jueves, 20 de septiembre de 2012

¿Ciudadanos o consumidores?: lo que se decide el 7-O

Mientras el Programa de Hugo Chávez se basa en una creciente intervención del Estado en la dinámica económica y social, el programa de Capriles Radonski plantea el desmontaje de la intervención del Estado para dejar el desarrollo económico según lo indiquen las fuerzas del mercado. En la visión que reivindica la intervención del Estado, los seres humanos son valorados como ciudadanos ante los cuales los poderes públicos tienen la obligación de asegurar sus derechos al trabajo, alimentación, educación, salud, etc. En la visión que considera al mercado como un mecanismo más eficiente, estos derechos ciudadanos son vistos como “servicios” que provee el mercado; por lo tanto, las personas son vistas como “clientes o consumidores” y la satisfacción de sus necesidades de alimentación, educación, salud, etc. podrá lograrse según la capacidad de cada cual para generar un ingreso que le permita pagar el precio de los mismos.
Estado vs mercado
Las relaciones entre mercado y Estado no es un asunto que pueda resolverse de una vez y para siempre, para todas las situaciones y coyunturas. La conveniencia de diferentes niveles de intervención estatal constituye, hoy en día, uno de los asuntos claves en la reformulación de las estrategias de desarrollo. La idea de una ausencia total de regulación estatal es una con­cepción tan absurda e irreal como la de concebir una socie­dad donde la iniciativa privada no tenga cabida. En la construcción de la nueva sociedad, el Estado sustituye al mercado como rector y soberano, pero no como un mecanismo a través del cual se realiza la producción y comercialización. Más bien, la acción del Estado lo complementa y reorienta hacia las prioridades nacionales, a través de diferentes incentivos y regulaciones.  
Sin embargo, en el debate económico ha prevalecido un fuerte sesgo ideológico que considera superior el funcionamiento del mercado a la acción estatal, desconociendo una larga historia de intervención pública para apoyar con éxito no solo la construcción socialista; sino incluso, el propio desarrollo capitalista. No se trata de asumir posiciones extremas, sino de abrirle paso a un Estado rector que fije directrices claras y estables para estimular un crecimiento sano de la economía y un desarrollo integral de la sociedad.
La transformación del modelo rentista e importador en un nuevo modelo productivo exportador requiere de una sabia rectoría del Estado como planificador (a través de planes globales, secto­riales, etc.), como empresario (a través de empresas estatales en sectores estratégicos), como inversionista (a través de la inversión en infraestructura y servicios), como regulador (a través de la regulación de precios, monopolios, inversión extranjera, etc.), como benefactor (a través de la inversión social en educación, salud, vivienda, etc.) y como banquero (a través de una política financiera de impulso a la actividad productiva).
Es muy importante crear condiciones para que la economía venezolana funcione al margen de arbitrarias decisiones burocráticas y discrecionales, pero esto no quiere decir que el Estado tenga que renunciar a intervenir en los asuntos económicos. El desarrollo económico y social de Venezuela no será obra del mercado, no serán las leyes de la oferta y la demanda ni el mecanismo de los precios las fuerzas motrices que aseguren el progreso ni el bienestar de la sociedad venezolana. Se requiere una intervención inteligente de los poderes públicos para concertar cuáles son los objetivos que desea alcanzar la sociedad e identificar los instrumentos más efectivos para lograrlos.
El desmontaje del Estado en el Programa de la MUD
Sin embargo, en el Programa de la MUD se plantea el objetivo de  “Avanzar en el desmontaje de los controles del Estado y las legislaciones que ahuyentan a la inversión”. Capriles ha prometido que -de llegar a Presidente-, “erradicaría el control a la compra-venta de divisas, los controles de precios y de la economía”. Así, para permitir a los mercados de bienes registrar crecientes ganancias, desmontaría el control de precios sobre los productos de primera necesitad, atizando la inflación que devora el poder adquisitivo de los salarios. Para satisfacer a los mercados financieros, liberarían las tasas de interés, con lo cual encarecerían los créditos hipotecarios y al consumo, muchas familias no podrían mantenerse al día en los pagos de sus viviendas o vehículos, y sus hipotecas y garantías serían ejecutadas, dejándolas en la calle, tal como ha pasado en EE.EE. y Europa. Para satisfacer a los mercados cambiarios, erradicarían el control de cambios, el dólar se dispararía al precio del mercado paralelo, encareciendo las importaciones que se hacen a 4.30, agravando aún más la inflación.
No olvidemos que para atraer inversiones, los gobiernos neoliberales compiten ofreciendo los salarios más bajos. Por eso un gobierno favorable a dejar en libertad los mecanismos del mercado eliminaría los aumentos de sueldos por decreto, dejando que sea la libre oferta y demanda de trabajo en el mercado laboral la que defina el nivel de sueldos. Así, quienes viven de un ingreso fijo llevan todas las de perder, ya que sus salarios se congelan porque hay mucho desempleo, o el aumento que concede la dinámica del mercado laboral se queda por debajo de la inflación.
Ese “desacuerdo con los controles del Estado” es la esencia neoliberal del Programa de Capriles Radonski y constituye un verdadero peligro que puede descalabrar y barrer con todas las conquistas que -gracias a la intervención del Estado-, se han logrado para reducir el desempleo y la pobreza, e impulsar la inclusión social de un creciente número de personas en el trabajo, la alimentación, educación, salud, cultura, deporte, vivienda, etc. Los mecanismos del mercado exigen pagar un precio cada vez mayor por tener acceso a tales “servicios” y, en consecuencia, excluyen a todo aquel “cliente o consumidor” que no cuente con un ingreso suficiente que le permita cubrir el costo de los mismos.
Eliminación de los subsidios y reducción del gasto público
El gasto público, particularmente el “gasto” social improductivo”, tan cuestionado por las políticas neoliberales se vería considerablemente reducido, a favor de la inversión pública, toda vez que ésta última supone millonarios contratos y compras de bienes a favor de los poderosos grupos económicos, los cuales logran capturar por esa vía un mayor porcentaje de la renta petrolera.
Nada más contrario a la lógina neoliberal que los subsidios que distorsionan los precios del mercado. Para dejar que sea el mecanismo de los precios los que regulen la oferta y la demanda de los bienes y servicios, los subsidios a los alimentos, electricidad, agua, gasolina, vivienda, etc. serían eliminados. 
Tal como lo suelen aplicar todos los gobiernos neoliberales-, los presupuestos destinados a la educación, salud, cultura, deporte, ciencia y tecnología, etc. se verían drásticamente mermados. Por si fuera poco, para reducir el gasto público, se reeditaría la historia de la privatización de empresas públicas, así como la liquidación y fusión de entes públicos, con la consiguiente ola de despidos de “burócratas improductivos”, desconociendo así la importante función que como empleador debe cumplir el Estado, mientras la economía crece y logra generar trabajo digno, estable y bien remunerado para toda la población que se encuentra en condiciones y necesidad de trabajar.  
Ahora más que nunca se necesita un Estado capaz de implementar políticas transparentes y estables, en función de mantener bajo control las fuerzas ciegas del mercado, propiciar adecuadas condiciones para el desarrollo integral de la Nación y asegurar así una mejor calidad de vida y bienestar para todos los venezolanos.
¿Ciudadanos o consumidores?
Estado vs mercado. ¿Ciudadanos o consumidores?. Estas son las dos visiones que se enfrentan en las elecciones del 7 de Octubre. Al día siguiente sabremos si los venezolanos y venezolanas seguiremos siendo ciudadanos con derecho al trabajo, educación, salud, deporte cultura, vivienda, etc. o seremos transformados en clientes y consumidores, cuyas necesidades básicas y esenciales solo podremos satisfacer a través de los bienes y servicios que podamos adquirir con nuestro ingreso, a los precios que fije la dinámica de la oferta y la demanda en el mercado.   
En las presidenciales de 2006 Chávez ganó con 7.309.080 votos, el 62.84% del total. Manuel Rosales obtuvo 4.292.466 votos, el 36.90%. Sumando los votos a otros candidatos y los nulos, votaron 11.790.397 electores.
Para las presidenciales de 2012 el patrón electoral está cercano a los 18 millones. Previendo un escenario de alta participación, se espera una votación del 70%. Esto significa que irían a votar 12.600.000 electores. La abstención no superaría el 30%, lo cual es muy significativo en términos de legitimación, si lo comparamos con los procesos electorales en América Latina, EE.UU. y Europa, donde la abstención está entre 40 y 50 %.
De mantenerse esa correlación de fuerzas de 62.84 % vs 36.90%, el Candidato de la patria  debería sacar al menos 7.917.000 mil votos y Capriles 4.649.000. En las primarias del 12 de febrero la oposición movilizó 3 millones de electores, equivalente al 70% del total de votos alcanzados por Rosales en las presidenciales de 2006.
Supongamos que debido al inevitable desgaste que sufre cualquier gobierno luego de 12 años de gestión, esta correlación cambia a favor de la oposición. Supongamos también que por cada votante de la oposición en las primarias del 12-F, uno se quedó en casa y no fue a votar. Con base en estos supuestos, el candidato opositor pudiera obtener 6 millones de los 12 millones 600 mil electores que irían a votar. Es decir, en el escenario más favorable para Capriles, de todas maneras Chávez le ganaría con 6 millones 600 mil votos. Es decir, 52 % del total, frente a 48 % de Capriles.
Ante un resultado tan apretado la oposición no vacilaría en cantar fraude. Afortunadamente, la mayoría de las encuentas dan como ganador al Candidato de la Patria por un amplio margen. Hasta Datanálisis, dirigida por un reconocido opositor al Gobierno Bolivariano, reconoce como inminente ganador a Chávez por más de 14 puntos: 43.8 % vs 29.1 % a favor de Capriles. Sin embargo, ante pronósticos tan favorables, la peor estrategia sería cantar victoria y asumir una actitud triunfalista. Por lo tanto, todos los factores que apoyamos la candidatura de Chávez estamos llamados a desplegar el mejor de los esfuerzos para que nadie se quede sin ir a votar y amanezcamos el 8 de Octubre con la certeza de seguir siendo ciudadanos con derechos y haber conjurado así la pretensión neoliberal de transformarnos en simples clientes o consumidores.

1 comentario:

  1. una pregunta señor Alvarez, si me permite, en escenario de solo 4 puntos porcentuales de diferencia puede o debe el presidente llevar adelante la radicalizacion de su proceso como lo ha anunciado o debe como le he leido a la señora Hanneker respetar la correlacion de fuerzas y conciliar o negociar con ese 48% de la poblacion sus reformas?

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