Los estrechos geográficos en la ruta del petróleo son puntos estratégicos por los que pasa un alto porcentaje del petróleo y gas que surte al mercado mundial y son vitales para la seguridad energética global. Se destacan: el estrecho de Ormuz, el estrecho de Malaca, el estrecho de Bab el-Mandeb, los estrechos turcos de Bósforo y Dardanelos; y, por supuesto, los canales de Suez y Panamá. Con la intensificación del conflicto bélico entre Irán e Israel, el estrecho de Ormuz vuelve a estar en el centro de atención de los observadores internacionales.
Trump
ha dicho “no tenemos por qué comprar energía
a Venezuela”, pero en ese incierto
escenario bélico, la seguridad energética global necesita un respaldo
preventivo. Pero el escenario bélico en Medio Oriente le ofrece a Trump nuevos incentivos para alinear
los intereses de seguridad energética, migratorios y geopolíticos de EEUU con
la flexibilización de las sanciones petroleras.
En efecto, surgen nuevas y poderosas razones técnicas, económicas y geopolíticas para reactivar las negociaciones directas entre la Casa Blanca y Miraflores, en función de asegurar el suministro estable y seguro de petróleo venezolano a los mercados estadounidense, europeo y asiático. Si bien es cierto que EEUU se convirtió en uno de los principales productores de petróleo gracias a la tecnología del fracking, ese petróleo liviano no es el más adecuado para buena parte de las refinerías estadounidenses que fueron diseñadas para procesar los crudos pesados venezolanos. Mantener las operaciones de fracking requiere precios superiores a 60 $/b para cubrir los altos costos y ser rentables. Si en un escenario de paz los precios caen por debajo, a EEUU le resultará más barato importar petróleo que consumir el propio. Y los precios pueden caer si se pone fin a la guerra en Ucrania y se logran acuerdos de paz estables y duraderos entre Israel e Irán.
Otra razón tiene que ver con el agotamiento de las reservas estratégicas de petróleo de EEUU que se consumen aceleradamente para evitar una presión de demanda que incremente los precios. Una de las promesas electorales de Trump fue recuperar el nivel de la Reserva Estratégica de Petróleo a 700 millones de barriles (MMB). Para lograrlo necesita inyectar 320 MMB. Comprar semejante cantidad presionaría al alza los precios del petróleo, cuestión que daría al traste con otra promesa electoral de Trump de reducir los costos de los combustibles y la energía. La producción de petróleo en EEUU gira en torno a los 13 MMBPD. A ese ritmo, sus reservas durarían 6,4 años. Si EEUU consume diariamente casi el 20% de la demanda global y Venezuela tiene casi el 20% de la reserva mundial, a EEUU le conviene recuperar el suministro del petróleo venezolano.
Con base en las especificaciones técnicas, los bajos costos y las
extraordinarias reservas que el país posee, Venezuela es la mejor opción para
EEUU. Por lo
tanto, no se trata de que EEUU produzca más petróleo que Venezuela, sino de
restricciones técnicas y económicas que dificultan la sustitución de los crudos
pesados venezolanos por los crudos livianos y de alto costo del fracking.
El alto al fuego entre Israel e Irán anunciado por Trump no
es un acuerdo de paz estable y duradero, en cualquier momento se puede romper.
Basta un incidente aislado para recrudecer las acciones bélicas entre ambos países y desembocar en una guerra regional, justo en una
zona por la que pasa buena parte de la producción global de petróleo y gas que
necesita la economía mundial. Mientras
se mantengan las causas que las originaron, las tensiones entre Irán e Israel no estarán sofocadas
y seguirán siendo una amenaza latente para los corredores
de transporte marítimo por los que pasa más del 30 % de la producción mundial
de petróleo. Esto mantiene un alto riesgo para
la seguridad energética de la UE, China, los países industrializados del sudeste
asiático e, incluso, EEUU.
Con la imposición de aranceles y sanciones financieras a otros países
que le compren petróleo a Pdvsa, Trump intenta evitar que Rusia y China
controlen las cuatro empresas mixtas en las que participa Chevron con Pdvsa, pero esto no conjura la amenaza de una
eventual interrupción de la oferta de petróleo y gas que proviene del Medio
Oriente. La incertidumbre del actual escenario bélico
emplaza a la Administración Trump a revisar la suspensión de la licencia a Chevron y activar un plan de contingencia
que le garantice a EEUU y UE el suministro oportuno, estable y seguro del
petróleo venezolano.
El actual contexto
bélico incrementa el riesgo que enfrentan las potencias consumidoras de energía
si se prolonga la prohibición a sus compañías petroleras de hacer negocios e
inversiones conjuntas con Pdvsa. Para conjurar el impacto que tendría un
recrudecimiento de la guerra, les interesa mantener una
sobreoferta de crudos en los mercados internacionales para evitar que suban los
precios y se genere un impacto recesivo en la economía global.
Por lo
tanto, a Trump se le complicará impedir a las transnacionales petroleras europeas
y asiáticas asociarse con Pdvsa para reactivar la producción de petróleo y gas.
La OFAC podrá mantener la prohibición a Pdvsa de vender petróleo en el mercado
estadounidense, pero va a encontrar crecientes resistencias si insiste en prohibir que las petroleras
europeas y asiáticas mantengan y amplíen la producción y compra de
hidrocarburos en Venezuela.
China, India, Corea del
Sur, Japón y otros países del Sudeste asiático necesitan un respaldo preventivo
y lo pueden encontrar en el petróleo venezolano. Si se prolonga la suspensión de las licencias a las petroleras
estadounidenses y europeas, Venezuela ofrecerá mejores condiciones de
participación a las empresas provenientes de Rusia, China e India que estén
dispuestas a incrementar la compra de crudo venezolano y a ampliar su
participación en la industria petrolera nacional. Suspender definitivamente las
licencias puede generar efectos geopolíticos contrarios a las prioridades de
Trump de alejar a sus rivales asiáticos del hemisferio.
El fuerte impacto que
tendría la interrupción del paso por los estrechos estratégicos en los precios
de los combustibles, la energía y la actividad económica global, coloca nuevamente a Venezuela en la
ruta del petróleo como un proveedor estable y seguro para las principales
potencias consumidoras de gas, petróleo y energía. A fin de garantizar el suministro a los mercados internacionales,
el aumento de la producción de petróleo venezolano se convierte en un objetivo
de corto plazo.
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