El
dólar paralelo se calcula con base en los bolívares que hay que entregar por la
cantidad de pesos que se necesitan para comprar un dólar en Cúcuta. El alza del
paralelo se debe a un explosivo coctel que mezcla la escasez de alimentos y
medicinas, el desmesurado crecimiento de la liquidez monetaria, las pésimas
expectativas sobre la inflación y el reciente éxodo de venezolanos que cruzan la
frontera con bolívares y se apresuran a cambiarlos por pesos para comprar lo
necesario para sobrevivir. Esta combinación pulveriza el valor del bolívar,
razón por la cual cada vez se necesita una mayor cantidad de la moneda nacional
para comprar los pesos que luego se cambian por un dólar en Cúcuta.
Las subastas
del Dicom no han servido para frenar el paralelo. Las bandas se fijan
arbitrariamente por debajo del precio que iguala la oferta y la demanda y esto
estimula una mayor demanda que, al quedar insatisfecha, sube el precio del paralelo.
Al asignar el mayor porcentaje del menguado ingreso petrolero a la tasa Dipro,
en lugar de venderlo todo a la tasa Dicom, quedan muy pocas divisas para
alimentar las subastas. Así, la demanda sobrepasa a la oferta y tiende a elevar
el precio de equilibrio. Y al rezagarse la tasa Dicom en comparación con el paralelo,
las subastas no terminan de incentivar la oferta privada, la cual se siente más
atraída por el precio que paga el manipulado y poco transparente mercado
paralelo.
La
coexistencia de varios precios de la divisa estimula la especulación cambiaria.
Mientras
coexistan Dipro, Dicom y el paralelo, se mantendrán los incentivos perversos
para la especulación cambiaria. Al no
unificar el régimen de cambios múltiples, el Dicom no será un régimen de
subasta clásico, con creciente oferta del sector privado, sino una limitada
venta de petrodivisas con un tipo de cambio que no se podrá mantener y tenderá
a depreciarse de manera continua.
La
tasa paralela no es una cotización real porque no expresa la productividad y
competitividad de la economía. Su desquicie es la consecuencia inevitable del
abandono de la política cambiaria y monetaria. EL BCV no ha utilizado la tasa
interés para drenar el exceso de circulante que se dirige a la compra de
dólares. El mal manejo del encaje legal y de las tasas de interés que el BCV
fija a los bancos, también ha contribuido al comportamiento errático del
paralelo. El desbordamiento de los agregados monetarios atiza las bruscas
oscilaciones del paralelo. La base monetaria ha aumentado entre julio 2016 y julio
2017 de 5 billones a 22 billones de bolívares, fundamentalmente para financiar
el déficit de Pdvsa y el Gobierno.
De hecho, en los días
previos a la elección de la ANC, Pdvsa pagó con bolívares deudas en dólares que
tenía con contratistas y proveedores. Para proteger su poder de compra, estos
corrieron al mercado paralelo a convertir semejante masa de bolívares en
divisas. Por supuesto, la tasa de cambio no oficial estalló y trepó hasta
18.982,93 Bs/$, para caer en los días siguientes en torno a los 10.000 Bs/$ y
volver a subir hasta los 16.256 Bs/$ a los que se cotiza al momento de escribir
este artículo. Estas bruscas oscilaciones revelan claramente la naturaleza
especulativa del dólar paralelo. Quienes vendieron cara la restringida ofertada
de divisas, luego tumban el precio para comprar barato lo que luego vuelven a
vender caro.
Son muy pocos los
agentes económicos que ofertan divisas en el paralelo, mientras sigue siendo
desmesurada la cantidad de bolívares que se le inyecta a la economía. Así, en
cuestión de días los especuladores cambiarios acumulan millardarias ganancias
al precio de desquiciar la formación de precios y la dinámica de los mercados. El desequilibrio
entre oferta y demanda de dólares dispara el paralelo a niveles tales que
ningún comerciante está en capacidad de ajustar los precios a la velocidad con
la que se mueve el dólar paralelo, que es la tasa de cambio a la que reponen
los inventarios y calculan los precios de venta. Y si lo hiciera, los precios
serían tan exorbitantes que liquidaría su mercado y se quedaría sin clientela,
que es justamente lo que viene ocurriendo.
Esta
volatilidad del dólar paralelo se prolongará mientras no se despeje la
incertidumbre económica, política y social. La emisión de dinero creció más de
300 %, mientras que el PIB continúa en una prolongada contracción. Y mucha plata
detrás de pocos bienes agrava la inflación, razón por la cual las personas y
empresas corren a protegerse en el dólar paralelo. Las tensiones políticas se
agudizan, las presiones internacionales a raíz de la elección de la ANC se
multiplican y hasta comienzan a sonar amenazas de intervención extranjera,
incluyendo la militar. El empobrecimiento generalizado y la posibilidad de un
estallido social contribuyen a este ambiente de incertidumbre que atiza la
migración de miles de venezolanos que venden en sus casas, vehículos y demás
activos en dólares, y quien los compra tiene que comprarlos en el mercado
paralelo, lo cual representa una permanente presión al alza del precio no
oficial de la divisa.
Por si fuera poco, la amenaza de un embargo a las compras de
petróleo, la escasez de divisas y el riesgo de caer en un default, crean
incertidumbre y temor en las empresas y agentes económicos que necesitan
divisas para operar. Al acercarse los pagos de la deuda, las
subastas del Dicom tienen los días contados. Las posibilidades de adquirir
divisas a un tercio de lo que cobra el paralelo, sencillamente desaparecerán. El
gobierno priorizará los pagos de la deuda externa y recortará la oferta de
petrodólares en las subastas. Es previsible,
entonces, que estas subastas apenas duren un par de meses más, y esta demanda
se trasladará nuevamente al mercado no oficial, presionando así nuevas alzas
del dólar paralelo
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