Por: Víctor Álvarez R.
Mientras
en EE.UU., Unión Europea y Japón el
precio de la gasolina no baja de $ 3,90 el galón de 3,78 litros, en Venezuela
la gasolina de 91 octanos se vende a
0,07 Bs/litro y la de 95 octanos a 0,097
Bs/litro. Esto es menos de 2 centavos de dólar por litro. En aquellos
países, llenar un tanque de 60 litros cuesta más de 60 dólares, mientras que en
Venezuela solo vale 5,80 bolívares, menos de un dólar a la tasa de cambio
oficial.
El contrabando
de extracción
Venezuela consume 330.000 barriles diarios de gasolina. La salida ilegal del combustible tiene
su causa en el inmenso diferencial entre el precio en Venezuela y el que se
cobra en la frontera. Es tan elevada la salida ilegal del combustible que la producción nacional ya no alcanza, lo
cual presiona la necesidad de importar
componentes para satisfacer semejante demanda.
En
Colombia, el galón de 3,78 litros cuesta 8.600 pesos, 2.275 pesos por litro. Con
base en una tasa de cambio 1.900 pesos por dólar y 6.30 Bs/$, un bolívar equivale
a 301,6 pesos. Si dividimos 2.275 pesos que cuesta el litro entre esta tasa de
cambio de 301,6 bolívares por peso, esto significa que un litro de gasolina que se compra en Venezuela a 0.097 se puede vender
en Colombia al equivalente de Bs. 7,5. Calculado en pesos colombianos, el litro
que en Venezuela cuesta solo 29 pesos, en Colombia se vende a 2.275, y esto es
un tremendo incentivo para los traficantes de gasolina. Llenar un tanque
de 80 litros de 95 octanos por apenas 2.320 pesos (lo que cuesta un solo litro
en Colombia) para luego revenderlo por 182.000 es un negocio muy lucrativo que
incentiva el contrabando de extracción. Con un viaje diario de lunes a viernes cualquiera
obtiene un ingreso de $ 500 a la semana y $ 2.000 al mes. Esto sin considerar
los vehículos de las redes de contrabandistas que han sido acondicionados con
tanques con capacidad de 250 litros y más.
Fallos del
mercado vs. fallas del Estado
Ante
semejante diferencial de precios, cualquier control o medida represiva que se tome
con la intención de combatir el contrabando de extracción, siempre será
insuficiente. La solución no está en
más alcabalas y controles sino en erradicar el principal estímulo a tales
prácticas perversas e ilegales. Sincerar el precio de la gasolina, sin que esto
signifique llevarlo al precio internacional, permitirá reducir este enorme
diferencial que es la principal causa del contrabando de
extracción.
En el caso
de la gasolina subyace la misma lógica que explica la ninfomanía del dólar. El precio
oficial se mantiene anclado por varios años, mientras que el precio que se forma en el mercado se va
alejando de la cotización oficial. El dólar de Cadivi, e incluso el de las
subastas del Sicad, resultan muy baratos en comparación con el precio que la
gente está dispuesta a pagar por la divisa en el mercado paralelo. Semejante
brecha entre uno y otro precio es lo que estimula una insaciable demanda de las
divisas subsidiadas a la tasa de cambio oficial.
En el caso
de la gasolina, su precio en la frontera se distorsiona aún más debido al
anclaje cambiario. En todo caso, tanto el creciente diferencial del precio del
combustible en la frontera, como la brecha entre el precio oficial del dólar y su
cotización en el mercado paralelo, se traducen en un incentivo a la corrupción,
el cual ya ha sido denunciado por ministros y altos funcionarios del Estado. Paradójicamente,
la cura de la ninfomanía del dólar y la solución al contrabando de extracción
no dependen de la mano invisible del mercado, sino de la mano que firma la
decisión gubernamental para sincerar tanto el precio de la gasolina como el
precio del dólar.
Los
problemas relacionados con el contrabando de gasolina y la especulación con las
divisas no se debe a fallos del mercado, sino a fallas de las decisiones
gubernamentales que han optado por congelar el precio de la gasolina y mantener
anclada la tasa oficial de cambio, en un contexto inflacionario. La reciente
crisis económica mundial dejó claro los estragos que causan las fuerzas ciegas
del mercado cuando se dejan sin regulación ni control, pero también las
regulaciones arbitrarias y rígidas han demostrado el terrible daño que le hace
a la economía y el bienestar de una Nación, el desconocimiento e incomprensión
de las leyes que rigen la dinámica económica.
Que decida la ciudadanía
El exagerado y prolongado subsidio a la gasolina
estimula el despilfarro del combustible, con el consiguiente impacto en la
contaminación del aire que todos respiramos, el colapso del tráfico en todas
las ciudades y la irrecuperable pérdida de millones de horas de trabajo y
descanso. Pero no se trata de aplicar
un aumento brusco y torpemente ejecutado, que provoque malestar y protestas
populares, sino de sincerar gradualmente el precio de la gasolina, reorientando
los ingresos que se obtengan por el aumento a modernizar y ampliar la flota de transporte
público. El
artículo 71 de la Constitución plantea claramente que “las materias de especial
trascendencia nacional pueden ser sometidas a referendo consultivo”. Es hora de
promover un amplio debate nacional para que sea la ciudadanía, en el marco de
la democracia participativa y protagónica que plantea la Constitución, la que
decida si se debe aumentar el precio de la gasolina, en qué monto y dónde se
deberían invertir los miles de millones de dólares que anualmente se perciban
por el ajuste del precio del combustible. @victoralvarezr
Totalmente de acuerdo no entra en mi cabeza que los alimentos o un kilo de hortalizas, verduras, frutas, en fin, cueste mas que llenar el tanque de gasolina, ese subsidio q lo Dirijan a la comida q es lo q necesita los seres humanos para vivir fundamentalmente.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo no entra en mi cabeza que los alimentos o un kilo de hortalizas, verduras, frutas, en fin, cueste mas que llenar el tanque de gasolina, ese subsidio q lo Dirijan a la comida q es lo q necesita los seres humanos para vivir fundamentalmente.
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