Mientras el Programa de Hugo Chávez se basa
en una creciente intervención del Estado en la dinámica económica y social, el programa de Capriles Radonski plantea el desmontaje
de la intervención del Estado para dejar el desarrollo económico según lo
indiquen las fuerzas del mercado. En la visión que reivindica la intervención
del Estado, los seres humanos son valorados como ciudadanos ante los cuales los
poderes públicos tienen la obligación de asegurar sus derechos al trabajo,
alimentación, educación, salud, etc. En la visión que considera al mercado como
un mecanismo más eficiente, estos derechos ciudadanos son vistos como “servicios”
que provee el mercado; por lo tanto, las personas son vistas como “clientes o
consumidores” y la satisfacción de sus necesidades de alimentación, educación,
salud, etc. podrá lograrse según la capacidad de cada cual para generar un
ingreso que le permita pagar el precio de los mismos.
Estado vs mercado
Las relaciones entre mercado y Estado no es
un asunto que pueda resolverse de una vez y para siempre, para todas las
situaciones y coyunturas. La conveniencia de diferentes niveles de intervención
estatal constituye, hoy en día, uno de los asuntos claves en la reformulación
de las estrategias de desarrollo. La idea de una
ausencia total de regulación estatal es una concepción tan absurda e irreal
como la de concebir una sociedad donde la iniciativa privada no tenga cabida.
En la construcción de la nueva sociedad, el Estado sustituye al mercado como
rector y soberano, pero no como un mecanismo a través del cual se realiza la
producción y comercialización. Más bien, la acción del Estado lo complementa y
reorienta hacia las prioridades nacionales, a través de diferentes incentivos y
regulaciones.
Sin embargo, en el debate económico ha
prevalecido un fuerte sesgo ideológico que considera superior el funcionamiento
del mercado a la acción estatal, desconociendo una larga historia de
intervención pública para apoyar con éxito no solo la construcción socialista; sino
incluso, el propio desarrollo capitalista. No se trata de asumir posiciones extremas, sino de abrirle paso a un
Estado rector que fije directrices claras y estables para estimular un
crecimiento sano de la economía y un desarrollo integral de la sociedad.
La transformación del modelo rentista e importador en un nuevo modelo
productivo exportador requiere de una sabia rectoría del Estado como
planificador (a través de planes globales, sectoriales, etc.), como empresario
(a través de empresas estatales en sectores estratégicos), como inversionista
(a través de la inversión en infraestructura y servicios), como regulador (a
través de la regulación de precios, monopolios, inversión extranjera, etc.),
como benefactor (a través de la inversión social en educación, salud, vivienda,
etc.) y como banquero (a través de una política financiera de impulso a la
actividad productiva).
Es muy importante crear condiciones para que la economía venezolana
funcione al margen de arbitrarias decisiones burocráticas y discrecionales,
pero esto no quiere decir que el Estado tenga que renunciar a intervenir en los
asuntos económicos. El desarrollo económico y social de Venezuela no será obra
del mercado, no serán las leyes de la oferta y la demanda ni el mecanismo de
los precios las fuerzas motrices que aseguren el progreso ni el bienestar de la
sociedad venezolana. Se requiere una intervención inteligente de los poderes
públicos para concertar cuáles son los objetivos que desea alcanzar la sociedad
e identificar los instrumentos más efectivos para lograrlos.
El desmontaje del Estado en el Programa de la MUD
Sin embargo,
en el Programa de la MUD se plantea el objetivo de “Avanzar en el desmontaje de los
controles del Estado y las legislaciones que ahuyentan a la inversión”. Capriles
ha prometido que -de llegar a Presidente-, “erradicaría el
control a la compra-venta de divisas, los controles de
precios y de la economía”. Así, para permitir a los mercados de bienes registrar
crecientes ganancias, desmontaría el control de precios sobre los productos de
primera necesitad, atizando la inflación que devora el poder adquisitivo de
los salarios. Para satisfacer a los mercados financieros, liberarían
las tasas de interés, con lo cual encarecerían los créditos hipotecarios y al
consumo, muchas familias no podrían mantenerse al día en los pagos de sus
viviendas o vehículos, y sus hipotecas y garantías serían ejecutadas,
dejándolas en la calle, tal como ha pasado en EE.EE. y Europa. Para satisfacer
a los mercados cambiarios, erradicarían el control de cambios, el dólar se
dispararía al precio del mercado paralelo, encareciendo las importaciones que
se hacen a 4.30, agravando aún más la inflación.
No olvidemos que para atraer
inversiones, los gobiernos neoliberales compiten ofreciendo los salarios más
bajos. Por eso un gobierno favorable a dejar en libertad los mecanismos del
mercado eliminaría los aumentos de sueldos por decreto, dejando que sea la libre
oferta y demanda de trabajo en el mercado laboral la que defina el nivel de
sueldos. Así, quienes viven de un ingreso fijo llevan todas las de perder, ya
que sus salarios se congelan porque hay mucho desempleo, o el aumento que concede
la dinámica del mercado laboral se queda por debajo de la inflación.
Ese “desacuerdo con los controles del Estado”
es la esencia neoliberal del Programa de Capriles Radonski y constituye un
verdadero peligro que puede descalabrar y barrer con todas las conquistas que
-gracias a la intervención del Estado-, se han logrado para reducir el
desempleo y la pobreza, e impulsar la inclusión social de un creciente número
de personas en el trabajo, la alimentación, educación, salud, cultura, deporte,
vivienda, etc. Los mecanismos del mercado exigen pagar un precio cada vez mayor
por tener acceso a tales “servicios” y, en consecuencia, excluyen a todo aquel
“cliente o consumidor” que no cuente con un ingreso suficiente que le permita
cubrir el costo de los mismos.
Eliminación de los subsidios y reducción del gasto público
El gasto público, particularmente el
“gasto” social improductivo”, tan cuestionado por las políticas neoliberales se
vería considerablemente reducido, a favor de la inversión pública, toda vez que
ésta última supone millonarios contratos y compras de bienes a favor de los
poderosos grupos económicos, los cuales logran capturar por esa vía un mayor
porcentaje de la renta petrolera.
Nada más contrario a la lógina neoliberal que los subsidios que distorsionan los precios del mercado. Para dejar que sea el mecanismo de los precios los que regulen la oferta y la demanda de los bienes y servicios, los subsidios a los alimentos, electricidad,
agua, gasolina, vivienda, etc. serían eliminados.
Tal como lo suelen aplicar
todos los gobiernos neoliberales-, los presupuestos destinados a la educación,
salud, cultura, deporte, ciencia y tecnología, etc. se verían drásticamente
mermados. Por si fuera poco, para reducir el gasto público, se reeditaría la
historia de la privatización de empresas públicas, así como la liquidación y
fusión de entes públicos, con la consiguiente ola de despidos de “burócratas
improductivos”, desconociendo así la importante función que como empleador debe
cumplir el Estado, mientras la economía crece y logra generar trabajo digno,
estable y bien remunerado para toda la población que se encuentra en condiciones
y necesidad de trabajar.
Ahora más que nunca se necesita un Estado capaz de implementar políticas
transparentes y estables, en función de mantener bajo control las fuerzas
ciegas del mercado, propiciar adecuadas condiciones para el desarrollo integral
de la Nación y asegurar así una mejor calidad de vida y bienestar para todos
los venezolanos.
¿Ciudadanos o consumidores?
Estado vs mercado. ¿Ciudadanos o consumidores?. Estas son las dos visiones
que se enfrentan en las elecciones del 7 de Octubre. Al día siguiente sabremos
si los venezolanos y venezolanas seguiremos siendo ciudadanos con derecho al
trabajo, educación, salud, deporte cultura, vivienda, etc. o seremos
transformados en clientes y consumidores, cuyas necesidades básicas y
esenciales solo podremos satisfacer a través de los bienes y servicios que
podamos adquirir con nuestro ingreso, a los precios que fije la dinámica de la
oferta y la demanda en el mercado.
En las presidenciales de 2006 Chávez ganó con 7.309.080
votos, el 62.84% del total. Manuel Rosales obtuvo 4.292.466 votos, el 36.90%.
Sumando los votos a otros candidatos y los nulos, votaron 11.790.397 electores.
Para las presidenciales de 2012 el patrón electoral está cercano
a los 18 millones. Previendo un escenario de alta participación, se espera una
votación del 70%. Esto significa que irían a votar 12.600.000 electores. La
abstención no superaría el 30%, lo cual es muy significativo en términos de
legitimación, si lo comparamos con los procesos electorales en América Latina,
EE.UU. y Europa, donde la abstención está entre 40 y 50 %.
De mantenerse esa correlación de fuerzas de 62.84 % vs 36.90%,
el Candidato de la patria debería sacar al menos 7.917.000 mil votos y Capriles 4.649.000. En las primarias
del 12 de febrero la oposición movilizó 3 millones de electores, equivalente al
70% del total de votos alcanzados por Rosales en las presidenciales de 2006.
Supongamos que debido al inevitable desgaste que sufre
cualquier gobierno luego de 12 años de gestión, esta correlación cambia a favor
de la oposición. Supongamos también que por cada votante de la oposición en las
primarias del 12-F, uno se quedó en casa y no fue a votar. Con base en estos
supuestos, el candidato opositor pudiera obtener 6 millones de los 12 millones
600 mil electores que irían a votar. Es decir, en el escenario más favorable
para Capriles, de todas maneras Chávez le ganaría con 6 millones 600 mil votos.
Es decir, 52 % del total, frente a 48 % de Capriles.
Ante un resultado tan apretado la oposición no vacilaría
en cantar fraude. Afortunadamente, la mayoría de las encuentas dan como ganador al Candidato de la Patria por un amplio margen. Hasta Datanálisis, dirigida por un reconocido opositor al Gobierno Bolivariano, reconoce como inminente ganador a Chávez por más de 14 puntos: 43.8 % vs 29.1 % a favor de Capriles. Sin embargo, ante pronósticos tan favorables, la peor estrategia sería cantar victoria y
asumir una actitud triunfalista. Por lo tanto, todos los factores que apoyamos la candidatura de Chávez estamos llamados a desplegar el mejor de los esfuerzos para que nadie se quede sin ir a votar y amanezcamos el 8 de Octubre con la certeza de seguir siendo ciudadanos con derechos y haber conjurado así la pretensión neoliberal de transformarnos en simples clientes o consumidores.
una pregunta señor Alvarez, si me permite, en escenario de solo 4 puntos porcentuales de diferencia puede o debe el presidente llevar adelante la radicalizacion de su proceso como lo ha anunciado o debe como le he leido a la señora Hanneker respetar la correlacion de fuerzas y conciliar o negociar con ese 48% de la poblacion sus reformas?
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