Víctor Álvarez R. / Premio Nacional de Ciencias
La
política monetaria restrictiva dejó sin liquidez a la banca, restringió el crédito bancario y redujo la demanda
divisas, cuyo precio se frenó en comparación con el resto de los precios.
Así, mientras la mayoría de las mercancías registra aumentos significativos, el
precio del dólar no sube a la misma velocidad y por eso las familias y empresas
tienen que cambiar cada vez más dólares para pagar en bolívares la misma
cantidad de productos. Esta brecha da origen a una sobrevaluación de la tasa de
cambio que genera en la gente la impresión de una inflación en dólares.
En septiembre de 2020, la tasa de cambio superó los 430.000 Bs/$. Agréguele a esta cantidad los ocho ceros que le quitaron a los billetes viejos y le dará una cifra que pocos pueden leer. (43.000.000.000.000 Bs/$). Nuevamente el precio del dólar se ha desquiciado y su impacto sobre la hiperinflación no se hará esperar. Esto se debe a la reciente medida del BCV de liberar 30 billones de bolívares semanales del 90% de las captaciones del público que los bancos están obligados a congelar bajo la figura del encaje legal. Este monto equivale a unos $ 80 millones.
Un
impacto positivo de la reinyección de este dinero a la banca es que se reactivarán
los préstamos a la producción y el consumo. El efecto no deseado es que inmediatamente
estos bolívares los convierten en dólares para proteger su poder de compra,
presionando así el aumento de su precio. Adicionalmente, esto tiene un
inevitable impacto sobre el saldo en bolívares de los préstamos comerciales que
están indexados a la evolución de la tasa de cambio.
Como
la conversión de bolívares a dólares no solo se hace para protegerse de la
inflación, sino también para pagar operaciones de compra-venta en una economía
cada vez más dolarizada, la mayor demanda de divisas ejerce una permanente
presión al alza de la tasa de cambio que aumentará mientras el BCV siga inyectando
liquidez a la banca y emita dinero que transfiere a Pdvsa y empresas públicas
deficitarias para que éstas puedan pagar nóminas, proveedores y contratistas,
quienes también se protegerán de la hiperinflación comprando divisas.
La
política monetaria que intenta frenar el precio de la divisa ha degenerado en
un incentivo perverso a la especulación cambiaria, toda vez que los especuladores
aprovechan las semanas en las que la tasa de cambio se frena para comprar divisas
a un precio menor al que realmente deberían tener y revenderlas cuando la
contención cambiaria se hace insostenible y nuevamente se desquicia el precio
del dólar. Los especuladores cambiarios revenden lo acumulado y obtienen así cuantiosas
ganancias sin haber realizado ninguna inversión productiva.
Esta
arritmia cambiaria se prolongará debido al colapso de la producción petrolera
que merma el ingreso en divisas, a la prolongada contracción de la economía
interna, al déficit fiscal y su financiamiento con emisiones de dinero
inflacionario, así como a la reinyección a la banca de la liquidez represada en
el BCV.
Por
todas estas razones, es previsible que en lo que resta de año la tasa de cambio
y la hiperinflación seguirán subiendo considerablemente, azotando el presupuesto
de los hogares, empresas e instituciones.
Ver video https://youtu.be/4ZRXFgyFITU
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