viernes, 28 de noviembre de 2014

Tensiones entre el Plan de la Patria y la OPEP

Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencia 2013

La amenaza de división acecha nuevamente a la Opep. La caída de los precios del petróleo golpea los ingresos de países miembros de la organización, sobre todo a Venezuela, Irán, Irak, Nigeria que, agobiados por sus déficits fiscales y próximos pagos de deuda, requieren acciones urgentes para lograr que el precio del crudo vuelva otra vez a 100 $/barril. Pero Arabia Saudita -país que cuenta con suficientes reservas en divisas para soportar la caída de los precios-, es partidario de dejar que sea el mercado quien los restaure, en lugar de recortar la producción.
Extractivismo no ayuda a defender los precios
En materia de política petrolera, el objetivo cardinal del gobierno bolivariano ha sido reivindicar precios más justos para el petróleo, lo cual suele ir a contrapelo de maximizar la extracción del crudo. Habría que preguntarse, entonces, si el Objetivo N° 3 del “Plan de la Patria” -en el cual se propone elevar la explotación de petróleo de 3,3 a 6 millones de barriles diarios para el año 2019-, entra en contradicción con la lógica del mercado petrolero, donde el aumento de la producción generalmente provoca una baja en los precios y viceversa.
Controlar los volúmenes de producción es la mejor manera de defender un nivel alto para los precios del petróleo. Por lo tanto, duplicar la extracción puede inducir a los demás países de la OPEP a aumentar su producción, provocando así una sobreoferta de crudos que pudiera hundir los precios. Esto significaría retroceder al tiempo en que los países miembros resquebrajaron su disciplina de cuotas, aumentaron unilateralmente la producción y provocaron una sobreoferta que deterioró por largos años los precios internacionales del petróleo.
El círculo vicioso del rentismo
Nadie puede cuestionar la importancia de haber recuperado la soberanía de los recursos naturales para reorientar la renta petrolera en función de derrotar los terribles flagelos del desempleo, la pobreza y la exclusión social. Pero también es necesario reconocer que el rentismo sigue siendo el sostén económico del gobierno bolivariano, tal como lo fue en la IV República. En esencia, se mantiene el círculo vicioso del rentismo.
En efecto, el control de la producción ha sido una apuesta de Venezuela para fortalecer la OPEP, recuperar los precios del petróleo y aumentar la renta. No ha sido para superar el modelo extractivista y transformar la economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo exportador. La posibilidad real de transitar hacia el post-extractivismo implica desplegar el potencial de otras actividades productivas que compensen lo que el país dejaría de percibir, si decide disminuir el ritmo de extracción petrolera.
Duplicar la extracción de petróleo puede exacerbar las patologías del rentismo. Ante cada auge de los precios del petróleo hay un auge del consumo, la abundancia de divisas conduce a la sobrevaluación de la moneda y esto hace que sea más fácil y rentable importar que producir. Esta práctica se ve acentuada por la política de anclaje cambiario que tiende a congelar el precio de la divisa por varios años, lo cual se traduce en un subsidio del dólar y, en consecuencia, a las importaciones que se hacen con un dólar oficial barato. Los productores se transforman en importadores y la creciente e indetenible tendencia a importarlo todo castiga y desplaza a la producción nacional.
Superar la ilusión de prosperidad
Venezuela arrastra una arraigada cultura rentista y vive atrapada en una reiterada promesa de desarrollo y bienestar, según sea el destino que se le imprima a la renta petrolera. La ilusión de riqueza y prosperidad que la cultura rentista implanta en el imaginario de la gente se exacerba cuando se certifican las reservas más grandes del mundo, las cuales pueden ser explotadas durante siglos. Esto brinda una sensación de autosuficiencia que refuerza la cultura extractivista-rentista-consumista y posterga los esfuerzos por construir un modelo productivo que asegure la independencia y soberanía económica.
La mentalidad extractivista-rentista sigue siendo una constante no solo en las élites gobernantes, sino también en el movimiento empresarial y en la mayoría de la población. Empresarios, trabajadores y consumidores pugnan por capturar la mayor tajada de la renta petrolera, con el fin de lograr un ingreso superior al que en rigor les corresponde por su propio esfuerzo productivo. Todos reclaman “su gotica de petróleo”.
El extractivismo petrolero es el sustento financiero tanto del capitalismo rentístico como del neorrentismo socialista. Pero en ambos casos la inercia extractivista resulta absolutamente funcional a la lógica de dominación que impera en las viejas y nuevas potencias. Ayer fueron los EE.UU, hoy es China, ambos necesitados de proveedores seguros de materias primas y recursos energéticos. Con nuevos argumentos que ocultan la vieja forma de inserción dependiente a la economía internacional, hoy se pretende justificar la profundización del extractivismo. Como ahora se trata de obtener los cuantiosos recursos que se necesitan para aumentar la inversión social, se plantea profundizar el modelo extractivista para que todo lo pague el petróleo. Así seguiremos condenados a entregar recursos naturales a los grandes centros industrializados y potencias emergentes, en lugar de concentrar los esfuerzos en superar la cultura rentista que después de un siglo ha demostrado su incapacidad para erradicar las causas estructurales del desempleo, la pobreza y la exclusión social. @victoralvarezr

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