miércoles, 7 de agosto de 2013

Del anclaje cambiario al sistema de bandas

Víctor Álvarez R.
Después de una década de control de cambio, cada vez se hace más difícil sostener un régimen cambiario fijo. Hasta ahora, se ha atornillado el precio oficial de la divisa durante varios años, para luego aplicar maxidevaluaciones de 100% y $46,5%, con el alto impacto inflacionario que esta medida genera en una economía con un creciente componente importado. Es hora de analizar la viabilidad y conveniencia de flexibilizar el régimen cambiario a través de un sistema de bandas, conducente a una paridad que exprese la verdadera productividad de la agricultura e industria, alivie las presiones sobre las reservas internacionales y contribuya así al logro de la estabilidad macroeconómica.

Un gobierno que comprende los riesgos de los desequilibrios macroeconómicos está llamado a corregir el déficit fiscal, evitar emisiones de dinero inorgánico, minimizar el endeudamiento externo y hacer un manejo inteligente de la política cambiaria para ahorrar divisas a través de la sustitución de importaciones, diversificar la oferta exportable para aumentar el ingreso de divisas no petroleras, y mejorar la posición de reservas internacionales que respaldan el bolívar.

Costos y beneficios de la rigidez y flexibilidad cambiaria

La política cambiaria es un elemento clave para la evolución del PIB, toda vez que influye sobre las importaciones y exportaciones, sobre la inversión extranjera e, incluso, sobre la fuga de capitales.  A su vez, la competitividad de la producción nacional se puede ver respaldada o castigada por la sobrevaluación o devaluación del bolívar, estimulando las importaciones o exportaciones, según sea el caso.

En los primeros años, el anclaje cambiario contribuyó a aliviar la presión inflacionaria, pero a la larga ha devenido en un factor desestabilizador, cuya superación reclama mayor flexibilidad. Solo así podrá corregirse oportunamente la diferencia entre la inflación nacional y la de los principales socios internacionales que da origen a la sobrevaluación del bolívar. En los hechos, el anclaje cambiario se traduce en un subsidio al dólar oficial, lo cual estimula masivas importaciones que desplazan la producción nacional y destruyen el empleo productivo.

Pero también hay costos políticos. Los desequilibrios macroeconómicos se manifiestan en la voracidad inflacionaria que puede ser penada por el electorado en las elecciones municipales del 8 de diciembre. Cuando el elector sufre la ineficacia de la política económica para contener el alza de los precios y superar el malestar del desabastecimiento, lo invaden expectativas inflacionarias que lo llevan a hacer compras nerviosas, atizando aún más los altos niveles de inflación y la escasez. Y la erosión que sufre la capacidad adquisitiva de los hogares, suele ser severamente castigada a la hora de votar.

Hacia un sistema de bandas

A través de un sistema de bandas, el tipo de cambio puede variar dentro de límites previamente determinados. Cuando el precio de la divisa amenace con perforar los extremos de la banda y ponga en riesgo los objetivos de la política cambiaria, entonces la autoridad monetaria y el gobierno intervienen para mantener las aguas en su cauce. Como el Estado es el dueño del 96% de las divisas, el mecanismo puede funcionar a través de un sistema de flotación administrada por el BCV, el cual interviene para asegurar la evolución de la paridad cambiaria a la luz de los objetivos de política económica. Bajo expectativas racionales, la certeza de que el BCV intervendrá eficazmente cuando la cotización alcance los límites de la banda, impedirá que se desboque el mercado paralelo. Así, la apreciación o depreciación esperada es perfectamente predecible dentro de unos márgenes manejables. En el límite inferior de la banda las expectativas serán de depreciación, mientras que en el límite superior serán de apreciación.

La importancia de la credibilidad

Tradicionalmente, el régimen cambiario venezolano ha quedado sometido a los designios de la política fiscal. Al devaluar con fines fiscales se encarece el componente importado. Si a esto se suma el daño que le causan al poder de compra del bolívar las emisiones inorgánicas de dinero para financiar el déficit, resulta que el manejo errático de las políticas fiscal y monetaria terminan siendo un factor propagador del auge inflacionario.

Los desequilibrios macroeconómicos que se expresan en el estancamiento del PIB, el déficit fiscal, la emisión de dinero inorgánico, el auge inflacionario y la caída de las reservas internacionales, son interpretados por los agentes económicos como la antesala de una inminente devaluación, y esto les induce a compras nerviosas de divisas. En gran medida, esto es lo que explica el desquicie del mercado paralelo, con la consiguiente ampliación de la brecha entre ambos precios de la divisa.

De allí que la coordinación y armonización de las políticas macroeconómicas sea un factor clave para lograr la viabilidad y credibilidad del sistema de bandas. Estas también dependerán de los precios del petróleo y su impacto sobre la disponibilidad de reservas internacionales, así como de reglas claras que sean respetadas por las autoridades y sometidas a la contraloría frecuente de la Asamblea Nacional. Todo esto reforzará la credibilidad del sistema de bandas, en función de avanzar a una nueva etapa de la política cambiaria, más abocada a inducir las transformaciones de la economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo exportador.

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