Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
Hace 12 años el Ministerio de
Finanzas y el Banco Central de Venezuela, a través del Convenio
Cambiario Nº 1, aprobaron una política de control de cambios y decidieron
centralizar en el instituto emisor la compra y venta de divisas en el país, con
base en los siguientes considerandos:
·
Que
la disminución de la oferta de divisas de origen petrolero y la demanda
extraordinaria de divisas, ha afectado negativamente el nivel de las reservas
internacionales y el tipo de cambio, lo cual podría poner en peligro el normal
desenvolvimiento de la actividad económica en el país.
·
Que
se ha evidenciado una sustancial reducción de las exportaciones de la industria
petrolera nacional, lo cual ha afectado significativamente las cuentas de la
nación.
·
Que
es necesario adoptar medidas destinadas a lograr la estabilidad de la moneda,
asegurar la continuidad de los pagos internacionales del país y contrarrestar
movimientos inconvenientes de capital.
A los largo de estos doce años el país recibió los ingresos más altos en
toda su historia. La renta petrolera entre 2003-2014 supera los $ 750 millardos, en comparación con
$ 347 millardos que el país recibió entre 1959-1998, cuando era impensable que
los precios del petróleo llegaran ni siquiera a 50 $/barril. Pero justo ahora, cuando los precios del petróleo se han desplomado, queda al
descubierto que el control de cambios no aseguró el ahorro de divisas necesario
para encarar el actual contexto de restricciones presupuestarias. Los propios
datos del BCV demuestran que ninguno de los buenos propósitos atribuidos al control
de cambios se cumplió. Por el contrario:
·
El control de cambios no pudo detener la fuga de capitales. Según datos del BCV, la salida de
capitales entre 2003-2014 ascendió a $ 176 millardos, toda vez que el anclaje cambiario estimula una exagerada demanda de divisas
preferenciales que ha mermado las reservas internacionales, las cuales apenas
alcanzan para cubrir un trimestre de importaciones
·
El control de cambios no estabilizó el precio de la divisa. La TCO se devaluó de 1,6 Bs/$ en 2003 a 6,3 Bs./$ en 2014, equivalente al 400
%. Como la demanda insatisfecha se desplaza al mercado paralelo esta cotización
sube y llegó a superar los 200 bolívares, mientras que el Simadi no baja de 170
Bs/$, equivalente a 26 veces la tasa Cencoex. Semejante brecha es un perverso
incentivo para los cazadores de rentas que logran capturar el dólar barato para
luego venderlo más caro.
·
El control de cambios disolvió el poder de compra
del bolívar. Lejos de proteger
el valor del otrora bolívar fuerte, con cada macro devaluación la capacidad
adquisitiva del bolívar se disolvió. La enorme brecha entre los diferentes tipos de cambio alteran y corrompen el sistema de precios, toda vez que -ante la incertidumbre de tener acceso
a la tasa Cencoex o Sicad-, los costos de reposición se calculan con base en el
dólar paralelo, que sigue siendo la base de cálculo para la fijación del PVP de
muchos bienes.
·
El control de cambios instauró una ruinosa sobrevaluación. Al anclar la TCO y no corregir el diferencial inflacionario entre
Venezuela y sus principales socios comerciales, el poder de compra externo de
bolívar se ha sobrevaluado, lo que facilita toda clase de importaciones que
arruinan la producción nacional. Además castiga la competitividad cambiaria de las
exportaciones no petroleras, lo cual agrava aún más la vulnerabilidad externa y
debilita las reservas internacionales.
·
El control de cambios causa la desindustrialización. El anclaje cambiario implanta una tendencia importadora que desplaza la producción agrícola e industrial
que no pueden competir con importaciones subsidiadas con un dólar oficial
barato. La caída de la producción y de las exportaciones no petroleras conducen
a la desindustrialización y reprimarización de la economía. El desmantelamiento
del tejido productivo y funcionariza la fuerza de trabajo que tiende a vivir de
ingresos que no son fruto del esfuerzo productivo.
·
El control de cambios estimuló la dolarización. Las transacciones de bienes de valor se calculan y
realizan con base en el dólar paralelo. Adicionalmente, el auge inflacionario obliga a preservar el poder de compra de los ahorros
comprando dólares y esta presión
de demanda encarece aún más el paralelo.
El Ministerio de Finanzas y el BCV, al fijar conjuntamente la tasa de
cambio, toman decisiones que repercuten e influyen sobre los costos de los
productos importados, los flujos de inversión nacional y extranjera, el
comportamiento del PIB, la remuneración en bolívares de los exportadores, la
capacidad de pago de la deuda externa, el nivel de reservas internacionales,
etc.
Al complicar el control
de cambios con el régimen de cambios múltiples, se estimularon y multiplicaron las prácticas de sobrefacturación de importaciones, subfacturación de
exportaciones, empresas de maletín y “raspacupos” que defraudan a la nación con
sobreprecios e importaciones ficticias debido a la falta de transparencia con
la que se asignan las divisas, las licencias de importación y los CNP, CIP.
Si se quieren resultados distintos no se pueden seguir haciendo las cosas
de la misma manera. Es hora de abandonar el régimen de cambios múltiples y de
evolucionar hacia un tipo de cambio único que exprese la verdadera productividad
del aparato productivo nacional. Es así como se podrán erradicar los incentivos
perversos a la especulación cambiaria y la corrupción, estabilizar la tasa de
cambio, recuperar el poder de compra del bolívar y fortalecer las reservas
internacionales. El control de
cambios luce totalmente agotado y debe ser superado.
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