Víctor Álvarez R.
La política cambiaria tiene que ver con el nivel al que se fija el precio de
la divisa para lograr los objetivos de la política económica, los cuales pueden
ir desde vencer la inflación hasta impulsar el crecimiento del PIB, pasando por
fortalecer la competitividad cambiaria de las exportaciones. A diferencia, el régimen cambiario se refiere a los requisitos,
procedimientos y restricciones para tener acceso a las divisas. El precio se fija a través de los
convenios cambiarios, mientras que el
régimen se aplica con las providencias.
Si bien esta distinción conceptual es bastante clara, en la práctica los
cambios en las reglas de acceso suelen alterar el precio establecido en la política
cambiaria. En efecto, lo engorroso y lento que puedan resultar los trámites
para liquidar de manera transparente, oportuna y suficiente las divisas, termina
encareciendo el precio al que finalmente se compran las mismas.
Cadivi, Sitme, Cencoex, Sicad 1 y 2 han devenido en un complicado régimen
cambiario que, al dificultar el acceso a la divisa oficial, traslada la demanda
insatisfecha al mercado paralelo, cuestión que tiende a ampliar la brecha
cambiaria. Así, el régimen de restricciones
obliga a comprar las divisas más caras y termina anulando la tasa de cambio oficial
que se fija para cumplir los objetivos de la política económica. Cuando falla
el régimen cambiario (liquidación transparente, oportuna y suficiente de
divisas) los objetivos de la política cambiaria se ven, entonces, afectados.
Al priorizar el objetivo antiinflacionario, la política cambiaria optó por
el anclaje cambiario, bajo el supuesto de que así se abarataba el componente
importado. Pero los hechos han demostrado que la rigidez cambiaria no es
garantía de estabilidad de precios si ésta no va a acompañado de disciplina
fiscal, monetaria y financiera. Ante el fracaso de la meta de inflación, la
prioridad en adelante debe ser asegurar el crecimiento del PIB y diversificar
las exportaciones. Esto exige fijar una tasa de cambio que exprese la verdadera
productividad del sector transable, respalde la competitividad cambiaria de las
exportaciones, estimule la inversión extranjera y sea atractiva para el turismo
internacional.
El desequilibrio
monetario
La expansión monetaria de origen fiscal dio
al traste con los objetivos antiinflacionarios de la política de anclaje
cambiario. El financiamiento del BCV al déficit de Pdvsa y otras empresas
públicas con desmesuradas emisiones de dinero base, ha provocado un crecimiento
sin precedentes de la liquidez monetaria y esta enorme masa de dinero en
circulación ejerce una permanente presión sobre el mercado cambiario. Lo más absurdo
y patético es que el torrencial incremento de la liquidez monetaria que el
propio BCV se ha encargado de desquiciar, pretende ser recogido a cuenta gotas
a través de sucesivos aumentos del encaje legal.
Otro factor que presiona el mercado cambiario
es que –en un contexto de abundante liquidez pero
tasas de interés por debajo de la inflación-, los agentes económicos prefieren
proteger el poder de compra de sus ahorros comprando divisas, lo cual genera
una fuerte demanda de dólares escasos que no hace más que ampliar la descomunal
brecha entre la tasa oficial y el dólar paralelo. Mientras no se corrija el
déficit fiscal y se regule la expansión monetaria, continuarán las presiones inflacionarias en el mercado interno. No
se trata simplemente de tratar de absorber la liquidez a través de aumentos del
encaje legal o la emisión de bonos, sino de limitar la tendencia a incrementar
el gasto público a través de la práctica de los créditos adicionales y de
financiar el déficit de PDVSA y otras empresas públicas a través del
endeudamiento con el BCV.
La unificación cambiaria
El actual régimen de cambios múltiples ofrece incentivos a la corrupción y
especulación. Al atizar una demanda artificial, entorpece la administración racional
de las divisas según las prioridades del país. Crear un ambiente propicio a la reactivación e
inversión productivas pasa por adecuar el marco
regulatorio e institucional en materia cambiaria, a fin de asegurar un acceso
ágil y oportuno a las divisas que requiere el aparato productivo para poder
conjurar la actual amenaza de estancamiento e inflación. Solo si la
implantación de un nuevo régimen cambiario despeja la incertidumbre sobre la
tasa de cambio futura y resuelve los problemas que han dificultado el acceso
oportuno a las divisas, las presiones sobre el mercado paralelo se aliviarán,
las múltiples tasas comenzarán a converger, y de esta forma se corregirán las
distorsiones que está provocando las ineficiencias del actual régimen
cambiario.
Así como la tasa de cambio de Cencoex está
considerablemente sobrevaluada, la tasa de cambio de Sicad 2 está muy
subvaluada. Si finalmente se concreta la anunciada unificación cambiaria, el
nuevo precio del dólar estará entre esos dos extremos, toda vez que la tasa de
6,30 Bs/$ sería eliminada, así como las tasas de Sicad 1 y Sicad 2. El actual
régimen de cambios múltiples desaparecería para darle paso a un solo tipo de
cambio. La nueva tasa debería colocarse por encima de Cencoex y Sicad 1 y por
debajo de Sicad 2, en torno a los 25 Bs/$ que es donde se estima está el tipo
de cambio de equilibrio. Con la unificación cambiaria, el dólar paralelo caería,
tal como ocurrió cuando se reformó la Ley de Ilícitos Cambiarios y se activó el
Sicad 2. Para entonces, el paralelo cayó de casi 100 Bs/$ a menos de 70 Bs/$.
Que se apuren por que la sobrevaluacion del Sicad 2 que usted menciona en cualquier momento desaparece.
ResponderEliminarSi no unifican el cambio y lo liberan tendran que inventar Sicad 3 y 4 y 5 ...... y n