Víctor Álvarez R.
Con la maniobra de forzar la sustitución de los rectores del CNE antes de que cumplieran su período legal, el gobierno actúa con mucha astucia. Sabe del enorme rechazo que sufre entre los electores y para conjurar la amenaza de ser barrido en las Presidenciales de 2024 hará todo lo que esté a su alcance para deteriorar las condiciones electorales. Por eso procede a designar un nuevo CNE con rectores espanta votos que creen dudas sobre el proceso electoral, erosionen la confianza en el voto, dividan a sus adversarios y aumenten la apatía electoral y abstención que conviertan en mayoría su decadente caudal electoral.
Los mejores estrategas se preparan para los peores
escenarios. Bajo un régimen autoritario no hay que esperar elecciones
libres ni competitivas. Los precandidatos de la oposición radical
catalogan al gobierno de Maduro como una dictadura. Sin embargo, espera del
régimen condiciones electorales a tono con los estándares internacionales. A
una dictadura no se le piden elecciones libres y limpias, se le enfrenta en
desventaja y en las peores circunstancias.
El oficialismo tiene claro que no cuenta con la
mayoría popular. Su caudal de votos ha mermado elección tras elección. Solo si
enfrenta a una oposición dividida en un ambiente de apatía electoral es que hará
concesiones para celebrar unas elecciones con el mínimo de condiciones cuyo
resultado pueda ser reconocido nacional e internacionalmente, aunque con
observaciones y reparos. Pero si el oficialismo calcula que está comprometida su
continuidad en el poder, empañará la transparencia del proceso electoral para exacerbar
la división y abstención que lo pongan a ganar.
Hay quienes le hacen el juego a la estrategia divisionista
y abstencionista del gobierno y rebuscan argumentos para no medirse en unos
comicios asistidos por un CNE que consideran imparcial y con el cual la
oposición ganó la Asamblea Nacional en 2015, y conquistó 124 alcaldías y cuatro
gobernaciones en las Megaelecciones de 2021. Con estos resultados se demostró
que ya están dadas las condiciones políticas y electorales básicas para que el
malestar nacional pueda votar, competir y ganar.
Las favorables condiciones políticas son más decisivas que las desventajosas condiciones electorales. En efecto, con más del 75º% del electorado en contra de la gestión del gobierno, alegar la falta de condiciones electorales es un pretexto de quienes temen caer derrotados al presentarse divididos por no haber sido capaces de subordinar al interés nacional sus intereses políticos particulares y sus ambiciones personales.
Un CNE con mayoría oficialista será funcional a la
necesidad de sobrevivencia de un régimen que teme ser perseguido y encarcelado si
pierde las elecciones. Mientras esta amenaza se mantenga, el oficialismo apelará
a cualquier maniobra para no perder el poder: inhabilitación de candidatos, obstrucciones
a la actualización del Registro Electoral, restricciones a los migrantes para
que no puedan registrarse ni votar, uso ventajoso de los medios de comunicación
y recursos públicos, reducción del número de centros electorales para provocar
largas colas y cambios de ubicación de electores a otros centros de votación
para que no puedan votar.
En
una maniobra que se veía venir para desanimar la propensión a votar que comenzaba
a crecer, tiene lugar la renuncia de los rectores principales y suplentes afectos
al oficialismo en el Consejo Nacional Electoral (CNE). Se anuncia también la
designación por parte de la Asamblea Nacional (AN) de la Comisión Preliminar
del Comité de Postulaciones. En la designación del poder electoral, un CNE con
tres rectores del oficialismo y dos rectores de oposición será la mejor correlación
de fuerzas que la oposición puede esperar de un gobierno al cual acusa de autoritario y hegemónico. ¿O acaso pretende
que la dictadura que quiere derrocar le conceda una mayoría de 3 a 2 en el ente
rector del poder electoral? Bajo un régimen autoritario no hay que esperar
elecciones libres ni competitivas. A una dictadura no se le piden elecciones
libres y limpias, se le enfrenta en desventaja y en las peores circunstancias.
El liderazgo opositor tiene
que evitar caer en la jugada del gobierno y reducir su discurso a la mejora de
las condiciones electorales, descuidando el desarrollo de una oferta electoral
sintonizada con la urgencia de una población exhausta por la crisis. La
elección de los nuevos rectores llevará varios meses y si la dirigencia
política no conecta su narrativa con las necesidades de la gente, el elector no
se sentirá motivado a votar, ni siquiera en la elección Primaria porque no
encontrará propuestas convincentes para superar la problemática económica que
atormenta a los hogares venezolanos.
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