Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias.
Pareciera que otra vez estamos a las puertas de una
espiral de violencia como la que hace un año se pretendió imponer en Venezuela
para justificar una intervención extranjera que derrocara al gobierno. Como se recordará,
las noticias transmitidas por cadenas internacionales daban la impresión de que
Venezuela estaba al borde de una guerra civil y lanzaban un SOS al mundo para
impedir la masacre de un pueblo.
Cuando se junta la violencia del hampa, con la de
los paramilitares, la violencia política y los excesos policiales, se produce
un efecto de caja de resonancia que amplifica el impacto psicológico del crimen,
el terrorismo y la represión. Por eso el gobierno no puede permitir que se
produzcan excesos policiales, como el que acabó con la vida de un liceísta de
14 años a manos de un policía de apenas 23. La mezcla de estos trágicos sucesos
es aprovechada para proyectar la impresión de que Venezuela está al borde de
una guerra civil y que la población está sometida a una brutal represión.
No hay que descartar que los grupos violentos arremetan
nuevamente para atizar una confrontación civil entre seguidores y opositores
del gobierno. En su obstinación de sacar por la fuerza a los chavistas del
poder, buscarán el número crítico de muertos que pueda ser presentado como
prueba de la supuesta masacre que sufre el pueblo para justificar una intervención
militar extranjera.
Los sucesos de febrero de 2014 dejaron claro que de
nada vale convertir en trincheras de la violencia los estados o municipios que
controla la oposición. Facilitar la alteración del orden público, impedir el
libre tránsito de las personas y ofrecer espacios para el montaje de escenas
violentas que luego son transmitidas por todo el mundo para dejar la impresión
de que el país está ardiendo en llamas, finalmente provocó el cansancio y rechazo
de los propios opositores. Es inútil promover una salida violenta en un pueblo
esencialmente pacífico. El único cambio de gobierno que la sociedad venezolana
está dispuesta a reconocer es el que surja de un proceso de acumulación de fuerzas,
bien sea en las parlamentarias del 2015 o en las presidenciales del 2019,
pasando incluso por el Referendo Revocatorio que permite la CRBV.
No obstante, la persistencia de los problemas de
escasez y especulación crea condiciones objetivas para calentar la calle. Si esta
problemática no se resuelve, el creciente malestar social que generan las largas colas
puede ser aprovechado para recrudecer los conflictos. Esto ya fue advertido por el presidente Maduro en la Asamblea Nacional, cuando reveló
conversaciones telefónicas que daban cuenta de un plan para exacerbar el malestar de la gente, al infiltrar en las
colas a mercenarios con orden de alterar el orden público para que los cuerpos de
seguridad actúen y así presentar la acción policial como el recrudecimiento de
la violencia contra el pueblo.
De allí la urgencia
de adoptar las medidas pendientes para sanear la economía y evitar el malestar
que generan la escasez y la especulación. Sincerar el precio de la gasolina,
unificar el régimen de cambios, flexibilizar los rígidos controles de precios, retomar
la disciplina monetaria y reorientar los incentivos de política económica en
favor del aparato productivo son decisiones que no se pueden seguir
posponiendo, a riego de ofrecer el pretexto que necesitan los violentos para
imponer su agenda de neurotización y caotización de la sociedad.
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