Víctor Álvarez R.
Premio Nacional de Ciencias
¿A quién benefician y a quién perjudican las sanciones económicas?
El
declive de la industria petrolera y la prolongada contracción de la economía
comienzan a partir del año 2014. Las sanciones financieras se aplican en 2017 y
las petroleras en 2019. Son la estocada final a una
economía que ya venía muy mal.
¿A quién afectan
realmente las sanciones? William Brownfield,
exembajador de EEUU en Venezuela, reconoció que las sanciones tendrían “un impacto sobre el pueblo entero, sobre el
ciudadano común y corriente y las comunidades de Venezuela” Y no tuvo
ninguna consideración al agregar que “quizás
sea la mejor solución para acelerar el colapso, aunque produzca un período de
sufrimiento mayor por un período de meses o quizás años”.
Los defensores de las
sanciones argumentan que éstas tienen excepciones en materia de alimentos y
medicinas, pero al impedir la exportación de petróleo del que depende el 96%
del ingreso en divisas de Venezuela, el país se queda sin recursos para importar los alimentos y
medicinas que reciben los sectores más vulnerables.
La escasez de
combustible también está asociada a las dificultades para importar insumos y
repuestos para las refinerías, cuestión que impide el transporte de alimentos y
la movilización de la población.
La
extensión de las sanciones a terceros que se atrevan a tener negocios con
empresas públicas venezolanas implica que sus cuentas y activos en
territorio estadounidense pueden ser bloqueados. Esto inhibe a proveedores de Corpoelec, Hidroven, Pdvsa gas, Cantv y
otras empresas públicas suministrar transformadores, compresores, bombas de agua, repuestos, etc. Por eso, las
sanciones agravan el deterioro de los servicios de electricidad, agua, gas y
telecomunicaciones, todo lo cual empeora aún más las precarias condiciones de
vida de la población.
La banca estadounidense
ha restringido las operaciones con muchos de sus clientes venezolanos, sin
distinguir si son empresas públicas o privadas. Incluso, ONG y organismos
internacionales de ayuda humanitaria han denunciado las dificultades para hacer transferencias a empresas e
instituciones venezolanas.
La
empresa privada está atrapada en el fuego cruzado entre el gobierno y la
oposición. No encuentra alternativa en un gobierno que sigue siendo muy hostil y
la cataloga cómo conspiradora y aliada interna de la coalición internacional
que lo quiere derrocar. Y la oposición que pide el endurecimiento de sanciones perjudica
a los contratistas del gobierno. Este daño en sus negocios no lo reconocen
públicamente las empresas privadas para no ser consideradas una caja de
resonancia de la narrativa oficial que atribuye a sanciones la causa originaria
de la crisis. La polarización las lleva a asumir posiciones políticas que
perjudican sus propios intereses económicos.
Las
sanciones económicas forman parte de una estrategia que tiene como fin forzar
un cambio de gobierno en Venezuela. Sin embargo, luego de tres años de sanciones, ni la explosión social ni
el levantamiento militar que supuestamente derrocarían al gobierno se han
producido. La crisis económica y social
ha empeorado, Maduro sigue en el poder y no se siente amenazado por una
oposición dividida y debilitada que no ha sabido capitalizar electoralmente el
enorme descontento y malestar nacional.
Por el contrario, las
sanciones le han dado al régimen un pretexto perfecto para construir una
narrativa épica de resistencia y evadir
la responsabilidad que tiene la nefasta política de controles, expropiaciones,
sobrevaluación y corrupción en la debacle que ha sufrido la economía nacional.
Las
sanciones económicas tienen que ser levantadas, pero a cambio de la mejora en
las condiciones electorales. Un primer canje puede ser permitir la exportación
de petróleo a EEUU a cambio de una renovación integral del poder electoral para
convocar unas elecciones limpias y creíbles. El 50 % del ingreso petrolero que
se genere sería destinado única y exclusivamente a importar alimentos,
medicinas, vacuna contra el Covid, combustible y repuestos para reactivar la
producción nacional. El otro 50 % sería depositado en un Fondo de Ahorro e
Inversión cuyos rendimientos solo podrán ser utilizados como presupuesto
complementario por el nuevo gobierno que resulte de las próximas elecciones que
se convoquen. ¡Soluciones hay!
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