Víctor Álvarez R. / Director de Pedagogía Económica y Política
Forzar un cambio en el mando político por la vía violenta e
insurreccional no garantiza una solución del conflicto venezolano, tal como ha
quedado demostrado en Irak, Libia, Siria y Afganistán:
· Para derrocar a Sadam Husein se convenció al mundo
de que en Irak se estaban desarrollando armas de destrucción masiva, con ese
pretexto se justificó la invasión militar pero tales armas no se encontraron y
el país quedó sumido en la violencia y destrucción.
· Las guerras civiles en Libia y Siria y los ataques
militares externos forzaron el derrocamiento y muerte de Muamar Gadafi, y la
huida de Bashar al Asad a Rusia, pero el violento cambio en el mando político
no llevó al fin del conflicto ni mucho menos a la paz.
· En Afganistán, las tropas de EEUU se retiraron
después de 20 años de ocupación, sin resolver el conflicto interno ni
garantizar la paz; los talibanes volvieron a la ofensiva, fueron tomando las
capitales de provincia hasta llegar a la capital y retomar el poder central,
sembrando de violencia y terror al país.
Ahora se pretende convencer al mundo de que Venezuela invade a EEUU con enfermos mentales, delincuentes del TDA y drogas del CDS para justificar un ataque militar externo que distraiga la atención y permita ejecutar una fulminante operación quirúrgica para extraer a quienes la Administración Trump considera jefes de estas bandas criminales, aunque luego se compruebe que Venezuela es un territorio libre de cultivos ilícitos, sin laboratorios para fabricar drogas, y por donde pasa apenas el 5% del tráfico de estupefacientes que se dirige a EEUU, tal como lo han documentado organismos internacionales especializados.
La solución del conflicto venezolano no se logrará en un ambiente
de persecución y amenazas, aumento de recompensas, despliegue de naves de
guerra y ataques letales a embarcaciones venezolanas. Las graves
implicaciones que acciones de este tipo pueden generar exigen ir más allá
de las narrativas que satanizan a Venezuela y los venezolanos, y examinar las
consecuencias reales de una escalada de tensiones que buscan un incidente
aislado para justificar el ataque a objetivos internos que desemboquen en un
cambio de régimen. Esa no es la vía para encontrar una solución verdadera,
sin el dolor, afanes de venganza y violencia interminable que suele dejar una
intervención extranjera.
Para evitar que Venezuela caiga en una ola de violencia y destrucción
hay que trabajar en una solución inclusiva, pacífica y democrática, con garantías
de protección y no persecución para quienes se disputan el poder político. Con
recompensas por su cabeza, quien gobierna se aferrará al poder y no habrá
cambio en el mando político. Recuperar la alternabilidad en el poder dependerá del balance neto
entre los costos de permanecer en el gobierno y los costos de salida. Si salir
del poder se convierte en una cadena de persecuciones, juicios y condenas, el
gobierno no tendrá incentivos para medirse en unas elecciones competitivas que
puede perder. Por eso no se trata solo de repetir las elecciones. A través de los poderes públicos que controla, el oficialismo
hará todo lo posible para sacar de la contienda electoral a quién lo amenace
con convertirse en su verdugo. La alternabilidad pacífica
en el poder solo se logrará con un compromiso de protección y no persecución entre
los factores políticos que se disputan el mando, independientemente de quien
resulte ganador.
Justamente, por no pactar garantías de no persecución antes de las
Presidenciales del 28 de julio de 2024, el CNE anunció un resultado contrario a
las encuestas preelectorales, a las consultas a boca de urna y a las actas en
manos de los testigos de la oposición. Quienes
reclamaron el triunfo en las Presidenciales, en vez de volverse a contar en las
parlamentarias, regionales y municipales para demostrar con quien está la
soberanía nacional ejercida a través del voto, llamaron a la abstención y no
pudieron comprobar su fuerza y apoyo popular. Gracias a la abstención y
división de la oposición, el oficialismo convirtió en mayoría a su minoría, y
arrasó con 256 de los 285 diputados a la AN, 23 de las 24 gobernaciones y 285
de las 335 alcaldías. Y desde esta plataforma de poder institucional, el
oficialismo organiza a miles de milicianos y colectivos armados.
El régimen consolidó su control del territorio nacional y tiene el
control de todas las instituciones, incluyendo la FANB y la Milicia
Bolivariana; pero al parecer los partidarios de forzar un cambio en el mando
político a través de una intervención externa no se han dado cuenta y cometen
un grave error de cálculo al subestimar el control territorial, militar,
económico, político y social que tiene el chavismo. Creen que basta con
derrocar a Maduro para que todos los demás se rindan. El chavismo no
desaparecerá de la noche a la mañana y ofrecerá resistencia. En respuesta a las
amenazas externas, Nicolás Maduro anunció que -en caso de un ataque militar-, la
revolución irá a la resistencia armada y Diosdado Cabello confirmó el
paso de una revolución pacífica a una revolución armada.
Este ambiente de amenazas, ataques y alistamiento militar neurotiza a la
población, los hogares venezolanos están atormentados por la angustia que
genera el despliegue de naves de guerra de EEUU hacia Venezuela, los bombardeos
letales a embarcaciones de origen venezolano, eventuales ataques militares
externos a objetivos ubicados en el territorio nacional, y los llamados a
alistarse y prepararse militarmente para defender la soberanía nacional.
Venezuela está
psicológica y emocionalmente extenuada y reclama por un acuerdo nacional
que le devuelva la calma y la esperanza, y eso pasa por crear un
ambiente de tolerancia, no
violencia y coexistencia entre
los factores que se disputan el poder. Ninguno de los actores políticos en pugna puede pretender la capitulación incondicional del otro, ni
mucho menos el exterminio del contrario. Hoy más que
nunca, Venezuela necesita un Pacto de
Convivencia Pacífica que le ponga fin a la represión, conceda la
amnistía a todos los presos políticos, asegure los derechos políticos de la
oposición, pero también le asegure protección y garantías de no persecución a los
que tengan que entregar el poder. Y es que para recuperar la alternabilidad en el poder por la vía
electoral y pacífica no solo hay que ofrecer garantías de no persecución a la
oposición, también hay que garantizar la protección de quienes tengan que
entregar el poder, en caso de perder la elección.
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