Conversaciones con Sergio Bitar
ex ministro de Allende, Lagos y Bachelet
Víctor Álvarez R. / Director de Pedagogía Económica y Electoral
El 11 de septiembre de
1.973, el presidente Salvador Allende fue derrocado por un cruento golpe
militar. En el plebiscito del 5 de octubre de 1988, la mayoría de los chilenos
dijeron NO al régimen de Augusto Pinochet. Tras 15 años de férrea dictadura, Chile
inició el tránsito a la democracia por la vía electoral y pacífica. En las
presidenciales de 1989, la Concertación de Partidos por la Democracia y su
candidato, Patricio Aylwin, ganaron con más del 55% de los votos la elección.
Pinochet tuvo que entregar el poder en marzo de 1990. En Chile, la transición a
la democracia no fue por un colapso del régimen militar; por el contrario, éste
logró coexistir y compartir el poder político, militar e institucional.
¿Cómo fue posible que
aquella feroz dictadura militar, acusada de graves violaciones a los derechos
humanos y crímenes de lesa humanidad, en vez de aferrarse al mando, abriera
vías al régimen democrático con alternancia en el poder? ¿Cuáles fueron las
causas, razones y motivos de explican aquel desenlace? ¿La transición chilena a
la democracia fue pactada o impuesta? ¿Fue una conquista de las luchas
democráticas o fue un proceso dirigido y controlado por la propia dictadura
militar que forzó a Pinochet a entregar el poder? ¿Acaso ya estaba pactado y
escrito que eso iba a pasar?
Para comprender mejor
cómo se desarrolló la transición chilena a la democracia hemos invitado al
Dr. Sergio
Bitar, a quien conocí intelectualmente hace 40 años, cuando leí su libro El desafío industrial de Venezuela. Para
entonces vivía exiliado en Venezuela, después de haber sido preso político en
el campo de Concentración de la Isla de Dawson, en la dictadura de Pinochet.
Fue Ministro de Minería en el gobierno de Salvador Allende, Ministro de
Educación en el gobierno de Ricardo Lagos y Ministro de Obras Públicas en el
gobierno de Michelle Bachelet. Fue Senador del Partido por la Democracia, del
cual llegó a ser Secretario General y Presidente. Sergio Bitar tiene una
extensa e impresionante obra intelectual y es coautor junto a Abraham
Lowenthal de un libro que trata el tema que vamos a abordar en esta conversación y
que lleva como título Transiciones
democráticas: Enseñanzas de líderes
políticos. En este libro -que ya es un clásico a la hora de
estudiar los procesos de transición política-, sistematiza y analiza el
testimonio y las reflexiones de presidentes y primeros ministros que
desempeñaron un papel clave en procesos de cambio desde sistemas autoritarios a
democráticos. Como
testigo y protagonista de excepción, en esta conversación Sergio Bitar nos
ayudará a entender las condiciones históricas concretas en las que se llevó a
cabo el proceso a través del cual los militares chilenos finalmente devolvieron
a los civiles el poder político y el control de las instituciones.
Y para hacer rendir el
tiempo, vamos con nuestra primera pregunta.
El Plebiscito del 5 de octubre se pronunció en contra de la continuidad en el poder de Pinochet, pero él siguió siendo una figura poderosa, influyente y relevante en la sociedad chilena. ¿Cómo se logró la coexistencia pacífica entre actores militares y políticos tan antagónicos? ¿Qué pactaron las fuerzas democráticas y los defensores del legado militar para no perjudicarse, construir confianza y convivir en paz?
El caso chileno y el venezolano tienen
muchas similitudes, pero también hay diferencias. Hay elementos comunes, como
en todas las transiciones exitosas, de allí se pueden extraer lecciones.
En el caso nuestro, la lucha
democrática y la transición empezó bastante antes del término de la dictadura.
Las organizaciones sociales, la organización de los partidos, la unidad, la
elaboración de un programa común, el apoyo internacional, todos fueron convergiendo
a lo largo de un periodo de muchos años, hasta que pensamos que podíamos
terminar con la dictadura, por la vía de la unidad, de la oposición y de la
movilización social.
No fue así. Y después de varios
intentos, la represión continuó. Y en nuestro caso, hubo una disposición en la Constitución
aprobada por Pinochet e impuesta en el año 1980, de cómo ocurrirían las formas
de entrega. De cómo ocurriría la entrega del poder a los civiles. Y se implantó
allí la idea de que en 1988 habría un plebiscito: si ganaba Pinochet continuaba
ocho años, si no ganaba había elecciones. También se estableció allí que él
continuaría, en caso de perder, por ocho años como Comandante en Jefe del Ejército.
Te digo esto porque en el caso nacional
chileno, no hubo nunca, un acuerdo con la dictadura, no se negoció nada. Hubo
una lucha por restablecer la democracia, las libertades y los derechos humanos.
Y esa lucha tuvo que canalizarse finalmente a través de un plebiscito. No fue
fácil para nosotros aceptar el plebiscito. Corríamos muchos riegos. Decíamos “¡la
misma dictadura va a contar los votos”!
Nos protegimos con un sistema de conteo
paralelo de los votos, o por lo menos de contar con toda la información, de
manera que fuera discutida el resultado de la elección. Y allí, por tanto, hay
un problema que podría analizarse más, y es el rol de los militares en que se
cumpliera ese propósito, cosa que se dio en algunos casos y no se ha dado en
otros.
¿Cómo
fue ese quid pro quo, ese proceso transaccional o canje entre la dictadura
militar y las fuerzas democráticas? ¿A qué renunciaron ambas partes y dónde
hubo puntos de honor en los que ninguno cedió? ¿Cuáles fueron las garantías de
no persecución e incentivos económicos que se acordaron con Pinochet y el
régimen militar para que entregaran el poder y a cambio de qué? ¿O acaso fueron
unas condiciones impuestas unilateralmente y a la medida del poder
militar?
No hubo ningún quid pro quo, ni hubo proceso transaccional, ni
canje. La dictadura impuso una fórmula para garantizar su permanencia y su
influencia en la sociedad chilena. Ya conté que el propio dictador permaneció
ocho años al mando del ejército, pero además quedaron establecidas en la
constitución normas que resguardaban absolutamente los intereses, no solo militares,
sino también de los grupos conservadores que querían resguardar sus intereses
económicos.
Por lo tanto, desde el punto de vista militar, se estableció la
inamovilidad de los comandantes en jefes. De manera que el nuevo presidente
elegido no podía removerlos sino a los cuatro años que terminaba su mandato. ¿Era
eso una democracia? Y recién eso se logró cambiar con la reforma constitucional
del año 2005.
Además, establecieron un procedimiento de financiamiento militar que provenía del 10% de la producción de cobre chilena, lo cual les daba una garantía de no depender de las discusiones políticas que podrían ocurrir después, cuando empezara la democracia. Desde el punto de vista de los cambios institucionales, establecieron un sistema con 10 senadores designados que respondían a los intereses de la dictadura.
De manera que cuando nosotros ganamos las elecciones, y por mucha diferencia, no teníamos la mayoría en el número de senadores. Estos senadores eran contrarios a reformar rápido las cosas para avanzar más apuradamente a la democracia y entregar los derechos. Eso también demoró y garantizó, por lo tanto, el resguardo de los intereses militares.
No hablo de los elementos económicos que también estaban insertos en esta visión. De manera que, en resumen, no hubo quid pro quo antes de la entrega del poder militar. Es a partir del cambio hacia la democracia que comenzaron negociaciones para avanzar en la institucionalización democrática. Pero esta vez con los poderes políticos emanados de la elección en el Parlamento. Se discutía en el Parlamento. Con la derecha, en este caso, muchos de ellos pinochetistas, los cambios que podíamos ir haciendo. La fortaleza de la concertación radicó en su inteligencia y en la mayoría social que la respaldó. Que le permitió ganar todas las elecciones.
¿En
qué aspectos hubo ruptura radical con el legado militar? ¿En cuáles otros
sectores los cambios se dieron como una transición paulatina y gradual? ¿Y en
qué ámbitos hubo continuismo y se mantuvieron los llamados enclaves
autoritarios? ¿Qué tan amarrado dejó Pinochet a los gobiernos democráticos que
lo sucederían en el poder?
Hubo aspectos y rupturas radicales con el legado militar. El punto principal de ruptura fueron los procesos contra los violadores de los derechos humanos. Esa es una cuestión fundamental. La oposición a la dictadura creció en la sociedad para defender su libertad, pero también para castigar a los culpables de asesinatos, prisiones, exilios, muertes, torturas, exoneraciones de los cargos que cumplían.
De manera que el sentimiento era muy fuerte. En ese sentido, la transición chilena, de todas las que hemos analizado también en el libro de Transiciones Democráticas, es la que más lejos avanzó en materia de perseguir las violaciones de los derechos humanos. Se metió preso y después murió el coronel (Manuel Contreras) que presidía los servicios de inteligencia (DINA) e incluso se desaforó a Pinochet y se le procesó.
Ese fue el punto principal y partió con una acción muy enérgica del presidente Aylwin, nuestro primer presidente democrático que constituyó una comisión de verdad y reconciliación que después fue continuada en otros países. Uno de ellos fue Sudáfrica, donde se mandó gente también de Chile para mostrarles cómo esto se había hecho. Y eso pasó finalmente a la justicia. Hubo que reformar la justicia para que hubiera jueces no serviles a la dictadura, que ocurrió un tiempo después, no fue inmediato, y con ellos entonces se pudo avanzar más hacia una democracia sin justicia no habría tenido lugar.
Los procesos de corrupción también fueron abordados. Sin embargo, allí el camino fue menos exitoso. Tanto es así que Pinochet, en una circunstancia sacó militares en la calle, ya estando en democracia, con una forma de amenaza si se tocaban las decisiones que habían adoptado de vender empresas públicas a privados en forma opaca, oscura, o posteriormente a un problema con unos cheques que había girado su hijo y que la Cámara comenzó a investigar. También hubo que reconsiderar cómo avanzábamos para concentrar la fuerza política de que disponíamos en la democracia, lo que era la transición propiamente democrática.
Los demás puntos se quedaban pendientes. La política militar fue una cuestión fundamental. Alí se siguió una política que, junto con ir al castigo de los violadores de derechos humanos, hubo un proceso de orientar a la Fuerza Armada hacia su profesionalización y disponer, además de los recursos necesarios para la renovación de los materiales, la formación de la Fuerza Armada, de la formación técnica de todos los oficiales en las áreas nuevas y la clara convicción de que debían estar subordinados al poder del pueblo a través de las autoridades civiles.
A lo
largo de estos años, ¿Quiénes son los que han establecido las reglas y
procedimientos que han normado y regulado la transición chilena a la
democracia? ¿En qué dimensiones de la vida nacional se ha avanzado más en la
reinstitucionalización democrática del país?
En el plano político hicimos un avance importante a través de las fuerzas de los partidos, de las elecciones y de la voluntad popular, que era masivamente a favor de una transición democrática pacífica, gradual, como la que ocurrió, más allá de la voluntad. Pero al final dio mejor resultado porque no se puede construir una democracia a patadas, tiene que ser a través de las normas que se van estableciendo, aunque tome más tiempo.
Se eligieron primero los municipios que no eran elegidos porque la dictadura había eliminado a los partidos políticos, había quemado los registros. Había prohibido los registros electorales, había prohibido los sindicatos, había cerrado el Congreso, de manera que habían aplastado a la oposición, habían liquidado a los dirigentes de los partidos, de manera que teníamos que reconstruir el tejido social y el tejido político. Y esa era la tarea del pueblo chileno y de sus representantes.
En ese sentido, se avanzó luego a dar poderes a las regiones, se llevaron a cabo elecciones, y se hizo un esfuerzo muy grande por perfeccionar los sistemas electorales. No fuimos exitosos en eso, tomó prácticamente 25 años terminar con el sistema electoral binominal que le daba una clara ventaja a la minoría que defendía a la dictadura o al legado de la dictadura.
Los cambios más contundentes y paralelos a los avances democráticos fueron en el campo económico-social. La pobreza bajó radicalmente con una política económica inteligente. Se llevó a cabo un proyecto de apertura económica internacional que permitió a Chile establecer acuerdos internacionales que no había podido nunca hacer la dictadura porque estaba aislada con todos los países más desarrollados del mundo, se impulsó la expansión de las exportaciones, cuyo eje fue una inversión muy sustancial también en el sector del cobre, nuestro recurso natural más importante, y llegaron muchas inversiones extranjeras para lograrlo. Se expandió la economía de manera muy veloz para recuperar los retrasos que traía de la dictadura.
En infraestructura se llevaron a cabo inversiones enormes instalando el sistema de concesiones. En materia de educación hubo un salto también muy importante para elevar el número de horas enseñadas y dar más acceso. Se llevó a cabo una reforma de la salud y de la educación,
En
Chile se han intentado varias reformas constitucionales para superar la llamada
Constitución de Pinochet. ¿Cuánto
queda todavía del régimen de Pinochet, cuáles son los vestigios y
reminiscencias del viejo orden militar que es necesario erradicar para lograr
la restauración plena de la democracia chilena? ¿Cómo crear los consensos
sociales necesarios en un país donde parte de la población aún reivindica lo
que consideran el Legado de Pinochet?
En esa materia quiero expresar primero que una de las reformas más importantes en la transición a la democracia es el sistema judicial. Allí radica el corazón de la democracia. Hay justicia de quienes imparten la justicia. Lo que está demostrado en nuestro caso también, es que los jueces a veces son muy serviles y cobardes y se alinean con el poder instaurado, no con las leyes que tienen que aplicar, ni el espíritu de las leyes.
Esa reforma fue fundamental tanto para la gestión democrática como para el respeto de los derechos humanos. Pero además se fueron instalando -a medida que se avanzaba hacia la democracia y que la población tomaba más poder-, los cambios a la Constitución. Se realizaron una cantidad muy importante de cambios en la Constitución, hasta el punto en que ya era irresistible en una democracia que el presidente de la República no pudiera remover a los mandos militares más altos. Parecía ya del todo razonable, incluso a sectores de derecha, un poquito más altos, más abiertos a los temas democráticos, de darse cuenta que ya no había riesgos para que la democracia pudiera caer en otras manos, y que por lo tanto había que dar el paso de eliminar senadores designados y también dar el paso de eliminar la inamovilidad de los comandantes en jefe.
De hecho, esto ya se había adelantado antes, porque cuando Pinochet entra al Senado, de acuerdo a su propia Constitución, y después de terminar los ocho años de Comandante en Jefe, para permanecer de por vida en ese Senado, yo estaba en el Senado y lo tenía sentado a pocos metros, nunca pensamos que -a los pocos meses-, se le ocurrió ir a Inglaterra y fue arrestado por demanda de un juez español por la muerte durante la dictadura de ciudadanos españoles. Eso cambió todo. De hecho, fue desaforado, se terminó con las ideas de los senadores vitalicios y por esto también se facilitó la idea de terminar con los senadores designados.
Pero hoy se ha instalado una democracia y hay una Constitución democrática. No es la Constitución de Pinochet, es la Constitución de la Concertación. Es la Constitución de la democracia. Los intentos posteriores, dos, para tener una nueva Constitución, fracasaron y van a seguir modificándose la Constitución a través de procesos de reformas parciales. Pero es una Constitución democrática y yo diría que hoy día es la Constitución instalada en el gobierno de Ricardo Lagos.
¿Se
aprobó alguna Ley de Amnistía para proteger a los militares y organismos de
seguridad por violaciones de derechos humanos? ¿Qué tipo de inmunidad se les
concedió? ¿Qué faltas, delitos y crímenes quedaron impunes?
No hubo ley de amnistía en Chile. La cantidad de gente procesada son por cientos de oficiales presos. Se construyó incluso una cárcel especial para ellos. De manera que no hubo impunidad, incluso hasta hoy. Hay casos que se están, 50 años después, tratando y castigando.
Los delitos que quedaron impunes se refieren más bien a los casos de detenidos desaparecidos, que gente fue asesinada, fue arrojada al mar, fue hecha a desaparecer y ahí hubo silencio. Por eso quedan impunes. Porque no se ha podido determinar quiénes los hicieron para poder procesarlos.
Entonces ha habido un silencio cómplice muy negativo, a pesar de todos los esfuerzos que se hicieron por los distintos gobiernos para obtener de quienes cometieron esos delitos los datos para encontrar a los restos de los desaparecidos y terminar con el sufrimiento de las familias. Y también quedaron impunes delitos de tipo económico.
Ahora, en todas las transiciones hay lo que se llama la transición de la justicia o la justicia transicional. Y hay casos distintos. En el caso polaco se estableció una línea y se dijo de aquí para atrás nada, de aquí para adelante vamos a aplicar normas específicas. En el caso de Sudáfrica, que es otro interesante y que ya mencioné, se esperaba que cada uno explicara la verdad. Y una vez que decía lo que había hecho, no se le procesaba, porque no había condiciones. No había condiciones políticas tampoco para hacerlo. De manera que, en el caso de la política militar, no estuvo concentrada solo en eso, sino que se abrió, como también señalé, a lo profesional.
Y ahí hay que pensar en la tarea militar del futuro. La función militar ha cambiado. Primero se ha tornado mucho más tecnológica y compleja. Las policías, si se desarrollan bien, aseguran que haya tranquilidad en el país, porque es el desorden también lo que atreve. La gente no trae la acción autoritaria o dictatorial y por lo tanto tiene que garantizarse aparte.
El cambio climático está creando también otros espacios para la función militar. Los militares representan un tipo de organización ordenada, eficaz, para todo lo que significa logística y para los casos de emergencia. Por lo tanto, va a haber una creciente relación entre militares y las necesidades de protección de la ciudadanía frente al cambio climático o a otros desafíos que hoy día no somos capaces de prever.
Una
vez restaurada la democracia: ¿Cómo se ha atendido el reclamo de las víctimas
de la dictadura? ¿Cómo se definieron, contabilizaron y clasificaron las
víctimas? ¿Qué mecanismos se activaron para conocer y documentar la verdad de
lo ocurrido en esos años oscuros? ¿Hubo juicios, se hizo justicia contra los
responsables de violar derechos humanos y cometer delitos de lesa humanidad? ¿A
través de qué medidas se ha reparado a las víctimas y sus familiares?
Primero hay que separar, las más importantes tienen que ver con violaciones a los derechos humanos. Hay otras tan graves también, pero normalmente los gobiernos en las transiciones que conozco hacen esa diferencia porque es muy difícil dedicar tanta energía para investigar todo y a veces necesita llegar a acuerdos en materias incluso con los que gobernaban antes para poder mantener lo que es la gobernabilidad democrática y poder seguir avanzando.
En el caso chileno hubo varias instancias. La primera en la Comisión de Verdad y Reconciliación de mucha trascendencia ocurrida en el gobierno del presidente Aylwin, primer presidente de la concertación y de la democracia. La segunda fue la llamada Mesa de Diálogo. Allí se juntaron también militares, altos mandos encargados por sus ramas, y los abogados y los miembros de las asociaciones de víctimas de los derechos humanos. Ahí se hizo un esfuerzo importante para entregar nueva información, para encontrar con el paradero y tener información también de otros responsables de estos crímenes. Y la tercera fue en el gobierno del presidente Lago, la Comisión Valech, para todos los que fueron torturados o prisioneros sin ninguna responsabilidad y sin ninguna legalidad. Hubo medidas también con los exonerados despedidos y también ha habido normas de compensaciones económicas para los que han sufrido más.
De esa manera entonces se ha avanzado en este terreno. Incluso hoy, estamos hablando del 2024, existe una comisión de búsqueda todavía, de restos de detenidos desaparecidos, habiendo ya transcurrido más de 50 años.
Los militares por su parte también se han visto afectados a la institución militar por esta persistencia y se han resistido como consecuencia a intervenir en hechos ya en democracia instalada, de política interna, que significa reprimir internamente. Saben que no están preparados para el control de grandes movimientos sociales y usan las armas con un sentido letal de inmediato. Por lo tanto, ya ha habido varios intentos de algunos presidentes o del mismo parlamento de decidir cuándo pueden intervenir los militares y se ha sido muy cuidadoso en eso, incluso para resguardar el sentido de las Fuerzas Armadas y su tarea principal.
Hay que mencionar también que han crecido a nivel mundial otras formas, como la Corte Penal Internacional o las comisiones contra la tortura, que persiguen a los que cometen este tipo de violaciones que antes no existían. Creo que estos puntos son importantes de analizar en los juicios que hemos hecho, cómo ha actuado la justicia y creo que en el caso chileno hay una cierta satisfacción o por lo menos tranquilidad de conciencia, porque la democracia ha hecho su labor.
¿La
transición chilena ha sido un proceso estable, sin marchas y contramarchas, o
tuvo sus momentos de sobresalto que hicieron tambalear la vuelta a la
democracia? ¿Cuáles fueron los episodios de mayor incertidumbre?
En el caso chileno fue al comienzo. Siempre hubo un intento de mostrar por parte de los militares que salían -con Pinochet a la cabeza- que ellos mandaban. Tuvo que ser un proceso muy inteligente y cuidadoso de insistir en el carácter democrático del proceso para ir limitando el poder militar. En el caso nuestro, el proceso fue evitar ser amedrentado por los militares. Pinochet lo intentó con dos movilizaciones los primeros años, sacando militares a la calle, cuando ocurrían algunas operaciones en la Cámara de Diputados para investigar cuestiones irregulares. Y se aprovechaban también de la inamovilidad que impedía moverlos, sacarlos de sus cargos. Entonces los gobiernos tuvieron que ser en eso cuidadosos.
Ahora, las experiencias son distintas porque muchas veces hay grupos militares, no la institucionalidad completa, que intentan dar golpes o aparecer como actuando y amenazando a la democracia. Por ejemplo, la experiencia filipina es una de las que vale la pena analizar. Allí lo que ocurrió, a pesar de que después de Corazón Aquino vino como presidente el que fue ministro de defensa de Corazón Aquino, y por lo tanto tenía un conocimiento militar importante, pero él tuvo que enfrentar varios movimientos, a pequeños grupos militares. Lo mismo en el caso español. Hubo, todos conocemos, la irrupción en el Congreso español por parte de oficiales y la necesidad de sacarlos, y tuvo que intervenir el rey. De manera que el tema puede ser turbulento, pero eso ocurre al principio.
Ahora, ¿fue estable la coalición chilena? Esa es tal vez la más estable de Occidente, sin contar la African National Congress que partió nosotros en el 90, 94 partió Sudáfrica, y ese partido sigue gobernando. En el caso nuestro, fue un gobierno de la Concertación de 20 años seguidos, con cuatro gobiernos y un quinto -el segundo de Bachelet-, con cuatro años de interrupción.
Pero había una unidad muy grande, había un propósito claro, había una amenaza fuerte desde afuera que te mantiene cohesionado. Pero ha sido una coalición que permitió, además, ir profundizando progresivamente los avances y tener una estrategia común de desarrollo con equidad, de democracia, de apertura internacional, derechos humanos, de educación. Un gobierno avanzaba, el otro seguía, y creo que eso ha sido uno de los periodos más fructíferos de la historia de Chile.
Es difícil lograrlo, fue una suerte, pero fue fruto también del sufrimiento anterior.
Y ya
para finalizar esta interesantísima conversación quisiéramos conocer su opinión
sobre las concesiones y costos más importantes que tuvo que pagar la sociedad
chilena para recuperar la democracia y la alternancia en el poder.
Cuando se sufre, se valora que uno progresa y no está pensando normalmente en qué cosas mejores podría estar haciendo, salvo avanzar hacia sus libertades, su democracia y a una economía más justa.
Acá yo diría que lo más importante es que se sufrieron desgarros que aún persisten. Los dolores de los desaparecidos, las rupturas familiares, los exilios, las muertes, quedan en el alma. La Iglesia Católica jugó un papel muy importante -especialmente el cardenal Silva Enríquez- tratando de enfrentar estos problemas y dar esperanza, dar un sentido de vida y dar un sentido de comunidad, que esto se puede superar.
La pérdida de las libertades, aunque se recuperen, uno recuerda aquello que significó vivir con una bota puesta sobre la cabeza o con violaciones permanentes a la justicia y al respeto y a la dignidad de las personas, que es fundamental. Pero también es muy importante la paciencia y la persistencia, que fueron dos lecciones muy importantes porque en la medida que uno va avanzando, tiene ánimo para seguir avanzando.
Y por lo tanto aquí en nuestro caso hubo siempre ese espíritu de mejorar y salir del temor de que volviera una dictadura. Y para eso necesitábamos tiempo y necesitábamos ir asentando los cambios, no hacerlos por hacerlos, sino que se sintieran firmes incluso en la cultura nacional.
Donde sí hubo un costo que sí, y yo creo muy importante, es en la desigualdad. A pesar de todos los esfuerzos, la idea de tener un Estado mínimo ha perdurado, ha costado reducir la idea de falta de solidaridad. Permanece la tesis de que cada uno se la tiene que arreglar por su cuenta y eso mata el sentido de comunidad nacional, que es fundamental para asentar la democracia. De manera que la lucha sigue en el caso chileno, como en todos los países nuestros, por el estado de bienestar, por la inclusión social y por la seguridad personal y social, para poder aglutinar una visión común de todos y tener una democracia que dure y para lo cual se necesita una visión de futuro compartido.
Agradecemos altamente al
Dr. Sergio Bitar, testigo y protagonista de excepción de la transición chilena
a la democracia, por explicarnos y ayudarnos entender las condiciones
históricas concretas en las que se llevó a cabo el proceso a través del cual
los militares chilenos finalmente devolvieron a los civiles el poder político y
el control de las instituciones.
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