jueves, 4 de junio de 2015

¡La guerra no es económica, es contra el tiempo!

Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias

Precios del petróleo relativamente bajos seguirán dominando la escena económica a lo largo del 2015. Al derrumbe de los ingresos fiscales de origen petrolero y la propensión a financiar el déficit de Pdvsa con emisiones inflacionarias de dinero inorgánico, hay que añadir un nivel de reservas internacionales muy por debajo del óptimo, la brecha cambiara que estimula la especulación y la corrupción, el peso de los pagos de la deuda externa, la “caotización” del sistema de precios relativos y la debilidad del aparato productivo por más de una década de importaciones subsidiadas y rígidos controles de precios. En conjunto, estos son los grandes problemas que el gobierno tendrá que encarar. Pero en lugar de corregir las distorsiones y errores de política económica que se han convertido en el principal incentivos de las perversas prácticas del acaparamiento, especulación y contrabando que agravan la escasez, el gobierno atribuye estos problemas a una guerra económica que bien pudiera ganar si rompe la inercia y supera la inacción.  

En efecto, en lugar de corregir las distorsiones fiscales monetarias, cambiarias y de precios, la política económica sigue siendo de contingencia, enfocada en combatir los problemas de escasez, acaparamiento y especulación a través de operativos de controles, multas y penas de cárcel, sin mayores actuaciones en materia de políticas macroeconómicas y sectoriales. Prolifera la creación de Estados Mayores, Comandos, Comisiones Especiales y pelotones de fiscales que se lanzan contra las cadenas productivas y de comercialización a buscar la prueba del delito para sancionar, imponer multas, cerrar establecimientos y encarcelar a los supuestos responsables de los delitos de desabastecimiento y escasez que, definitivamente, son causados por los desincentivos a la producción y actividad económica. Y cuando se comprueban delitos, la mayoría son cometidos no por enemigos políticos que quieren derrocar al gobierno, sino por factores económicos, sociales, políticos y militares, incluyendo bachaqueros y buhoneros, que aprovechan los incentivos perversos de los errores de la política económica para acumular cuantiosas ganancias sin mayor inversión ni esfuerzo productivo.   

Si quieres resultados diferentes no hagas siempre lo mismo

Hasta ahora los hechos demuestran que las medidas y acciones tomadas no han arrojado los resultados esperados. El gobierno lanzó una ofensiva a través de  la Ley Habilitante con el fin de reforzar las regulaciones y controles sobre la economía. La acción más emblemática fue la Ley Orgánica de Precios Justos y la creación de la Sundde. Pero a pesar de toda la expectativa y despliegue que se generó, luego de un año tales medidas no pudieron contener la inflación, escasez, acaparamiento y especulación.

El gobierno confundió especulación con inflación y -al no corregir los desequilibrios macroeconómicos que generan la presión alcista sobre los precios-, atacó el problema como si de un delito se tratara, cuando la inflación en realidad es un fenómeno económico causado por las distorsiones fiscales, monetarias y cambiarias que aún no han sido corregidas.


Incluso en un año en el que se ha derrumbado el ingreso petrolero, el gobierno se empeña en estimular el ritmo de actividad a través de la expansión fiscal y anuncia una serie de gastos que no cuentan con fuentes de ingresos fiscales para financiarlos. Esto puede generar un déficit como mínimo de 18,0% del PIB, el cual seguramente será financiado  a través de la impresión de dinero sin respaldo por parte del BCV. Un poco más de un tercio de este déficit fiscal (7%) lo causa el desequilibrio del gobierno central, pero la mayor proporción de este creciente déficit (11%) se debe a los problemas financieros de PDVSA, la cual se ha visto muy perjudicada al ser obligada a vender la mayor proporción de sus divisas a una tasa de cambio oficial de 6.30 Bs/$.

En efecto, la cantidad de bolívares que PDVSA recibe a esta tasa de cambio tan baja no le rinde para pagar una nómina de más de 140 mil trabajadores, cancelar a tiempo la deuda con proveedores y contratistas, transferir fondos a las misiones sociales, ni mantener al día sus obligaciones fiscales, razón por la cual entrega pagarés al Tesoro Nacional que luego éste intercambia por efectivo en el BCV, propiciando así un desproporcionado crecimiento de la liquidez monetaria en un mercado con  creciente escasez. Esto atiza la inflación, eleva la demanda de divisas y ensancha cada vez más la brecha entre la tasa oficial y el paralelo.

En lugar de ahorrar en tiempos de bonanza para encarar los tiempos de escasez, el gobierno mantuvo una política fiscal pro-cíclica con aumentos del gasto público cada vez que aumenta el ingreso petrolero y recortes presupuestarios cuando cae el ingreso. El mandato constitucional de activar el Fondo de Estabilización Macroeconómica -concebido para estabilizar los gastos del Estado ante las fluctuaciones de los ingresos ordinarios-, no se ha cumplido. En ausencia de este mecanismo amortiguador, la economía venezolana sigue expuesta a los shocks externos que se presentan debido al comportamiento errático del mercado petrolero.


A pesar de que el artículo 320 de la Constitución señala que “el BCV no estará subordinado a directivas del Poder Ejecutivo y no podrá convalidar o financiar políticas fiscales deficitarias”, desde 2010 el instituto emisor ha venido financiando a PDVSA. Según datos oficiales, a finales de 2014 el BCV había transferido a la compañía petrolera Bs. 664.000 millones[i], sin que haya aumentado la producción en la misma proporción. Esta política de expansión monetaria, lejos de estimular la economía generó una mayor presión sobre los precios, apreciación del tipo de cambio real y agotamiento de las reservas internacionales.

La inyección de dinero sin respaldo en el contexto de una economía con altos índices de escasez, no hace más que erosionar el poder de compra de la moneda nacional. Adicionalmente, La relación entre tasas activas y pasivas fijadas por el BCV no contribuye a contener las presiones de demanda que generan inflación. Las  tasas de interés vigentes son negativas, no compensan la inflación, penalizan el ahorro e incentivan el consumo, atizando aún más la inflación.  


El anclaje cambiario y la sobrevaluación del bolívar terminaron siendo un costoso subsidio que ya no soporta ni PDVSA ni el fisco. El régimen de cambios múltiples está muy distorsionado. La existencia de cuatro tasas de cambio, tres oficiales y una  paralela, exacerban la especulación cambiaria y la fuga de capitales. La sobrefacturación de importaciones, la subfacturación de exportaciones, las empresas de maletín, los “raspacupos” son estimulados por la enorme brecha que existe entre las diferentes tasas de cambio.

El dólar en el mercado paralelo rompió la barrera psicológica de 200 Bs/$ y se empina hacia los 300 Bs/$, mientras que la tasa de cambio oficial que rige para la mayoría de la divisas es de solo 6,30 Bs/$. En otras palabras, la tasa oficial es 27 veces más barata que la tasa del Sistema Marginal de Divisas  (SIMADI) y 38 veces menos que la cotización del dólar paralelo. Esto es un verdadero manjar para los especuladores cambiarios y cazadores de renta que -en complicidad con funcionarios corruptos- controlan y capturan buena parte de la asignación de las divisas oficiales. Estos fraudes impiden que el subsidio cambiario se traslade plenamente al precio de venta al público, al impedir que la totalidad de los dólares preferenciales se traduzca en una mayor oferta a precios solidarios para el trabajador.


Lejos de lograr un aumento en el PIB, las políticas fiscales deficitarias lo que ha hecho es atizar cada vez más la inflación. Con inflaciones de 56.3% en 2013 y 68,5 % en 2014, la inercia inflacionaria amenaza con deteriorar aún más los precarios salarios reales que ya no alcanzan ni para comprar una canasta alimentaria. Este auge inflacionario es la inevitable consecuencia del desmantelamiento del aparato productivo interno y de una política fiscal deficitaria que se financia con emisiones de dinero sin respaldo por parte del BCV. Al subestimar el impacto que la expansión monetaria origina en una economía signada por crecientes índices de escasez, los precios se han desquiciado.

Al prolongar las distorsiones del régimen de cambios múltiple, los controles de precios y los ineficientes subsidios, el propio gobierno facilita los ataques de los especuladores, contrabandistas y corruptos que lo quieren derrocar. Mientras el gobierno no corte por lo sano y corrija estas distorsiones, se mantendrán las causas que desestimulan la producción y generan desabastecimiento, escasez, acaparamiento y especulación. El tiempo pasa, los urgentes correctivos no terminan de aplicarse y así la situación económica se sigue deteriorando, sin que el gobierno termine de entender que la guerra no es económica sino contra el tiempo.



[i] http://www.bcv.org.ve/c2/indicadores.asp

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