Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
El control de cambios luce
totalmente agotado y no pudo lograr los objetivos que hace doce años se propuso:
·
El nivel de reservas internacionales es muy crítico y
pone en peligro el
normal desenvolvimiento de la actividad económica y el cumplimiento de los
compromisos internacionales.
·
El
otrora dólar abundante y barato desplazó la producción nacional y ahora que ya
no hay divisas para importar tampoco estamos en capacidad de producir, cuestión
que explica en gran medida los problemas de desabastecimiento y escasez.
·
La
sobrevaluación castigó la competitividad de las exportaciones no tradicionales y
por eso perdimos los pocos mercados externos que se habían conquistado, lo cual
nos ha hecho más dependientes de la renta petrolera.
·
El
poder de compra del bolívar fuerte se ha deteriorado aceleradamente y eso
induce a una compra desesperada de divisas para proteger los ahorros, desquiciando
el dólar paralelo y estimulando la fuga de capitales.
·
El
sacrificio fiscal que implica vender dólares a 6,30 o 12 Bs/$ cuando el
gobierno está urgido de recursos para financiar los programas sociales que
eviten una debacle en las elecciones parlamentarias, terminará siendo la
estocada final del régimen de cambios múltiples. Por cada millardo de dólares
que venda en el Simadi, obtendrá ingresos por 173 millardos de bolívares, en
comparación con apenas 6,3 millardos que obtiene actualmente.
Para unificar y estabilizar la tasa de
cambio, erradicar los incentivos perversos a la especulación
cambiaria y la corrupción, recuperar el poder de compra del bolívar y
fortalecer las reservas internacionales es
necesario fijar una nueva tasa de cambio oficial que exprese la verdadera
productividad del aparato productivo nacional, eliminando la discrecionalidad y
falta de transparencia que prevalecen a la hora de tener acceso a las divisas
de Cencoex o Sicad. Pero desmontar sin traumas el régimen de cambios múltiples exige
crear adecuadas condiciones fiscales, monetarias y de precios. Veamos:
En primera lugar, hay que cerrar el déficit fiscal y
mejorar la calidad del presupuesto público. En 2015 se calcula un déficit
fiscal del 18 % del PIB. Si el último dato oficial indica que el PIB 2013 fue
de $ 438.200 millones,
esto quiere decir que 1 punto/PIB equivales a $ 4.382 millones. Por lo tanto, un
déficit de 18 puntos/PIB asciende a $ 78 millardos. Corregir este exceso de
gastos y su impacto inflacionario implica:
·
Acordar una regla fiscal para que la Asamblea Nacional ni
siquiera reciba o considere proyectos de Presupuesto Anual con un déficit mayor
al 5 % PIB, ni mucho menos aprobar créditos adicionales que perforen este límite.
·
Eliminar el presupuesto paralelo para ahorrar en el Fondo
de Estabilización Macroeconómica todo dólar adicional por encima del precio
presupuestado del barril de petróleo que hasta ahora se viene gastando a través
del FONDEN.
·
En lugar de financiar con créditos adicionales los
proyectos que surjan del Gobierno de Calle en el curso del año, éste tiene que
ser una modalidad del presupuesto participativo que se realice previamente a la
presentación a la Asamblea Nacional del Proyecto Anual de Presupuesto. Así se evitarán
nuevas presiones deficitarias sobre la gestión fiscal del año en curso.
·
Desestatización (no privatización) de las empresas expropiadas
que hoy se encuentran secuestradas por el burocratismo y la corrupción, cuya
propiedad debe ser transferida a los consejos comunales y de trabajadores para
que sean eficientemente gerenciadas a través de alianzas con el sector privado
y las universidades. Así, estas empresas dejarían de depender del presupuesto
nacional y, en lugar de recibir créditos adicionales para cubrir sus pérdidas y
poder sostenerse, comenzarían a pagar ISR.
·
Eliminar el gasto superfluo en publicidad, remodelaciones
de oficinas y sedes de instituciones o empresas públicas, compra de vehículos,
viajes, viáticos, etcétera.
Adicionalmente, se requiere aumentar los ingresos, lo
cual es perfectamente posible a través de:
·
Sincerar el precio de la gasolina. En Venezuela, un litro de gasolina de
95 octanos cuesta Bs. 0,097, algo más de un centavo de dólar a la tasa de 6,30
Bs/$. En EE.UU o la Unión Europea puede llegar a costar 2 $/litro. En países
con gobiernos de izquierda el galón de 3.78 litros cuesta $ 3.90, por encima de
1 $/litro. Allí llenar un tanque de 60 litros cuesta $ 60, pero aquí 60 litros
x 0,097 Bs/litro sale en solo Bs 5,82, menos de 1 $ a la tasa de cambio de 6,30
Bs/$. Esto equivale a un subsidio de $ 60 cada vez que se llena el tanque, que en
promedio es una vez a la semana. Si multiplicamos $ 60 por 52 semanas, por cada
vehículo se recibe $ 3.120 de subsidio anual. Y si multiplicamos $ 3.120 por 4
millones de vehículos que circulan en el territorio nacional, el costo de
oportunidad –o lo que se deja de percibir- asciende a $ 12.480 millones. para aprovechar $ 12.400 millardos anuales que
es el costo de oportunidad de mantener el escandaloso subsidio a los
combustibles.
·
Adicionalmente, es necesario igualar en la frontera el
precio de los combustibles. Pdvsa
ha calculado en 149 mil barriles diarios el contrabando de extracción que,
multiplicado por 365 días y por 90 $/barril, indica que el país perdió
anualmente al menos $ 4.894 millones por contrabando.
·
Al igualar el precio de los combustibles en la frontera no
solo se erradicará el
contrabando de extracción sino que se aliviará la principal presión sobre el
dólar paralelo en las casas de cambio en Cúcuta. Tengamos en cuenta que con un
bolívar se compran 10 litros de gasolina, si el paralelo está a 200 Bs/$, con
un dólar se compran 2000 litros que luego se venden por $ 2000, a razón de 1
$/litro. Con 1 $ se obtienen $ 2000, ni el narcotráfico es tan rentable.
·
La unificación cambiaria de las tasas Cencoex y Sicad debería
comenzar en torno a 50 Bs/$, lo cual reportará ingresos fiscales adicionales por
cada dólar petrolero vendido. El Estado, en lugar de recibir Bs 6.300 millardos
por cada millardo de dólares, recibirá Bs 50 millardos. Adicionalmente, obtendrá
el equivalente en bolívares de lo que decida vender en el Simadi. Así, la
unificación cambiaria también permitirá recoger el exceso de liquidez que
presiona la inflación y el alza del paralelo.
En segundo lugar, hay que corregir
el desequilibrio monetario. En un contexto de abundante liquidez, pero tasas de
interés por debajo de la inflación, los agentes económicos protegen el poder de
compra de sus ahorros comprando bienes o divisas, lo cual presiona la inflación
y genera una fuerte demanda de dólares escasos que amplía la brecha entre la
tasa oficial y el paralelo. La disciplina monetaria es clave para la credibilidad y
estabilidad de una nueva tasa de cambio libre y flotante. Esto exige:
·
Prohibir expresamente los subterfugios que han sido
utilizados para financiar el déficit fiscal a través de emisiones de dinero sin
respaldo por parte del BCV. Son inútiles
los intentos por absorber el exceso de liquidez a través
de la emisión de bonos o aumentos del encaje legal si no se erradica el
financiamiento monetario del déficit de Pdvsa y las empresas públicas.
·
Estabilizar la relación entre liquidez monetaria y
reservas internacionales y así asegurar que los bolívares en circulación
cuenten con su debido respaldo en reservas internacionales. Mientras más dinero
se inyecte a la economía pero el nivel de reservas sea igual o menor, el respaldo
en divisas de la moneda nacional se deteriorará. Esto resta credibilidad a la
tasa de cambio oficial y refuerza la certeza de que más temprano que tarde habrá
una devaluación.
·
Fijar tasas de interés reales positivas para incentivar
el ahorro en bolívares, desalentar el consumo y bajar la demanda de dólares. Al
no monetizar el déficit fiscal se aliviarán las presiones inflacionarias y así el
ahorro interno se verá estimulado, toda vez que las tasas de interés finalmente
compensarán el poder de compra que se
pierde por la inflación.
En tercer lugar, hay que revisar y rectificar la política
de controles de precios, toda vez que el PVP se fija sobre el producto final
pero se dejan liberados los precios de los insumos y fuerza de trabajo. Esto implica:
·
Sincronizar ajuste de los precios con la evolución de los
costos para evitar que los aumentos en las materias primas, insumos básicos,
maquinarias, equipos y fuerza de trabajo superen el PVP, lo cual causa pérdidas
y desincentiva la producción, generando escasez, acaparamiento y especulación.
·
Vincular el aumento salarial a los incrementos en la
productividad del trabajo para evitar la presión inflacionaria que representa
el desequilibrio entre un creciente consumo privado y una declinante oferta de
bienes y servicios en el mercado nacional.
·
Corregir la brecha de inflación entre Venezuela y sus principales
socios comerciales para evitar la sobrevaluación del poder de compra externo
del bolívar. Esto implanta una propensión a comprar en el exterior lo que bien
pudiera producirse internamente, lo que desplaza y arruina la producción
nacional.
La creación de estas
condiciones fiscales, monetarias y de precios permitirá evolucionar sin traumas
del régimen de cambios múltiples a un solo tipo de cambio flexible que evite la
sobrevaluación de la moneda nacional e impida una demanda artificial de divisas.
Al alcanzar una nueva tasa de cambio que exprese la verdadera productividad de
la agricultura e industria será posible sustituir importaciones, aumentar las
exportaciones no petroleras, ahorra y generar divisas y mejorar el balance
externo de Venezuela. Solo así será posible estabilizar la tasa de cambio, evitar
la fuga de divisas, fortalecer las reservas internacionales y defender el poder
de compra del bolívar, objetivos que no fueron logrados luego de 12 años de control
de cambios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario