miércoles, 19 de febrero de 2014

¿Cómo transformar la economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo exportador?


Por: Víctor Álvarez R.

El año 2013 concluyó con una clara victoria política para las fuerzas que impulsan la transformación del capitalismo rentístico en un nuevo modelo productivo socialista. Los resultados del 8-D mostraron una recuperación del voto bolivariano, dando así al traste con los pronósticos que anunciaban el descalabro de las fuerzas revolucionarias y con el empeño de convertir las elecciones municipales en un plebiscito para sacar a Nicolás Maduro de Miraflores.

Esa victoria política despeja el panorama para tomar las medidas pendientes que permitan hacer del 2014 el año de la victoria económica. Sobre todo si se toma en cuenta que éste será uno de los pocos años en los que no habrá elecciones ni de presidente, ni de gobernadores, ni de alcaldes, ni de parlamentarios y, por tanto, se aliviará el peso del costo político que en cada año electoral lleva a posponer las decisiones económicas.

En el 2014, la mentalidad rentista que en los últimos años se vio exacerbada por la significativa recuperación de los precios del petróleo y por el aumento de la regalía, tiene que abrirle paso a una nueva cultura sustentada en el valor del trabajo. Para impulsar esta transformación es necesario:

Superar las patologías del capitalismo rentístico

El genoma económico del capitalismo rentístico es portador de potenciales patologías que es necesario comprender para evitar su desarrollo. Solo así se estará en condiciones de diagnosticar correctamente los problemas para mantenerlos bajo control.

La primera alteración en el ADN de una economía rentista la encontramos en un ingreso en divisas que no es fruto del esfuerzo productivo. Este súbito ingreso confiere una capacidad de compra superior al valor agregado por la actividad interna. La inyección de la renta internacional a la circulación nacional origina una demanda que no puede ser abastecida por el precario aparato productivo local. Y entre producir e importar, se suelen apelar al expediente fácil de comprarle al resto del mundo lo que con esfuerzo y constancia debería producirse nacionalmente.
 
Abandonar anclaje cambiario

Debido a la presión inflacionaria que ejerce el desequilibrio entre la pujante demanda y la rigidez de la oferta, se recurre al anclaje cambiario como instrumento de política antiinflacionaria. Al congelar el precio oficial de la divisa se abaratan las importaciones que se hacen con ese dólar subsidiado, las cuales desplazan la producción nacional.

Ante el incentivo de un dólar subsidiado, empresarios, instituciones y ciudadanos de a pie se lanzan tras la captura de un cupo de Cadivi. Así, se recrudece la demanda de dólares que se depositan en la banca internacional, a la espera de las cuantiosas ganancias que se amasan con cada devaluación. Mientras la tasa oficial se mantenga fija y la brecha con el paralelo crezca cada vez más, se exacerbará la insaciabilidad de un dólar subsidiado. Corregir esta problemática requiere evolucionar del anclaje cambiario hacia un nuevo sistema con ajustes periódicos en el precio oficial del dólar.

En el 2014, la crítica al cadivismo como expresión de la cultura rentista tiene que abrirle paso a una nueva política cambiaria dinámica y flexible, que cierre la brecha con el mercado paralelo y logre la estabilidad de la tasa de cambio. Es así como se podrá alcanzar un precio del dólar que exprese la verdadera productividad de la economía, estimule la repatriación de capitales, la sustitución de importaciones y la diversificación de las exportaciones no petroleras.
 
Reindustrializar la economía

La manufactura tiene un gran efecto multiplicador sobre los demás sectores económicos. “Aguas arriba” demanda materias primas a la agricultura, pesca, forestal, minería, etc. “Aguas abajo” ofrece bienes intermedios e insumos industriales para el desarrollo de otros sectores. Además, demanda servicios de apoyo, agua, electricidad, telecomunicaciones, financiamiento, infraestructura, redes de distribución y comercialización. Cuando crece la industria crece toda la economía. Por lo tanto, se impone reivindicar en la agenda de la política económica, un espacio relevante para las políticas industriales y tecnológicas, en función de profundizar la reindustrialización del aparato productivo y así poder alcanzar la soberanía alimentaria y productiva.

Si bien es cierto que a través del Plan Plena Soberanía Petrolera se ha reivindicado la soberanía nacional sobre el petróleo, todavía se sigue exportando petróleo crudo y gas líquido para luego importarlo con valor agregado. De allí que el 2014 tiene que ser el año del impulso definitivo a la industrialización de los hidrocarburos. A través de una política de  industrialización se podrá sustituir buena parte de las importaciones que aún hacemos y diversificar la oferta exportable, activando una oferta complementaria de divisas y que alivie la presión que recae sobre las reservas internacionales, propicie la convergencia de los diferentes tipos de cambio y erradique así la fuente de distorsiones que hasta ahora se ha traducido en la creciente brecha entre el precio oficial de la divisa y la cotización que alcanza en el mercado paralelo. @victoralvarezr

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