Por: Víctor Álvarez R.
En un Informe
sobre “Perspectivas energéticas mundiales”, la Agencia Internacional de Energía
y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico estiman que Venezuela subsidia el 75,3% del costo
de la gasolina, equivalente a $15.700
millones, 6,9% del PIB y $689,2 por persona. Con base en costos y precios
nacionales, estudios locales calculan el subsidio en $ 7.500 millones. En
cualquier caso, estamos hablando de montos extraordinariamente altos que
pudieran ser reorientados a atender necesidades
sociales insatisfechas, tales como el transporte público o viviendas para los
refugiados.
El subsidio a la gasolina es una medida que aparentemente favorece a los
que menos tienen pero que, en realidad, facilita una distribución regresiva del
ingreso que solo beneficia a los que más tienen y perjudica a los más humildes.
Cuando se destinan cuantiosos recursos públicos para
subsidios indirectos que benefician a pobres y ricos por igual, se comete una
injusticia redistributiva porque los que más tienen no necesitan que se les
subsidie nada.
El subsidio a la gasolina se está convirtiendo en una medida
reaccionaria y antipopular que empieza a provocar un creciente malestar e
indignación en los sectores de menores ingresos que no sienten el beneficio de
semejante subsidio. Están cada vez más conscientes de que el bajo precio del
combustible beneficia sobre todo a las familias que tienen dos, tres o más
vehículos; mientras que los que no tienen carro se ven obligados a desplazarse
en autobús o metro y, por lo tanto, en nada se benefician de una gasolina
irracionalmente barata. Desde las bases populares se empieza a plantear la
necesidad de sincerar el precio del combustible para redistribuir ese ingreso
desde los sectores que más carros tienen, hacia los sectores que no tienen un
vehículo propio. Eso sería mucho más progresista, justo y equitativo.
En efecto, la ciudadanía está cada vez más consciente de la
aberración que significa el actual precio de la gasolina y empieza a rechazar
un escandaloso subsidio que en nada favorece a los más humildes que se ven
obligados a trasladarse en un sistema de transporte público todavía muy deficiente.
No se trata de subir el precio al nivel internacional ni de aplicar aumentos de forma brusca y torpe que provoquen malestar y
protestas populares. Se trata de sincerar gradualmente el precio del
combustible para cubrir los costos de producción y generar un excedente
destinado a modernizar la flota de transporte público que ayude
a mejorar las precarias condiciones en las que viajan quienes no poseen
vehículo. Con este fin, se podrían transferir las bombas de gasolina a las
Comunas para que éstas destinen el incremento del combustible a crear empresas
de transporte público y ampliar el número de unidades, imprimiendo un poderoso
impulso a la nueva economía comunal, bajo el control de los trabajadores
directos y de las comunidades organizadas. Si el destino del aumento se deja
claro, el pueblo venezolano respaldará mayoritariamente la decisión de sincerar
el precio de la gasolina, toda vez que resultará ser el más favorecido. @victoralvarezr
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