viernes, 22 de mayo de 2015

Nacionalización del comercio exterior y estatización de los canales de distribución

Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias

La SUNDDE abrió un procedimiento a la cadena Farmatodo, acusándola de incurrir en una "operación morrocoy" para causar malestar e irritación en la población. Los directivos de esta cadena estuvieron detenidos en el SEBIN para explicar la razón de las largas colas en las puertas de sus locales. Farmatodo atiende semanalmente a más de 2.5 millones de clientes a través de 167 farmacias ubicadas a lo largo y ancho del territorio nacional. El gobierno también anunció la ocupación de la  cadena de tiendas Día a Día que vende alimentos y productos de higiene en los sectores populares.

La hermenéutica o explicación de estas medidas hay que buscarla en los recientes anuncios hechos por el gobierno en materia de política cambiaria. En lugar de abandonar el régimen de cambios múltiples y fijar una sola tasa a un nivel que exprese la verdadera productividad del aparato productivo nacional, el gobierno optó por mantener el Régimen de Cambios Múltiples y la tasa de 6,30 Bs/$, a la cual seguramente solo tendrá acceso el gobierno como único importador de alimentos y medicinas. En consecuencia, las medidas contra las cadenas Farmatodo y Día a Día pueden interpretarse como un primer paso hacia la nacionalización del comercio exterior, lo cual requiere a su vez la estatización de los canales de distribución y comercialización.  

El Presidente Nicolás Maduro reconoció que el contrabando de extracción alcanzó el 32% de los productos importados con dólar preferencial o subsidiados por el gobierno nacional. Al referirse una vez más a la guerra económica, denunció que quienes conspiran contra la Revolución Bolivariana pretenden “colapsar el sistema de abastecimiento de la Nación mediante actividades de acaparamiento, especulación y caotización de precios”[1]. Y en una reciente entrevista, Luis Britto García, miembro del Consejo de Estado, recomendó que "El Estado venezolano debería asumir el control de las importaciones como parte de las medidas para contrarrestar la guerra económica"[2]. Al recordar que las empresas de maletín defraudaron a la Nación a través de importaciones ficticias por más de 60 mil millones de dólares en varios años, Britto García afirmó que si el Gobierno Nacional sigue entregando divisas a las empresas privadas "le estarán abriendo la sepultura al proyecto socialista".

Colas y caotización de los precios

Ante la creciente inflación que devora el poder adquisitivo de los salarios, las personas que viven de un ingreso fijo se anticipan y hacen largas colas para comprar toda clase de bienes antes de que suban de precio nuevamente. Y a la expectativa inflacionaria se suma ahora la creciente escasez que induce a comprar más de lo acostumbrado. La incertidumbre de poder encontrar los productos cuando realmente se necesitan refuerza las presiones de demanda, agravando aún más la escasez que sirve de caldo de cultivo para las perversas prácticas del acaparamiento y la especulación en las redes de comercio informal, lo que no ocurre en las cadenas de tiendas con máquinas registradoras supervisadas por el SENIAT.

Debido a la presión inflacionaria que ejerce el desequilibrio entre la pujante demanda y la rigidez de la oferta, el gobierno  apeló al anclaje cambiario como instrumento de política antiinflacionaria. Si bien esto funcionó en los primeros años, el esquema hizo crisis al caer la renta petrolera y retrasarse la liquidación oportuna de divisas. A partir de entonces se activó un mercado que capta la demanda insatisfecha de divisas, originando una creciente brecha entre la tasa de cambio oficial y el mercado paralelo.

Con la implantación del régimen de cambios múltiple, surgieron más incentivos perversos a los cazadores de rentas que buscan capturar los dólares de Cencoex y Sicad I, para luego venderlos más caros en el mercado paralelo. Esta práctica -a todas luces especulativa-, termina anulando el efecto antiinflacionario de la política cambiaria, a la vez que asegura exorbitantes ganancias a los especuladores y corruptos que resultan favorecidos con la asignación de la divisa a la tasa preferencial, pero fijan el PVP con base en el paralelo. Al confundir la inflación con la especulación, el gobierno intenta combatir la caotización de los precios con controles, multas y penas de cárcel que atacan la manifestación del problema pero no erradican sus verdaderas causas.

El control de precios también contribuye a agravar el problema del desabastecimiento. Al congelar el PVP del producto final pero dejar liberados los precios de las materias primas, insumos, maquinarias, fuerza de trabajo, etc., llega un momento en el que los crecientes costos superan a los precios controlados y, al provocar pérdidas, se desestimula la producción, generando la escasez que propicia el acaparamiento y la especulación. Por si fuera poco, los millardarios subsidios a productos de la canasta básica que no llegan al consumidor alteran aún más los precios relativos, lo cual empeora el círculo vicioso del contrabando de extracción, escasez, acaparamiento, especulación, corrupción y dolarización de la economía con base en la cotización del mercado paralelo.

Comprender la naturaleza de la crisis

Las colas en Farmatodo y Día a Día se quedan cortas en comparación con las descomunales filas que diariamente se observan en la red de Farmapatria o Bicentenarios, que suelen estar con muchos anaqueles vacíos y cajas registradoras sin personal. Esta realidad confirma que son muchos los diagnósticos equivocados y, en consecuencia, muchas las políticas equivocadas que se han adoptado.

El gobierno identifica al contrabando, escasez, acaparamiento y especulación como expresión de la guerra económica desplegada por quienes lo quieren derrocar. Pero al no reconocer su cuota de responsabilidad, no logra comprender ni identificar las medidas que tiene al alcance de la mano para superar esta problemática. El análisis superficial del problema y el impacto exagerado que se le atribuye a la llamada guerra económica, reduce la acción gubernamental a medidas muy efectistas pero poco efectivas, toda vez que se agotan en reforzar las regulaciones de precios, extender los controles biométricos, fijar cupos máximos de venta, dosificar las colas según el número de la cédula de identidad o intervenir cadenas de distribución y comercialización. De esta forma solo ataca la manifestación superficial del problema más no está yendo a su raíz. Al prolongar las distorsiones del régimen de cambios múltiples, los rígidos controles de precios y los ineficientes subsidios, el propio gobierno crea las condiciones para que se multipliquen los negocios fraudulentos. Son los autogoles del gobierno los que facilitan nuevos ataques de los conspiradores, contrabandistas y corruptos que lo quieren derrocar.

La caotización de los precios comprueba el agotamiento de los controles de cambio y de precios como instrumentos de política antiinflacionaria. Ya no rinde ningún fruto el enorme sacrificio fiscal que se hace a través de una tasa oficial tan baja, ni los cuantiosos subsidios a bienes y servicios que no han servido para mantener a raya la inflación. De allí la necesidad de reconocer el impacto que han tenido los errores de política económica en la destrucción del sistema de precios relativos. Mientras el gobierno no corte por lo sano y corrija las graves distorsiones que generan tanto el régimen de cambios múltiples, como los rígidos controles de precios y los ineficientes subsidios que estimulan la caída de la producción, el contrabando de extracción y la escasez, se mantendrán las verdaderas causas de las largas colas que tanto malestar están generando en la población.



[1] http://www.correodelorinoco.gob.ve/caracas/maduro-si-se-rompen-fronteras-racionalidad-iremos-al-pueblo/

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