Víctor Álvarez R.
Director del Proyecto Pedagogía Económica y Electoral
Como dijo el poeta, la muerte no es verdad cuando se ha hecho
bien la obra de la vida, la muerte no llega con ese viaje sino con el olvido.
Este 9 de diciembre se cumplen cuatro años de la sorpresiva partida de Pedro Nikken,
un hombre de bien,
un hombre de paz, comprometido con las buenas causas de la vida, promotor del reencuentro
y la reconciliación. En este especial momento histórico por el que atraviesa
Venezuela, queremos rendir un sincero y sentido
homenaje a Pedro Nikken y a la vigencia de su pensamiento, obra y legado.
En
1968 se graduó de abogado en la UCAB, en 1973 terminó una especialización en
Derecho Privado en la Universidad de París, en 1977 obtuvo el doctorado en
Derecho por la Universidad de Carabobo y en 2017 recibió el Doctorado Honoris
Causa por la Universidad de Buenos Aires.
Fue
Profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la UCV, Director
de su Escuela de Derecho entre 1975-76 y Decano entre 1978-81. Entre 1980-1989 se desempeñó como como Juez de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, la cual llegó presidir entre los años 1983-1985.
Desde
1996 fue Miembro de la Comisión Internacional de Juristas, en 2008 pasó a
integrar su Comité Ejecutivo, en 2009 fue electo Vicepresidente y entre
2011-2013 se desempeñó como su Presidente. Y para coronar esta exitosa carrera
fue designado como Miembro Honorario Vitalicio.
Sin
lugar a dudas, Pedro Nikken fue un brillante jurista venezolano que consagró su vida a la defensa de los derechos humanos y a
la creación y fortalecimiento de una institucionalidad nacional e internacional
que los protegiera.
Su
obra es amplia, rigurosa y hoy está más vigente que nunca: 6 libros publicados
de su exclusiva autoría, 3 libros en colaboración con otros autores, y más de
65 artículos en revistas científicas y arbitradas. Entre sus libros se destaca La
protección internacional de los derechos humanos: su desarrollo
progresivo, publicado en Madrid en 1987.
Para
este homenaje, hubiésemos podido recurrir a las nuevas herramientas de la
inteligencia artificial y preguntar sobre el legado de Pedro Nikken para propiciar
el reencuentro y la reconciliación de una sociedad dividida, polarizada y en
conflicto. Pero preferimos invitar a su hija, Claudia Nikken, quien no dudó en
aceptar esta invitación de la iniciativa Pedagogía Económica y Electoral para
rendir un homenaje a su padre. Por este motivo, hoy estaremos conversando con
ella sobre la vigencia del pensamiento y legado del Dr. Pedro Nikken.
1) VENGO
A HABLAR SOBRE LA PAZ
En
el conflicto armado en El Salvador, Pedro Nikken fue asesor jurídico del
Secretario General de las Naciones Unidas para las negociaciones de paz. Aquel
conflicto que dejó miles de muertos le reveló a tu padre que la negociación
política es la mejor alternativa frente a los conflictos armados. Para su
incorporación como Individuo de Número de la Academia de Ciencias Políticas
presentó el trabajo “La construcción de
la paz sobre los derechos humanos y las lecciones que pueden recibirse de la
acción de las Naciones Unidas, en pos de la terminación de los conflictos
armados que asolaron América Central”. Y en su discurso dijo: “Vengo a
hablar sobre la paz. Sobre la paz resultante de la guerra. Sobre la paz que no
es apaciguamiento sino genuina conquista de la esperanza; y cuando esa
conquista se edifica sobre un propósito mancomunado de recuperar para un pueblo
la justicia, la libertad y, sobre todo, la dignidad, la paz es paradigma de la política”. Tu papá fue un hombre
comprometido con los valores humanos del reencuentro, el perdón y la
reconciliación. A la luz de su experiencia como Experto Independiente de las
Naciones Unidas en los Procesos de Paz de
Centroamérica: ¿Qué es lo que las partes en conflicto se pueden perdonar mutuamente
para lograr la paz? ¿Qué deben exigir y en qué deben ceder para lograr el
reencuentro y la reconciliación? ¿Cuáles son las principales lecciones y
aprendizajes de esos procesos de paz que acompañó, facilitó y documentó tu
papá?
(Claudia Nikken) Primero
que nada, Víctor, te agradezco a ti por este homenaje a la memoria de mi padre,
oportuno no solo por la fecha, sino especialmente por el momento histórico.
Me haces una serie de preguntas que no son de fácil respuesta
en corto tiempo. Voy a tratar de
responderlas en bloque, con base en una premisa inicial:
A partir de la obra de mi padre, la escrita y la manifestada
en sus acciones, para poner fin a cualquier conflicto, las partes tienen que
comenzar por reconocer, primero, que el conflicto existe; luego, las causas que
dieron origen al conflicto y la responsabilidad de cada una en ello y; por
supuesto, sus consecuencias. Sin eso, es
muy difícil, si no imposible, determinar fuera de lo inmediato qué pueden
perdonarse las partes mutuamente o; qué deben exigir o ceder para lograr el
reencuentro o la reconciliación.
Pedro Nikken subrayó que, en Centroamérica, particularmente
en El Salvador y Guatemala, los procesos de paz tuvieron como centro la
dignidad de la persona humana. Desde
allí, con el propósito de atacar las causas de la guerra en cada uno de esos
países, se transitó un camino que pasaba por la consolidación de las
instituciones democráticas, para llegar al fortalecimiento de los medios para
garantizar y respetar los derechos humanos, lo que necesariamente suponía la
erradicación de las prácticas que atentaron contra los mismos.
En ese proceso fue fundamental el establecimiento y puesta
en marcha, incluso antes de la firma del acuerdo final, de mecanismos especiales
o transitorios, arraigados en la comunidad internacional, para la protección de
los derechos humanos y la investigación de sus violaciones. Esto, sobre la base
de un acuerdo entre las partes, pero también de la aceptación y el auspicio
institucional de esos mecanismos por parte del gobierno.
También fue fundamental el establecimiento de mecanismos
especiales para el esclarecimiento del pasado.
Eso, según Pedro Nikken, es un hito inexcusable en el camino hacia la
reconciliación nacional.
Al final, los procesos centroamericanos muestran que lo que determina la viabilidad de un proceso de paz y reconciliación, son la verdad y la justicia. Desde allí todo puede construirse. (Escuche la respuesta completa en el video https://youtu.be/sdV5vh6V2S0)
2) LA NEGOCIACIÓN ES VIABLE CUANDO SE HACE DE BUENA FE
(VAR) A Pedro
Nikken una y otra vez lo escuchamos argumentar que siempre debía negociarse un
acuerdo antes y no después de la tragedia de los muertos, dolor y afanes de
venganza que deja un conflicto violento, bien sea por causas políticas, étnicas
o sociales. Pero advertía que la negociación sólo es viable cuando se hace de buena fe entre las partes y es
acompañada con los mecanismos que permitan garantizar la plena ejecución de los
acuerdos alcanzados. En la obra de Pedro Nikken: ¿Cómo documenta y caracteriza él
la buena fe de las partes en conflicto y cuáles serían esos mecanismos que
pueden permitir y asegurar el cumplimiento fiel de los acuerdos?
(Claudia Nikken) La
negociación puede definirse como el esfuerzo para alcanzar un acuerdo entre dos
o más partes, teniendo todas ellas el derecho a decir no, el derecho a “vetar”.
Entendido eso, una negociación de buena fe, más allá
de partir de la voluntad de alcanzar un acuerdo, comienza por reconocer el
derecho a decir NO, el propio (que no se está obligado a aceptar nada), y el de
la otra parte (que no está obligada aceptar lo que se le propone).
De ese modo, el NO deja de percibirse como
intransigencia y, además, se traza la vía para la apertura y la honestidad en
las conversaciones y en los planteamientos.
Eso ayuda, además, a dejar atrás las suspensiones, los síes
condicionales y las variaciones de una opinión no convencida. En el caso de los
conflictos centroamericanos, la manifestación de la buena fe de las partes
puede verse inicialmente en dos tiempos.
Primero, tras reconocer que no pudieron establecer
útilmente una negociación directa, las partes mostraron su buena fe al aceptar
la facilitación del proceso por las Naciones Unidas.
Luego, cuando reconocieron que la facilitación no era
suficiente para llegar a acuerdos, otra muy clara y relevante manifestación de
buena fe fue aceptar la intervención de las Naciones Unidas como
mediadora. Las partes dejaron de
presentarse mutuamente propuestas y de discutirlas, entregándolas al mediador,
quien trataba de conciliarlas y traducirlas en un documento, que luego discutía
con cada una por separado, hilando con ellas las soluciones que terminaron
constituyendo el acuerdo de paz.
En cuanto a los mecanismos que puedan permitir y
asegurar el cumplimiento fiel de los acuerdos, habría que decir, primero, que
ninguno es infalible y; luego, que no existe una única respuesta correcta.
En el caso centroamericano se definieron mecanismos de
seguimiento y verificación dentro del proceso, externos a la institucionalidad
del Estado y; además, mecanismos producto del proceso dentro de la
institucionalidad estatal.
Primero, el facilitador-mediador se constituyó también
como verificador de los acuerdos, acompañado de lo que se llamó el grupo de
“países amigos”.
Luego, las reformas acordadas para el fortalecimiento
institucional, indispensable para la garantía de los derechos humanos, fueron
traducidas en derecho, incluyendo la creación de instituciones especiales para
la ejecución de acuerdos específicos, como la Comisión de la Verdad en El
Salvador.
3) PRINCIPALES
APORTES DE PEDRO NIKKEN
(VAR) El legado de Pedro Nikken es muy
amplio. Internacionalmente son muy reconocidos sus aportes teóricos para
elaborar los fundamentos filosóficos, jurídicos y deontológicos de las
negociaciones de paz. Pero Pedro Nikken también fue un miembro muy activo de la
sociedad civil venezolana y de organizaciones no gubernamentales para la
defensa de los derechos civiles y políticos. En el contenido de su obra: ¿Cuáles
son sus principales aportes en relación con los preceptos éticos y morales que están llamados a
sustentar las normas y deberes de conducta que hacen viable las negociaciones y
acuerdos para la convivencia pacífica?
(Claudia Nikken) Cuando
se produce un conflicto político, sea este más o menos violento, siempre vamos
a encontrar que su origen está en que una de las partes considera que la otra
no tiene los mismos derechos. Esa
diferenciación, que puede ser más o menos profunda, más o menos general,
termina por afectar y hasta anular la dignidad del ser humano.
Por eso, creo que el principal aporte de mi padre a la
definición de los preceptos éticos y morales que hacen viables las
negociaciones y acuerdos para la convivencia pacífica es haber puesto la
dignidad de la persona humana como objetivo medular.
No hay que olvidar que en su obra aparece
invariablemente, como constatación que, cito:
“La emergencia en la historia de los derechos humanos como institución
jurídica pasa por un intrincado tránsito del pensamiento filosófico, moral y,
sobre todo, político a la praxis jurídica, cuyo escenario y cuyo catalizador
han sido invariablemente luchas sociales contra el despotismo y contra la
opresión, en búsqueda de la dignidad, de la libertad y de la justicia, incluida
la justicia social”.
Ese tránsito, agrego, hace visible la estrechísima
vinculación entre los
derechos civiles y políticos y los derechos económicos, sociales, culturales y
ambientales, cito de nuevo:
“No solo por la premisa ética que impide distinguir entre el
sufrimiento humano que proviene del despotismo de aquel que se origina en la
explotación y en la injusticia, sino porque la ofensa masiva a los derechos
sociales entraña serios riesgos para el goce de los derechos individuales y de
las libertades fundamentales”.
Entonces, un proceso de negociación que persiga poner
fin a un conflicto político debe comenzar por el reconocimiento del otro
como igual en derechos; trátese de “la otra parte”, o bien, en general, de cada
uno de los individuos que se ven afectados por el conflicto. En consecuencia, ese proceso tendría que
perseguir, según corresponda, el establecimiento o el fortalecimiento de
instituciones capaces de asegurar a todo ser humano el goce y ejercicio de esos
derechos, así como su garantía.
Para Pedro Nikken, la democracia es el mejor régimen
político para alcanzar ese fin. Para él,
cito, “Vivir en democracia no es solamente un derecho de cada hombre, sino un
imperativo social. La democracia es también
el nuevo nombre de la paz”.
En sus palabras, “la
paz que no es apaciguamiento sino genuina conquista de la esperanza”; “de una
conquista que se edifique] sobre el propósito mancomunado de recuperar para un
pueblo la justicia, la libertad y, sobre todo, la dignidad”; “la paz como paradigma de la política”.
En ese sentido, al estudiar los casos de El Salvador y
Guatemala, mi padre afirmó que:
“La construcción del modelo de sociedad diseñado en las negociaciones de
paz se traduce en lograr progresos sólidos, sustanciales e irreversibles en el
respeto y garantía de los derechos humanos. (…). No se trata solo de elegir gobernantes sino
de democratizar la sociedad y de incorporar a todos los sectores de la
población al progreso social (…).
El cumplimiento de los acuerdos no es solo una obligación que compromete
la honra de las partes, sino el camino para llegar hacia esa sociedad. Quienes
llegaron a las negociaciones como enemigos militares salieron de ellas como
aliados políticos en una obra común de dimensión histórica, que ya no les
pertenece enteramente, sino que es patrimonio de sus pueblos y, en cierta
medida, de la humanidad entera, que puede contemplar el precedente de una
acción concertada (…) para transformar la sociedad en paz”.
En definitiva, de acuerdo con su pensamiento, un
proceso que persiga poner fin a un conflicto político tendría que permitir que
adversarios, incluso enemigos, se conviertan en aliados en un proyecto nacional,
determinado no por el mero cese de la violencia, sino por una profunda
transformación institucional, que requiere, entre otras, una reforma judicial
para que la impunidad deje de ser la regla.
De nuevo, en palabras de mi padre:
“Solo cuando se [haya] descubierto la verdad y se haya puesto fin a la impunidad (…), se estará en condición de otorgar el perdón de los responsables y alcanzar una verdadera reconciliación”. (Escuche la respuesta completa en el video https://youtu.be/sdV5vh6V2S0)
4) LOS
ACUERDOS PARCIALES
(VAR) Con frecuencia, los procesos de
negociación se basan en el principio de “nada
está acordado hasta que todo esté acordado”. La prioridad que suele dársele a
los intereses políticos, subordina las prioridades sociales y esto impide
llegar a acuerdos parciales para
atender problemas urgentes de la gente.
A la luz de su experiencia en los procesos de paz en Centroamérica, Pedro
Nikken observó que los acuerdos se fueron logrando poco a poco y eran
gradualmente refrendados por el Congreso y la Presidencia de la República. Para
garantizar su irreversibilidad, se acordaron reformas constitucionales y se
aprobaron leyes y decretos. Recuerdo que una de las últimas convocatorias que
nos hizo Pedro Nikken a quienes trabajamos por la paz desde los espacios de la
sociedad civil, fue para comenzar a construir desde las bases pequeños acuerdos
que le hicieran saber a las élites en pugna que los asuntos que involucran la
vida de la gente no pueden esperar y que hay un país que interpela y emplaza al
liderazgo político a ponerse de acuerdo.
A la luz de su gran experiencia: ¿Qué hubiese recomendado tu papá
para que las partes en conflicto logren acuerdos parciales que prioricen -por
encima de sus intereses políticos- los problemas urgentes de la sociedad, sin
otras condiciones que pongan en peligro su plena ejecución?
(Claudia Nikken) El
escenario político venezolano es muy complejo, por eso hoy está más que vigente
la necesidad de que el país interpele y emplace al liderazgo a ponerse de
acuerdo. Para eso, atendiendo a la
invitación de mi padre, las bases podrían construir pequeños acuerdos que hagan
saber a las partes que los asuntos que involucran la vida de la gente no pueden
esperar. Al final, los acuerdos son para
la gente.
Con relación a eso, es necesario recordar que el Memorando de Entendimiento de agosto de 2021
prevé la creación de un mecanismo que asegure la participación de la sociedad
civil en el proceso de negociación.
Aunque la Mesa de Negociación
está en deuda con eso, los actores sociales pueden (y deben) organizarse y
actuar. Pero también tienen que ponerse
de acuerdo.
Por otro lado, ese mismo memorando autoriza a las partes a
alcanzar acuerdos parciales. De hecho,
se han producido cinco. Entre esos, hace un año se firmó el segundo acuerdo
parcial para la protección social del pueblo venezolano que, justamente, tiene
por objeto la atención de necesidades urgentes de la gente: salud,
alimentación, educación, electricidad…
Allí se convino la creación de un fideicomiso, con dinero
venezolano “congelado” en el extranjero, a ser administrado y ejecutado por
Naciones Unidas, como tercero de buena fe. En esa condición, la de tercero de
buena fe, las Naciones Unidas se han encargado de que el fondo se constituya de
manera tal que sea efectivamente ejecutable y que, por lo mismo, el acuerdo se
ejecute. Ojalá lo veamos pronto.
Para la ejecución de otros acuerdos tempranos, los ya
existentes o los que estén por venir, en mucho se requerirá la modificación de
regulaciones reglamentarias o legislativas, e incluso constitucionales. Si no se produjeran las modificaciones
necesarias, sería difícil, si no imposible, exigir su cumplimiento e
irreversibilidad.
Vale decir que la presión de la sociedad es indispensable
para llevar a las partes a alcanzar y, sobre todo, a cumplir los acuerdos,
incluso existiendo mecanismos sofisticados para su verificación y
garantía.
5)
PACTO DE
CONVIVENCIA
(VAR) Estimada Claudia, en países con gobiernos autoritarios que se aferran al poder, los acuerdos para mejorar las condiciones electorales son necesarios para la oposición, pero no son suficientes para el gobierno de turno, si la eventual derrota se le convierte en una tragedia de persecuciones, juicios y condenas. En esos casos, pareciera que los acuerdos sobre condiciones electorales deberían ser complementados con un Pacto de Convivencia Pacífica que garantice los derechos políticos de los actores en pugna. Solo así se podrían convocar unas elecciones competitivas que faciliten la alternabilidad en el poder por la vía electoral y pacífica. De lo contrario, quienes estén en el gobierno se aferrarán al poder.
A la luz de la experiencia
de Pedro Nikken acompañando negociaciones y acuerdos de paz: ¿Cuáles
son las claves de un Pacto de Convivencia
Pacífica? ¿A qué deberían comprometerse las partes en conflicto? ¿Qué
derechos y garantías deberían reconocerse mutuamente? ¿Qué amenazas deberían
dejar de hacerse? ¿Quiénes lo negocian y cuál sería el formato de ese Pacto?
¿Cuáles serían los mecanismos para hacerle seguimiento y quiénes serían los
garantes?
(Claudia Nikken) Cuando
se lleva adelante un proceso de negociación política que parte de la existencia
de un conflicto entre quienes ejercen el gobierno de manera autoritaria y
quienes se oponen a esa forma de hacer gobierno, lo lógico es que las partes
sean el gobierno y quienes le hacen oposición.
Es relativamente fácil deducir quién representa los intereses del
gobierno, pero no lo es necesariamente con respecto los opositores. Quien represente sus intereses tiene que ser
un actor incuestionable del conflicto y, por lo mismo, lo que acuerde y su
cumplimiento debe tener un alcance tal que sea posible poner fin a sus causas y
remediar sus consecuencias.
En definitiva, deberían negociar el Pacto de Convivencia quienes reconocen
la existencia del conflicto; las causas que le dan origen y su responsabilidad
en ello y; las consecuencias de ese conflicto.
Entendiendo que, como es natural, parte de esa
negociación debe ser el establecimiento de condiciones electorales que
faciliten la alternabilidad, en contrapartida tienen que acordarse condiciones
para hacer oposición, con independencia de quién resulte ganador. En El Salvador, por ejemplo, el FMLN solo
alcanzó a ser gobierno en 2009 y lo ha sido únicamente dos veces desde la firma
del acuerdo de paz en 1992; según se dice, no por causa del incumplimiento del
acuerdo, sino por su falta de estrategia electoral y su pugnacidad interna.
En todo caso, un Pacto de Convivencia Pacífica como
el que se enuncia en la pregunta debe partir de la cesación de las hostilidades
mutuas, entendiendo como tales las que así hayan determinado las partes, lo que
incluye cualquier amenaza de reiniciarlas.
Además, hay que considerar que un conflicto político
que derive del ejercicio autoritario del poder implica hechos que no solo son
contrarios a derecho, sino que han causado daños concretos a personas o grupos
de personas, al patrimonio público o a la sociedad en general. Esos hechos pueden haber sido cometidos por
quienes detentan el poder o por quienes hacen oposición. Entonces, una parte esencial del acuerdo de
convivencia debe perseguir el establecimiento de las responsabilidades
derivadas de esos hechos y la reparación de los daños causados; lo que no
necesariamente implica persecuciones penales o civiles. Se han aceptado diversas formas de reparación
para dar solución a las consecuencias de conflictos de la más variada
naturaleza, compatibles, entre otras cosas, con las obligaciones
internacionales asumidas por los Estados en materia de derechos humanos.
¿Cómo se da seguimiento y se garantiza el
cumplimiento de semejante acuerdo?
No hay una
única respuesta correcta. Sin embargo,
lo fundamental es que el acuerdo sea jurídicamente exigible y que la sociedad
lo haga suyo. Por eso, como dijo Pedro Nikken, el acuerdo no podría limitarse a
poner fin al conflicto, sino que debe concebirse como empresa nacional para
construir una nueva sociedad de la cual se erradiquen las causas profundas de
ese conflicto, y en la que se garantice que no se reproducirán: ¡La
paz como paradigma de la política!
(Escuche la respuesta completa en el video https://youtu.be/sdV5vh6V2S0)
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