuela
prevalece el modelo extractivista de petróleo y minerales. En un país
que tiene bajo su subsuelo reservas certificadas por 300 mil millones de barriles
de petróleo, es incorrecto hablar de la Venezuela post-petrolera. Una vez que
se recupere la extracción de petróleo por encima de los 3 millones de barriles
diarios y los precios se mantengan altos, nada garantiza que
el próximo gobierno no sea rentista. Para mantener su popularidad, los
gobiernos de turno tienden a gastar toda la renta que ingresa en tiempos de
bonanza y no ahorran nada para encarar los tiempos de escasez.
Por lo tanto,
no es a una Venezuela post-petrolera sino a una Venezuela post-rentista
a la que debemos aspirar, y esto pasa por un nuevo acuerdo nacional que asegure
un uso inteligente y responsable del
ingreso que la Nación obtiene por la exportación de un recurso natural.
En consecuencia, para superar el rentismo hay que quitarle el uso arbitrario de
la renta al gobierno de turno. Aislar el impacto negativo que generan sobre la
economía y sociedad venezolanas los altibajos del precio del petróleo exige transformar
los fondos que se crearon para gastar la renta en nuevos fondos para ahorrar e
invertir las petrodivisas, de tal forma que el gobierno de turno quede autorizado
para utilizar -como fuente complementaria del presupuesto público-, única y
exclusivamente los intereses y rendimientos generados por esos fondos de ahorro
e inversión de la renta petrolera.
Adicionalmente, se
requiere transformar la cultura rentista del venezolano en una cultura
tributaria, que entienda que todo no lo puede seguir pagando el petróleo. Para
generar nuevas fuentes de divisas es clave una eficaz política de promoción de
inversiones extranjeras, diversificación de las exportaciones no petroleras y
atracción del turismo internacional que nos haga cada vez menos dependientes del
comportamiento errático de los precios de los crudos, erradicando así el
impacto negativo que sus fluctuaciones tienen sobre la economía y sociedad
venezolanas.
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