miércoles, 5 de octubre de 2011

¿Estatizar o socializar?

La propiedad no es una simple posesión basada en el derecho mercantil sino un sistema de relaciones sociales que se establecen en el proceso de producción. El socialismo del siglo XX, tras el ideal humanista de erradicar la explotación del ser humano, estatizó todos los medios de producción, deformándose en un capitalismo de Estado que ahogó el espíritu emprendedor y las capacidades creadoras del pueblo, criminalizó la iniciativa empresarial, frenó el desarrollo de las fuerzas productivas, generando escasez, racionamiento y especulación. Las poderosas élites burocráticas derivaron en una burguesía funcional que se apropió de parte importante del excedente o plustrabajo social, ya no como propietarios de los medios de producción, sino por los privilegios asociados a sus cargos.

En su fachada, la propiedad estatal se presenta como propiedad de todo el pueblo, pero su lógica no altera para nada las viejas formas de explotación capitalista. No se trata de destruir el capitalismo privado para sustituirlo por el capitalismo de Estado, sino de impulsar una nueva economía social a través de la cual los trabajadores y la comunidad dirijan los procesos de producción. Solo así podrán ser y sentirse como los verdaderos copropietarios sociales de las condiciones que garantizan su supervivencia. El verdadero socialismo tiene que desestatizar la sociedad, desburocratizar la función pública y empoderar directamente a la comunidad, sin mediaciones de capitalistas ni burócratas.

Al expropiar, el Estado indemniza y se convierte en dueño de lo que antes era propiedad privada. El artículo 115 de la CRBV dice que: “Sólo por causa de utilidad pública o interés social, mediante sentencia firme y pago oportuno de justa indemnización, podrá ser declarada la expropiación de cualquier clase de bienes”. No son pocos los dueños de empresas al borde de la quiebra que resultaron favorecidos con estas expropiaciones. Los casos de Invepal, Inveval, Invetex, Cerámicas Maracay y ahora Conferry son ejemplos de empresas que estaban cerradas o en bancarrota, y solo generaban costos o pérdidas para sus dueños.

A la decadente Conferry había que ponerle al lado una nueva y más eficiente empresa socialista, que demostrara con mejores precios y calidad de servicio su superioridad. Pero se expropió una empresa en precarias condiciones, con naves deterioradas por tantos años de uso y poco mantenimiento, deudas ocultas y trabajadores y usuarios descontentos. Relanzarla será difícil y si no se logra, los enemigos del socialismo dirán: "Allí está, otra empresa más que estaba bien gerenciada en manos del sector privado y bastó que la estatizarán para quebrarla"

En Venezuela la densidad de industrias por cada mil habitantes apenas llega a 0.25, mientras que en Colombia es 1.2 y en México de 1.7. Ministerios, gobernaciones y alcaldías tienen sus nóminas atiborradas porque no se crean nuevas empresas para generar trabajo y empleo productivos. Cuando se gastan recursos públicos en pagar expropiaciones de empresas no estratégicas, en vez de invertirlos en la creación de nuevas y mejores empresas, no se está contribuyendo a aumentar la densidad empresarial ni a aumentar el patrimonio productivo del país. Nos quedamos con el mismo número de empresas, es la misma capacidad productiva pero ahora en otras manos. Eso no es crecimiento ni mucho menos desarrollo.

La transformación del capitalismo rentistico en un nuevo modelo productivo socialista no será obra del mercado. Será una sabia y decidida actuación del Estado la que propicie e impulse la transformación de un régimen económico basado en la explotación del ser humano y la depredación del ambiente por una nueva economía de amplia y creciente inclusión social.Pero esto no significa que el Estado tenga que hacerse propietario de todos los medios de producción, distribución y comercialización. El Estado está llamado a reorientar los recursos e incentivos públicos en función de apoyar la creación de empresas de la economía social, en manos de los trabajadores directos, de los consumidores organizados y de la comunidad. Las empresas de la economía social, no tienen fines de lucro pero tampoco vocación de pérdida, tienen  que ser prósperas y autosustentables y generar un creciente excedente para ser invertido como ganancia social en la mejora de las condiciones laborales y en la solución de los problemas de la comunidad. Solo así será posible superar la explotación del trabajado asalariado y desterrar las causas estructurales que generan desempleo, pobreza y exclusión social.

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