viernes, 22 de mayo de 2015

Control de cambios: de los buenos propósitos a los malos resultados


Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias

Hace 12 años el Ministerio de Finanzas y el Banco Central de Venezuela, a través del Convenio Cambiario Nº 1, aprobaron una política de control de cambios y decidieron centralizar en el instituto emisor la compra y venta de divisas en el país, con base en los siguientes considerandos:

·        Que la disminución de la oferta de divisas de origen petrolero y la demanda extraordinaria de divisas, ha afectado negativamente el nivel de las reservas internacionales y el tipo de cambio, lo cual podría poner en peligro el normal desenvolvimiento de la actividad económica en el país.

·        Que se ha evidenciado una sustancial reducción de las exportaciones de la industria petrolera nacional, lo cual ha afectado significativamente las cuentas de la nación.

·        Que es necesario adoptar medidas destinadas a lograr la estabilidad de la moneda, asegurar la continuidad de los pagos internacionales del país y contrarrestar movimientos inconvenientes de capital.

A los largo de estos doce años el país recibió los ingresos más altos en toda su historia. La renta petrolera entre 2003-2014 supera los $ 750 millardos, en comparación con $ 347 millardos que el país recibió entre 1959-1998, cuando era impensable que los precios del petróleo llegaran ni siquiera a 50 $/barril. Pero justo ahora, cuando los precios del petróleo se han desplomado, queda al descubierto que el control de cambios no aseguró el ahorro de divisas necesario para encarar el actual contexto de restricciones presupuestarias. Los propios datos del BCV demuestran que ninguno de los buenos propósitos atribuidos al control de cambios se cumplió. Por el contrario:

·        El control de cambios no pudo detener la fuga de capitales. Según datos del BCV, la salida de capitales entre 2003-2014 ascendió a $ 176 millardos, toda vez que el anclaje cambiario estimula una exagerada demanda de divisas preferenciales que ha mermado las reservas internacionales, las cuales apenas alcanzan para cubrir un trimestre de importaciones

·        El control de cambios no estabilizó el precio de la divisa. La TCO se devaluó de 1,6 Bs/$ en 2003 a 6,3 Bs./$ en 2014, equivalente al 400 %. Como la demanda insatisfecha se desplaza al mercado paralelo esta cotización sube y llegó a superar los 200 bolívares, mientras que el Simadi no baja de 170 Bs/$, equivalente a 26 veces la tasa Cencoex. Semejante brecha es un perverso incentivo para los cazadores de rentas que logran capturar el dólar barato para luego venderlo más caro.

·        El control de cambios disolvió el poder de compra del bolívar. Lejos de proteger el valor del otrora bolívar fuerte, con cada macro devaluación la capacidad adquisitiva del bolívar se disolvió. La enorme brecha entre los diferentes tipos de cambio alteran y corrompen el sistema de precios, toda vez que -ante la incertidumbre de tener acceso a la tasa Cencoex o Sicad-, los costos de reposición se calculan con base en el dólar paralelo, que sigue siendo la base de cálculo para la fijación del PVP de muchos bienes.

·        El control de cambios instauró una ruinosa sobrevaluación. Al anclar la TCO y no corregir el diferencial inflacionario entre Venezuela y sus principales socios comerciales, el poder de compra externo de bolívar se ha sobrevaluado, lo que facilita toda clase de importaciones que arruinan la producción nacional. Además castiga la competitividad cambiaria de las exportaciones no petroleras, lo cual agrava aún más la vulnerabilidad externa y debilita las reservas internacionales.

·        El control de cambios causa la desindustrialización. El anclaje cambiario implanta una tendencia importadora que desplaza la producción agrícola e industrial que no pueden competir con importaciones subsidiadas con un dólar oficial barato. La caída de la producción y de las exportaciones no petroleras conducen a la desindustrialización y reprimarización de la economía. El desmantelamiento del tejido productivo y funcionariza la fuerza de trabajo que tiende a vivir de ingresos que no son fruto del esfuerzo productivo.

·        El control de cambios estimuló la dolarización. Las transacciones de bienes de valor se calculan y realizan con base en el dólar paralelo. Adicionalmente, el auge inflacionario obliga a preservar el poder de compra de los ahorros comprando dólares y esta presión de demanda encarece aún más el paralelo.

El Ministerio de Finanzas y el BCV, al fijar conjuntamente la tasa de cambio, toman decisiones que repercuten e influyen sobre los costos de los productos importados, los flujos de inversión nacional y extranjera, el comportamiento del PIB, la remuneración en bolívares de los exportadores, la capacidad de pago de la deuda externa, el nivel de reservas internacionales, etc.

Al complicar el control de cambios con el régimen de cambios múltiples, se estimularon y multiplicaron las prácticas de sobrefacturación de importaciones, subfacturación de exportaciones, empresas de maletín y “raspacupos” que defraudan a la nación con sobreprecios e importaciones ficticias debido a la falta de transparencia con la que se asignan las divisas, las licencias de importación y los CNP, CIP.

Si se quieren resultados distintos no se pueden seguir haciendo las cosas de la misma manera. Es hora de abandonar el régimen de cambios múltiples y de evolucionar hacia un tipo de cambio único que exprese la verdadera productividad del aparato productivo nacional. Es así como se podrán erradicar los incentivos perversos a la especulación cambiaria y la corrupción, estabilizar la tasa de cambio, recuperar el poder de compra del bolívar y fortalecer las reservas internacionales. El control de cambios luce totalmente agotado y debe ser superado.

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