Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
El
régimen de cambios múltiples luce como una lechosa madura a punto de caer. Ante
el colapso de los precios del petróleo, el déficit fiscal se agrava. En 2015,
la brecha entre ingresos y gastos se calcula en 18 % del PIB. El último dato
oficial indica que el PIB 2013 fue de $
438.200 millones. Esto quiere decir que 1 punto/PIB equivale a $ 4.382
millones. Por lo tanto, un déficit de 18 puntos/PIB asciende a $ 78 millardos.
¿De dónde saldrá el equivalente en bolívares de semejante brecha fiscal?
El
sacrificio fiscal que implica vender dólares a 6,30 o 12 Bs/$ cuando el
gobierno está urgido de recursos para financiar los programas sociales que
eviten una debacle en las elecciones parlamentarias, terminará siendo la
estocada final del régimen de cambios múltiples. Como siempre ha ocurrido en la Venezuela rentista, la
devaluación con fines fiscales es la manera más rápida de corregir un déficit
fiscal que resulta difícil de cerrar a través de la reducción del gasto público
o del aumento de impuestos en un contexto de contracción económica. El remedio
sería peor que la enfermedad al profundizar la contracción económica y disparar
el desempleo en pleno año electoral.
En
efecto, por cada millardo de dólares que se venda en el Simadi, se obtendrían
ingresos por 173 millardos de bolívares, en comparación con los 6,3 millardos
que se obtienen con la tasa Cencoex o los 12 millardos que reporta la tasa
Sicad. A pesar de lo
tentador que puede resultar vender el escaso ingreso en divisas a la tasa más
cara del Simadi, la unificación cambiaria debe comenzar por fusionar las tasas
Cencoex y Sicad en torno a 50 Bs/$, que es el tipo de cambio de equilibrio.
Así, en lugar de recibir Bs 6.300 millardos por cada millardo de dólares, se recibirá
Bs 50 millardos, además de lo que resulte de vender otra proporción en el
Simadi.
Agotado el
control de cambios
Sin lugar a dudas, el control de
cambios luce totalmente agotado. Los propios datos oficiales revelan que no se pudieron
lograr los objetivos que hace doce años el gobierno se propuso alcanzar al
implantar el control de cambios:
·
El nivel de reservas internacionales es muy crítico y amenaza
la actividad
económica y el cumplimiento de los compromisos internacionales.
·
El
dólar Cadivi/Cencoex desplazó la producción nacional y ahora que ya no hay
divisas para importar, el país no está en
capacidad de producir, lo cual explica la escasez.
·
La
sobrevaluación castigó la competitividad de las exportaciones no tradicionales,
se perdieron los pocos mercados externos que se habían conquistado, y esto ha
hecho al país más dependientes de la renta petrolera.
·
El
poder de compra del bolívar se disolvió aceleradamente y estimuló una creciente
compra de divisas para proteger los ahorros. Esto ejerce fuertes presiones
sobre el dólar paralelo e induce la fuga de capitales.
Para unificar y estabilizar la tasa de
cambio, erradicar los incentivos perversos a la especulación
cambiaria y la corrupción, recuperar el poder de compra del bolívar y
fortalecer las reservas internacionales es
necesario fijar una nueva tasa de cambio oficial que exprese la verdadera
productividad del aparato productivo nacional, eliminando la discrecionalidad y
falta de transparencia que prevalecen a la hora de tener acceso a las divisas
de Cencoex o Sicad.
Aunque la propia unificación cambiaria permitirá recoger buena
parte del exceso de liquidez que presiona la inflación y el paralelo, una condición básica para estabilizar
la unificación cambiaria pasa por corregir
el desequilibrio monetario. En un contexto de abundante liquidez, pero tasas de
interés por debajo de la inflación, las personas y empresas protegen el poder
de compra de sus ahorros y recursos comprando bienes o divisas, lo cual
presiona la inflación y genera una fuerte demanda de dólares escasos que amplía
la brecha entre la tasa oficial y el paralelo. La disciplina
monetaria es clave para la credibilidad y estabilidad de una nueva tasa de
cambio que debe ser libre y flotante.
Hay que prohibir el financiamiento monetario del déficit de
Pdvsa y demás empresas públicas. De nada sirven los intentos del BCV por absorber
el exceso de liquidez a través de aumentos del encaje legal, si el mismo
instituto emisor no erradica el financiamiento del déficit fiscal a través de
emisiones de dinero sin respaldo. Se impone estabilizar la relación
entre liquidez monetaria y reservas internacionales para asegurar que los
bolívares en circulación cuenten con su debido respaldo en reservas
internacionales. Las desmesuradas emisiones de dinero inorgánico con un nivel
constante o menor de reservas internacionales deterioran el respaldo en divisas
de la moneda nacional y le restan credibilidad a la tasa de cambio.
A medida que se abatan las presiones inflacionarias, será
posible fijar tasas de interés reales positivas que incentiven el ahorro en
bolívares. De esta forma no solo se desalentará el consumo inflacionario de
bienes sino que también se contribuirá a bajar la demanda de dólares. Corregir
la brecha de inflación entre Venezuela y sus principales socios comerciales es
la clave para evitar la sobrevaluación del poder de compra externo del bolívar
y erradicar la tendencia a comprar en el
resto del mundo lo que se puede producir internamente.
Al alcanzar una nueva tasa de cambio que exprese la
verdadera productividad de la agricultura e industria será posible sustituir
importaciones, aumentar las exportaciones no petroleras, ahorrar y generar
divisas y, sobre esta base, mejorar las cuentas externas de Venezuela que este
año se verán muy castigadas por el derrumbe del ingreso petrolero. Solo así será
posible estabilizar la tasa de cambio, evitar la fuga de divisas, fortalecer
las reservas internacionales y defender el poder de compra del bolívar,
objetivos que no fueron logrados luego de 12 años de control de cambios.
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