martes, 15 de octubre de 2024

¿Cómo fue la transición de la dictadura franquista a la democracia en España?

 Conversaciones con el Embajador Ramón Santos

El 20 de noviembre de 1975 se anuncia la muerte del general Francisco Franco, el dictador de España por 40 años. A esta noticia no le siguió el colapso súbito del régimen dictatorial, sino un complejo proceso de reinstitucionalización democrática. La transición española fue un camino que se recorrió paso a paso, en medio de las dolorosas heridas que dejó la guerra civil y la pesada herencia del régimen dictatorial. Exigió acuerdos entre actores políticos largamente enfrentados que renunciaron a la persecución y la venganza para hacer posible la convivencia pacífica en el marco de las nuevas reglas de la naciente democracia española.

¿Cómo fue posible que los herederos de aquella férrea y larga dictadura franquista, acusada de graves violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad, abrieran vías al régimen democrático? ¿La transición española a la democracia fue una conquista de las luchas democráticas o un proceso diseñado por el propio Francisco Franco antes de morir? ¿Acaso ya estaba pactado y escrito lo que a la muerte de Franco luego iba a pasar?

Para comprender mejor cómo se desarrolló la transición española a la democracia hemos invitado al Dr.  Ramón Santos, embajador de España en Venezuela, quien nos ayudará a entender las condiciones históricas concretas en las que se llevó a cabo el proceso a través del cual finalmente el régimen franquista transfirió a los civiles el poder político y el control de las instituciones.

Embajador, ante todo muchas gracias por haber aceptado nuestra invitación a conversar sobre la forma como se desarrolló la transición española a la democracia. ¿Cómo se logró la coexistencia pacífica entre actores militares y políticos del franquismo y las pujantes fuerzas democráticas españolas? ¿Qué pactaron para no perjudicarse, construir confianza y convivir en paz?

Este proceso de transición se entiende si lo inscribimos en el contexto social y económico de la España de 1975, a la muerte de Franco. Era una España que en los últimos 12-14 años había evolucionado mucho, había desarrollado una clase media incipiente pero pujante y bastante extendida en distintas ciudades españolas. Son los años en los que se habla del milagro económico español. Todo aquello se inició con el plan de estabilización de 1916.

En 1959, que supuso prácticamente la salida de dos millones de españoles que se fueron a trabajar a Europa, las remesas de esos emigrantes, más la apertura de España al turismo, empezaron a llegar cientos de miles, millones de turistas europeos a las playas españolas, los flujos económicos que eso suponía, más la reordenación de las fuerzas productivas españolas, las inversiones crecientes que llegaron a raíz del plan.

Todo eso dio un nuevo escenario social y económico que produjo de una manera muy rápida un cambio en la mentalidad social de los españoles. En este contexto se produce la muerte de Franco y dentro del propio régimen de Franco va a haber un ala, va a haber una visión. La reformista conservadora, naturalmente, que se da cuenta de que para mantener la paz social en España y para mantener también sus propias condiciones de vida, las condiciones de vida de la clase a la que ellos representaban, era necesario llegar a un acuerdo e instaurar un régimen político, un sistema político como tantos que había en Europa y que estaban, además, mayormente dominados por fuerzas políticas de corte conservador o de corte derechista, como se quiera decir, y que era posible, por lo tanto, ser demócrata y defender intereses conservadores, que eran los que ellos defendían.

Esto se inicia muy tímidamente con Arias Navarro y el famoso Espíritu del 12 de febrero. Rápidamente el rey Juan Carlos se da cuenta de que no le sirve y tienen que avanzar hacia otras fórmulas. Y quienes van a estar siempre enfrente, por lo menos en los primeros años.

Las grandes dificultades para la transición española van a venir de los militares. Ahí es donde, en distintas ocasiones, va a haber amagos de golpe de estado. Uno que se consumó, que fue el golpe de estado de febrero de 1981. Un constante ruido de sables fue acompañando a las distintas decisiones de liberalización política que fue adoptando el gobierno de Adolfo Suárez.

¿Cómo fue ese ese proceso transaccional o de canje entre la dictadura militar y las fuerzas democráticas? ¿A qué renunciaron ambas partes y dónde hubo puntos de honor en los que ninguno cedió? ¿Cuáles fueron las garantías e incentivos que se acordaron para que el franquismo entregara el poder y a cambio de qué? ¿O acaso fueron unas condiciones impuestas unilateralmente y a la medida del franquismo? 

Hay que tener en cuenta que el motor de la transición política está dentro del propio régimen. Son los sectores sociales reformistas que tienen una visión más clara de la situación social y política española y europea y que se dan cuenta de que a la muerte de Franco lo sabio, lo prudente es evolucionar hacia un régimen democrático homologable a los que había en los países europeos, de la Europa occidental, los que promocionaban promueven ese cambio y tienen que negociar a varias bandas.

Por un lado, con las verdaderas fuerzas democráticas, las que venían de afuera, las que estaban fuera del sistema. De ellas la más importante es sin duda el partido de izquierda moderada, el Partido Socialista Obrero Español, pero a la izquierda de este partido había muchos otros partidos.

El principal de ellos, el más sólido institucionalmente, era el Partido Comunista, y luego muchos otros pequeños partidos, Organización Revolucionaria de Trabajadores, Liga Comunista Revolucionaria, Partido del Trabajo, etc. Había muchos que estaban fuera, había que negociar con todos ellos.

También partidos políticos de derechas, pero que estaban fuera del sistema franquista, que se habían opuesto desde el principio a Franco, en diversos partidos socialdemócrata, partidos de la democracia cristiana o partidos liberales. Junto a eso, junto a esa negociación, estos sectores reformistas tienen que negociar con sus propios, los suyos propios, con las familias de las que ellos vienen, con los propios sectores franquistas que no querían una evolución hacia un sistema democrático, porque pensaban que iban a perder, su posición social y su posición de poder dentro de España. Y estos sectores estaban, a su vez, apoyados por ciertos sectores militares y, a su vez, apoyaban las intenciones de ciertos sectores militares que querían parar por cualesquiera medios, incluida la violencia, el proceso de transición.

En este contexto, la habilidad de los sectores reformistas conduce a que sean las propias cortes franquistas las que decidan, en un momento determinado, disolverse para dar luz a un parlamento plural, una competición electoral en la que iba a participar todo el espectro político que había ido apareciendo en España en el siglo XXI. A lo largo de los últimos años. Y este es el gran éxito de la transición española, como de una manera suave, gradual, naturalmente con sus altos y sus bajos, sus avances y sus retrocesos, pero de una forma muy pacífica se llega a transformar la sociedad de una forma sustancial, casi radical, sin que se produzca un proceso de ruptura política. Sino a través de una reforma conducida por aquellos mismos que representaban el régimen anterior.

¿En qué aspectos hubo ruptura radical con el pasado franquista? ¿En cuáles otros sectores los cambios se dieron como una transición paulatina y gradual? ¿Y en qué ámbitos hubo continuismo del régimen franquista? ¿Qué tan amarrado dejó Franco a los gobiernos democráticos que lo sucederían en el poder?

Hubo ruptura radical en el terreno de las libertades, por un lado; y, en el de las instituciones por otro. España pasó a ser un régimen liberal con libertad de asociación, libertad de pensamiento, libertad de expresión, todos los partidos políticos fueron admitidos, lo cual suponía una ruptura radical con el régimen anterior en que solo el partido político del régimen, si se puede llamar así porque en realidad era un movimiento ideológico, era el que estaba permitido. Y hubo sobre todo ruptura radical institucional. Cuando se aprueba la constitución de 1978 que abolió las siete leyes fundamentales que eran la constitución del régimen de Franco.

Y hubo continuidad sobre todo en términos sociológicos. Es decir, los franquistas pasaron de ser franquistas y por lo tanto partidarios de un régimen dictatorial a ser demócratas conservadoras. Lo hubieran sido durante Franco, si este no fuese un dictador. Es decir, eran la misma gente.

Eran sobre todo posibilistas, pragmáticos, pero salvo un reducido grupo que conocía bien el medio internacional y sabía que la transición era necesaria, pues los demás no lo tenían tan claro y seguían muy aferrados a Franco y a lo que había significado Franco en España en los últimos 40 años.

Y seguían aferrados a aquello que dijo Franco de que: “todo queda atado y bien atado”. Gracias a las instituciones que había establecido y gracias a la monarquía. Pero en la sucesión del rey Juan Carlos, se equivocó. Franco se equivocó. Tanto el rey Juan Carlos como estos sectores reformistas a su muerte vieron que el país tenía que cambiar. Y entre 1976 y 1978 poco a poco fueron desatándose los distintos nudos que el régimen de Franco había atado.

El primero fue la ley de reforma política de enero de 1977, aprobada en referéndum en ese año, que significó las elecciones de junio de ese año. En lugar a esas elecciones, por primera vez elecciones libres en España desde el año 1936. De manera que la institucionalidad franquista fue sustituida por una constitución democrática que, por cierto, sirvió de inspiración a muchas constituciones latinoamericanas que vinieron después. Ese fue, sin duda, la mayor ruptura con el régimen anterior.

Desde la muerte de Franco: ¿Quiénes son los que  han establecido las reglas y procedimientos que han normado y regulado el proceso de transición a la democracia? ¿En qué dimensiones de la vida nacional se ha avanzado más en la re-institucionalización democrática del país?

A la muerte de Franco, la transición hacia una democracia se planteó, diciéndolo en términos simplificados, entre ruptura que defendían las fuerzas democráticas que estaban fuera de la legalidad en ese momento, y la reforma, que defendían las fuerzas reformistas del interior del régimen.

Es esta segunda opción la que acaba triunfando, llevada de la mano por quien podemos considerar el ingeniero de la transición española, que fue Torcuato Fernández Miranda, entonces el presidente de las Cortes, que en triada, junto con el propio Rey Juan Carlos, que fue el motor de todo, y el presidente Adolfo Suárez, impulsó un proceso de transición que se caracterizó por esos términos que tantas veces pronunciaría Torcuato Fernández Miranda, ir de la ley a la ley pasando por la ley. Él que se conocía muy bien, porque era profesor de Derecho Político, las instituciones del franquismo, defendía que las leyes del franquismo permitían no solo la reforma, sino incluso su propia derogación, de manera que las propias Cortes franquistas podían producir un aparato legislativo nuevo que permitiera esa transición a la democracia.

Y bueno, sorprendentemente fue así. Torcuato Fernández Miranda logró convencer a las Cortes franquistas, que debían en un momento determinado, disolverse y dar paso a un nuevo modelo político, convenciéndolas de que al final este nuevo modelo político iba a ser garantía de la paz social, la paz política en España, y de su propio bienestar familiar y personal.

¿En qué consistió la Ley de Amnistía o Ley del Olvido? ¿Qué tipo de inmunidad concedió la ley? ¿Qué faltas, delitos y crímenes quedaron impunes? ¿Hubo juicios, se hizo justicia contra los responsables de violar derechos humanos y cometer delitos de lesa humanidad?

La ley de amnistía de 1977 decía, en su parte central, que se amnistiaban todos los actos de intencionalidad política considerados delitos durante la dictadura. Afectaba a autoridades, funcionarios y agentes del orden que hubieran cometido delitos o que hubieran violado los derechos de las personas.

Incluía a todos, desde el principio, desde el término de la guerra civil. Es decir, que esos principios de verdad, justicia y reparación que suelen presidir estas regulaciones transaccionales, esta justicia transicional que se ha hecho en determinadas circunstancias.

Estoy pensando, por ejemplo, en Sudáfrica o en Colombia o en otras, realmente no tuvo lugar en España. En España, en ese año, se perdonó todo, se quiso olvidar todo, tanto lo que venía de la dictadura como los propios crímenes de organizaciones terroristas como ETA, Grapo y organizaciones de ultraderecha.

¿En qué consiste la Ley de Memoria Histórica y Democrática? ¿Cómo se definieron, clasificaron y atendido el reclamo de las víctimas de la guerra civil y de la dictadura? ¿Qué mecanismos se activaron para conocer y documentar la verdad de lo ocurrido en los años? ¿A través de qué medidas se ha reparado a las víctimas y sus familiares? ¿Cómo se rescata la memoria histórica para promover valores ciudadanos de convivencia pacífica que eviten la repetición de la tragedia?

Las leyes de Memoria Histórica del año 2007 y de Memoria Democrática del año 2022 vienen a reparar los efectos indeseables de ese borrón y cuenta nueva que significó la Ley de Amnistía de 1977. En particular para las víctimas del bando franquista, especialmente de la represión franquista que hubo después de la guerra civil y que fue bastante feroz.

Estas leyes, por un lado, tienen un efecto general de eliminar definitivamente los restos de símbolos franquistas que todavía existían en esos años en distintas partes del territorio nacional y que glorificaban un pasado de violencia y de represión. Y por otro lado atienden a aquellas víctimas cuyos familiares andaban solicitando desde hacía tiempo el conocimiento de sus lugares de entierro a fin de poder llevar sus huesos a una sepultura digna. Esto se hizo cavando las fosas comunes que pulularon en España, como explicaba, durante la guerra civil e inmediatamente después de la guerra civil.

Y otorgando pensiones a los dependientes, viudas, hijos de militares caídos en la guerra civil y después en la represión franquista. Y otro aspecto muy importante, devolviendo la nacionalidad a todos aquellos que la habían perdido, como descendientes de los que emigraron de España o salieron huyendo de España entre el año 1936 y, según la Ley de Memoria Democrática, que amplía mucho su espacio hasta la propia Constitución de 1978, por razones que de alguna forma tuvieran que ver con lo que significó la tragedia de la guerra civil y la dictadura que vino después para numerosas razones.

Con estas leyes se ha intentado poner en valor precisamente la necesidad de concordia sobre la base de unos valores comunes que no pueden ser otros que la tolerancia y el respeto.

Embajador, hemos oído hablar del intento de Golpe de Estado que encabezó el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero. ¿Nos gustaría saber si la transición española ha sido un proceso estable, sin marchas y contramarchas, o tuvo sus momentos de sobresalto que hicieron tambalear la vuelta a la democracia? ¿Cuáles fueron los episodios de mayor incertidumbre?

El proceso de transición española fue bastante estable. En los primeros años hubo muchos momentos de incertidumbre, hubo momentos de verdadera angustia social. Recordemos también que, en esos años, la banda terrorista ETA acentúa sus acciones en un intento claro de desestabilización y de tumbar el proceso democrático español. Pero, en términos generales, creo que el saldo fue de una relativa estabilidad. Naturalmente, hubo subversiones. Hubo sus momentos difíciles, sus marchas y contramarchas, pero, en general, había una confianza social y política en que el proceso culminaría felizmente como así sucedió.

Quizá los dos momentos más difíciles para ese proceso de transición fueron la legalización del Partido Comunista en la primavera, en la Semana Santa del año 1977, y el intento de golpe de Estado de Tejero en 1981. La legalización del Partido Comunista generó una crisis grande, por lo que suponía de desprecio y de pasarse por encima una de las condiciones que habían puesto los militares, que era que jamás se legalizaría el Partido Comunista. Una condición que el entonces presidente Adolfo Suárez había aceptado. Suárez pronto vio que el proceso no iba a quedar completo si no se legalizaba con el Partido Comunista. No iba a haber una pluralidad completa. El Partido Comunista, además, dentro de la izquierda española, tenía mucho renombre, estaba bastante extendido, tenía una buena institucionalidad y demostró, por otra parte, una gran responsabilidad en todo el proceso de transición.

Pero, en fin, este momento, el de la legalización del Partido Comunista, creó una crisis grande. Generó un estremecimiento grande en la estructura militar española que repercutió en la estabilidad política y, claramente, hubo ahí un peligro bastante cierto, de poder tener una marcha atrás. De hecho, este es uno de los elementos que se van acumulando a otros y que conducen, finalmente al intento de golpe de estado de Milán del Bosch y Tejero en el 23 de febrero del año 1981. Un golpe de estado que, afortunadamente, duró muy poco. Fue la toma de las Cortes por Tejero. Duró muy poco gracias a que el propio rey Juan Carlos, vestido de capitán general de los ejércitos, intimó a los líderes de la conspiración para que depusieran las armas y respetaran la democracia.

¿Cuánto queda todavía de la cultura franquista? ¿Hay partidos políticos o movimientos sociales que reivindican el legado franquista? ¿Cuáles son los vestigios y reminiscencias del régimen franquista que es necesario erradicar para lograr la restauración plena de la democracia española?

De la cultura franquista actualmente yo diría, simplificando, pero básicamente ateniéndome a la verdad, pues que no queda nada.

Es verdad que ha surgido en los últimos años un partido que reivindica de alguna manera el legado franquista, que tiene un apoyo popular notable, que es Vox, pero este apoyo popular hacia este partido, que es verdad que es un partido muy conservador y que tiene una mirada hacia el pasado, pero no porque quiera hacerlo presente, sino como manera de protesta contra distintos aspectos de la política actual que no les gusta.

Es una ultraderecha homologable a otras ultraderechas europeas que, en principio, no tenemos que pensar que quieren la instauración de un régimen fascista, de un régimen sin libertades, con persecuciones políticas, lo que definió aquellos regímenes y lo que definió al régimen franquista, que era una dictadura durísima, sino que tiene que ver con la protesta hacia determinadas condiciones y situaciones en las sociedades europeas de este siglo XXI.

De manera que no es que haya que superar ninguna reminiscencia franquista para la recuperación plena de la democracia española. Antes he dicho que, según estos índices que manejan varias universidades del mundo e instituciones que se dedican al estudio de las situaciones políticas y de las democracias en el mundo, España está en ese puñado privilegiado de democracias plenas que no llegan más allá de 24, me parece, según el último conteo.

Y ya para finalizar esta interesantísima conversación con el Embajador de España en Venezuela, Dr. Ramón Santos, quisiéramos preguntarle, ¿Cuál cree usted que fue el costo más importate que tuvo que pagar la sociedad española para recuperar la democracia y la alternabilidad en el poder?

La sociedad española había desarrollado en los últimos 10-12 años una clase media bastante extendida, que incorporaba un cambio importante en su situación económica y en su mentalidad, tanto en la mentalidad social como en la mentalidad individual, en el juicio sobre las conductas de los individuos. Era una sociedad que se había ido haciendo progresivamente más tolerante, más abierta y que estaba preparada para una vida democrática. De hecho, las semillas de la democracia florecieron en esa sociedad inmediatamente y prosperaron de una manera, en una manera muy llamativa y que fue ejemplar para muchas otras sociedades.

El precio que hubo que pagar fueron esos años de angustias, de incertidumbres, de no saber al final cuál iba a ser la desembocadura de todo ese proceso, en el cual estaban todas las fuerzas políticas de acuerdo y la mayor parte de la sociedad.

Y luego, más tarde, y estoy hablando como 20 años después de haberse producido la transición, pues empieza a considerarse que en ese proceso no hubo, como si ha habido en otros procesos, ese descubrimiento, intentos por descubrir la verdad y hacer justicia y hacer reparación a las víctimas de la guerra y, sobre todo, más que a las víctimas de la guerra, a las víctimas de la represión. Esto lo intentaron hacer la Ley de Memoria Histórica y la Ley de Memoria Democrática.

Este quizás es un coste que apareció bastantes años después. Lo que quiero resaltar es la sintonía, la casi unanimidad que se reflejó en la aprobación de la Constitución, de 1978, que había en toda la sociedad española en cuanto al proceso de transición. Lo que demuestra este proceso es precisamente que sociedades que salen de una situación de conflicto pueden asentar sobre las bases del diálogo, de la tolerancia y del perdón, una sociedad en paz, mucho más amigable, sin resentimientos, que no se bloqueen a nadie, que crecen adelante, que crecen rápido, y que se tolera y que se respeta.

Hoy en día, la sociedad española tiene muchos otros desafíos, algunos muy graves, quizás tan graves como los que tuvo, entonces en 1975, en aquellos años de la transición, pero en aquellos años hay que decir que esa unanimidad de la sociedad española en torno a la necesaria transición democrática, dio a la luz uno de los periodos de mayor bienestar económico y mayor bienestar social también, en el sentido de una sociedad que se ha reconciliado consigo misma y que se quiere a sí misma.

Víctor Álvarez R.

Director de Pedagogía Económica y Electoral

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