viernes, 7 de agosto de 2015

La dolarización espontánea

Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias

La dolarización de una economía comienza como un fenómeno espontáneo a través del cual las personas naturales y jurídicas buscan protegerse de la acelerada pérdida del poder adquisitivo que sufre la moneda nacional. Así, la economía gradualmente va cotizando y transando un número creciente de mercancías en dólares. Esta práctica se inicia en el mercado inmobiliario y con los productos que tienen un alto componente importado, tales como vehículos, electrodomésticos, computadoras, teléfonos móviles, etc., pero luego se extiende a todos los mercados y ramas de la economía.

La dolarización como fenómeno espontáneo encuentra su principal factor propagador en las desviaciones y errores de la política económica, sobre todo cuando el creciente déficit fiscal tiende a ser financiado con desmesuradas emisiones de dinero sin respaldo que disuelven el poder de compra de la moneda nacional. Un coctel perfecto para catalizar la dolarización surge cuando las tasas de interés permanecen largo tiempo congeladas y no compensan lo que pierden los ahorros debido a la inflación. En esas condiciones, nadie quiere ahorrar en moneda nacional y todos buscan dólares a cualquier precio para proteger el poder de compra de los recursos familiares y empresariales. 

¿En qué consiste la dolarización?

La dolarización oficial consiste en una decisión entre el gobierno y la autoridad monetaria para sustituir el signo monetario nacional por el dólar. Aunque inicialmente los gobiernos y autoridades monetarias de esos países se resistieron a aplicar la medida, en América Latina solo Panamá, Ecuador y El Salvador tienen economías oficialmente dolarizadas.

Al dolarizar, el instituto emisor cambia toda la moneda nacional en circulación por divisas. Un factor clave es la tasa de cambio a la cual se transforma en dólares la moneda nacional. Como la tasa de cambio es una relación entre dos monedas, una referencia elemental para convertir la moneda nacional por dólares puede ser la división de la liquidez monetaria entre las reservas internacionales (LM/RI). En Venezuela, este resultado está en torno a los 100 Bs/$, la mitad del Simadi y apenas un 25 % de la cotización del dólar paralelo.

Como es lógico suponer, las personas naturales y jurídicas querrán recibir la mayor cantidad de dólares por las monedas, billetes y depósitos bancarios que tienen. Sin embargo, en presencia de un régimen de cambios múltiple en el que prevalece una abismal diferencia entre las diferentes tasas de cambio, para obtener más dólares la gente exigirá que se le cambien sus bolívares a la tasa más barata, mientras que el Banco Central procurará hacer rendir las reservas internacionales aplicando la tasa de cambio más cara para y recibir así la mayor cantidad de moneda nacional por cada dólar que entregue.

Para despejar el terreno y evitar un confrontación que pueda complicar aún más la administración de la medida, -antes de dolarizar-, las autoridades pueden unificar el régimen de cambios múltiple en torno a la tasa oficial más alta, la cual se aplicaría para el canje de bolívares por dólares una vez que se haya oficializado la medida de dolarizar la economía.

Dolarización oficiosa, más no oficial

En el caso venezolano, la práctica de la dolarización no puede ser considerada como un capítulo más de la guerra económica a la cual el gobierno atribuye los graves problemas de escasez, acaparamiento y especulación que azotan a la población.

Muchas y variadas son las medidas adoptadas por el propio gobierno que han contribuido a crear una cultura de la dolarización. Desde la emisión de bonos de Pdvsa denominados en dólares que se compraban en bolívares, hasta el Convenio Cambiario N° 33 que dictó las normas para las operaciones en divisas en el sistema financiero nacional, pasando por el Sistema de Transacciones en Moneda Extranjera (Sitme) y el Convenio Cambiario Nº 20 que autorizó la apertura de cuentas en divisas, el gobierno ha venido flexibilizando las condiciones que permiten realizar un creciente número de transacciones financieras y comerciales en dólares. Quienes tienen cuentas en divisas en la banca nacional pueden realizar transferencias electrónicas desde y hacia el exterior, lo cual facilita las operaciones de compra-venta en dólares. En el caso de las empresas, éstas pueden mantener fondos en divisas destinados a la adquisición y pago de bienes y servicios relacionados con los proyectos de inversión que ejecutan en el país.

Aunque oficialmente no termina de publicarse la medida en la Gaceta Oficial, la compra-venta de vehículos en divisas acelerará aún más el fenómeno de la dolarización. En efecto, al aceptar que las ensambladoras vendan vehículos en dólares se abren nuevos senderos para extender la dolarización hacia otros mercados. Tengamos en cuenta que la adquisición de vehículos mayoritariamente se realiza a través de préstamos bancarios, lo cual lleva a pensar que la dolarización se extenderá a la firma de los contratos crediticios. Lo mismo ocurre con las pólizas de seguro que son obligatorias para protegerse del robo o pérdida total, en caso de choque o accidente. Como  la reposición del vehículo solo podrá hacerse en dólares, se supone que la póliza también tendrá que ser en dólares. Incluso, cualquier reparación que implique la sustitución de piezas y repuestos importados seguramente tendrá que pagarse en dólares que ya no proveen ni Cencoex ni Sicad.

¿Es buena o mala la dolarización?

En un país donde el 95 % de las divisas que ingresan pertenece al Estado, el régimen cambiario suele estar supeditado a los vaivenes de las finanzas públicas. Mientras abundan los petrodólares, el ingreso fiscal de origen petrolero es alto y la tasa de cambio oficial suele ser baja. Pero cuando caen los precios del petróleo y las divisas se tornan cada vez más escasas, el gobierno ya no puede darse el lujo de venderlas tan baratas y devalúa para obtener más bolívares por cada dólar. La devaluación fiscalista suele tener un fuerte impacto inflacionario debido al alto componente importado con el que opera la economía nacional, el cual se encarece con cada devaluación. En este sentido, la dolarización elimina las devaluaciones fiscalistas, toda vez que el gobierno no podría vender más caros los petrodólares con el fin de incrementar sus ingresos fiscales. Pero al erradicar esta especie de impuesto cambiario, la corrección de la brecha fiscal tendría que hacerse, o bien reduciendo el gasto público, a bien a través de una reforma tributaria para recaudar más impuestos.

Una de las grandes críticas que se le hace al actual gobierno y al BCV tiene que ver con el auge inflacionario que genera la emisión de desmesuradas cantidades de dinero sin respaldo en la producción para financiar el déficit fiscal. Cada emisión de dinero inorgánico deteriora aún más el desbalance entre el mercado monetario y el mercado de bienes y servicios. Mucho dinero y pocos productos, mucha demanda y poca oferta en u mercado signado por crecientes índices de desabastecimiento y escasez. Y mucho dinero persiguiendo pocos productos no puede ocasionar otra cosa que no sea más y más inflación. Si bien es cierto que la dolarización erradica la perversa práctica de monetizar el déficit fiscal, también lo es que el país dolarizado renuncia al margen de maniobra que ofrece la política monetaria para expandir o contraer la cantidad de dinero en circulación, en dependencia de los objetivos de política económica que se platee lograr. No obstante, al aliviar las presiones inflacionarias derivadas de las emisiones  de dinero sin respaldo, se pueden lograr tasas de interés reales positivas que estimulen el ahorro y alivien las presiones de demanda que atizan la inflación. A su vez, tasas de interés que no persigan la inflación tienen a bajar y a reducir los costos financieros, estimulando así la inversión productiva y la generación de abundantes empleos estables y mejor remunerados.

El asunto está en que un país dolarizado tiene que generar suficientes dólares. Pero la economía rentista venezolana prácticamente no produce ni exporta nada que sea no sea petróleo. Es la única actividad que genera divisas a un país que tiene que pagarlo todo en dólares. Por lo tanto, hasta tanto se conforme un sólido aparato productivo -capaz de sustituir importaciones y diversificar la oferta exportable-, el ingreso en divisas dependerá del comportamiento errático de los precios del petróleo. @victoralvarezr

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