Víctor Álvarez
R.
Premio Nacional de Ciencias
Al analizar los Estados Financieros auditados de las
empresas básicas, cualquiera puede verificar que la mayoría atravesó por un
período de notable recuperación productiva y financiera entre los años
2003-2009. Los crecientes precios de los minerales e insumos básicos en los
mercados internacionales, la reactivación de la economía nacional, el ajuste
cambiario que permitió obtener más bolívares por dólar exportado, la reducción
de la conflictividad laboral, y una gerencia con capacidad técnica y compromiso
político explican en gran medida el buen desempeño y las ganancias obtenidas en
ese lapso.
Actualmente los Estados Financieros registran una
caída de la producción que se traduce en pérdidas sin precedentes en la mayoría
de las empresas básicas. Incluso, se ha llegado al extremo de importar acero y
aluminio. Entre las causas que explican este deterioro figuran: la crisis
eléctrica que afectó considerablemente los niveles de producción, la crisis
económica internacional y su repercusión sobre los precios de los metales, la
contracción del aparato productivo interno, la sobrevaluación del tipo de
cambio que castigó la competitividad de las exportaciones, el sabotaje al
experimento de Control Obrero por parte de grupos sindicales en pugna, así como
el desplazamiento de la gerencia profesional por cuadros políticos.
Crisis
eléctrica: detonante de la crisis
Con la creación de las empresas básicas Venezuela se
propuso aprovechar las ventajas comparativas del país, derivadas de la dotación
de recursos minerales, el potencial hidroeléctrico del Río Caroní, abundante fuerza
de trabajo barata y una privilegiada posición geográfica. Venezuela se insertó en
este esquema como un proveedor de insumos básicos que serían transformados en
productos de mayor valor agregado en las grandes potencias industrializadas.
En gran medida, la problemática estructural de las
empresas básicas tiene sus causas en el agotamiento de un modelo productivo
basado en la vieja idea de las ventajas comparativas sustentadas en la explotación
de materias primas, energía y fuerza de trabajo, cuando hoy en día la clave
radica en la creación de ventajas
competitivas sustentadas en el desarrollo de capacidades para generar,
transferir, difundir y utilizar nuevos conocimientos. Este cambio de paradigma
está ocurriendo de manera acelerada. La eficiencia en el uso de materias primas
y energía ha sido posible gracias a un creciente uso de información y
conocimientos en los procesos productivos.
El intenso consumo de energía que caracteriza a las
actividades basadas en la extracción y procesamiento de minerales, más que un
factor coadyuvante de la actual crisis eléctrica que afecta a Venezuela es, más
bien, una de las causas principales,
toda vez que en las empresas básicas de Guayana se devora un tercio de la
energía que se requiere para evitar los apagones que se repiten con frecuencia
en el resto de territorio nacional. De allí la necesidad de promover un debate en
torno al verdadero aporte que hace al país un modelo de industrialización
basado en la extracción de minerales a gran escala, cuya transformación en
insumos básicos se basa en un consumo intensivo de la electricidad que los
demás sectores productivos y sociales del país también demandan.
La
presión laboral y sindical
La disminución del número de
establecimientos industriales y de la densidad empresarial en general se ha
traducido en un aumento de la demanda de trabajo en torno a las empresas
básicas, cuyas nóminas no dejan de crecer.
El problema está en que el incremento
de los costos laborales no tiene como respaldo un incremento de la producción.
Y esta situación compromete seriamente la capacidad de generar los ingresos
necesarios para mantener al día no solo el pago a los proveedores, sino sobre
todo la cancelación oportuna de los beneficios laborales, en función de evitar
situaciones de tensión y conflictividad.
Una cosa es dar empleo y otra muy distinta es generar
trabajo productivo. Aliviar las pesadas nóminas de las empresas básicas pasa
por promover nuevas formas de propiedad social a través de las cuales los
trabajadores y la comunidad se conviertan en los nuevos copropietarios de esas
empresas y velen por su viabilidad, impulsando nuevos proyectos productivos dedicados
a la transformación de los insumos básicos en productos de mayor valor
agregado.
Tanto las empresas básicas como Sidor, las
briqueteras y la mayoría de las empresas que fueron expropiadas y estatizadas
terminaron secuestradas y quebradas por el burocratismo, el pseudosindicalismo
y la corrupción.
La posibilidad real de que estas empresas puedan ser
recuperadas pasa por su desestatización, que no es lo mismo que privatización.
No se trata de rematarlas a precio de gallina flaca para proceder luego a un
severo ajuste de nóminas, sino de impulsar nuevas formas de propiedad social
bajo el control de los trabajadores directos y de las comunidades organizadas,
quienes pasarían a ser los nuevos copropietarios sociales de esas empresas y,
en alianza con el sector privado y las universidades, fortalecer las
capacidades gerenciales y tecnológicas para asegurar su viabilidad económica y
financiera.
Al ser copropietarios sociales, trabajadores y
comunidad serían dolientes de esas empresas y evitarían que se cometan los excesos
que las tienen quebradas, toda vez que de los dividendos que consejos comunales
y de trabajadores reciban, dependerá la fuente de financiamiento de los
proyectos de interés laboral y comunitario.
Empresas básicas:
¿alternativa no petrolera o más extractivismo minero?
En las actividades
extractivas relacionadas con las industrias básicas de Guayana es mucho más
fácil demostrar los graves daños ambientales y sociales que ocasionan, en
comparación con la poca contribución que hacen en términos económico, financieros y fiscales. Esto es importante
tenerlo muy en cuenta para fundamentar los debates que contribuyan a impulsar una
estrategia encaminada a superar el modelo extractivista que se empeña en
presentar a las empresas básicas como la alternativa no petrolera para
Venezuela.
El grave impacto ambiental del extractivismo minero,
así como los irreparables daños que ocasionan sobre la salud de los mineros y
obreros de las empresas básicas se recrudece con las salvajes prácticas de la
minería ilegal del oro. Se trata de técnicas arcaicas y devastadoras, con uso
de mercurio y embarcaciones ilegales que -para separar el oro- disparan poderosos
misiles al fondo de los ríos más importantes de Guayana o utilizan poderosas
bombas hidroneumáticas para extraer el mineral. Esta manera de extraer el oro
no solo genera un grave daño al ambiente y los ecosistemas, sino que también causan
mortales enfermedades en los mineros que resultan contaminados por el mercurio
y otros productos químicos, además de las lamentables víctimas que mueren
tapiadas bajo los taludes que suelen precipitarse debido a las inseguros y
riesgosos métodos que se utilizan.
El drama de los mineros que han resultado contaminados
por mercurio, la malformación en los fetos de mujeres embarazadas, los
desórdenes neurológicos las poblaciones indígenas contaminadas a más de 200
kilómetros del punto de descarga, así como la problemática de los enfermos
ocupacionales como consecuencia de las precarias condiciones de trabajo constituyen
la expresión más contradictoria y dolorosa del extractivismo minero para
alimentar unas industrias básicas cada vez más obsoletas; que –de paso-
consumen vorazmente buena parte de la energía que el resto del país necesita, y
que ni siquiera son capaces de compensar su impacto devastador con una
contribución significativa a la conformación del PIB, al ingreso fiscal o la
generación de divisas.
Repensar
el modelo
La terrible tragedia de la destrucción de bosques, el
aumento de la carga de sedimentos en los ríos, el deterioro de la calidad de
las aguas, la ruina de los hábitats naturales, la pérdida de la biodiversidad
acuática, la creciente contaminación por minerales pesados, los daños
irreparables en la salud de los mineros, el desplazamiento de pueblos indígenas
y comunidades campesinas son, entre muchos otros, las consecuencias más
terribles de este modelo extractivista-rentista.
Estos son parte de los temas que tienen que ser
ampliamente difundidos y debatidos con el fin de fortalecer la conciencia
ciudadana y la sensibilidad social sobre los terribles e irreparables daños que
causa el modelo extractivista-rentista y, sobre esta base, trazar una nueva
estrategia con objetivos y metas claramente definidos, orientada a superar este
modelo explotador del ser humano y depredador de la naturaleza.
El principal
obstáculo para superar el extractivismo petrolero y minero es cultural. Tiene
que ver con la necesidad de superar una falsa ilusión de riqueza y prosperidad,
a la cual contribuye sobremanera la abundante dotación de recursos minerales y
la certificación de 300 mil millones de barriles de petróleo que convierten a
Venezuela en el país con las reservas de petróleo más grandes del mundo. Por si
fuera poco, sus reservas de gas se encuentran también entre las más grandes de
América Latina y el mundo. Todo esto brinda una sensación de autosuficiencia y seguridad que exacerba la cultura extractivista-rentista
y desacelera o posterga los esfuerzos por construir un nuevo modelo productivo
que haga posible la inserción independiente y soberana de Venezuela en la
economía mundial.
Es hora de repensar y redimensionar el modelo de empresas
básicas basado en el depredador extractivismo minero. En lugar de generar los
ingresos fiscales y en divisas que permitan justificar la extracción de
minerales y el alto consumo de energía, en su gran mayoría están generando
pérdidas y solo podrán mantenerse a través de la transferencia de recursos que
reciben del gobierno central, lo cual resta fondos para la inversión social y
otros requerimientos del Presupuesto Nacional. Por si fuera poco, un tercio de
la energía hidroeléctrica que se genera en Guayana es devorada en procesos
productivos cada vez más obsoletos e ineficientes, mientras en las empresas y hogares
venezolanos los frecuentes apagones y violentas fluctuaciones funden los
artefactos electrodomésticos, equipos y maquinarias, generando pérdidas y un
creciente malestar.
A la luz de los nuevos paradigmas intensivos en
información y conocimiento, las empresas básicas lucen cada vez más rezagadas y
no podrán sobrevivir si no se modernizan. Tienen que acometer un profundo proceso de reconversión tecnológica y fortalecer su
capacidad gerencial para incursionar
en proyectos productivos aguas abajo. De esta forma podrán transformar los
insumos básicos en productos con creciente valor agregado para sustituir importaciones y exportar productos
manufacturados que pueden ser vendidos a un
precio 10 y 20 veces superior al que se cotizan los insumos básicos. Es así como las empresas básicas podrán crear nuevas oportunidades de trabajo productivo,
aliviar sus nóminas y mejorar su desempeño.
Excelente articulo.
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